‘¿Quién soy yo?’
Una pequeña y poderosa pregunta que puede cambiar su vida

Estas tres pequeñas palabras nos cambian la vida si las tenemos siempre presentes. Estas tres palabras le ayudarán a afrontar las malas noticias, la decepción y el rechazo. Le mantendrán con los pies en la tierra en momentos de triunfos y logros. Fomentarán la humildad, la satisfacción y la felicidad.

El rey David pronunció estas palabras a menudo: en su juventud, en su madurez y en su vejez. Esta sencilla pregunta fue un lema de su vida. Y debería serlo en la nuestra.

David era un adolescente cuando mató a Goliat. Después, el Rey Saúl le ofreció a su hija como esposa. A esta invitación a entrar en la familia real, David respondió: “¿Quién soy yo, o qué es mi vida, o la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey?՚՚ (1 Samuel 18:18).

A lo largo de su vida, David “se mantuvo en esa actitud hermosa de humildad: ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo para ser parte de todo esto?”, escribe Gerald Flurry. “Aun cuando Saúl estaba persiguiéndolo y tratando de matarlo, David pensó, ¿Quién soy yo para ser el yerno del rey?” (Los profetas anteriores). Incluso bajo prueba, bajo enorme presión, mantuvo este espíritu. Imagínelo huyendo de un rey asesino y pensando, ¿Quién soy yo para tener esta oportunidad?

Después de haber gobernado durante algún tiempo, el rey David pensó en construirle una casa a Dios. Dios estuvo muy complacido con la idea. Entonces hizo una promesa épica: establecer el trono de David para siempre (2 Samuel 7:12-16). Pero debido a la sangrienta historia de David, Dios no le permitió construir el templo (1 Crónicas 22:8).

Sin duda sería una noticia decepcionante. Pero ¿cuál fue la respuesta de David? “Y entró el rey David y se puso delante de [el Eterno] y dijo: Señor [Eterno], ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí?” (2 Samuel 7:18).

Qué ejemplo de cómo responder a la decepción. En lugar de quejarse, compadecerse de sí mismo, amargarse o desanimarse, ¡David se sentó ante Dios y contó sus bendiciones! Preguntó: ¿Quién soy yo?

Uno de los caminos más directos a la infelicidad es pensar demasiado en lo que nos falta, y no lo suficiente en lo que tenemos. Considerar sus bendiciones, físicas y espirituales, le hará más feliz y más amigable.

Cuando David contempló la majestad de los cielos, preguntó a Dios: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmos 8:4).

“David estaba deslumbrado por Dios”, escribe el Sr. Flurry. “Todos necesitamos desarrollar esa misma mentalidad. Considere quién es Dios y las oportunidades que Él le está concediendo a usted, y luego pregúntese a usted mismo, ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo para estar en la Iglesia de Dios? ¿Quién soy yo para estar haciendo una Obra para Dios? ¿Quién soy yo para representar al Dios viviente? ¿Por qué deberíamos ser tan privilegiados y honrados? Con los miles de millones de personas que existen, ¿por qué nosotros? Vea más allá de los problemas actuales, ¡vea esta bendición indescriptible que Dios le ha dado! Siempre y cuando tengamos esa actitud, ¡Dios nos va a bendecir día tras día tras día!” (ibíd.). La mayoría de los santos de Dios en esta era de la Iglesia perdieron esta actitud. Se volvieron arrogantes, tibios y cínicos.

Casi al final de su vida, David estaba preparando para la construcción del templo, dejando todo listo para Salomón. En medio de los preparativos, ofreció esta oración pública: “Porque ¿quién soy yo,y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crónicas 29:14). En lugar de lamentarse de que nunca vería el templo, se preguntó: ¿Quién soy yo para que se me haya dado siquiera esta oportunidad?

En este sentido, David era como todas las grandes figuras de la Biblia. Hombres desde Moisés hasta Eliseo y hasta Pablo, experimentaron pruebas y tribulaciones orquestadas por Dios para producir humildad y contrición. Después de todo, Dios se fija en el hombre “que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a [Su] palabra” (Isaías 66:2). El Sr. Flurry ha calificado éste como “uno de los mejores versículos de la Biblia”.

¡Un espíritu humilde, enseñable y contrito es la primera y más importante actitud que debemos desarrollar! Todos los demás aspectos rectos del carácter surgen de él: temor piadoso, comprensión espiritual, arrepentimiento, fe. La felicidad requiere humildad, al igual que las relaciones sanas con los demás y los matrimonios felices y justos. Los niños humildes son niños felices.

“Este raro rasgo del carácter resolvería todos los problemas del mundo y revolucionaría la vida de todos los seres humanos”, escribió el Sr. Flurry en 2019. La humildad también resolverá sus problemas. Es al menos parte de la solución a cada prueba, problema y lucha a la que se enfrente. Es la llave que abre la puerta a una relación vibrante y gozosa con Dios.

“David preguntó: ¿Quién soy yo para poder siquiera dar a Dios? (1 Crónicas 29:14)”, escribe el Sr. Flurry. “Esta es la actitud que Dios quiere de nosotros. Él quiere que le agradezcamos por el entendimiento y la oportunidad de ser parte de Su Obra. Quiere que le demos gracias de poder ser sus hijos e hijas y que Él pueda ser nuestro Padre. Nosotros, los del llamamiento de las primicias, ¡tenemos la oportunidad de sentarnos en el trono de David en la sede de Dios para siempre! ¡Qué recompensa! ¿Quiénes somos nosotros para que se nos de tal honor y tales bendiciones?”.