Las apuestas deportivas en Estados Unidos se han multiplicado por 10 en los últimos tres años. Las empresas estadounidenses de apuestas deportivas ganaron aproximadamente 7.000 millones de dólares el año pasado. Cincuenta millones de estadounidenses apostaron 16.000 millones de dólares en el Super Tazón LVII entre los Kansas City Chiefs y los Philadelphia Eagles; ¡un promedio de 320 dólares por persona! (The Hill, 10 de febrero).
La mayoría de las apuestas deportivas eran ilegales en este país hasta un fallo de la Corte Suprema dictaminado en 2018. En 2022, el 65% de los estadounidenses estaba a favor de este fallo (ibíd.). Prácticamente todos aprueban las apuestas y los juegos de azar.
Dado que todos lo hacen, ¿debería usted hacerlo? ¿Qué piensa Dios de estas prácticas predominantes?
El amor por el dinero
Existe una ligera diferencia entre las apuestas y los juegos de azar: Las apuestas no dependen totalmente del azar, mientras que los juegos sí. Apostar puede implicar una investigación; por ejemplo, averiguar qué equipo de fútbol es superior y debería ganar el partido. Jugar es literalmente lanzar los dados o tirar de una palanca, sin forma de predecir el resultado.
A pesar del matiz, Dios considera iguales las apuestas y los juegos de azar. “Porque [debería leerse una] raíz [causa] de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas…” (1 Timoteo 6:10-11).
Observe: El amor al dinero, no el dinero en sí, es una causa de todos los males. La codicia y el deseo por el dinero quebrantan el Décimo Mandamiento (Éxodo 20:17). ¡Dios nos dice que huyamos de cualquier cosa que nos haga codiciar!
“Las razones por las que la gente comienza a jugar [juegos de azar] siempre incluyen un cierto grado de codicia por el dinero, premios o reconocimiento” (No se permite apostar, la Trompeta, abril de 2006, disponible en inglés). Lo mismo ocurre con las apuestas. ¿Cómo podría alguien dar otra razón para involucrarse en el juego o las apuestas? El objetivo principal es ganar dinero, a menudo, enormes cantidades que cambian la vida.
Cuando menos, los que juegan y los que apuestan anhelan una emoción, es decir, correr un riesgo para romper la monotonía de su vida cotidiana. Sin embargo, la codicia es codicia, y quebranta el Décimo Mandamiento, si es que no también otros mandamientos. (Solicite nuestro folleto gratuito Los diez mandamientos (disponible en inglés) para comprobar que la ley de Dios sigue vigente).
El pecado es la infracción de la ley de Dios, los Diez Mandamientos (1 Juan 3:4). Por lo tanto, es pecado jugar juegos de azar o apostar.
Ganar el premio mayor
Las apuestas deportivas se denominan “adicción oculta” porque ni siquiera sus familiares pueden detectarla. Un padre puede hacerlo desde la privacidad de un dispositivo portátil mientras está en la sala jugando con sus hijos. Los expertos en adicciones advierten de que las apuestas deportivas podrían convertirse en la próxima epidemia de opioides (The Hill).
Las adicciones al juego y las apuestas causan graves problemas: dificultades económicas, matrimonios fracturados, niños descuidados e incluso actividades delictivas, ya que quienes se enfrentan a la ruina financiera recurren a medidas desesperadas para recuperar sus pérdidas.
Pero sólo alrededor del 1% de todos los jugadores y apostadores se vuelven adictos. ¿Qué tal si usted es capaz de mantener su hábito bajo control, ajustándose a un presupuesto razonable o arriesgando sólo una suma insignificante cada vez que participa? ¿Qué pasa si no cree que su forma de pensar mientras juega o apuesta está contaminada por la codicia?
Piénselo de esta forma: cada boleto ganador es la pérdida dolorosa de otra persona. Si alguien gana el premio mayor, significa que otra persona pasó hambre, dejó de pagar la hipoteca, le embargaron el coche o se declaró en bancarrota. Es imposible obtener ganancias del juego o las apuestas sin sacar provecho de la destrucción financiera de millones de adictos.
¿Pero qué si esas personas aceptaron arriesgar todo? ¿Por qué deberíamos prosperar gracias a sus pecados? ¿Cómo cumple eso el mandato de Cristo de amar al prójimo como a nosotros mismos? (Mateo 22:39).
En Lucas 16, “Jesucristo enseñó que el sabio manejo del dinero refleja parte de la sabiduría, la discreción, el dominio propio y la planificación necesarios para tener éxito en el Reino de Dios” (“Controle sus finanzas”).
Con esto en mente, considere el versículo 12: “Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?”. Al jugar o apostar, ¿estamos mostrándonos dignos de confianza con el dinero de los demás? El juego y las apuestas nos enseñan a cobrar alegremente ganancias basadas en la pérdida de dinero de otros.
El difunto teólogo y educador Herbert W. Armstrong a menudo describía los dos caminos de vida divergente: El camino de Dios del dar y el camino del obtener de Satanás. El juego y las apuestas están impulsados por la codicia y el deseo de obtener, sin pensar en dar, servir, compartir o amar a los demás.
Formas éticas de obtener ganancias
Todo el sistema de juegos de azar y apuestas existe porque millones de personas se desprendieron del dinero que tanto les costó ganar y no recibieron absolutamente nada a cambio.
“Es posible adquirir dinero y bienes legítimamente 1) por donación, 2) por trabajo o 3) por intercambio justo. El juego de azar viola las tres reglas. No se produce ningún valor real ni se ofrece ningún servicio. El juego de azar no aporta nada positivo al trabajo, la riqueza o la felicidad del individuo o de la comunidad” (La Pura Verdad, abril de 1966).
Aunque ciertamente el juego viola las tres reglas, las apuestas podrían parecer caer bajo el segundo punto. Podríamos decir que hemos investigado y “trabajado” durante horas para apostar por los equipos ganadores, pero seguiríamos ganando con la derrota de otro. Aun así, no estaríamos produciendo ningún valor real ni proporcionando ningún servicio a aquellos cuyo dinero tomamos.
Donación, trabajo, intercambio justo: estas tres formas éticas de obtener beneficios implican que ambas partes reciben algo positivo. Los que dan se sienten más felices. Los trabajadores reciben una compensación. Los comerciantes se desprenden de un artículo pero ganan otro que desean aún más.
Con los juegos de azar y las apuestas, sólo una de las partes gana. La otra parte se marcha disgustada por haber perdido, o se sumerge de nuevo en otro riesgo imprudente y probablemente pierda aún más.
Dios condena la mentalidad de “enriquecerse rápidamente” tan común en el mundo actual. “El hombre de verdad tendrá muchas bendiciones; mas el que se apresura a enriquecerse no será sin culpa” (Proverbios 28:20). Apresurarse a enriquecerse, ¿qué mejor manera de describir los pecados gemelos del juego y las apuestas?
“La conclusión es que todas y cada una de las formas de juegos de azar corroen nuestro carácter en una u otra medida, y es por eso que los jugadores siempre pierden, incluso cuando se gana dinero…” (“No se permite apostar”).
¿Su mejor apuesta? Cumplir las leyes prácticas de Dios sobre las finanzas. Para saber más, solicite nuestros folletos gratuitos La ley financiera que no puede permitirse ignorar y ¡Resuelva sus problemas financieros!.