“La ofensiva es tres o cuatro veces más difícil que soportar pasivamente el día a día. Por lo tanto, requiere toda la ayuda posible en las primeras etapas. Nada es más fácil que asfixiarla en la cuna. Pero quizás aquí radique la seguridad”.
Esas fueron las palabras de Winston Churchill, primer ministro de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. La guerra ofensiva es realmente difícil, pero es la única manera de ganar las guerras. Una nación puede sobrevivir o llegar a un punto muerto estando a la defensiva, pero la única manera de conquistar completamente a un enemigo es pasando a la ofensiva.
Un general de la Guerra Civil estadounidense ofrece un ejemplo estelar de cómo utilizar la guerra ofensiva: William Tecumseh Sherman.
En septiembre de 1864, el ejército de la Unión obtuvo una importantísima victoria al capturar la ciudad confederada de Atlanta, Georgia, en lo más profundo del territorio sureño. Después de tomar Atlanta, la mayoría de los líderes militares habrían hecho una pausa y consolidado sus recursos. Habrían construido enormes defensas alrededor de la ciudad y reforzado sus líneas de suministro. Pero no el General Sherman. En su lugar, planeó una operación para capturar la capital de Georgia, Savannah, lo más rápidamente posible para destruir la capacidad del Sur de seguir luchando.
Con 62.000 hombres bajo su mando, el objetivo de Sherman era la velocidad y la destrucción. Durante la “marcha de Sherman hacia el mar”, como llegó a conocerse, sus soldados marcharon sin cadena de suministros para no tener que esperar a que las provisiones les llegaran. Y lo que es aún más desalentador, ¡Sherman y sus hombres estabancompletamente solos en esta campaña! Prácticamente no había contacto con Washington, D.C., ni con el general en jefe Ulysses Grant. Los soldados de la Unión tenían que buscar su propia comida, lo que significaba que asaltaban las granjas de los civiles confederados. No sólo se llevaban todo lo que necesitaban, sino que tampoco dejaban nada atrás, quemando y demoliendo cada pueblo que encontraban. Cuando las fuerzas de Sherman acababan con una ciudad, su infraestructura quedaba totalmente diezmada e inutilizable. Por ejemplo, los soldados de la Unión solían calentar con brasas los rieles del ferrocarril y luego los enroscaban en el tronco de un árbol, dejándolos inservibles (los apodaban “corbatas de Sherman”).
Lo que Sherman hacía se conoce como la “política de tierra quemada”: una estrategia militar que destruye todo lo que el enemigo pueda utilizar contra uno. Mucha gente dice que las tácticas de Sherman eran brutales e inhumanas, pero Sherman ordenó a sus hombres que no hicieran daño a los sureños inocentes. Algunos de sus soldados fueron incluso ahorcados por matar o violar a civiles confederados. Los soldados enemigos, los edificios, los puentes, las fábricas, los ferrocarriles, las cosechas y el ganado eran juego limpio, pero los civiles estaban estrictamente prohibidos. En cuanto a los soldados confederados que encontraban, el objetivo de Sherman no era matar a tantos soldados enemigos como fuera posible, sino destruir su capacidad de contraatacar.
Sherman y sus hombres no sólo destruyeron la capacidad física de los confederados para la guerra, sino que también destruyeron su voluntad, su capacidad mental para defenderse. Cuando la gente se enteraba de que el ejército de Sherman se acercaba, ¡a menudo se rendía antes de que llegaran los soldados de la Unión! Si el ejército de Sherman hubiera tenido una voluntad débil o pasiva, las fuerzas confederadas habrían estado más dispuestas a luchar, lo que inevitablemente habría llevado a un mayor derramamiento de sangre. Pero la feroz mentalidad de Sherman destruyó psicológicamente a los confederados. Su estilo de guerra ofensiva era tan intimidante ¡que el enemigo ya había perdido la batalla en sus mentes!
Aunque la ley de Dios prohíbe el asesinato, y la guerra será abolida en el mundo futuro de Dios, las guerras físicas pueden enseñarnos lecciones sobre las batallas espirituales que libramos (Efesios 6:12). La marcha de Sherman hacia el mar nos enseña tres de esas lecciones:
1. La guerra ofensiva destruye la voluntad del enemigo.
Quizá el efecto más importante de la guerra ofensiva no sea lo que consigue en las batallas físicas, sino lo que hace en la psique del enemigo.
Mientras estaba en pie de guerra en Georgia, el General Sherman escribió al General Grant sobre cómo iba la campaña: “Observo que el enemigo tiene cierto respeto por mi nombre, ya que abandonaron Pocotaligo sin luchar cuando se enteraron de que la fuerza atacante pertenecía a mi ejército. Intentaré mantener ese sentimiento, que es un verdadero poder”. La gente del Sur sabía que, si iban a luchar contra Sherman, más les valía ganar, o lo perderían todo, ¡así que se rendían preventivamente! El ejército de Sherman ya no tenía ni siquiera que entrar en conflicto, ¡porque el enemigo simplemente se rendía! Esto facilitó mucho la lucha del Norte en la guerra.
En una carta al jefe de Estado Mayor Henry W. Halleck, Sherman escribió: “Creo que ha llegado el momento en que debemos intentar los movimientos más audaces, y mi experiencia es que son más fáciles de ejecutar que los más tímidos, porque el enemigo está desconcertado por ellos…”. Sherman reconoció que existe una verdadera ventaja mental al pasar a la ofensiva.
¿Sabías que en realidad puedes reclamar esta ventaja mental sobre Satanás el diablo? Santiago 4:7 dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. En nuestra guerra espiritual, pasamos a la ofensiva contra Satanás sometiéndonos a Dios y guardando Sus mandamientos. Si el diablo reconoce que no tiene ninguna posibilidad contra nosotros, ¡se rinde rápidamente! Gerald Flurry escribe en La Epístola de Santiago: “¡Si usted se somete a Dios, Satanás huirá porque conoce el poder de Dios! Pero él también conoce la debilidad de los humanos. ¡Con su astucia, él ha hecho cautivo a la mayoría del propio pueblo de Dios! Pero usted tiene el poder para hacer que el diablo huya”. ¡No lo olvides nunca! No destruirás personalmente la voluntad de Satanás, pero él te dejará en paz e irá tras aquellos que caminan al límite. Él huirá de los que confían en Dios.
Jesucristo también practicó la guerra ofensiva cuando tuvo su titánica batalla con el diablo en Mateo 4. El diablo atacó a Cristo aplicando mal las Escrituras. Pero Cristo no se sentó a razonar con el diablo; ¡comenzó a citar las Escrituras en respuesta a Satanás! Pasó a la ofensiva (versículos 4, 7, 10). ¿Cuál fue el resultado? “El diablo entonces le dejó…” (versículo 11). Satanás sabía que no tenía ninguna oportunidad de ganar, ¡así que se rindió!
Si te mantienes a la defensiva, el enemigo hará que quieras renunciar. Pero si pasas a la ofensiva, ¡tú harás que el enemigoquiera renunciar! Eso es lo que el ejército de Sherman le hizo al Sur, y eso es lo que podemos hacer cuando Satanás nos tienta. Todo lo que tenemos que hacer es someternos a Dios como manda Santiago 4:7.
2. Una campaña exitosa está libre de cualquier cosa que pueda ralentizarla.
Una cosa que hizo que la marcha de Sherman fuera un éxito fue su completa concentración en el objetivo final de conquistar Savannah. Sherman eliminó todas las distracciones y el peso muerto que hubiera frenado a sus hombres. No se preocupó por encontrar comida o municiones; sólo le preocupaba llegar a Savannah.
Durante la marcha, el ejército de Sherman se encontró con muchos esclavos que querían unirse al ejército y ser llevados al Norte. Sherman trató de ser amable con ellos, pero dijo a sus hombres que no recogieran a nadie. Sherman comprendió que aunque dejar que los refugiados se unieran hubiera sido amable, habría retrasado la campaña. Seguramente debió doler tomar una decisión tan dura, pero Sherman lo hizo por una razón importante. Él sabía lo crucial que era su campaña, y si se hubiera distraído o sobrecargado, tendría más posibilidades de fracasar. ¿Qué habría pasado con todos esos refugiados si se hubieran unido al ejército y éste hubiera sido derrotado? Sherman sabía que ganar la guerra era por un bien mayor.
En nuestra batalla, puede haber muchas cosas que no son necesariamente perjudiciales para nosotros, pero que pueden frenarnos si no tenemos cuidado. Entretenerse adecuadamente, pasar tiempo con los amigos o hacer deporte son cosas buenas, pero si se interponen en tu relación con Dios, ¡pueden ser un estorbo! Cristo dijo que tenemos que amar a Dios más que a cualquier otra cosa, incluso a nuestra familia física (Lucas 14:26). Si no estamos dispuestos a renunciar a ciertas cosas para seguir a Dios, entonces no ganaremos nuestra guerra espiritual. El apóstol Pablo escribió que necesitamos despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia, y correr con paciencia la carrera que tenemos por delante (Hebreos 12:1). Si tenemos demasiadas ataduras con el mundo, eso nos frenará.
Al igual que el ejército de Sherman, debemos ser implacables a la hora de eliminar las distracciones. Todo lo que hagamos debe ayudarnos a alcanzar nuestro objetivo. Si algo en lo que nos entretenemos no conduce al objetivo, debe ser eliminado.
3. Hay que estar dispuesto a librar una guerra TOTAL.
Aunque Sherman quería capturar Savannah tan pronto como pudiera, la velocidad no era su único objetivo. Los hombres de Sherman también eran metódicos y deliberados en su marcha. “Desde Atlanta, los 62.000 hombres de Sherman se adentraron en los gordos campos de Georgia (…) como langostas devorando un terreno”, escribió el biógrafo Lloyd Lewis en su libro Sherman: Fighting Prophet (Sherman: Un profeta de la lucha). “Vieron que el motivo por el que se les había ordenado viajar con poco peso no era la velocidad. En lugar de las 15 millas diarias previstas, hacían 10, la mitad de la velocidad de marcha para la que Sherman los había entrenado. Comprendieron que la reducción se había hecho para que pudieran echar a perder los recursos de las regiones por las que caminaban”.
El ejército de Sherman quería destruir el Sur lo más rápidamente posible, pero también querían asegurarse de que su enemigo quedara completamente incapacitado. Dejaron a la mayoría de la gente viva e intacta, pero la infraestructura fue completamente borrada. Llevó más tiempo, pero eliminó cualquier posibilidad de que su enemigo se recuperara y volviera a atacar.
Si Sherman se hubiera contentado con una victoria parcial, los confederados de Georgia nunca habrían sido conquistados del todo. De la misma manera, tenemos que conquistar totalmente nuestros pecados y debilidades. A veces tenemos que tomarnos el tiempo y la energía para asediar completamente un problema. El Sr. Flurry escribe en Cómo ser un vencedor:“Un asedio es un bloqueo militar de una ciudad o lugar fortificado con la intención de obligarlo a rendirse. Es un ataque persistente. Poner un asedio significa perseguir diligente o persistentemente. (…) ¡Póngale un asedio al problema, y atáquelo directo al corazón con todo lo que pueda reunir! ¡Destrúyale la voluntad! Aniquílele a su viejo “yo” la voluntad de levantarse nuevamente, y usted lo vencerá. Así es como podemos ganar las batallas contra nuestros problemas serios”.
Si sólo tratamos de escondernos o huir de un problema, éste volverá a asomar su fea cabeza más adelante. Si tienes una debilidad, ¡haz todo lo que esté en tu mano para destruirla! No tengas miedo de tomar medidas extremas. “Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:30). Si algo está obstruyendo tu relación con Dios, ¡destrúyelo! Disponte a librar una guerra total.
En la guerra espiritual, debemos recordar el ejemplo de Sherman. Trabaja diariamente para destruir la voluntad del enemigo. Elimina cualquier cosa que te esté frenando; no lo pongas en un cajón, ¡deshazte de ello! Busca diariamente el alimento espiritual de Dios y luego disponte a librar una guerra total. Si te sometes a Dios y libras este tipo de guerra ofensiva contra el diablo, ¡él huirá de ti!