Tres palabras importantes pueden cambiar tu vida. Estas palabras vienen en forma de pregunta; una pregunta que te ayudará a lidiar con el desánimo, a procesar la desilusión y a superar las dificultades. Te ayudará a lidiar con el hecho de no conseguir el trabajo que esperabas o de que otra persona consiga una oportunidad que tú querías. Pero esta pregunta no sólo te animará, sino que te mantendrá anclado en la humildad durante los triunfos. En los altibajos, estas tres palabras te proporcionarán la perspectiva que tanto necesitas.
El rey David se hizo esta pregunta de joven, de adulto y de anciano, y fue un factor vital para que se convirtiera en un hombre según el corazón de Dios (Hechos 13:22).
La primera vez que se registra a David haciendo esta pregunta se encuentra en 1 Samuel 18. Tras derrotar a Goliat y a los filisteos, David fue alabado y exaltado por Israel y por el propio rey Saúl. En el versículo 17, Saúl ofreció a David su hija Merab como recompensa por su valentía. Este fue el momento más alto de la vida de David hasta aquel entonces: ¡fue invitado a formar parte de la casa real! Observe cómo respondió: “Pero David respondió a Saúl: ¿Quién soy yo, o qué es mi vida, o la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey?” (versículo 18).
¿Quién soy yo? preguntó David. ¿Quién soy yo para que me inviten a formar parte de la familia real de Israel, para vivir donde vive el rey Saúl, para casarme con la hija del monarca? David no se envaneció por esta oportunidad; se sintió humilde por ella.
Más adelante, la actitud de Saúl hacia David se agrió, pero la humildad de David nunca flaqueó. Gerald Flurry escribe en Los profetas anteriores: “Aun cuando Saúl estaba persiguiéndolo y tratando de matarlo, David pensó, ¿Quién soy yo para ser el yerno del rey? Él sabía sobre la casa de David y el futuro de ese trono de David. Él comprendía lo que Dios estaba haciendo con su nombre. Y él dijo, ¿Qué es mi casa para que tú exaltes mi casa de esa manera? ¿Por qué harías eso por mí, un humilde rebelde que pecó grandemente en Israel?”.
Te imaginas estar huyendo de alguien que intenta matarte y pensar: ¿Quién soy yo para que me den esta oportunidad?Cuando tengas dificultades, vuelve siempre a esta pregunta fundamental. Pregúntate cosas como: ¿Quién soy yo para estar aquí?¿Quién soy yo para ser un estudiante de la Academia Imperial, para vivir donde vivo, para asistir a los campamentos de jóvenes de Dios; quién soy yo para conocer la verdad?
David mantuvo esa actitud como rey. En 2 Samuel 7, tuvo la idea de construir una casa para Dios. Dios vio el entusiasmo de David y eso le inspiró a bendecirlo a su vez. En el versículo 12, le hizo una promesa épica a David: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará una casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. (…) Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delate de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (versículos 12-13, 16).
Dios hizo un pacto eterno con David. ¿Y cómo respondió David? “Y entró el rey David y se puso delante de [el Eterno], y dijo: Señor [Eterno] ¿Quién soy yo,y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí?” (versículo 18). Este fue otro momento en su vida, al igual que cuando Saúl le ofreció a su hija, en el que David podría haberse envanecido y creerse privilegiado. Pero cuando Dios invitó a David a formar parte de Su casa real, David se humilló una vez más. ¿Quién soy yo para formar parte de la casa de Dios?
El Sr. Flurry escribe: “David estaba deslumbrado por Dios. Todos necesitamos desarrollar esa misma mentalidad. Considere quién es Dios y las oportunidades que Él le está concediendo a usted, y luego pregúntese a usted mismo: ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo para estar en la Iglesia de Dios? ¿Quién soy yo para estar haciendo una Obra para Dios? ¿Quién soy yo para representar al Dios viviente? ¿Por qué deberíamos ser tan privilegiados y honrados? Con los miles de millones de personas que existen, ¿por qué nosotros? Vea más allá de los problemas actuales, ¡vea esta bendición indescriptible que Dios le ha dado! Siempre y cuando tengamos esa actitud, ¡Dios nos va a bendecir día tras día tras día!” (ibíd.).
En lugar de amargarse, frustrarse o desanimarse, David siempre se recordaba a sí mismo: ¿Quién soy yo? Cuando las pruebas casi lo abrumaban, se tomaba el tiempo para sentarse y contar sus bendiciones.
Tú también puedes vivir con esta actitud. Uno de los caminos más rápidos hacia la infelicidad es pensar en lo que no tienes. Dedica más tiempo a pensar en lo que sí tienes —esta oportunidad, esta comprensión— y eso te producirá felicidad. Esto es lo que motivó a David a lo largo de su vida. En el Salmo 22:6, David escribió: “Mas yo soy gusano, y no hombre”. El Salmo 8:4 registra una meditación de David: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”. ¡David miró su vida y se dio cuenta de que no era más que un gusano comparado con Dios! David mostró continuamente una hermosa humildad.
Siendo ya mayor, a David se le dijo que no se le permitiría construir físicamente el templo debido a su pasado sangriento. Trata de ponerte en el lugar de David por un momento: a ti se te ocurrió una idea, se la presentaste a Dios, ¡y a Dios le encantó! Sin embargo, no se te permitió ver cómo tu idea se hacía realidad. Podrías desilusionarte e incluso amargarte si no tuvieras la actitud adecuada. Pero David no se tomó así esta noticia.
“Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre. Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crónicas 29:13-14). En lugar de quejarse de lo que no podía hacer, se centró en lo que podía aportar al proyecto del templo. Se volcó con toda su energía a preparar la construcción. ¡Estaba encantado de ser parte de ello! Si no podía construirlo, haría todo lo posible para diseñarlo, organizar al personal y reunir a toda la nación en torno a este proyecto. ¡Eso es humildad piadosa!
La humildad es un atributo que Dios ama. “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice [el Eterno]; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2). David tenía esta clase de humildad, la misma que nosotros necesitamos para construir relaciones sólidas con Dios y con los hombres.
Este es uno de los mejores versos de la Biblia. ¿Cuánto valoras la humildad? La conversión, la salvación, el tener fe, el mantener una actitud mental positiva, el recibir oportunidades, todo se deriva de ser humilde. Debemos recordar que no somos más que gusanos, incluso durante nuestros mayores triunfos.
En un artículo titulado “La humildad suprema”, el Sr. Flurry escribió: “Este raro rasgo del carácter resolvería todos los problemas del mundo y revolucionaría la vida de todos los seres humanos” (16 de diciembre de 2019). ¡La humildad también resolverá tus problemas y revolucionará tu vida! Todos necesitamos esta humildad, y pensar diariamente ¿quién soy yo? la producirá.
No podemos perder el tiempo dándole vueltas a todo lo que nos perdemos. Dentro de un millón de años, no pensarás en que no fuiste seleccionado para estar en el equipo de las estrellas, o que otra persona pudo viajar a algún lugar al que realmente querías ir, o que no conseguiste el trabajo que esperabas. En cambio, dentro de un millón de años estarás sentado junto a Jesucristo en Su trono y seguirás pensando,¿quién soy yo?
El Sr. Flurry escribe en El Nuevo Trono de David: “Si uno realmente conoce a Dios, estará agradeciéndole ¡por simplemente haber sido llamado! Sí, somos probados y examinados, pero ¡gracias a Dios por eso, también! ¡Esas pruebas son más preciosas que el oro! Es fácil razonar carnalmente y pensar que no debimos haber sufrido de esa forma. Pero si somos profundamente espirituales como David, siempre estaremos alabando y dando gracias a Dios, ¡incluso por nuestras pruebas de fuego! Así es como llegamos a ser un hombre o una mujer conforme al propio corazón de Dios”.
Jóvenes, “¿Quién soy yo?” es una pregunta maravillosa. Son sólo tres palabras, pero esas tres palabras cambiarán tu vida.