Moviendo montañas

Dashrath Manjhi era un simple trabajador que vivía en una pequeña aldea india. Nacido en 1934 en el seno de una casta inferior, sus primeros años de vida estuvieron marcados por la pobreza, la lucha y el trabajo duro. Su aldea de Gehrlaur estaba situada en una zona remota rodeada de colinas rocosas. La falta de carreteras e infraestructura adecuadas obligaba a sus habitantes a tomar rutas arriesgadas y caminar kilómetros para tener acceso a servicios esenciales como atención médica, escuelas y mercados.

Un día de 1959, la esposa de Manjhi, Phalguni Devi, atravesaba un estrecho sendero por las montañas para ir a traer agua. Trágicamente, resbaló y se lesionó tras caer una distancia considerable. Cuando un lugareño avisó a Manjhi, éste salió corriendo para encontrarla gravemente herida al fondo de un acantilado. El hospital más cercano estaba a 64 kilómetros de distancia y no había carreteras por las cuales viajar; Manjhi se vio obligado a ver cómo su mujer sucumbía a sus heridas. Su muerte le afectó profundamente, llenándole de dolor y rabia por la situación a la que se enfrentaban él y el resto de su aldea.

Decidido a evitar que otros habitantes del pueblo corrieran la misma suerte, Manjhi decidió abrir un camino a través de la montaña. Vendió sus cabras —una de las pocas posesiones de valor que tenía— para comprar herramientas sencillas como un martillo, un cincel y una barra de hierro. Empezó a excavar en 1960, solo. Durante años, trabajó sin descanso, picando la montaña día y noche. Sus vecinos de aldea le ridiculizaron y se burlaron de él por la tarea aparentemente imposible. “La gente le decía a Manjhi que no sería capaz de hacerlo, que era un pobre hombre que sólo necesitaba ganarse [la vida] y comer”, dijo su sobrino Da Manjhi. Sin embargo, Manjhi persistió, arando los campos de día para mantenerse y reanudando este enorme proyecto por la noche. “Cuando comencé a trabajar en la colina, la gente me llamaba lunático, pero eso fortaleció mi determinación”, dijo.

Tras cuatro años de excavaciones, los aldeanos dejaron de ridiculizarle. Parte de la colina había desaparecido y nadie podía negar su progreso. En este punto, algunos incluso ayudaron a comprarle nuevas herramientas y le dieron comida a su familia. Pasaron diez años, luego 15, después 20.

Finalmente, tras 22 años de trabajo constante y perseverancia, lo consiguió. Para 1982, había tallado un sendero de 109 metros de largo, 9 metros de ancho y 7,6 metros de alto a través de la montaña. El camino cambió la vida de los lugareños. Los 56 kilómetros que antes tenían que caminar se reducían ahora a unos 16, y nadie tenía que temer caerse de la montaña durante el trayecto.

Aunque Dashrath Manjhi murió en 2007, su legado continúa. Manjhi llegó a ser conocido como el “Hombre de la montaña”, y su notable ejemplo de perseverancia se convirtió incluso en una película.

Para quienes apoyan la Obra de Dios, hay mucho que aprender del ejemplo de Manjhi. Cada día, enfrentamos la elección de si vamos a eliminar nuestros obstáculos o los dejaremos tal como están. Si perseveramos en nuestro llamamiento, hasta el más pequeño de los logros diarios se sumará a un logro alucinante a largo plazo. El deseo de Manjhi de servir a la gente le dio una visión, un enfoque y una persistencia enormes, que con el tiempo inspiraron a otros a respaldar su esfuerzo de mover montañas. Hemos sido llamados a hacer lo mismo a nivel espiritual. Con la ayuda de Dios, nosotros también moveremos montañas algún día, no sólo para una aldea sino para toda la humanidad.