¿Qué tanta influencia tiene la realeza? Antes del 8 de septiembre, habría sido fácil subestimar la importancia de la realeza en el mundo moderno. La monarquía británica no parecía tan importante para la mayoría de la gente. Muchos, al parecer, consideraban a la familia real arcaica e innecesaria.
Y luego la reina Isabel ii murió.
La reacción a este acontecimiento fue extraordinaria. Las muestras de emoción y apoyo a la Reina y su familia por parte de personas de todo el mundo fueron abrumadoras. Más de 4.000 millones de personas vieron su funeral. En Inglaterra, la gente hizo fila por más de 24 horas para pasar junto al féretro de la Reina y presentar sus respetos. La familia real británica dominó los titulares durante semanas. En todo el país, personas de todas las razas, edades y religiones se reunieron en las calles y los pubs para recordar a la Reina y cantar con orgullo “Dios salve al Rey”.
¡Ninguna persona en la memoria reciente ha conmovido a tanta gente tan poderosamente! Por un breve momento, la nación se unió en su dolor, alabanza y adoración a la familia real.
La familia real británica tiene muchos problemas y mucha disfunción. Pero incluso en este estado trágico y debilitado —y aunque la promesa de Dios al rey David ya no se perpetúa a través de esta familia— la familia real sigue teniendo el poder de influir en miles de millones de personas. ¿No revela esto la naturaleza divina y la historia de la monarquía británica, y la tremenda influencia que la realeza puede tener en la gente?
¿Imagina el impacto que Jesucristo y Su Esposa —una pareja real perfecta— tendrán sobre la gente en el venidero Reino de Dios?
Su llamamiento real
El Milenio comienza con la boda más épica de la historia: la boda real de Jesucristo con Su Esposa. “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19:7).
Para aquellos en la Iglesia de Dios, esta boda, junto con nuestra resurrección y transformación en seres espirituales, será el momento más grandioso de nuestras vidas. Marcará un tremendo logro personal y la culminación de años y décadas de intensa preparación y crecimiento. Nada de lo que
pueda experimentar en esta vida se acercará a la alegría y satisfacción de este momento. La prueba que esté soportando ahora, la que Dios está usando para formar su carácter y su fe, la recordará como una gran bendición.
Este matrimonio real es nuestro destino, y es importante que meditemos sobre este asombroso futuro. Sin esta visión, pereceremos bajo la presión del constante bombardeo de Satanás.
Pero esta boda real es mucho más que una recompensa individual y un asombroso logro personal. La boda real entre Jesucristo y Su Esposa es el evento fundacional en el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra, ¡y en última instancia en el universo!
Todos los seres humanos vivos al final del Día del Señor quedarán impactados por este matrimonio real. También lo serán todos los seres humanos nacidos durante el Milenio y los seres humanos resucitados 1.000 años después en la segunda resurrección. Su matrimonio con Jesucristo va a impactar el universo por toda la eternidad.
En El nuevo trono de David, Gerald Flurry escribe sobre el cambio que Dios ha realizado en el pacto davídico y el impacto que esto debería tener en nosotros: “Se nos ha dado un regalo grandioso y una visión clara de lo que Dios quiere que hagamos. ¡Esto va a hacer que la nueva civilización de Dios cobre vida para nosotros! ¡Esto es un anticipo del Mundo de Mañana! Jesucristo está a punto de regresar y casarse con Su Esposa. Ella se sentará en el trono de David y ayudará a Cristo a gobernar la Tierra eternamente y para siempre. Nuestro soberanía fluirá hacia el universo, y no habrá límites para el gobierno y a la paz que ésta traerá a la Tierra y al universo” (énfasis añadido).
Isaías 9:6-7 es una profecía sobre Jesucristo gobernando la Tierra como Rey de reyes desde el trono de David: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de [el Eterno] de los ejércitos hará esto”.
Pero recuerde que Jesús no gobierna solo: tiene una esposa que gobierna a Su lado en el trono de David. ¡Toda la Tierra, y al final todo el universo, mirará a esta pareja real que se sienta en el trono de David!
Puede ser difícil comprender esta realidad. La mayoría de nosotros probablemente no nos sentimos muy de la realeza la mayor parte del tiempo. Y ninguno de nosotros posee en este momento la riqueza, el poder o el esplendor material que conlleva la realeza.
Podemos profundizar en nuestro entendimiento de nuestro futuro gobierno con Cristo desde el trono de David examinando el papel que desempeñó el trono de David en el Imperio más exitoso y benévolo del mundo. “Dios nos da muchos ejemplos para que pongamos nuestras mentes en el Mundo de Mañana”, escribió el Sr. Flurry. “Incluso el reinado de Salomón fue un tipo del maravilloso Mundo de Mañana. Y creo que, en cierto modo, el gran Imperio Británico nos da una buena visión de lo que está por venir sobre la Tierra!” (Royal Vision, enero-febrero 2015).
Hay muchas razones por las que el Imperio Británico fue tan excepcional, no siendo menor el hecho de que fue profetizado por Dios a Abraham (Génesis 12 y 17). Pero dentro de ese Imperio, una institución desempeñó un papel definitorio. Era, de hecho, el corazón palpitante de ese vasto Imperio, un órgano indispensable que inyectaba vida a todo el reino.
Herbert W. Armstrong explicó lo que era: “… el Imperio Británico se extendió alrededor del mundo. (…) Un conjunto o mancomunidad, de naciones unidas, no por un gobierno legal, ¡sino únicamente por el trono de David!” (Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía).
Lo mismo ocurrirá en el Mundo de Mañana: ¡Toda la humanidad estará unida por el trono de David!
La Mancomunidad Británica
La Mancomunidad Británica de Naciones es una asociación política de 56 Estados miembros, la mayoría de los cuales son antiguos territorios del Imperio Británico. Aproximadamente un tercio de la población mundial —más de 2.400 millones de personas— son miembros de la Mancomunidad. Dentro de ésta hay más de 40 idiomas, seis grandes religiones y docenas de grupos étnicos.
Creada en 1931, la Mancomunidad de Naciones se estableció para fomentar la unidad y la cooperación entre los Estados miembros, para avanzar en el comercio y el desarrollo social, y para proteger los valores democráticos y los derechos humanos. La reina Isabel ii compartió la visión de la Mancomunidad maravillosamente en 1953. La Mancomunidad, dijo ella, representaba “una concepción totalmente nueva, basada en las más altas cualidades del espíritu del hombre: la amistad, la lealtad y el deseo de libertad y paz”.
Si la Mancomunidad lograra su objetivo, crearía, en muchos aspectos, un entorno milenario. Eso no va a ocurrir en este mundo. Pero aun así, los logros de la Mancomunidad fueron notables, sobre todo teniendo en cuenta los enormes retos a los que se enfrentó. La Mancomunidad es increíblemente diversa, compuesta por muchos países, culturas y razas dispares. El Reino Unido, Nueva Zelanda, Australia y Canadá son todos cristianos y predominantemente caucásicos. La Mancomunidad unió a estos países con naciones como Botsuana, Malaui, Nigeria, Zambia, India, Bangladesh, Jamaica, Trinidad y Tobago, Tonga y otros países con diferentes razas, culturas, tradiciones y religiones.
Hay más asuntos que dividen y separan a las naciones de la Mancomunidad que los que las unen. Sin embargo, un parentesco especial, una hermandad, ¡une a todas estas naciones y pueblos! Especialmente en el pasado, hubo una considerable cooperación e interacción, y algunos logros verdaderamente grandes.
¿Quién o qué fue el responsable de fomentar la armonía y la cooperación en esta enorme colección de naciones, pueblos y culturas dispares?
Fue la monarquía británica, ¡el trono de David!
Medite sobre esta afirmación de la historiadora Frances Donaldson. Ella escribía sobre el impacto del príncipe de Gales en el Imperio Británico a principios del siglo xx: “Las emociones que se sienten por Inglaterra nunca podrían explicarse simplemente por la ventaja política o económica, y no hay duda de que la monarquía fue la mayor influencia individual para soldar las naciones dispares y crear el sentimiento de integración y patriotismo que fue tan notable y tan espontáneo en las dos guerras mundiales” (Edward viii: The Road to Abdication) [Eduardo viii: El camino a la abdicación].
La monarquía soldó a la Mancomunidad Británica. Los distintos pueblos de la Mancomunidad estaban unidos en su afecto por la monarquía. ¡Lo mismo ocurrirá en el Mundo de Mañana!
Esto no ocurre hoy en día, pero hubo una época en la que los escolares de toda la Mancomunidad, desde Australia hasta Canadá, pasando por Zambia hasta Jamaica, comenzaban el día izando la bandera del Reino Unido y cantando “Dios salve a la Reina”. Esta poderosa tradición unía a los pueblos de la Mancomunidad.
Una enfermera jubilada, miembro de la Iglesia de Dios de Filadelfia en Chipre (país miembro de la Mancomunidad), tuvo una experiencia interesante. Al principio de su carrera, fue seleccionada para formar parte de un programa llamado “El Compañerismo de la Mancomunidad”. El programa seleccionó a 12 personas de 12 países diferentes de la Mancomunidad. El grupo incluía a profesores, bibliotecarios, trabajadores de la salud y abogados. Pasaron cuatro semanas reuniéndose y visitando a los líderes de los países de la Mancomunidad, incluyendo a la reina Isabel en el Palacio de Buckingham.
“Escuchábamos los diferentes problemas de los distintos países, y luego cada uno veía cómo podía ayudar su país con consejos”, me dijo esta dama. Este programa “creaba vínculos entre los profesionales de los países de la mancomunidad y promovía el intercambio de experiencias, ideas y soluciones”.
Qué proyecto tan noble: personas de diferentes razas y naciones, de diferentes partes del mundo, visitándose unas a otras, colaborando para resolver problemas, desarrollando programas de rehabilitación, compartiendo tecnología e información, y sirviéndose y ayudándose mutuamente. Hubo cientos de programas como éste en toda la Mancomunidad en su mejor época. Y todo ello facilitado y presidido por la reina Isabel ii.
La Gira Real
Si ha vivido alguna vez en un país de la Mancomunidad, estará familiarizado con la gira real. Es cuando el rey o la reina, u otro monarca de alto rango, visita uno de estos países. Todavía recuerdo cuando Isabel ii visitó Australia a principios de la década de 1980. Toda la nación estaba pegada a la televisión, hipnotizada. Miles de simpatizantes se alinearon en las calles con la esperanza de ver a Su Majestad. Las cadenas de televisión y los periódicos se fijaron en cada uno de sus movimientos y gestos. Durante esos pocos días, todo el país se reunió para maravillarse con nuestra Reina y el maravilloso Imperio y sistema de valores que encarnaba.
En cuanto a “la naturaleza semidivina de su monarquía”, Farewell the Trumpets [Adiós a las Trompetas] afirma: “Porque el Imperio era grandioso sobre todo en la idea que se tenía de él, en la gran ilusión de permanencia y supremacía. Sus lealtades más fuertes eran lealtades a la corona, o a un trono, a un camino, a un deber, a una herencia, y en todo el mundo la gente respondía a su llamado emocionalmente, de corazón”.
Durante el apogeo del Imperio Británico, la reina Victoria y la monarquía (el trono de David) eran prácticamente objetos de culto. “En la India, los ciudadanos en ocasiones ceremoniales se inclinaban ante su retrato, que se ocultaba a los ojos de los ciudadanos de menor rango. La Reina era vista como la sucesora espiritual directa de los mogoles. Incluso los irlandeses, ahora separados, recibieron a la Reina con reverencia cuando visitó Dublín poco después de la Gran Hambruna. Los pueblos Sioux y Cree de las tierras vírgenes canadienses la aclamaban como la Madre Blanca, la mujer india por excelencia, hasta ahora personificada principalmente por los picos de las montañas, pinos particularmente imponentes o bisontes espectrales. Los aborígenes australianos consideraban el poder del trono con una veneración casi supersticiosa” (ibíd.).
Para muchas personas, este comportamiento era una auténtica idolatría. Adoraban a la Reina y a su familia, no a Dios, y eso es pecado. Sin embargo, ¡aun así revela el poder de la realeza para conmover, impactar e inspirar a millones de personas divididas por la raza, el idioma, la religión y la cultura!
El Sr. Flurry ha llamado nuestra atención sobre esta cita de James Anthony Froude acerca de la capacidad de la monarquía y el imperio británicos para inspirar a sus súbditos. “Un hombre (…) que es más que él mismo, que forma parte de una institución, que se ha consagrado a una causa, o que es ciudadano de una potencia imperial, se expandehasta el alcance y la plenitud del organismo mayor; y cuanto más grande es la organización, más grande e importante es la unidad que sabe que pertenece a ella. Sus pensamientos son más amplios, sus intereses menos egoístas, sus ambiciones más amplias y nobles. (…) Una gran nación hace grandes hombres, una pequeña nación hace hombres pequeños” (Oceana).
La gira real tuvo este efecto en la gente. Una visita de la Reina, con toda la pompa y fastuosidad necesarias, hacía que la población anfitriona, sin importar quiénes fueran o lo lejos que estuvieran de Inglaterra, se sintiera parte de algo más grande que ellos mismos, más grande que su nación. ¡Se sentían parte de la familia e Imperio más grande de la Tierra!
En toda la Mancomunidad, la presencia e influencia del trono de David era omnipresente.
Mientras yo crecía, mi madre bromeaba en la mesa: “¿Comerías así si la Reina estuviera comiendo con nosotros?”. Vivíamos al otro lado del mundo de la Reina, pero ella estaba presente en nuestra casa.
La gente necesita la presencia de la realeza en sus vidas. “Bien que os dará el Señor pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros. Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:20-21).
En presencia de la realeza, el comportamiento y la conducta de una persona cambian. Su mente y sus motivaciones se expanden al “alcance y plenitud del organismo mayor”.
Pompa y circunstancia
Nadie hace gala de la pompa como la monarquía británica. Esto fue evidente en el funeral de la reina Isabel ii, que fue profundamente conmovedor. Hoy en día, muchos se burlan de la pompa y circunstancia asociadas al trono de David; se quejan de que es cara, arcaica y ofensiva. Pero el esplendor real tiene un propósito importante.
Los magníficos palacios y propiedades; la ropa cara y de calidad; los banquetes, la fanfarria y la ceremonia; la intrincada parafernalia y las tradiciones; ¡todo refleja la majestuosidad, perfección y calidad del trono de David! Dirige a la gente a la institución y al majestuoso papel e historia de la monarquía. Dirige a la gente a la visión encarnada en la monarquía.
Y, sobre todo, dirige a la gente a Dios, ¡el Ser supremo detrás del trono de David!
Piense en el gran antepasado de la reina Isabel, el rey Salomón, y en la visita que recibió de la reina de Saba. 1 Reyes 10 muestra que hubo mucha pompa y circunstancia durante esta visita. “Y dijo al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído. Bienaventurados tus hombres, dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de ti, y oyen tu sabiduría” (versículos 6-8). Esta reina estaba impresionada por la riqueza y belleza material del rey Salomón.
Pero el efecto en esta reina fue mucho más allá de lo físico. Después de lo que presenció, declaró: “[El Eterno] tu Dios sea bendito, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel; porque [El Eterno] ha amado siempre a Israel, te ha puesto por rey, para que hagas derecho y justicia” (versículo 9). El esplendor físico de Salomón introdujo a esta reina gentil a una realidad espiritual asombrosa. ¡Ella realmente vio al único Dios verdadero detrás del trono real y del imperio!
Este es el propósito supremo de la pompa y el esplendor asociados con el trono de David. Está allí, no para satisfacer la vanidad de un rey o una reina humanos, ¡sino como evidencia física de la presencia de Dios!
El versículo 10 muestra que la reina estaba tan conmovida por lo que experimentó, que colmó de regalos al rey Salomón. La reina de Saba era una realeza impresionante por derecho propio, ¡pero quería ser parte del imperio de Salomón! De esto se trata el trono de David: ¡de inspirar y motivar a la gente a querer unirse al Imperio de la Familia Dios!
La Mancomunidad de Naciones de Dios
Recuerde por qué vale la pena estudiar la mancomunidad y la familia real británicas: “¡El gran Imperio Británico nos da una buena visión de lo que está por venir en la Tierra!”. ¡Junto con Jesucristo, usted se
sentará en el mismo trono y gobernarán la Tierra!
Daniel 7:13-14 describe este futuro: “Seguí observando (…) y vi en las nubes de los cielos a uno que era como un Hijo deHombre, que avanzó hasta el Esplendor del Tiempo, y le fue presentado, y él le dio Dominio, y Gloria, y Reinado; y todas las Naciones, y Pueblos, y Lenguas se inclinaron ante él. Su Dominio dominará para siempre, y no cesará, y su Imperio no será destruido” (Ferrar Fenton).
Dios va a crear otra Mancomunidad de Naciones, ¡gobernada por Jesucristo y Su Esposa! En el Mundo de Mañana, una serie de factores convergerán para crear paz y unidad. Satanás el diablo será encerrado. La ley de amor de Dios será enseñada y aplicada. La humanidad hablará un solo idioma y practicará una sola religión. Pero todos estos factores serán controlados y administrados por Jesucristo y Su Esposa, ¡desde el trono de David!
“Entonces el Juez se sentará, y su Dominio será terminado, y destruido, y abolido completamente, cuando el Imperio, y el Dominio y la Grandeza del Imperio bajo los cielos enteros, serán entregados al Pueblo Santo del Altísimo. Su Imperio es un Imperio eterno, y todos los Dominios se someterán a Él y le servirán. Ahí está el fin de estos asuntos” (versículos 26-27; Ferrar Fenton). ¡El lenguaje es muy de realeza!
Debemos ver nuestro destino de realeza. Esto no es fácil, pero Dios quiere que pensemos y nos comportemos como la realeza. Él quiere que nuestras vidas giren en torno al trono de David y a la Familia real hoy. ¿Por qué? Porque antes de que la humanidad pueda construir sus vidas alrededor del trono de David, ¡las personas que se sentarán en ese trono deben construir sus vidas alrededor de él!
Debemos usar el Espíritu de Dios para salir del presente —del dolor, de las frustraciones, de las pruebas, de lo que sea— y ver que formamos parte de algo mucho más grande e importante. La humanidad necesita esperanza, educación, conocimiento correcto, paz, visión, motivación e inspiración. Todo ser humano necesita un momento así como el de la reina de Saba. ¡Y será nuestra responsabilidad como Esposa de Cristo en el trono de David proporcionar esto!
“En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra” (Jeremías 33:15). ¿Está usted listo para impactar a la humanidad como lo hizo alguna vez la familia real de Gran Bretaña? ¿Está preparado para presidir programas diseñados para fomentar la unidad y la colaboración entre los pueblos dispares del reino?
¿Está dispuesto a participar en un poco de pompa y circunstancia? No para la gratificación personal, sino para ayudar a la gente a ver a Jesucristo y a Dios el Padre. ¿Habrá algún tipo de himno global que los escolares del Mundo de Mañana canten, uno que alabe el trono de David en Jerusalén?
Por eso Dios ha puesto el trono de David en esta Iglesia hoy. Quiere que entendamos quiénes somos y por qué estamos aquí. Quiere que aprendamos a pensar y a comportarnos como la realeza.
“Esta es una revelación impactante”, escribe el Sr. Flurry en El nuevo trono de David. La presencia del trono de David en esta Iglesia nos permite vislumbrar el Milenio. “Jesucristo está a punto de regresar y casarse con Su Esposa. Ella se sentará en el trono de David y ayudará a Cristo a gobernar la Tierra eternamente y para siempre. Nuestra soberanía fluirá hacia el universo, y no habrá límite para el gobierno y la paz que ésta traerá a la Tierra y al universo”.
Estamos a punto de embarcarnos en la mayor gira real de la historia, una que nos llevará a las mayores profundidades del universo.