La vida de Moisés está llena de contrastes: cuarenta años de prosperidad entre la realeza egipcia; otros cuarenta en pacífico aislamiento; unos últimos cuarenta como instrumento de Dios para rescatar a los esclavos de Israel del cautiverio y conducirlos a la Tierra Prometida.
Sus experiencias le dieron una perspectiva especial sobre el tiempo. Moisés en realidad aprendió a ver el tiempo de la manera en que Dios lo ve. Esto le ayudó a procesar el presente y fijarse en el futuro.
Moisés registra esta perspectiva en el Salmo 90. Es el único salmo de la colección que se menciona explícitamente como de su autoría. “Este es el más antiguo de los salmos”, escribió C. H. Spurgeon, “y se encuentra entre dos libros de Salmos como una composición única en su grandeza y sola en su sublime antigüedad” (The Treasury of David [El Tesoro de David]).
Cuando discutimos sobre el tiempo, muchos temas emergen. “Moisés canta sobre la fragilidad del hombre y la brevedad de la vida, contrastando con la eternidad de Dios y fundando en ella fervientes súplicas por la compasión” (ibíd.).
¿Qué podemos esperar ganar de este salmo único? “Moisés (…) estando sobre la cima de una montaña espiritual y contemplando el panorama de la vida humana, tuvo perspectiva de la realidad”, escribió Joel Hilliker. “Él proyectó su mente hacia la perspectiva de Dios. Y la conclusión crucial a la que llegó fue esta: ‘Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría’ (versículo 12). Comprender la transitoriedad de la vida debería motivarnos a emplear nuestro tiempo con sabiduría. Cuanto más amplia sea nuestra perspectiva del tiempo, ¡mejor uso haremos de cada uno de nuestros preciados días!” (la Visión Real, enero-febrero de 2022).
Esto nos da el contexto necesario para estudiar todo el salmo.
‘Contar nuestros días’
“Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación” (Salmo 90:1).
Considere el escenario. Durante 40 años, Moisés y los israelitas forjaron su existencia en medio de un desierto árido. Sin domicilio fijo, eran transeúntes.
Sin embargo, Moisés podía ver más allá de su entorno temporal. Él incluso podía ver más allá de la tierra prometida física que esperaba a la nación. Él podía ver lejos más allá de su propia vida físico-química temporal. Este versículo muestra la perspectiva especial de Moisés: Dios fue la morada de generaciones de Su pueblo.
Moisés utiliza el término “todas las generaciones”. Pensaba en términos de eternidad. La compañía cercana, íntima y protectora de nuestro Padre celestial nos ayuda a ver correctamente nuestras circunstancias presentes por lo que son y pone de manifiesto nuestra relación eterna con Él.
Versículo 2: “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”.
Aquí reconoce el papel de Dios como Creador y Su existencia eterna. Moisés tenía una mentalidad de desde el principio. Miró muy atrás, antes de que el mundo existiera, y muy lejos hacia el futuro. Podía ver en ambos sentidos: de eternidad a eternidad.
Nuestra forma de ver el tiempo difiere radicalmente de la de Dios. Sin embargo, las experiencias de vida de Moisés hasta este punto le habían ayudado a ver el tiempo más como Dios. Eso se vuelve aún más claro a medida que avanzamos a través de su salmo.
Versículo 3: “Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, y dices: Convertíos, hijos de los hombres”. Dios da la vida y la quita (Génesis 3:19; Eclesiastés 12:7). Ésta es sólo la primera vida, y todos estamos sujetos a la primera muerte. “Haces que la gente vuelva al polvo con sólo decir: ‘¡Vuelvan al polvo, ustedes, mortales!”.(Salmo 90:3; Nueva Traducción Viviente —ntv—).
Este versículo establece un tema fuerte de este salmo: la fugacidad de la vida física. Cuando lo compuso, Moisés caminaba sobre el polvo; su entorno carecía de verdor y mostraba poca vida. Además, había presenciado personalmente la muerte en masa. Las 10 plagas sobre Egipto dejaron a una poderosa nación en ruinas, pudriéndose en el hedor de la muerte. Estos acontecimientos épicos enfatizaban para él la fugaz realidad de nuestras vidas físicas en comparación con la gloria eterna de Dios.
Sin Dios, no somos más que polvo. Con Dios, heredamos la eternidad.
Versículo 4: “Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche”.
Moisés se aferra a la perspectiva que Dios tiene del tiempo. Pudo ver, 15 siglos antes del apóstol Pedro, que para Dios un día es como mil años, y mil años como un día (2 Pedro 3:8).
“Como una de las vigilias de la noche” significa tan breve como unas pocas horas nocturnas. Moisés vio un milenio como un abrir y cerrar de ojos. Esa es una perspectiva bastante divina sobre el tiempo. Seguramente eso le ayudó a soportar el día a día deambulando por el desierto. Él lo necesitaba. Humanamente, saber que Dios le había negado la entrada en la Tierra Prometida podía ser desalentador y trágico. No para Moisés.
Salmo 90:5: “Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, como la hierba que crece en la mañana”.
Moisés había sido testigo de la destrucción de una nación, cuyo ejército había sido aplastado por las garras del Mar Rojo. Ese formidable imperio, que una vez había ayudado a gobernar, había sido arrasado tan fácilmente. Sin embargo, aquí reconoció el futuro de ellos. En su misma destrucción yacían las semillas de que algún día llegarían a conocer realmente a Dios (Éxodo 14:4).
Es un ejemplo que cabe recordar cuando nos enfrentamos a la disidencia y la persecución. Dios tiene un plan para toda la humanidad. Moisés pudo ver que Dios tiene un plan y desea que todos los hombres se salven.
Salmo 90:6: “En la mañana florece y crece; a la tarde es cortada, y se seca”.
Este pensamiento se desprende del versículo 5. Moisés describe el breve y frágil ciclo de la vida material. Cada uno de nosotros es como una brizna de hierba (Santiago 1:10-11). Dios, sin embargo, es eterno.
Salmo 90:7: “Porque con tu furor somos consumidos, y con tu ira somos turbados”.
Moisés fue testigo del formidable poder de Dios y de su aterradora furia. La destrucción de Egipto mostró que Él sabe cómo erradicar completamente el pecado. Debemos temer a Dios reverentemente, pero también temer la ira y el enojo de Dios como consecuencia del pecado.
Moisés vio que la mayoría de los israelitas que salieron de Egipto murieron durante su viaje por el desierto. Su incredulidad al no entrar en la Tierra Prometida en el tiempo previsto por Dios había quedado expuesta, y Dios había sentenciado a todos los que tenían 20 años o más a morir antes de que Israel pudiera entrar en la Tierra Prometida. Moisés estaba bien familiarizado con la ira y el furor de Dios.
Versículo 8: “Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro”.
Dios lo ve todo. Él nos ve por quienes somos. Por eso podemos estar agradecidos. Él conoce todos nuestros pecados secretos, incluso aquellos que no vemos. No hay forma de esconderse de Dios. Junto con nuestro gran Sumo Sacerdote, Dios desea y trabaja para purificarnos y lavar cada pecado, para limpiarnos. Debemos venir bajo el trono de la gracia, o estamos sujetos a la pena completa de la ley.
Versículo 9: “Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un pensamiento”.
Si no nos ocupamos del pecado permaneceremos bajo la ira de Dios y nuestras vidas serán miserables. “Vivimos la vida bajo tu ira, y terminamos nuestros años con un gemido” (ntv). El pecado complica la vida; la obediencia la simplifica. Nuestra existencia es frágil tal como es, pero aún más si vivimos en pecado.
Versículo 10: “Los días de nuestra edad son sesenta años; y si en los mas robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos”.
Cuanto más vivimos, a más problemas y penas estamos sujetos. Moisés lo sabía. Él compara 70 con 80 y señala, ¿qué son otros 10 años en la carne comparados con la eternidad? Sin importar cuánto vivamos, todos tenemos una fecha de vencimiento. Es fácil de decir, más difícil de procesar, pero esto es sólo vida física.
Moisés introduce algo de optimismo aquí: cuando morimos, también dejamos atrás el dolor, el trabajo, los problemas y la lucha. Pero su punto más amplio es, no se aferre a las cosas de la carne. ¿Por qué apegarse tanto al mundo material? Tenemos que renunciar a nuestra propia existencia física y a todo lo físico que nos rodea.
La experiencia de Moisés en el desierto le ayudó a ver claramente esta realidad. Él había renunciado a las riquezas de Egipto mucho antes. El desafío para nosotros es reconocer el mundo que nos rodea como el desierto espiritualmente inerte que realmente es.
Versículo 11: “¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu indignación según que debes ser temido?”.
Pronto el mundo llegará a conocer todo el poder de la ira de Dios durante el Día del Señor. Aquellos que veneran a Dios ahora serán protegidos de ese tiempo de furia. “¿Quién puede comprender el poder de tu enojo? Tu ira es tan imponente como el temor que mereces” (ntv). La vida ya es corta y está llena de problemas tal como es, sin incurrir en toda la furia de Dios.
Los 11 primeros versículos de este salmo exponen con crudeza las sombrías realidades de la vida humana cuando se está alejado de Dios.
En este punto, el salmo gira. Moisés aleja nuestra atención de nuestra existencia física y la pone en el contexto de lo que Dios está trabajando para lograr a través de nosotros. Sin embargo, un tema permanece: la percepción del tiempo.
‘Traigamos al corazon’
Salmo 90:12: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.
Se nos debe enseñar a contar nuestros días; esto no surge de forma natural. Dios entiende el tiempo de maneras que no podemos imaginar, así que debemos aprender de Él.
Ninguno de nosotros sabe cuántos días recibiremos o cuántos días quedan hasta el regreso de Jesucristo. Por eso necesitamos la dirección de Dios en el uso del tiempo. Cuanto más reconozcamos lo breve que es la vida, mayor será nuestra motivación para aplicar la sabiduría a nuestro uso del tiempo.
Podemos desglosar la numeración de nuestros días de manera aún más detallada. Todos podemos ser más circunspectos con el uso que hacemos de un día, pero también de una hora, incluso de un minuto. Judas 18 utiliza la palabra “tiempo”, y allí significa “medida de momentos”. Si un día es como mil años, entonces incluso un momento es una valiosa porción de tiempo.
Salmo 90:13: “Vuélvete,oh [Eterno]; ¿hasta cuándo? Y aplácate para con tus siervos”.
La brevedad de la vida descrita en los versículos anteriores debería hacernos anhelar el regreso de Jesucristo. “¡Oh Señor, vuelve a nosotros! ¿Hasta cuándo tardarás? ¡Compadécete de tus siervos!” (ntv).
Hay otra forma de pensar en este pasaje, especialmente a la luz del versículo que sigue. Moisés habla de una reconexión con Dios. Piense en esto en relación con el pecado. La transgresión de la ley nos separa de Dios. Cuando estamos en esa condición, debemos confesar nuestros pecados, arrepentirnos de lo que somos y clamar a Dios si queremos volver a estar bajo su trono de gracia.
Si no restauramos una relación correcta con Él, no tendremos futuro.
Versículo 14: “De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días”.
Después de que reconocemos el pecado, y la tristeza divina nos lleva al arrepentimiento, vemos con más claridad lo apartados que estábamos de Dios. Contemplamos nuestro antiguo aislamiento. Reconociendo lo mucho que necesitamos la cercanía de nuestro Padre celestial, le clamaremos: “De mañana sácianos de tu misericordia”. No queremos separarnos más de Él, y nos damos cuenta de que Él siente lo mismo. Esto nos remite al versículo 1. Esa relación íntima con nuestro Padre produce verdadero regocijo y alegría.
Versículo 15: “Alégranos conforme a los días que nos afligiste, los años en que vimos el mal”.
Pidamos a Dios alegría, felicidad, gozo en proporción a nuestros problemas. Si nos volvemos a Dios, confiando plenamente en Él, entonces no necesitamos tener días y años llenos de luchas. Por supuesto, a menudo atraemos las aflicciones sobre nosotros mismos, pero cualquier prueba por designio de Dios debe conducir en última instancia a frutos apacibles en nuestra vida.
Versículo 16: “Aparezca en tus siervos tu obra, y tu gloria sobre sus hijos”.
Concéntrese en lo que Dios está haciendo. Reconozca Su poderosa mano y poder en Su Obra y en nuestras vidas. Desee profundamente que todas las personas vean las gloriosas obras de Dios, que Su nombre sea magnificado ante todo el mundo.
Versículo 17: “Sea la luz de [el Eterno] nuestro Dios sobre nosotros, y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; sí, la obra de nuestras manos confirma”.
“Luz” aquí significa deleite. Debemos vivir de forma que nos deleitemos en Dios y Él se deleite en nosotros como hijos suyos. Es Su aprobación la que buscamos, no la de los hombres. Con Dios, podemos dar frutos eficaces y abundantes para Él. Debemos reconocer que cualquier cosa de valor que produzcamos es Su buena obra en nosotros.
Con respecto a todo el salmo, la Anchor Bible dice que Moisés “contrasta la precariedad de la existencia individual y nacional con el dominio eterno de Dios, y concluye que la esencia de la sabiduría reside en reconocer la fugacidad de la vida humana”.
Podemos dar gracias por comprender la realidad temporal del mundo que nos rodea. Qué bendición es conocer los planes de Dios para nuestro futuro eterno. Este salmo es un regalo para nosotros que nos ayuda a ver el tiempo como lo hace Dios. Nuestro Creador utiliza este salmo para enseñarnos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.