Al establecer el Antiguo Pacto con los antiguos israelitas, Dios los santificó para que se convirtieran en una nación de sacerdotes (Éxodo 19:5-6). Era una oferta condicional. Para prepararlos para esta responsabilidad, Dios entró en un pacto separado con ellos sobre el Sábado (Éxodo 31:13-17). Debido a que rompieron su pacto y no querían reposar (Ezequiel 20:12-13), los sacerdotes no pudieron enseñarle al antiguo Israel cómo cumplir el propósito que Dios les había encomendado. Por el contrario, sus corazones se volvieron hacia sus ídolos (versículo 16). No lograron calificar para ser el reino físico de sacerdotes de Dios.
Fue principalmente por idolatría y no guardar Sus Sábados que Dios exilió a Israel y Judá a la esclavitud nacional (p. ej., Ezequiel 20:10-16; Jeremías 3:6-10).
El mandamiento del Sábado y el mandamiento que prohíbe la idolatría son mandamientos de prueba que, si se obedecen correctamente, preservan la herencia eterna de un cristiano: la vida eterna en el Reino de Dios.
El verdadero Sábado cristiano y el mandamiento que prohíbe la idolatría son inseparables. Ponen a prueba nuestra obediencia, fe y lealtad, y mantienen a un cristiano en contacto cercano con Dios.
Cristo es Señor (Maestro) del Sábado (Marcos 2:28), y fue hecho para el bien de la humanidad. Fue dado como recordatorio de que Dios es el Creador. También santificó el Sábado para que Su pueblo pudiera acercarse más a Él a través de oración y estudio adicional, compañerismo cristiano y la instrucción por parte de Sus ministros elegidos en los servicios del Sábado.
Los servicios del Sábado son una de las principales formas en que Dios le habla y entrena a Su pueblo, a través de Su gobierno, para ayudarlos a calificar para su función como la Esposa de Cristo. La presencia de Dios está en este día, y eso significa que podemos acercarnos a Él para una comprensión espiritual más profunda.
Por lo tanto, tenemos que descansar de nuestro trabajo, incluyendo nuestro empleo y pasatiempos (Isaías 58:13-14), así como Dios lo hizo (Génesis 2:1-3), y enfocarnos en el propósito espiritual de nuestras vidas y de nuestro llamamiento a Su Obra hoy. El Sábado es esencial para el entrenamiento de un cristiano hoy en día. Nos entrena en la gracia y el conocimiento de Dios, en los que crecemos a través de una obediencia cada vez mayor a Él (2 Pedro 3:18). Nos enseña el gobierno de Dios en acción, Su ley, para que sepamos cómo temerle, servirle y obedecerle mejor. Y presagia nuestro descanso eterno y nuestras responsabilidades en el Reino de Dios.