¡Los días santos de primavera son para nuestros hijos! Sin embargo, hay un evento al que no asisten: la Pascua. Aun así, necesitan aprender sobre su profundo significado.
Enseñar a nuestros niños y adolescentes sobre la Pascua es una responsabilidad importante. Este es un buen punto de partida: construya sobre lo que ya saben. Dependiendo de la edad y la experiencia, es probable que sepan algo, o mucho, sobre la historia de Israel en Egipto, las 10 plagas, la primera Pascua, con corderos sacrificados, sangre en los postes de las puertas, un ángel de la muerte y el éxodo. Discierna su nivel de entendimiento y continúe a partir de allí.
Este es un buen lugar para comenzar porque Dios usó la Pascua para enseñar al Israel no convertido. En particular, los corderos sacrificados cada Pascua señalaban hacia Jesucristo, que vendría como el Cordero de la Pascua.
Cuando Jesús celebró Su última Pascua con los discípulos (que también eran inconversos en ese tiempo), cambió los símbolos de la Pascua (Lucas 22:19-20). En lugar de matar un cordero, los participantes en la Pascua consumen un pequeño trozo de pan sin levadura partido y un vasito de vino tinto. Esos dos símbolos señalan las dos partes del sacrificio de Cristo. Nuestros hijos, que también son inconversos, deben llegar a entender el significado de estos dos símbolos.
En primer lugar, considere el pecado. Hay dos tipos de pecado: físico y espiritual. ¿Cuál es cuál? Los pecados físicos acarrean una pena física. Por ejemplo, si infringimos una ley de la salud o de la física, nuestro cuerpo sufre físicamente. (Alguien podría cometer repetidamente un pecado físico hasta el punto de convertirlo en pecado espiritual). Los pecados espirituales dan lugar a castigos espirituales. Quebrantar cualquiera de los Diez Mandamientos conlleva una pena espiritual: la muerte eterna (Romanos 3:23; 6:23). (No confunda la letra de la ley o el espíritu de la ley con los pecados físicos y espirituales; quebrantar uno de los Diez Mandamientos en la letra o en el espíritu es un pecado espiritual de cualquier manera).
En segundo lugar, entienda que Cristo pagó la pena tanto por los pecados físicos como por los espirituales. ¿Cómo? La flagelación que sufrió antes de la muerte pagó la pena por el pecado físico (Isaías 53:5). La muerte de Cristo pagó el precio del pecado espiritual (versículo 6). Su vida valía más que la suma total de todas las vidas humanas juntas, ya que todas las cosas fueron creadas a través de Él. Por lo tanto, Su muerte pagó la pena de muerte por todos los que han pecado y se han arrepentido.
En tercer lugar, conecte este entendimiento con los dos símbolos de la Pascua: el pan partido representa el cuerpo quebrantado de Cristo; el vino tinto representa Su sangre, derramada al morir. Ingerir estos símbolos muestra nuestra fe en el sacrificio de dos partes de Cristo.
¿Algunos podrían preguntar: ¿Son todas las complicaciones de salud física consecuencia del pecado? No necesariamente. Jesús sanó a un hombre que había sido ciego de nacimiento. Los discípulos preguntaron quién había pecado para que naciera ciego. Cristo dijo que nadie pecó y explicó que algunas pruebas surgen para que Dios esté en posición para realizar milagros (Juan 9:1-3).
Usted también puede enfatizar que la sanidad es el perdón de los pecados, no la eliminación de los síntomas. Cuando entendemos los símbolos de la Pascua, esto es más fácil de comprender. El momento en que Dios decida eliminar la pena depende enteramente de Él.
Al igual que necesitamos el perdón para el pecado físico, también lo necesitamos para el pecado espiritual. Por eso la fe para ser sanado es también la misma fe que se necesita para ser salvo, para ser resucitado a la vida espiritual inmortal.
Merece la pena explicar que Jesús inició otra práctica de la Pascua: el lavado de los pies. Jesús se arrodilló con un recipiente de agua y una toalla y lavó los pies de Sus discípulos, una tarea que normalmente realizaba el más humilde de los sirvientes (Juan 13:14-16). Con esta hermosa demostración de servicio, nos dejó un ejemplo de servicio que realizamos en la Pascua, pero que debemos vivir durante todo el año.