Cuando el apóstol Pablo no pudo visitar a los hermanos de Filipos, les envió a uno de sus dedicados y serviciales ayudantes. “Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades”, escribió Pablo a la congregación (Filipenses 2:25).
Epafrodito sirvió diligentemente, ¡tanto que su salud se resintió gravemente! “Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza”, escribió Pablo. “Porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí” (versículos 27, 30). “Epafrodito estuvo a punto de morir sirviendo a la Iglesia de Dios porque otros no hicieron su parte”, escribió el pastor general Gerald Flurry. “Estas Escrituras subrayan la importancia de que cada uno sirva en lo que pueda” (Philadelphia News [Noticias de Filadelfia], noviembre-diciembre de 1992).
Servir a los hermanos no es una responsabilidad que recaiga únicamente en quienes ocupan cargos ordenados dentro de la Iglesia. Dios no limita las oportunidades de servicio a unos pocos individuos. De hecho, Él desea profundamente un mayor servicio por parte de todos los miembros de la Iglesia. El propósito de Dios es que todos sirvan.
Cada miembro de la Iglesia debe estar desarrollando el corazón para servir. Lamentablemente, tal corazón es raro.
Pablo escribió sobre otro de sus servidores de confianza, Timoteo: “Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado;
pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros.Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (versículos 19-21). El versículo 20 de la versión English Standard dice: “Porque no tengo a nadie como él, que se preocupe de genuinamente por vuestro bienestar” [traducción nuestra al español].
Esto nos dice mucho sobre lo que significa tener un corazón para servir. Los que tienen un corazón así están “preocupados genuinamente” y “se preocupan naturalmente”. ¡Pablo dijo que sólo conocía a un individuo así!Dios quiere que todos desarrollemos un corazón para servir.
¿Cómo puede usted desarrollar un corazón así? He aquí un primer paso: Haga lo que le digan.
Esto es algo más que realizar tareas por obligación. Escuche las oportunidades y las directrices. Un ministro o diácono puede pedirnos una mano, buscar voluntarios o darnos indicaciones sobre cómo podemos servir a la congregación. Además, recibimos muchos mensajes con consejos de servicio. Después de escuchar estas directivas, tenemos que actuar. “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:18).
Seguir unas sencillas instrucciones puede abrirle la mente para ver una necesidad que antes no reconocía. Tal vez observe entonces que alguien necesita prepararse para los servicios, que una persona mayor necesita que la lleven a los servicios o que una actividad requiere ayudantes.
Cuando hagamos lo que se nos dice, reconoceremos mejor las necesidades y la interdependencia del cuerpo de la Iglesia.
Este es un segundo paso en desarrollar un corazón así: ver la necesidad.
Por supuesto, eso por sí solo no le da un corazón para servir. Puede que a menudo veamos la necesidad pero nos falte el corazón para darle seguimiento y suplirla.
Luego puede ver que ayudar con tareas físicas puede llegar a algo más. Al brindar transporte a una persona mayor, puede darse cuenta de que cada uno de nosotros tiene un profundo deseo de compañía. La persona a la que ayude a menudo se transforma en su mente de ser una “persona que necesita” a ser uno de sus amigos más íntimos. Pronto se preguntará: ¿realmente era necesario que alguien me dijera que ayude a este amigo?
El tercer paso, entonces: preocúpese genuinamente.
Pablo estaba rodeado de ayudantes convertidos. Muchos hacían lo que Pablo les ordenaba, muchos veían ellos mismos la necesidad, pero pocos se preocupaban genuinamente. Pocos tenían corazón para servir. ¿Por qué?
Un obstáculo importante en el desarrollo de un corazón para servir es el egoísmo. Afrontémoslo: ¡Todos somos egoístas! Sin embargo, hay una forma de superar esta falta. “No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:4-5). Servir consiste en ver las necesidades de los demás por encima de las propias. ¡Pablo señala que se necesita la mente de Cristo para hacer eso!
Alguien con corazón para servir dirigirá su propia vida, tiempo, talentos y energía para ayudar a los demás. Todo el mundo puede servir de esta manera.
En 1 Corintios 12, Pablo comparó la Iglesia de Dios con un cuerpo con muchos miembros. Cada miembro tiene un papel importante. Necesitamos ayudarnos unos a otros y necesitamos la ayuda de losdemás. Aprecie el servicio de los demás. Anime a los que dan de sí mismos. Esa gratitud fortalece a todo el Cuerpo.
El cuarto paso: orar con todo el corazón.
No todo el servicio se ve, pero gran parte de él sí. Lo que no se ve abiertamente son nuestras oraciones. La calidad de nuestra oración de intercesión es una prueba de fuego de nuestro corazón para servir. En algunos casos, interceder unos por otros en la oración puede ser la única ayuda que podamos ofrecer; aunque en muchos casos, orar por las necesidades de unos y otros nos impulsará a actuar y atender esas necesidades.
Considere algunos pasos prácticos para llevar su servicio al siguiente nivel:
Ore para conocer a los que necesitan ayuda. Dios le abrirá puertas si Le pide genuinamente.
Compañerismo. En conversación con los hermanos, diáconos y ministros, aprendemos sobre las necesidades de los demás y cómo satisfacerlas.
Construya relaciones. Fomente la camaradería con los que sirven a su lado y con los que usted tiene el privilegio de servir, ya sea bajo su diácono o ministro local o sirviendo a un anciano.
Establezca una comunicación regular. Una llamada telefónica, una tarjeta, una conversación en los servicios transforma la relación fugaz en una amistad duradera. Una oportunidad de servicio puede desencadenar la base de esa amistad.
Comparta usted mismo. Puede compartir una comida o dar un regalo, pero sobre todo debe compartir su tiempo, sus experiencias de vida y sus sueños. A las personas mayores les gusta especialmente escuchar lo que ocurre en la vida de los demás y dar sus consejos.
Las amas de casa se unen. Los esposos pueden animar a sus esposas y darles más oportunidades de servir desde el hogar. Las amas de casa pueden preparar comidas para otros, hacer llamadas y coordinarse juntas para ayudar a más hermanos.
Preocupación. Aquellos a los que usted sirve conocen la diferencia entre una preocupación genuina y una oferta casual de ayuda.
La religión pura consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción (Santiago 1:27). Pero más que el acto de hacerlo, es la actitud desinteresada que hay detrás lo que Dios realmente alaba. Dios nos ha dado oportunidades de servicio, no para suplir una necesidad, sino para desarrollar el carácter mismo de Él: ¡un corazón para servir!