La Biblia está llena de personajes notables, gente que comparte rasgos con todos nosotros, ya sean, fortalezas, debilidades, pasiones y luchas. Muchos de los personajes más famosos de la Biblia son hombres. Aunque no es necesario que el protagonista de una historia sea un hombre para que me identifique con él, cuanto más se parezca un personaje a mí, más fácil me relaciono con éste.
Hay muchas mujeres con las que nuestras jóvenes pueden identificarse. Y la Biblia proporciona ejemplos asombrosos de mujeres que tuvieron una relación fuerte con Dios.
Muchas se encuentran durante la obra del apóstol Pablo. Las mujeres fueron importantes para la Iglesia del primer siglo. Pablo amonestó a un ministro en Filipos a “que ayudes a éstas [mujeres] que combatieron juntamente conmigo en el evangelio… cuyos nombres están en el libro de la vida” (Filipenses 4:3). En otros pasajes, Pablo amonestó a sus ministros a tratar a las mujeres mayores como a sus propias madres y a tratar a las más jóvenes puramente como hermanas (1 Timoteo 5:2). Al estudiar sus ejemplos, descubriremos varias características asombrosas.
Lecciones de Loida y Eunice
Muchas mujeres entran en escena durante los viajes ministeriales de Pablo, descritos en la última mitad del libro de los Hechos. En Hechos 16, Pablo se encuentra en Asia Menor (Turquía actual) durante su segundo gran viaje ministerial.
Los primeros versículos de este capítulo lo sitúan en Listra, donde había estado un par de años antes, y donde había sido apedreado y dado por muerto. Aquí es donde vivía el joven Timoteo. Probablemente era un adolescente mayor cuando Pablo lo visitó la primera vez, y ahora él se había convertido en un “discípulo”, ¡uno “de buen testimonio”! Con relación a este notable joven adulto, el relato de Lucas saca a relucir a una mujer sobresaliente: su madre. Timoteo era “hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio” (Hechos 16:1-2). Nos damos cuenta de su nombre en la última epístola de Pablo: Eunice (2 Timoteo 1:5). Aquí podemos ver que el padre de Timoteo no estaba realmente en el cuadro, pero esta madre impactó fuertemente al joven que luego se convertiría en un evangelista.
En 2 Timoteo, vemos que su abuela Loida también tuvo un impacto notable en este joven. Al parecer, él conocía las Escrituras del Antiguo Testamento desde la infancia (2 Timoteo 3:15), no por su padre griego inconverso, ¡sino por la gran influencia de su abuela y su madre! Aunque Pablo, inspirado por Jesucristo, escribió que las mujeres no deben predicar en los servicios de la Iglesia, deben enseñar a sus hijos sobre el camino de Dios. Él dijo que las madres tienen un gran impacto en que sus hijos continúen en la fe (ver 1 Timoteo 2:12-15).
Al entrenar al joven Timoteo en las Escrituras, Eunice y Loida terminaron ¡dándole al Apóstol Pablo un apoyo invaluable! Del mismo modo, las mujeres jóvenes en la Iglesia de Dios hoy en día están aprendiendo a ser grandes madres para apoyar la Obra de Dios en el futuro, de acuerdo a la forma como están criando a los hijos.
La generosidad de Lidia
Siguiendo el viaje de Pablo a través de Hechos 16, lo encontramos habiendo cruzado a Europa en el versículo 12, en Filipos. (La frase griega traducida como “estuvimos (…) algunos días” se refiere en realidad al Sábado anual de Pentecostés).
Durante este comienzo del verano del año 50 d.C., leemos que fueron a la orilla de un río donde había mujeres orando: “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos” (versículos 14-15).
Después de su bautismo, Lidia insistió en que Pablo y su compañía se quedaran con ellos. La hospitalidad era una necesidad mayor para los viajeros del primer siglo, más que hoy. Las posadas en los caminos de entonces tenían una serie de características indeseables, por lo que alojarse con un residente de confianza de un área habría sido de gran comodidad para los ministros de Dios. Con todas las cadenas hoteleras conocidas de nuestros días, esto no es un problema tan grande, pero hay otras tensiones y problemas de los viajes. ¡Qué bendición que hayamos podido orar y contribuir financieramente para una herramienta que permite al apóstol de Dios de los últimos tiempos viajar fácilmente por aire a donde Dios quiera que él vaya!
Pablo y Silas fueron finalmente arrestados por causar un revuelo en Filipos (Dios los utilizó para expulsar un demonio de una joven). Como muestra el relato, ellos fueron liberados milagrosamente, y se dirigieron directamente a la casa de Lidia. El versículo 40 dice: “… y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron”. Lidia acogió a un grupo de hermanos que dieron la bienvenida a Pablo y Silas después de su increíble liberación. ¡Qué reunión la que hubo en la casa de Lidia!
Algo similar ocurrió en Hechos 12 cuando Pedro fue encarcelado. Una mujer llamada María fue la anfitriona de una reunión de hermanos que oraron por el apóstol (Hechos 12:12). La misma María fue un apoyo decisivo para la obra de Pablo: Su hijo era Juan Marcos, un ministro que ayudó a Pablo en algunas ocasiones y que posteriormente escribió el Evangelio según Marcos (véase Colosenses 4:10; 2 Timoteo 4:11).
La devoción de Damaris y otros griegos
Pablo y los que lo compañaban se trasladaron más al sur, a una región del mundo griego conocida como Macedonia. Hechos 17:4 habla de sus tres semanas en la ciudad de Tesalónica donde “algunos de ellos creyeron…; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas”.
Del mismo modo, en la ciudad de Berea “creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres” (versículo 12).
¡Esa área de la Iglesia tenía algunas mujeres notables!
Sin embargo, al adentrarse en el sur de Grecia, el mensaje en Atenas cayó en su mayoría en oídos sordos, aunque el versículo 34 nos muestra que “algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos”.
¡Qué conmovedor es que Damaris sea nombrada en la Biblia, junto con algunos otros, por creer en el mensaje de Dios y aferrarse al apóstol de Dios!
Con el tiempo, Pablo se trasladó aún más al sur, a la zona de Corinto, donde una mujer llamada Cloé fue convertida. En algún momento, gracias a ella y a su casa, Pablo recibió informes de algunos problemas graves en Corinto. Esto inspiró la mayor epístola de Pablo, Corintios, que cubre temas tan amplios como la Pascua y los días de los Panes sin Levadura, la verdad sobre el juicio de los ángeles, la santificación de los niños, los ejemplos que hay que seguir o evitar de los éxitos y fracasos del Antiguo Testamento, la definición más detallada del amor piadoso, comentarios minuciosos sobre el uso adecuado de los idiomas en la adoración, ¡y una mirada profunda a la resurrección a la vida inmortal!
Alertar a Pablo de los problemas de Corinto requirió lealtad y valor por parte de Cloé.
La dedicación retadora y a muerte de Priscilla
Volvamos al viaje original de Pablo a Corinto: Allí “halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos” (Hechos 18:2).
Aquila y Priscila eran una “pareja poderosa”, ricos fabricantes de tiendas que acogieron a Pablo (versículo 3). Ellos se unieron al apóstol en parte de su viaje hacia el este, permaneciendo en Éfeso durante algún tiempo mientras Pablo se dirigía a Jerusalén para finalizar su segundo viaje ministerial (versículos 18-22).
Mientras estaban en Éfeso, Aquila y Priscila se fijaron en un judío llamado Apolos que “comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios” (versículo 26).
Apolos necesitaba ponerse al día con parte de la historia de la Iglesia que él no sabía antes de su conversión (versículos 24-25), y esta pareja, esposo y esposa, ayudó a educar a Apolo en “el camino de Dios”.
Esta pareja tuvo un enorme impacto en la Iglesia de Dios. Más tarde, cuando Pablo escribió su primera carta a los Corintios, lo hizo desde Éfeso, donde todavía vivían Aquila y Priscila (1 Corintios 16:19). Los hermanos de Éfeso tenían los servicios de Sábado en su casa.
En este punto, Pablo se embarcó en su tercer gran viaje ministerial. En este viaje, regresó a Corinto y escribió otra epístola épica, esta vez a la congregación de Roma. Aquila y Priscila deben haber regresado allí, porque en su larga lista de saludos a los hermanos romanos, él escribió: “Saluden a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no solo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su casa…” (Romanos 16:3-5).
Fiel a su estilo, esta pareja había abierto su casa para tener otra vez servicios de Sábado, pero ¿captaste ese otro detalle? ¡Ellos (y el nombre de Priscila aparece en primer lugar) ponían en peligro sus vidas por la del apóstol! Estos “colaboradores en Cristo Jesús” se arriesgaron a morir, ¡hasta el punto de que toda la Obra a los Gentiles les debía agradecimiento!
El esfuerzo de Febe y otros romanos
En esta carta, Pablo también mencionó cómo esta carta extensa llegaría a Roma en una época en la que no había un servicio postal formal para los ciudadanos normales: Pablo utilizó a una mujer llamada Febe.
“Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Romanos 16:1-2).
La palabra griega original indica que Febe iba a Roma por asuntos legales personales, por lo que pudo ahorrarle a Pablo la molestia de pagar y adquirir un cartero poco fiable.
La palabra griega para “sierva” se deriva de la misma palabra que diaconisa una posición en la Iglesia para una mujer espiritualmente madura designada para servir a las necesidades físicas de una congregación. Algunas traducciones dicen “Febe, una diaconisa”.
La traducción al inglés antiguo que se encuentra en la mayoría de las Biblias dice que también fue “socorrista” de muchos, incluido Pablo. Esa palabra griega significa guardián o patrón, en el sentido de ayudar y asistir. Febe fue una gran ayudante, soporte y asistente del apóstol y de muchos otros en la Iglesia de Dios.
En sus comentarios finales, Pablo también envía saludos a otras mujeres de la congregación romana: “Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros” (versículo 6). En griego, esto significa literalmente que ella se esforzó mucho por ellos. ¡Qué mujer tan trabajadora! “Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor…”. (versículo 12). También aquí aparece la misma palabra griega que implica un trabajo exhaustivo. El versículo 15 menciona a una mujer llamada Julia y a una hermana de Nereo. “Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía” (versículo 13). La historia secular dice que su nombre completo era Rufo Pudente, un funcionario romano y converso que se casó con una princesa británica llamada Claudia. Aquí vemos que Rufo y Pablo compartían madre (lo que los convierte en medio hermanos). Así que la madre anciana de Pablo vivía en Roma en esta época y probablemente era atendida por este hijo que tenía una vida más estacionaria que la de un apóstol viajero. La historia secular dice que se llamaba Prasede. Para haber criado al niño que se convirtió en el apóstol Pablo, debió ser también una mujer notable.
El enfoque de las hijas de Felipe
Al finalizar el tercer viaje ministerial de Pablo, su barco emprendió el camino de regreso a Oriente Medio. El destino era Jerusalén, pero el barco tenía que descargar una carga en Tiro, donde Pablo y sus compañeros pasaron siete días (Hechos 21:3-4).
Lucas registra: “Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos” (versículo 5).
Después de sólo un puñado de días con el apóstol de Dios, familias enteras de la congregación de Tiro querían despedirse, hasta el punto de seguirle fuera de la ciudad y hasta la playa. Pablo y sus ministros se habían hecho querer incluso por las mujeres y los niños del lugar, ¡en una semana!
El barco navegó entonces hacia el sur hasta otra ciudad costera: Cesárea. Aquí había otra serie de jóvenes destacadas. Al permanecer muchos días en la casa del evangelista Felipe (versículos 8, 10), Pablo y compañía conocieron a las “cuatro hijas doncellas que profetizaban” (versículo 9).
No se trataba de una profecía de ojos salvajes como la que podría representar Hollywood. Significa simplemente que estas jóvenes (mientras Pablo, Lucas y otros que lo acompañaban se quedaron con Felipe) hablaban inteligentemente sobre la verdad de Dios. La conversación probablemente abarcó desde los acontecimientos actuales hasta el venidero Reino de Dios, y estas chicas fueron capaces de seguir el ritmo del apóstol en su conversación.
Ánimos de Claudia
En Jerusalén, Pablo fue finalmente arrestado, enviado a Roma y puesto bajo arresto domiciliario. Allí recibió un regalo de la congregación filipense (Filipenses 4:18). Es posible que proceda de la famosa Lidia de Filipos.
Pablo fue liberado al cabo de dos años (Hechos 28:30-31), pero finalmente volvió a ser encarcelado en Roma. Aquí esperó su ejecución, como sabemos por su última carta, la segunda epístola a Timoteo (véase 2 Timoteo 1:8, 16; 2:9-11).
Él dictó esta carta desde las condiciones horribles del calabozo, probablemente con la ayuda de Lucas (2 Timoteo 4:11). En ella, se muestra nostálgico sobre Loida y Eunice (2 Timoteo 1:5). También pidió a Timoteo que enviara saludos a Prisca y Aquila (2 Timoteo 4:19). Nótese que utilizó un apodo, un signo de cariño, que ilustra una cierta cercanía con ella y su marido.
En el versículo 21, envió a Timoteo los saludos de unos pocos hermanos fieles que quedaban en Roma, nombrando específicamente a cuatro: “Eubulo te saluda, y Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos”.
Recordemos que Claudia era la esposa de Rufo Pudente (aquí llamado Pudente). También se menciona a Eubulo y Lino, señalados en la historia secular como sus parientes. Una fuente sugiere que todos ellos ministraron a Pablo la noche antes de su ejecución. También se supone que están enterrados cerca de Pablo, lo que indica una relación familiar (recuerda que Rufo Pudente era probablemente medio hermano de Pablo). Durante siglos ese cementerio en Roma fue controlado por los británicos (recordemos que Claudia era una princesa británica).
Para ser una figura de hace tanto tiempo, Claudia es relativamente conocida. Fue una cantante y poeta que escribió varios volúmenes de odas e himnos. Ella y Pudente llamaron a su hijo primogénito Timoteo, tal vez por el famoso evangelista que sirvió a Pablo. Y todos sus hijos también fueron enterrados cerca de Pablo.
Cinco rasgos femeninos
De estas mujeres destacan cinco características principales, que pueden ser aplicadas por chicas de todas las edades.
1. Eran hospitalarias.
Recuerda cómo Lidia ofreció alojamiento, y cómo Priscila y su esposo abrieron su casa para los servicios dondequiera que vivieran.
2. Daban ánimo.
Recuerda cuando Lidia consoló a Pablo y Silas después de su liberación de la prisión y cómo Claudia probablemente visitó al apóstol mientras escribía su última carta en el pabellón de la muerte.
3. Eran leales.
Recuerda a Damaris que se aferró a Pablo. Considera a Cloé que alertó a Pablo de los problemas en Corinto. Piensa en Priscila y su marido que arriesgaron su vida por la Obra.
4. Eran educadas.
Recuerda a las cuatro hijas de Felipe que podían hablar sobre la profecía y la Palabra de Dios inteligentemente, a Priscila que ayudó a su esposo a enseñar a Apolos, y al equipo de madre e hija de Loida y Eunice que establecieron ejemplos para todas las madres al enseñar diligentemente a Timoteo.
5. trabajaban duro.
Recuerda el servicio de la diaconisa de Cencrea, Febe, que entregó en mano la epístola épica de Pablo a los romanos. Piensa en María de Roma, que trabajó hasta la extenuación, entre otras damas de Roma que fueron destacadas por sus sacrificios.
Considera también las muchas otras mujeres en estos relatos que no son nombradas. Pero de nuevo, como menciona Filipenses 4:3, sus “nombres están en el libro de la vida”. Dios no inspiró a los escritores bíblicos a enumerar cada mujer maravillosa que sirvió en la Obra de Dios, pero ellas están en un registro mucho más prestigioso. Incluso si no somos distinguidos por otros seres humanos o no se nos da crédito en esta vida, nuestros nombres pueden ser registrados en el libro más importante de todos: ¡el Libro de la Vida!