En una asamblea del Ambassador College a principios de la década de 1980, uno de los instructores les contó a los estudiantes y maestros reunidos sobre un viaje que había hecho a Tailandia con una docena de estudiantes del colegio.
Estos estudiantes iban a pasar unos meses en Tailandia enseñando a refugiados indochinos. Al principio de su experiencia tailandesa, este instructor llevó a los estudiantes al río Mekong, que era la frontera entre Tailandia y Laos comunista. En aquella época, los soldados comunistas de Laos ya habían disparado a pescadores tailandeses y a otras personas mientras estaban en sus barcas en el Mekong.
El instructor contó a la asamblea reunida que había dicho a los alumnos: “Aquí está Tailandia. La tierra al otro lado del río es Laos. El río… el río es una zona gris. Manténganse fuera de la zona gris”.
La frontera entre Laos y Tailandia estaba en algún lugar del río Mekong, pero no estaba claramente definida.
Ciertamente, esta zona gris de la frontera entre estos dos países hacía algo incómodo meterse en el agua para los ciudadanos de Tailandia o navegar por ella. Dado que esta frontera no estaba específicamente definida, una vez en el agua estarían tomando sus vidas en sus propias manos; se estaban arriesgando a que los soldados comunistas decidieran dispararles. Era peligroso entrar en esta zona gris en particular.
Pero, por desgracia, no todas las zonas grises nos asustan. Algunas zonas grises son las que realmente deseamos; muchas veces, sentimos la necesidad de entrar en ellas. Nos alegramos de que existan. Las consideramos libertad para hacer lo que queramos. Creemos que podemos utilizarlas en nuestro beneficio.
Aunque a veces razonemos y nos sintamos así, el consejo sigue siendo válido y siempre lo será; mantente fuera de las zonas grises.
Cuando somos jóvenes, tenemos una motivación más egoísta que más adelante en nuestras vidas cuando hemos acumulado responsabilidades. En nuestro estado egoísta, tendemos a velar sobre todo por nosotros mismos y mostramos poca preocupación por los demás. A veces, si estamos jugando a algo con nuestros hermanos o amigos, o recibimos instrucciones de nuestros maestros o padres, nos damos cuenta de que las instrucciones o las normas no están definidas con total claridad y que hay una zona gris. Si podemos determinar que será ventajoso para nosotros, entramos deliberadamente en la zona gris. Consideramos estas zonas grises como una libertad y una ventaja para nosotros mismos. Podemos adquirir el hábito de buscar zonas grises en todos los aspectos de nuestras vidas. Queremos suponer: Si esto estuviera mal, estaría expresamente prohibido por las normas o las instrucciones.
Puede que tus padres te digan: “No queremos que andes en coche con ese grupo de niños”. Bueno, pudieras pensar, no han dicho que no puedo ir con sólo uno del grupo.
Para ti es una zona gris; la norma no era específica sobre andar con sólo uno de los miembros del grupo. Y sabes que será divertido, te dará sensación de libertad y, además, es cómodo.
Tal vez el paseo terminó sin incidentes, lo que hace que parezca que no es importante, pero en realidad es importante. Tu decisión se basó en cómo te afectó el paseo a ti y sólo a ti. Estás desarrollando una actitud dispuesta a transigir para servir a tus propios intereses.
Puede que sólo entres en la zona gris para aprovecharte de un hermano durante un juego de mesa, o para adelantarte a una carrera en un picnic de la Iglesia, o simplemente para librarte de parte de tus temidos deberes.
Puede que la tendencia que tienes de joven a utilizar las zonas grises para tu beneficio personal te parezca intrascendente. Pero, ¿lo es?
Si consideras esto, puedes ver que estás desarrollando un hábito que te debilitará y que podría acabar destruyéndote. Debes reconocer que estás desarrollando una actitud mental que no te servirá de nada. Nuestro propio corazón —nuestra mente— nos engañará (Jeremías 17:9).
Desarrollar una mentalidad de que todo lo que no está expresa y claramente prohibido por la ley del hombre o la ley de Dios es aceptable, con el tiempo resultará en dolor y agonía para ti. Sí, ¡tu propio corazón te ha engañado! Su guía no te trae buenos resultados.
Aunque una norma o directriz no esté explícita o absolutamente detallada, eso no implica que algo que se haga en su zona gris traiga resultados agradables. Cada acción que un hombre realiza no puede detallarse en sus leyes cívicas. Dios tampoco detalla todas las posibles acciones aceptables o inaceptables.
En las leyes de Dios, debe aplicarse un principio. Como escribió el Sr. Armstrong: “¡Por encima de todo, la ley de Dios es una cuestión de actitud mental!”.
Ya se trate de las leyes del país o de la ley de amor de Dios, nuestra actitud debe ser de amor al prójimo y amor a Dios.
Esas áreas no claramente definidas podrían estar bien, pero deberíamos revisar nuestras actitudes y preguntarnos: “¿Estoy haciendo esto por amor a los demás, por amor a Dios, o lo estoy haciendo sólo para complacerme a mí mismo?”. Si respondemos honestamente a esta pregunta, podremos determinar nuestra actitud mental. ¿Esta acción —no estrictamente prohibida por la ley— resultará en algo altruista y amoroso para todos los involucrados, o sólo me hará sentir bien? La actitud mental debería ser: ¿Esta acción, aunque no esté expresamente prohibida, muestra amor altruista, oel resultado final sólo me beneficia a mí?
Satanás quiere que aquellos con los que Dios está trabajando, tanto jóvenes como mayores, utilicen el método científico. Quiere que observemos, experimentemos y utilicemos el razonamiento humano para decidir si algo es bueno para nosotros. ¿Es bueno para uno mismo?
Si Dios no ha prohibido algo expresamente en Su Palabra, eso no significa que lo apruebe. Muchos quieren acercarse demasiado a la manera del mundo de hacer las cosas. Se excusan diciendo: “Bueno, es una especie de área gris, y más bien estoy disfrutando de la experiencia”. Esto nunca producirá buenos resultados.
Los principios del amor de Dios son en blanco y negro. No son exhaustivos, pero son prístinamente claros. No son grises ni confusos. La influencia de Satanás, sus transmisiones, son lo que hace palidecer lo negro y oscurece lo blanco. Su influencia hace que las zonas grises sean atractivas. Su influencia es lo que nos anima a adentrarnos en la zona gris.
Dios desea que todos estén en Su Familia. Él nos ha dado a todos esta tremenda oportunidad ahora mismo para desarrollar Su carácter. Aprende Sus principios de amor, de preocupación altruista. Si aún eres joven, comienza a aplicarlos en tu vida hoy mismo. No busques tecnicismos en las amonestaciones e instrucciones de tus padres. Si algo no está claramente definido y crees que no te hará daño, pide que te lo aclaren: “No iré en el coche con el grupo, pero ¿puedo ir sólo con uno del grupo?”. Como joven, dar a tus padres, maestros y hermanos la oportunidad de aclarar una zona gris es algo altruista y amoroso. No trates de acercarte al mundo tanto como puedas. El camino del mundo no es el camino de Dios. Para vivir de verdad, mantente alejado de las zonas grises.