Ayudando a nuestros hijos a madurar
Uno de los más grandes retos que tenemos los padres

Nuestro pastor general, Gerald Flurry, a lo largo de los años ha dicho en numerosas ocasiones que en estos urgentes días, nuestros jóvenes necesitan madurar rápidamente. Los padres en la Iglesia necesitamos ayudar a nuestros hijos a madurar. Recientemente, uno de los principales ministros de Dios habló sobre un tema que abarcaba aspectos de este asunto crucial, lo que me llevó a realizar una reflexión personal. ¿Qué tan bien estoy ayudando a mis hijos a madurar?

Nuestros hijos tienen un futuro espectacular en la Familia de Dios, y los padres deben guiar sabiamente a sus hijos al éxito. Si usted tiene hijos, sabe que este no es un trabajo sencillo.

Uno de los temas más desconcertantes que enfrentan los padres es ayudar a sus hijos a llegar a una adultez productiva y madura para que vivan una vida abundante, alcancen su increíble potencial humano y contribuyan a satisfacer las necesidades de la Familia de Dios. El Sr. Flurry ha dicho a los campistas en nuestro Programa Educativo de Verano que Dios pone a nuestros jóvenes aparte y quiere que sean activos en Su Obra.

El desarrollo infantil es un tema serio para Dios porque establece las bases para la madurez espiritual que vendrá después. Por esta razón, Dios ha dado a Su Iglesia un libro lleno de instrucciones prácticas para la crianza de los hijos. En Crianza infantil con visión, encontramos que la madurez se va adquiriendo, paso a paso.

“La enseñanza adecuada de un niño está diseñada para que tome tiempo (dos décadas mínimo) y paciencia”, explica el libro. Físicamente, los niños crecen rápidamente, pero la madurez mental, emocional y espiritual correspondiente requiere más tiempo.

La madurez, espiritual o de otro tipo, requiere introducir rigor en nuestra educación. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso…” (Jeremías 17:9), y nuestros hijos tienen naturaleza humana. Esta naturaleza luchacontra el proceso de maduración en nuestros hijos.

A menudo, los niños no están motivados para madurar. Debido a que sus mentes inmaduras son influenciadas por el diablo, y pueden ser arrogantes, absurdos, egoístas, emocionales y temperamentales. Los padres debemos reconocer que la naturaleza humana de nuestros hijos se opone a que maduren correctamente y conforme a Dios, y que debemos contrarrestar esto.

Dios siempre está trabajando para anclarnos a Su ley y verdad —a la realidad— construyendo madurez espiritual en nuestras vidas. Sin embargo, una pobre comprensión de la naturaleza humana o una tendencia a mimar a los niños puede limitar considerablemente el proceso de maduración. Los padres son responsables ante Dios de ayudar a sus hijos a vencerse a sí mismos. Y esas victorias producen una mayor madurez.

“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”, escribió el apóstol Pablo (1 Corintios 13:11).

Entonces, ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos a madurar?

Ponga a los niños bajo autoridad

¿Cómo “crio” Cristo a sus discípulos? Cerca del final de Su vida, Él incluso se refirió a ellos como “hijitos” (Juan 13:33). A veces podían ser competitivos y arrogantes como niños, incluso bastante desconsiderados. Pero también querían aprender y, en su mayoría, respetaban Su autoridad.

Este es el primer paso para ayudar a los niños a madurar. Al igual que los discípulos de Cristo, nuestros hijos necesitan estar sujetos a la autoridad para que puedan ser instruidos. Gran parte de esto depende que ellos acepten y actúen conforme a la corrección.

Dios constantemente nos dice que el temor de Dios es el principio de la sabiduría (Salmo 111:10; Proverbios 1:7; 9:10; 15:33; Job 28:28). El reconocer y respetar la autoridad de Dios abre la puerta para que Él nos enseñe.

El mismo principio se aplica en la formación de los niños. Un niño sin temor a la autoridad carece de control. Y un niño sin control es un niño que no se deja enseñar y, por lo tanto, es infeliz.

En Deuteronomio 6:5-7, Dios nos dice que enseñemos la ley de Dios a nuestros hijos. Nuestra comunicación con Dios el Padre es el cimiento de nuestras vidas. Los padres representan a Dios ante sus hijos. Para cumplir bien este papel, el padre debe estar en constante comunicación con Dios. El discernimiento espiritual y la aplicación del conocimiento correcto en el momento oportuno son la clave para el éxito. Nuestra vida de oración es un modelo para el tipo de comunicación que nuestros hijos deberían tener con nosotros.

A medida que un niño se somete a la autoridad, aprende a controlarse. Esta es una clave fundamental para que nuestros hijos maduren: ayudarles a desarrollar la autoconciencia y el autocontrol. Usted sabe que sus hijos están creciendo si están madurando. Y sabe que están madurando cuando están aprendiendo a controlarse.

Discipline a sus hijos

En Los profetas anteriores, el Sr. Flurry escribe, “Debemos aprender a hacer guerra y luchar como estos fuertes soldados que tenían fe en Dios y que realmente se amaban el uno al otro. Dios está diciéndonos que Él quiere que seamos más fuertes”.

Para un hijo engendrado de Dios, esto significa constante corrección. Como escribió Herbert W. Armstrong en Las Buenas Noticias de junio-julio de 1984: “Tendrá que estar dispuesto a aceptar la corrección y los repetidos castigos de las manos amorosas [de Dios], porque ‘el Señor al que ama, disciplina’ (Hebreos 12:6)”.

Nuestra cultura blanda y permisiva tiende a evitar la corrección y a elogiar y mimar en exceso a los niños. Pero Dios corrige a Sus hijos. No se deja deslumbrar por el talento o el conocimiento intelectual. Se enfada por nuestros pecados y los confronta. Esto no significa que Él no da elogios, sino que las heridas que Él causa son fieles; son para nuestro bien.

“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).

En Apocalipsis 3:19, Cristo dice: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete”.

Los padres deben disciplinar, pero deben tener cuidado de no hacerlo de una manera ritualista, descuidando el desarrollo mental del niño. El Sr. Flurry escribió al ministerio: “Debemos amar a nuestros hijos ante todo y enseñarles en segundo lugar, pero cuando no obedecen, ¡hay que disciplinar! ¡Tiene que hacerse a la manera de Dios! Pero creo que a veces nuestros hermanos en la fe pueden limitarse a castigos ritualistas sin realmente saber qué tipo de efecto está teniendo en las mentes de esos pequeños niños hechos a la imagen de Dios” (Reporte del Pastor General, 26 de agosto de 2004).

Al corregir a nuestros hijos, si el comportamiento no cambia, la corrección no ha surtido efecto. Estamos en la zona ritual.

Cuando Dios castiga a Sus hijos, Él quiere un cambio. Proverbios 20:30 dice: “Los azotes que hieren son medicina para el malo, y el castigo purifica el corazón”. Dios no deja ninguna duda. Sus azotes limpian el interior. El arrepentimiento es un cambio permanente. La madurez está asegurada.

Así es como salimos de los rituales y llevamos a nuestros hijos a madurar. Como el Sr. Flurry nos ha enseñado, la corrección debe ser mesurada y dada con amor, pero debe ser clara y calculada para abrirles los ojos a la realidad. Si se hace correctamente, se obtienen resultados maravillosos que ayudan a nuestros hijos a madurar. “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (Proverbios 29:17).

Y recuerde el Salmo 103:8-9: “Misericordioso y clemente es [el Eterno]; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo”. Ese es un ejemplo maravilloso que los padres deberían seguir.

Traiga a sus hijos a la realidad

Crianza infantil con visión continúa: “La madurez y el control emocional, deben enseñarse a los niños pequeños. Es una cuestión de verdadera educación” (énfasis añadido en todo).

En Juan 8:32, Cristo nos dice que es la verdad de Dios la que nos hace libres. La verdadera madurez proviene de pensar y actuar como Dios. Esto hace que un hombre o una mujer esté completo (Eclesiastés 12:13).

Satanás consiente al mundo con engaños mortales, y este abraza sus mentiras. Nuestro mundo es arrogante y autocomplaciente.

Hemos sido designados para ser los principales maestros de nuestros hijos. Debemos cimentarnos en la verdad y luego asegurarnos de que esa verdad sea la base de la educación de nuestros hijos. Para ayudar a nuestros hijos a madurar, debemos guiarlos hacia la verdad en lugar del engaño; hacia la realidad en lugar de la fantasía.

Hablando de adolescentes en crecimiento, el Sr. Armstrong escribió en La dimensión desconocida de la sexualidad: “Durante estos años, el individuo promedio ha aprendido rápidamente. Es mucho lo que debe aprender antes de alcanzar la madurez… ¡y aún está muy lejos de ser maduro!Muchos jóvenes creen saber más que sus propios padres. ¡Pero, lo que ellos aún no saben, no son conscientes de que no lo saben! Aún les queda mucho por aprender”.

La mente de un niño naturalmente no está fundamentada en la realidad. Es muy propenso a elogiarse a sí mismo y al autoengaño. Debemos confrontar estas tendencias. Reemplazar estos pensamientos con la verdad conduce a la realidad y a una mayor madurez.

Los niños deben recibir una evaluación honesta y corrección. Se les debe enseñar a evaluar honestamente su propio desempeño, habilidades y carácter. Adular a sus hijos o halagarlos es tan perjudicial como retener las críticas (p. ej., Proverbios 26:28; 29:5). Un niño que piensa (o peor aún, que dice) que puede correr 100 metros más rápido que un cohete necesita que le hablen claro. Hay que decirles la verdad sobre sus habilidades, mientras se les anima a desarrollar esas habilidades a través del esfuerzo y una mentalidad positiva.

En 1 Reyes 1:5, Dios dirige la atención a la insensatez y arrogancia de Adonías, y despúes lo relaciona directamente con una crianza blanda y consentidora de su padre, David: “Su padre nunca lo había reprendido diciéndole: ‘¿Por qué haces esto?’. Además, [Adonías] era de muy hermoso parecer…” (versículo 6; Reina-Valera 1995).

La permisividad no es amor. Una crianza basada en decirles “eres tan maravilloso” es autocomplaciente y produce hijos inmaduros que viven en un mundo de fantasía. Son susceptibles y frágiles, carecen de la humildad y la fortaleza mental para escuchar las cosas difíciles sobre sí mismos y madurar.

No deberíamos autoengañarnos acerca de nuestros hijos. Dios no nos consiente. Queremos alentar a nuestros hijos y ayudarles a cumplir su potencial. Pero debemos cimentarlos en la realidad, o estaremos guiándolos al fracaso.

Sea sincero con su hijo detallando sus observaciones y expectativas. Un rendimiento deficiente no es lo suficientemente bueno ni aceptable en ningún ámbito de la sociedad, y mucho menos para Dios. Para transmitir su mensaje, debe hablar claramente. Por ejemplo, si la ética de trabajo de su hijo es deficiente, dígaselo. Hágalo claro. Luego, muéstrale qué debe hacer para solucionarlo. Enséñale y proporciónele las herramientas necesarias para mejorar.

Ofrézcales oportunidades

Abra puertas de oportunidad para sus hijos. Deles algo ambicioso que alcanzar. Motívelos a hacerse responsables. Asígneles más responsabilidades a medida que demuestren ser capaces. Quizás eso signifique conseguir su licencia de conducir o certificarse en alguna habilidad. Los deportes en equipo son un excelente medio para promover la madurez.

Permita que hagan cosas para las que no están del todo listos. ¿Acaso no hace Dios esto con nosotros todo el tiempo? Es increíble la responsabilidad que nos da a pesar de nuestra evidente falta de cualificaciones. Nuestros hijos no tendrán éxito en todo, pero si están apuntando alto, crecerán y madurarán enormemente a través de ese proceso.

Establezca una barra de expectativas alta. Los jóvenes buscarán alcanzar las expectativas que usted establezca para ellos.

Al mismo tiempo, es bueno que los niños se enfrenten sus limitaciones. Eso proporciona un entorno para una mayor madurez.

No los proteja de las consecuencias de sus fracasos. Déjelos sentir el dolor de la decepción. Mantenerlos alejados de actividades en las que puedan fallar, o rescatarlos de cada dificultad que enfrenten, limitará su crecimiento.

Algunos obstáculos comunes

A veces, los jóvenes pueden ser muy callados, o puede que no estén tan alertas y despiertos como podrían estarlo. Algunos tienen mentes apagadas, embotadas por la inactividad. La madurez puede verse obstaculizada por padres distraídos, falta de metas, videojuegos, fornicación, entretenimiento indebido, falta de lectura productiva, una educación inferior, o vacíos ocultos en la educación. También, puede ser resultado de ser una persona solitaria, no interactuar con adultos o con una amplia gama de personas, formar parejas, formar pandillas u otros hábitos que destruyen la mente. Si un hijo no está madurando, estas son sólo algunas áreas que los padres pueden examinar cuidadosamente.

A veces, los hijos actúan de forma demasiado infantil para su edad. La tontería ciertamente indica inmadurez. Sin embargo, algo tan simple como la ropa infantil en un joven adulto en crecimiento moldeará la visión que tiene de sí mismo. Ellos deben vestir de acuerdo a su edad.

Mucho depende del discernimiento y las expectativas de los padres. Los padres no deben frenar la maduración de sus hijos tratando deliberadamente de retrasar su crecimiento o su salida del hogar. La realidad nos obliga a endurecerlos y prepararlos para los mayores desafíos que enfrentarán. Guíelos a través de las etapas de madurez como se expone en Crianza infantil con visión.

Observe que Dios resalta los nombres de algunas madres, ya sea de hombres buenos o malos (p. ej., 2 Samuel 17:25; 1 Reyes 1:5; 11:26). Al hacer esto, Dios enfatiza la influencia duradera que poseen las madres. La aplicación por parte de la mujer de los principios divinos de crianza y la administración del gobierno de Dios en el hogar debilitarán o reforzarán la madurez del niño.

Cambiando como padres

Hay un aspecto final que debe tenerse en cuenta. En una consulta con uno de los ministros de Dios acerca de la crianza de mis hijos, aprendí algo importante. En las Escrituras encontramos que Cristo daba a Sus discípulos tiempo para procesar lo que les enseñaba. Yo no les estaba dando a mis hijos suficiente tiempo para asimilar los conceptos más profundos. Cometí el error de intentar aplicar la crianza para niños que comienzan a caminar a mis hijos en una etapa más avanzada. Después de un cuidadoso autoexamen, pude ver que yo quería que ellos aprendieran rápido para yo poder seguir adelante. Pero así no funcionan las cosas. La comodidad es un pésimo maestro.

El hecho es que yo tenía que madurar. Para cambiar a mis hijos, primero tuve que madurar y cambiar mi forma de pensar. Como padres, primero tenemos que ver la realidad y la verdad antes de poder enseñarlas a nuestros hijos. Yo tuve que aprender a seguir mejor el ejemplo de Cristo (1 Pedro 2:21). Y se necesita tiempo para madurar, desarrollar carácter y sabiduría. Es importante tener eso en cuenta al trabajar con nuestros hijos.

A los niños se les enseña cómo pensar mediante interacciones continuas con sus padres. Vemos este patrón establecido para nosotros en Isaías 1:18. Oriente a sus hijos a que se aparten y piensen (mediten) sobre lo que usted les ha dicho y que vuelvan más tarde para razonar con usted al respecto. Déjelos hablar. Nuestros hijos necesitan aprender a pensar como Dios hoy.

A veces un niño comprenderá un concepto más rápido que el otro. Otro se destacará en un área mejor que en otra. Así es en la Familia de Dios. Nuestros hijos tienen un futuro maravilloso por delante, incluyendo muchas oportunidades en la Obra de Dios actualmente. ¡Dios quiere que nuestros hijos maduren para que puedan asumir plenamente su maravilloso futuro!