La apasionada advertencia de Dios para los laodicenos
El pueblo fiel de Dios tiene un mensaje urgente y de todo corazón para entregar a los santos rebeldes, de parte del profeta Jeremías

La Iglesia de Dios de Filadelfia continúa la Obra de Herbert W. Armstrong. Tenemos un grupo pequeño de personas, una manada pequeña, que son leales a Dios y a lo que Dios enseñó a través del Sr. Armstrong. Y así seguirá siendo hasta la Segunda Venida de Jesucristo.

Tenemos un trabajo para hacer. Tenemos un mensaje que transmitir y dar a conocer a este mundo. También tenemos un mensaje para el pueblo de Dios que se alejó tras la muerte del Sr. Armstrong. Estamos en la era laodicena de la Iglesia de Dios (Apocalipsis 3:14-22). En los primeros años de la idf, centramos nuestra atención exclusivamente en tratar de llegar a los santos laodicenos de Dios. Después utilizamos El misterio de los siglos y otra literatura del Sr. Armstrong para dirigir nuestra atención más hacia el mundo.

Ahora, sin embargo, en estos días finales antes del regreso de Cristo, Dios nos está dirigiendo a tener un enfoque renovado para alcanzar a los laodicenos una vez más.

Esta Obra necesita más ayudantes en este tiempo crucial. Parece que cada vez es más difícil traer gente del mundo a la Iglesia de Dios porque están adictos a todo tipo de problemas y dificultades. Sin embargo, Dios profetiza que Su Iglesia alcanzará los 10.000 santos (la traducción correcta de Deuteronomio 33:2 y Judas 14). Eso es aproximadamente el doble de nuestro número actual. Creo que los que se unan a nosotros procederán principalmente de entre los laodicenos. Esas personas saben mucho y debería ser más fácil conseguir que se arrepientan.

¡Dios tiene mucho que decir a los laodicenos hoy! Él ha enfocado mi atención en los primeros capítulos del libro de Jeremías. Allí usted encontrará un mensaje para el pueblo tibio de Dios, ¡un mensaje tan audaz y directo como cualquier otro que leerá en la Biblia! Dios tiene una fuerte corrección para los laodicenos, ¡pero está dirigida a ayudarles a ver en donde están desviados y a volverlos a Dios!

Si algún laodiceno que aún conserve algo de pensamiento espiritual se sentara a estudiar estos capítulos de Jeremías y se autoexaminara honestamente, ¡yo creo que no sería capaz de controlar sus emociones!

Jeremías 1

Jeremías 1 se aplica directamente a la Iglesia de Dios hoy. El versículo 13 describe “una olla que hierve”, o sea, una imagen profética del Sacro Imperio Romano, que se está levantando hoy. Dios advierte entonces que este poder entrará por las puertas de Jerusalén, un tipo de Israel profético, y en las ciudades de Judá (versículo 15).

El versículo 16 dice: “Y a causa de toda su maldad, proferiré mis juicios contra los que me dejaron, e incensaron a dioses extraños, y la obra de sus manos adoraron”. Esta gente ha dejado a Dios. Eso debe referirse al pueblo de Dios, Su propia Iglesia. Nadie más ha conocido a Dios.

Hay personas de Dios que deberían estar obedeciéndole a Él apasionadamente y apoyando Su Obra, ¡pero que en lugar de ello están adorando la obra de sus propias manos! ¡Ese es un pecado vergonzoso!

En los versículos 17-18, Dios habla directamente a Su profeta: “Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande (…) contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra”. ¡Esta es una confrontación real!

No obstante, Dios promete librar a Su profeta (versículo 19). La Obra fiel de Dios hoy, que está apoyando al profeta de Dios del tiempo del fin, ¡puede reclamar esta promesa!

Luego de Jeremías 1, Dios se concentra en los laodicenos. Él va a hacer que les entreguemos una advertencia fuerte, ¡como nunca antes lo hemos hecho!

Dios me ha dado una revelación nueva y más profunda en los capítulos 2 al 7 de Jeremías.

Cristo ama a Su esposa

Jeremías 2 comienza así: “Vino a mí la palabra de [el Eterno], diciendo: Anda y clama a los oídos de Jerusalén…” (versículos 1-2). Jerusalén es aquí un término profético que incluye a Estados Unidos y Gran Bretaña, y Judá también entra en escena. Pero el verdadero enfoque es en Jerusalén espiritual: el propio pueblo de Dios. Dios tiene un mensaje para ellos que quiere que Su pueblo fiel clame “a [sus] oídos”.

¿Qué nos ordena Dios que digamos? “Así dice el Eterno, recuerdo la devoción de tu juventud, tu amor de novia, cómo me seguías en el desierto, en tierra no sembrada” (versículo 2; traducción nuestra de la versión Revised Standard).

De lo primero que Dios habla aquí es de una novia. ¡Asombroso! Esto es acerca de familia, la mismísima Familia de Dios, ¡específicamente acerca de la Esposa de Jesucristo!

Ese es el llamamiento más exaltado que Dios puede darle a un ser humano. ¡Pero, lamentablemente, estas personas han rechazado a su Esposo y se han rebelado contra Él!

Dios recuerda “cuando andabas en pos de mí”. ¡Realmente aprecia cuando Su pueblo va en pos de Él! Él quiere que lo busquemos como una novia física debería buscar a su futuro esposo. ¡Cristo quiere pasión en Su Esposa!

¡Qué maravilloso comienzo para este mensaje de parte de Dios! Estos capítulos nos ofrecen una visión profunda del hermoso modo de pensar de Dios. Pero eso hace que sea aún más doloroso leerlos por el contraste ¡con la infidelidad y la rebelión del pueblo al que Él está tratando de alcanzar!

¿Qué tan apasionado está usted por Dios? Él le ha dado mucho, especialmente si usted ha recibido el Espíritu Santo y forma parte de ese llamamiento a nivel de Esposa. ¿Está usted realmente yendo en pos de Dios, mostrando fervientemente su amor como una novia?

Trágicamente, ¡la inmensa mayoría del pueblo de Dios no lo está haciendo! Y la mayoría de ellos están ciegos a su propia condición espiritual. ¡Dios realmente quiere sacudir a Su pueblo de un letargo espiritual mortal!

No de por hecho que usted está bien. Todos podemos crecer en el fervor descrito en este versículo.

Puesto aparte

Veamos otra hermosa declaración: “Santo era [debería leerse es] Israel a [el Eterno], primicias de sus nuevos frutos. Todos los que le devoraban eran culpables; mal venía sobre ellos, dice [el Eterno]” (Jeremías 2:3). Dios está hablando a Sus primeros frutos. Esa es la primera cosecha de Dios: aquellos a los que Él llama antes que el resto del mundo ¡para compartir el trono de David con el propio Jesucristo por toda la eternidad! Dios dice que ellos son “santos”. Eso significa ¡puestos aparte! Hemos sido puestos aparte de una manera que las personas que carecen del Espíritu Santo de Dios no pueden comprender realmente; simplemente no lo entienden. Lo harán más tarde, cuando se arrepientan.

¡Dios es devoto y ferozmente protector de aquellos que Él aparta en esta categoría especial! ¡Piense en lo que Él está diciendo en ese versículo! Eso le ayudará a reconocer el amor permanente de Dios por Su pueblo.

Fíjese ahora en esta pregunta desgarradora: “Oíd la palabra de [el Eterno], casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel. Así dijo [el Eterno]: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos?” (versículos 4-5). ¡Qué pregunta tan perturbadora! ¿Qué falta encontraron en mí para dejarme? pregunta Dios.

Deberían estar avergonzados de sí mismos. Ellos no tienen excusa para tratar así a Dios. Dios es el Padre perfecto; ¡Cristo es el Esposo perfecto! No obstante, la gente se ha alejado de Dios y “se fueron tras la vanidad”. Se han vuelto vanidosos, sin valor espiritual, sin valor para Dios.

Su acusación continúa: “Y no dijeron: ¿Dónde está [el Eterno], que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre?” (versículo 6). Dios saca a Su pueblo de Egipto espiritual, lo saca de este mundo. ¡Piense en todos los milagros espectaculares que Dios tuvo que realizar para sacarlo del mundo! ¡Ay de cualquiera del pueblo de Dios que olvida eso!

Los laodicenos deberían preguntarse: ¿Dónde está el Eterno que nos liberó de este mundo? ¿Dónde está Dios? Esta es la máxima prioridad: ¡Debemos saber en dónde está Dios! ¿Qué es un santo o una Iglesia que no sabe la respuesta a eso? No obstante, ninguno de ellos la sabe, excepto el remanente fiel de Dios.

¿Dónde está el Eterno? Está aquí en esta Iglesia, ¡y usted puede comprobarlo! La prueba más grande es la avalancha de nueva revelación que Dios nos ha dado.

“¿Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, aunque ellos no son dioses? Sin embargo, mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha” (versículo 11). Estas personas tuvieron una gloria espiritual maravillosa, pero ya no la tienen, o tienen muy poca de la que hablar. Han abrazado la vanidad. Después de todo lo que Dios les dio (incluyendo su llamado maravilloso como la Esposa de Jesucristo) han vuelto al mundo ¡como un perro que vuelve a su vómito! (2 Pedro 2:22).

El enfoque aquí es en la maldad horripilante del pueblo. Dios tiene ira genuina contra los laodicenos por lo que han hecho. “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13). ¡Qué tragedia! Los laodicenos dejaron al Dios amoroso y generoso que da vida abundante y crearon su propia obra religiosa y sus propias doctrinas e ideas miserables. ¡Están ciegos!

El versículo 15 habla de ciudades “quemadas” y “sin morador”. Esto traslada este pasaje directamente a la actualidad, sobre la que se cierne la sombra apocalíptica de la guerra nuclear.

“¿No te acarreó esto el haber dejado a [el Eterno] tu Dios, cuando te conducía [tiempo pasado] por el camino?” (versículo 17). Dios solía guiar a estas personas, pero ya no.

Sin embargo, en esta Obra remanente fiel, ¡Dios sí nos guía! Debemos estar muy agradecidos por ello. Aunque somos un rebaño pequeño, tenemos un mensaje poderoso que sale a este mundo.

Problema de gobierno

“Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a [el Eterno] tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, [Eterno] de los ejércitos” (Jeremías 2:19). ¡Estos laodicenos no temen a Dios! Si usted es cristiano, si está siguiendo a Cristo, ¡debe temer a Dios! Qué desastre para el propio pueblo de Dios carecer de ese temor.

¿Teme usted a Dios? ¿Se refleja eso en su vida diaria? Si no es así, usted no mejorará ni crecerá.

“Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella…” (versículo 21). El pueblo de Dios es una vid escogida, ¡plantada por Dios! ¡Cuán precioso es esto! Esa verdad debería ser real para usted, y cada vez más real todo el tiempo. ¡Este es el momento más crítico para las primicias en la historia del universo! No debemos dejar que se nos escape esta oportunidad.

Entonces Dios pregunta: “… ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña?” (versículo 21). ¡Qué fracaso más abismal!

“Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo [el Eterno] el Señor” (versículo 22). Ningún lavado extremo los limpiaría, a menos que Dios Mismo lo haga. Sin embargo, Dios no los está gobernando. Ellos lo dejaron, así que Él los dejó a ellos.

El versículo 24 dice que, espiritualmente, ¡ellos están actuando como una asna salvaje en celo! Eso está hablando de un problema de gobierno. ¿Cómo puede Dios canalizar espiritualmente y dirigir a alguien que es como una asna salvaje, que va a donde le place? Por el contrario, debemos seguir a Dios con precisión en toda forma posible. Ellos han roto el yugo y deambulan libremente. Dios les está haciendo saber lo malvados y perversos que son.

“¿Por qué dice mi pueblo, somos señores; no iremos más a ti?” (versículo 31; traducción nuestra de la versión King James). No son niños ni gente humilde; son “señores” que se niegan a acudir a Dios. No harán caso a la Palabra de Dios; ¡quieren gobernarse a sí mismos! Ese es el problema con este mundo, aun así los laodicenos han asumido la misma actitud. Ellos han rechazado el gobierno de Dios. ¡No harán caso a la Palabra de Dios! ¡Son ingobernables! El pueblo fiel de Dios es gobernado, y somos corregidos por Dios.

El versículo 32 vuelve a hablar de la Novia: “¿Se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días”. El atavío de la Novia es su justicia (Apocalipsis 19:8). ¿En realidad puede una novia olvidar eso? ¿Llegaría alguna novia desnuda al matrimonio? Sin embargo, espiritualmente, eso es lo que los laodicenos le están haciendo a Dios.

¡Llegar a ser la Esposa de Cristo es la oportunidad más asombrosa ofrecida a cualquier ser humano por toda la eternidad! ¡Sólo hay una Esposa de Cristo para siempre!

¡Examínese a sí mismo! ¿Cuánto de estas tendencias laodicenas ha adquirido? Este mensaje de Dios debería recordarnos a cada uno de nosotros cuánto tenemos que mejorar continuamente y arrepentirnos.

Uno de cada ciudad

Dios dice a los laodicenos: “Convertíos, hijos rebeldes, dice [el Eterno], porque yo soy vuestro esposo…” (Jeremías 3:14). Él no ha olvidado. ¡Esta relación es verdaderamente importante para Él!

El versículo 14 continúa: “y os tomaré uno de cada ciudad, y dos de cada familia, y os introdiceré en Sión”. Así es como ha sido edificada la Iglesia de Dios de Filadelfia: Dios ha tomado “uno de cada ciudad, y dos de cada familia”. Esta Iglesia tiene miembros en esta situación por todo el mundo, incluyendo muchas ciudades con sólo una persona. Ese es un reto difícil. Pero debemos ser lo suficientemente fuertes para hacer todo lo que podamos para ayudar a la Obra de Dios aunque estemos solos, ¡sólo uno en una ciudad! Si Dios llama a una persona de una ciudad, Él sabe que ese individuo puede permanecer firme solo. Y en una familia en la que Él llama a dos, eso puede ser un reto aún mayor porque puede provocar una división familiar.

Cuando Dios lo llama a usted, le dará poder —¡verdadero poder!— y cierta autoridad para gobernarse a sí mismo y ayudar a Su Obra. Necesitamos a todos los miembros. Cada miembro debe darse cuenta de que Dios lo ha llamado a contribuir a la Obra, a dar y a servir dondequiera que pueda.

“Por fortaleza te he puesto en mi pueblo, por torre; conocerás, pues, y examinarás el camino de ellos” (Jeremías 6:27). Dios nos ha llamado a ser una torre para que podamos tener una visión desde lo alto de todo lo que ocurre. Somos una fortaleza entre la gente. Dios nos da Su verdad y Su Obra para hacer, y nos protege; podemos enfrentar cualquier reto o dificultad si permanecemos con Dios en esa fortaleza. Pero debemos obedecerle.

Los santos fieles de Dios son enseñables, y queremos ver realmente lo que Dios quiere darnos. Podemos ver lo que realmente está sucediendo en el mundo. Y si estamos haciendo nuestra parte, estamos entrando diariamente en el lugar santísimo para acercarnos a Dios y a Jesucristo. Somos el pueblo de Dios; somos una vid escogida, y debemos saber quiénes somos.

Dios nos da un mensaje para proclamar: “Palabra de [el Eterno] que vino a Jeremías, diciendo: Ponte a la puerta de la casa de [el Eterno], y proclama allí esta palabra, y di: Oíd palabra de [el Eterno], todo Judá, los que entráis por estas puertas para adorar a [el Eterno]” (Jeremías 7:1-2). Aquí hay dos grupos: uno, el profeta de Dios y los que lo apoyan; y dos, el pueblo de Dios que necesita recibir esta corrección.

“Así ha dicho [el Eterno] de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar” (versículo 3). Dios está intentando que esta gente vea cómo ¡morar con Él! Si tan sólo prestaran atención a esta advertencia y mejoraran sus caminos.

“No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de [el Eterno], templo de [el Eterno], templo de [el Eterno] es este” (versículo 4). La gente de la Iglesia de Dios Universal decía que teníamos que quedarnos en la idu porque era la Iglesia de Dios. Esas eran “palabras de mentira”. ¡Esa dejó de ser la Iglesia de Dios cuando Satanás tomó el control! Si el pueblo de Dios se está descarriando, entonces es un pecado permanecer con ellos.

En lugar de estar enfocándonos en “la Iglesia de Dios” o el “templo”, deberíamos preguntarnos: ¿Dónde está Dios? ¡Debemos saber la respuesta a esa pregunta!

“Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso, e incensando a Baal, y andando tras dioses extraños que no conocistéis” (versículo 9). Esto se refiere al pueblo de Dios porque solamente Su pueblo podría cometer adulterio. “¿Vendréis y os pondréis delante de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, y diréis: Librados somos; para seguir haciendo todas estas abominaciones?”. (versículo 10). Dios realmente les está haciendo una evaluación dura y correctiva. Pero, de nuevo, ¡es porque Él los ama y está tratando de salvarlos!

La lección de Silo

“¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre? He aquí que también yo lo veo, dice [el Eterno]. Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel” (Jeremías 7:11-12). “Mi lugar” es el santuario de Dios, el lugar santísimo. ¿Qué saben los laodicenos sobre el lugar santísimo? ¿Qué saben sobre Silo?

El remanente fiel de Dios hoy necesita saber acerca de Silo. Su historia está registrada en los profetas anteriores, lo que significa que es profecía para hoy.

Después de que Josué condujo a los israelitas a la Tierra Prometida, Silo fue establecida como la primera capital de Israel. Allí se instaló el tabernáculo. Mientras Josué estuvo en la escena, el pueblo era justo. ¡Josué sabía cómo dirigir a la gente! Y por supuesto, Moisés tuvo mucho que ver con ello. Josué es un ejemplo increíble de lo que una persona conforme a Dios puede lograr.

Si permanecemos con Dios, podemos ser como Josué y hacer una gran contribución a la Obra de Dios. Y siguiendo tales ejemplos, podemos prepararnos para una obra mucho mayor.

Más tarde, el profeta Samuel creció en Silo. En esa época, el sacerdocio estaba plagado por la corrupción de Elí y sus hijos, Ofni y Finees. Durante la batalla de Ebenezer, los israelitas llevaron el arca del pacto a la batalla porque creían que Dios les daría la victoria. Ellos tenían el arca y el tabernáculo, ¡pero no tenían a Dios! El arca era solamente un símbolo de la presencia de Dios, y habían estado pecando mucho. Dios no estaba con ellos.

Fueron a esta batalla cargados con todas sus abominaciones. ¿Y qué sucedió? “Pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie. Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofni y Finees” (1 Samuel 4:10-11).

Aplique esto a los laodicenos. ¡También ellos están cargados de vanidad y pecado! Incluso si usted tiene la “casa de Dios”, esta puede caer fácilmente en manos de un Antíoco. Eso fue lo que ocurrió tras la muerte del Sr. Armstrong.

La esposa de Finees estaba cerca del final de su embarazo, y cuando se enteró de que habían matado a su marido y a su suegro y se habían llevado el arca, le vinieron los dolores de parto. Fue tan difícil que estaba a las puertas de la muerte. Ella dio a luz un hijo pero murió durante el parto (versículos 19-20).

La partera “llamó al niño Icabod, diciendo: ¡Se ha apartado la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios…” (versículo 21; traducción nuestra de la versión King James). Icabod significa “apartarse de la gloria de Dios”. Israel había perdido más de 34.000 soldados. Durante toda su vida, ¡Icabod sería un monumento de este acontecimiento ignominioso y de la peligrosa dirección que había tomado Israel!

Esta partera pronunció una profecía extraordinaria. Silo tuvo una historia ilustre bajo Josué, pero llegó a representar la corrupción y la vergüenza. Entonces vino esta partera y reconoció lo que sucedió y señaló el problema: ¡Dios se había apartado de ellos!

Icabod es hoy nuestra mayor advertencia. ¡El propio pueblo de Dios perdió la gloria de Dios! Esto le ha sucedido a nuestra Iglesia en esta era laodicena.

¡Nosotros tenemos tal gloria en la Iglesia de Dios! Esto es real, ¡ni siquiera se puede describir, es maravilloso! ¡Debemos aferrarnos a esa gloria y no apartarnos nunca de ella!

Este ejemplo es especialmente importante porque están profetizados acontecimientos terribles. Un pequeño rebaño fiel está haciendo todo lo posible para publicar esta advertencia a los laodicenos y al mundo. ¡Mucha gente morirá si no presta atención al mensaje de Dios!

Esta partera es un gran ejemplo de “uno de cada ciudad”. Todos los demás se habían apartado de Dios y seguían su propio camino. Pero Dios tomó a una persona en una ciudad, ¡y mire lo que Dios la llevó a hacer! Ella llamó a ese bebé Icabod. Israel se había apartado de la gloria de Dios, y ahora habría un hombre caminando de por vida con ese nombre, un símbolo poderoso del estado abominable al que habían descendido.

Esta partera es un ejemplo magnífico. ¿No cree usted que la mano de Dios estaba en eso? Esta partera no se resignó a tolerar los pecados de la nación. Ella hizo algo y adoptó una postura, y Dios estuvo ahí con ella. Uno de una ciudad.

Puede que usted sea “una persona de una ciudad”, ¡pero sepa que Dios está detrás de usted y que va a tener un impacto en esta Obra! Quizás sea sólo por sus oraciones intensas y ayunos por esta Obra. Sea cual sea su contribución, usted puede ser un miembro valioso con todo el poder de Dios respaldándole.

También puede considerar a Samuel y a su madre como “dos de una familia”. Ana le suplicó a Dios por un hijo y dijo: Si me das un hijo, dedicaré su vida a ti. Dios respondió, y Samuel nació ¡y llegó a ser en un gran profeta! Ese también es un ejemplo impresionante.

Dios nos llama a usted y a mí a hacer grandes cosas. ¡Deje que Él le guíe a donde sea que necesite ir!

Silo viene

Tras su destrucción, Silo se convirtió en una advertencia. Como dijo el arqueólogo Scott Stripling: “Silo fue destruido a causa de su apostasía y maldad. (…) Las conexiones de Silo siempre se remontan a la presencia de Dios y al tabernáculo que se encontraba allí” (Let the Stones Speak [Que hablen las piedras], mayo-junio de 2022).

De nuevo, Jeremías 7:12 dice: “Pero id ahora a mi lugar [o mi lugar santísimo] que estaba en Silo, donde hice habitar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel” (traducción nuestra de la versión American Standard). Al mencionar Silo, Jeremías estaba profetizando para Jerusalén justo antes de su caída y para nosotros hoy. Dios quiere que conozcamos sobre Silo e Icabod.

Silo también se menciona en la profecía de Génesis 49 (se puede ver que esto es para el tiempo del fin, o “los últimos días”, en el versículo 1, versión King James). El versículo 10 dice: “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh…”. Esta es una referencia al regreso de Jesucristo. Pero, ¿por qué llamar “Siloh” al Mesías? Eso es peculiar.

En el primer libro de la Biblia, ¡Dios dice que Siloh va a venir! Al usar esa expresión, casi parece que Dios pone el problema de los laodicenos ¡justo al lado de la Segunda Venida de Cristo! ¡Ellos tenían la oportunidad de presentar a Cristo al mundo! Pero en vez de eso, podría decirse que ¡han estropeado ese acontecimiento espectacular!

Es similar a Malaquías 4:5: “He aquí, yo os envío al profeta Elías, antes que venga el día de [el Eterno] grande y terrible”. ¡Aquí Dios conecta al Sr. Armstrong con la Tribulación de tres años y medio y el Día del Eterno! Estos acontecimientos están ligados entre sí.

Génesis 49:10 está repleto de significado. Como explico en El nuevo trono de David, esta Escritura describe la combinación del trono de David con la ley de Dios en este tiempo del fin. Dios le ha dado a Su Iglesia del tiempo del fin un trono y un rey. Esto apunta al futuro del pueblo de Dios como reyes y sacerdotes de Dios (p. ej., Apocalipsis 1:6; 5:10). Eso es lo que nos espera a cada uno de nosotros. Todo apunta directamente a la Segunda Venida de Jesucristo. Y aquí, en este versículo, Dios lo conecta todo con el gran Siloh.

Al utilizar a Siloh, Dios está mostrando Su decepción con los laodicenos. Pueden hablar de Dios todo lo que quieran, ¡pero están envueltos en vanidad de vanidades! Están desperdiciando sus vidas. ¡La mitad de ellos están desperdiciando sus vidas eternas! Y la otra mitad va a sufrir como ningún pueblo ha sufrido jamás. Por eso Dios utiliza el término Siloh en este contexto.

Una visión del Milenio

En Jeremías 3, Dios está corrigiendo enérgicamente a Israel espiritual (p. ej., versículos 12-14). Luego Él hace esta promesa maravillosa: “Y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia” (versículo 15). ¡Esto está ocurriendo ahora mismo! Este pequeño remanente tiene pastores conformes a Dios que suministran el conocimiento y entendimiento de Él. ¡Gracias a Dios por Sus ministros fieles! Los laodicenos podrían recibir ese cuidado y ese alimento espiritual si lo buscaran.

Luego, los versículos 16-18 ofrecen un hermoso escenario del Milenio. “En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de [el Eterno], y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de [el Eterno] en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza de su malvado corazón” (versículo 17).

¡Piense en el contexto! Esta visión es dolorosamente conmovedora en contraste con la condenación de la infidelidad del pueblo de Dios en la actualidad. Dios hace una pausa en Su corrección y piensa con anhelo en esta visión utópica. De nuevo, ¡este pasaje revela muchísimo acerca de Dios y Sus profundas emociones hacia Su Familia!

La corrección continúa en Jeremías 4; pero observe cuán fervoroso y esperanzado está Dios en que la acepten y vuelvan a Él: “Si te volvieres, oh Israel, dice [el Eterno], vuélvete a mí. Y si quitares de delante de mí tus abominaciones, y no anduvieres de acá para allá, y jurares: Vive [el Eterno], en verdad, en juicio y en justicia, entonces las naciones serán benditas en él, y en él se gloriarán” (versículos 1-2). ¡Sólo dejen a un lado sus abominaciones y tendrán un futuro glorioso!

Un mensaje doloroso

“Circuncidaos a [el Eterno], y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego y se encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras” (Jeremías 4:4). Este es realmente un mensaje que tenemos que hacer llegar al pueblo infiel de Dios. ¡Esto puede salvar a la gente de la ira ardiente de Dios!

“Anunciad en Judá, y proclamad en Jerusalén, y decid: Tocad trompeta en la tierra; pregonad, juntaos, y decid: Reuníos, y entrémonos en las ciudades fortificadas” (versículo 5). Dios ordena a Su pueblo que anuncie y proclame. Nos llama para realizar un trabajo específico. Debemos ayudar a la Obra de Dios a hacer llegar este mensaje al mundo. ¡Anunciarlo y proclamarlo!

Cuando Jeremías vio lo que iba a suceder, se angustió profundamente: “¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque sonido de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de guerra” (versículo 19). ¡Ese es nuestro mensaje que lo conmovió tanto! ¡Fue agudamente doloroso para Jeremías! Él comprendió profundamente la verdad de lo que estaba sucediendo espiritualmente al pueblo de Dios, y eso lo enfermó.

La versión Revised Standard dice: “¡Mi angustia, mi angustia! ¡Me retuerzo de dolor! ¡Oh, las paredes de mi corazón! Mi corazón late desbocado; no puedo callar, porque oigo el sonido de la trompeta, la alarma de guerra. Un desastre tras otro, toda la tierra está asolada. (…) ¿Hasta cuándo he de ver el estandarte y oír el sonido de la trompeta?” (versículos 19-21; traducción nuestra al español). La versión de Moffatt dice: “Oh, mi corazón, mi corazón se retuerce. ¡Oh, cómo palpita! Mi alma está gimiendo. ¡No puedo callarme! Y oigo el estruendo de las trompetas y el clamor de batalla, estruendo tras estruendo. Todo el país está abatido. ¿Hasta cuándo tendré que ver señales de guerra y temer los toques de trompeta?” (traducción nuestra al español). Jeremías puso todo lo que tenía en esta obra profética. Dios quiere que hagamos lo mismo hoy.

Las crisis que se avecinan sobre nuestro mundo son profundamente oscuras. ¿Cree usted que los hombres saben cómo resolverlas? Ellos no saben nada, ¡y deberían reconocerlo! ¡Está mirándolos directamente a la cara!

Realmente he estudiado estas palabras de Jeremías, y aunque no tuve la reacción que él tuvo, sí me revolvió el estómago. Si alguien ve realmente lo que está ocurriendo aquí, debería asustar incluso a algunos laodicenos para —al menos como un comienzo— tratar de salvar sus vidas, ¡aunque sea de forma egoísta!

‘¿Te he de perdonar?’

Jeremías 5:5 dice: “Iré a los grandes y les hablaré; porque ellos conocen el camino de [el Eterno], la ley de su Dios’. Pero todos por igual han quebrado el yugo, han roto las ataduras” (traducción nuestra de la versión Revised Standard). Esto se está refiriendo a “los grandes”, o los ministros líderes de la Iglesia laodicena de Dios. Ellos simplemente decidieron que no iban a aceptar el gobierno de Dios; no permitirían que Él los gobernara.

¡Ser gobernados y guiados por Dios es la única manera en que podemos evitar estas maldiciones catastróficas! ¿Quiere seguir su propio camino? ¿Quiere hacer las cosas de la forma como piensan los hombres? ¡Eso conduce al desastre! Debemos dejar que Dios sea nuestro médico. ¡Sólo Él puede curar nuestra enfermedad!

Los laodicenos que no se arrepientan antes de la Gran Tribulación van a ser arrebatados (o, despedazados, versículo 6; versión King James). ¡Esto se acerca! ¡Apocalipsis 12:12 muestra que va a suceder muy pronto! Esta es una advertencia muy punzante para esas personas, la corrección más dura que encontrará en cualquier lugar.

“¿Cómo te he de perdonar por esto? Sus hijos me dejaron, y juraron por lo que no es Dios. Los sacie, y adulteraron…” (Jeremías 5:7). Esto está hablando espiritualmente, acerca de la propia Familia de Dios. Dios está reproduciéndose en el hombre. ¡Qué gran meta! Ni siquiera Dios puede lograr algo más magnífico. Pero ¿cómo respondieron? ¡De la manera más vergonzosa imaginable!

“No obstante, este pueblo tiene corazón falso y rebelde; se apartaron y se fueron. Y no dicen en su corazón: Temamos ahora a [el Eterno] nuestro Dios, que da la lluvia temprana [la revelación dada a Herbert W. Armstrong] y la tardía [la revelación dada durante esta era de la Iglesia] en su tiempo, y nos guarda los tiempos [las semanas, versión King James] establecidos de la siega” (versículos 23-24). Semanas establecidas se refiere a Pentecostés. ¡Ese día santo representa a Dios casándose con nosotros! ¡Se trata del matrimonio con Cristo; se trata de la Familia de Dios!

Sólo Dios el Padre nos llama; ni siquiera Jesucristo puede hacerlo. ¿Piensa usted que Dios no lo conoce? Oh, Él lo conoce. ¡Somos Sus hijos e hijas!

¿Cómo puede alguien abandonar a un Padre y a un Esposo así?

“Los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso. ¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?” (versículo 31). En el fin, ¡no tendrán la protección de Dios! ¡Esa es la pesadilla a la que están a punto de enfrentarse!

¡Dios está tratando de llegarles a Sus hijos tibios! Él sufre y siente pena por ellos y se aflige por lo que están haciendo. Desea muchísimo alcanzarlos y hacerlos volver para que puedan entrar en Su Familia eterna.

Nosotros, el pueblo fiel de Dios debemos hacer todo lo que podamos para ayudar a nuestro Padre y a nuestro Esposo a llegar a estas personas. ¡Debemos entregar esta advertencia poderosa que Él envió a través del profeta Jeremías!