Icabod: Nuestra mayor advertencia hoy
Asegúrese de estar con Dios, ¡y Él estará con usted!

La primera capital de Israel en la Tierra Prometida fue Silo. El tabernáculo estuvo situado allí durante más de tres siglos. La Biblia utiliza esta gran ciudad para ilustrar ejemplos asombrosos que debemos recordar. Estos ejemplos nos ayudan a comprender las profecías de los profetas antiguos.

Josué, un líder fuerte y valiente, lideró a los israelitas hasta Silo. Mientras él vivió, ellos fueron poderosos en Silo; en toda la nación había estabilidad y paz. Pero después de la muerte de Josué, todo empezó a desmoronarse.

Otra personalidad muy presente en la historia de Silo es Samuel. Creció allí y se convirtió en un gran profeta de Dios. Fue el último juez de Israel. El período de los jueces fue una época terrible para Israel.

Silo era el centro de todo: la política y la religión de Israel. 1 Samuel 1:3 relata que los padres de Samuel viajaban anualmente a Silo para adorar y ofrecer sacrificios. En esa época, los sacerdotes en Silo eran Elí, el sumo sacerdote, y sus dos hijos, Ofni y Finees, que eran corruptos. Robaban comida a los israelitas cuando llegaban a la capital y cometían otros pecados atroces. Había que corregir eso, y Dios levantó a Samuel con ese propósito.

Hay una persona en la historia de Silo que nos enseña una lección crucial y nos da una tremenda advertencia para hoy. Su nombre es Icabod.

Icabod nos muestra algo crucial sobre los problemas a los que se enfrenta este mundo en este tiempo del fin, ¡justo antes de la Segunda Venida de Jesucristo! Icabod nos da, de hecho, nuestra mayor advertencia para hoy. Se profetizan acontecimientos terribles, ¡y Silo es un tipo de lo que se avecina en nuestros días! Pero es importante recordar que al final de todo esto, Jesucristo vendrá a la Tierra y nos traerá paz, alegría y felicidad para siempre.

La mayor advertencia

La batalla de Eben-ezer tuvo lugar al principio de la vida de Samuel. Los israelitas llevaron consigo el arca a la batalla, creyendo que así Dios les ayudaría a ganar. Pero el arca era sólo un símbolo de Dios. Los israelitas habían pecado mucho, por lo que carecían de la protección de Dios.

Los resultados de esta batalla fueron desastrosos. “Pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie. Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los hijos de Elí, Ofni y Finees” (1 Samuel 4:10-11). Cuando el sumo sacerdote se enteró de la noticia, quedó tan conmocionado que se cayó de su asiento, y se rompió el cuello (versículos 15-18).

Los israelitas pensaron que estaban seguros, porque tenían el arca y el tabernáculo, y estaban en la capital de Israel, la gran ciudad de Silo. Pero no tenían a Dios. A causa de sus pecados, Dios ya no estaba con ellos.

¿De qué sirve un templo de Dios, o la Iglesia de Dios, si no se tiene la presencia de Dios? ¿ Saldremos a pelear una batalla en nombre de Dios si no estamos cerca de Él y obedeciéndolo? Si hace eso, ¡perderá sus batallas!

Sin embargo, si usted está con Dios, si está en Su presencia, ¡tendrá muchos milagros en su vida!

La mujer de Finees estaba muy avanzada en su embarazo. Cuando se enteró de que se habían llevado el arca y que su esposo y su suegro habían muerto, entró en trabajo de parto y murió mientras daba a luz (versículos 19-20).

“Y llamó [la partera] al niño Icabod, diciendo: ¡Traspasada es la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios, y por la muerte de su suegro y de su marido” (versículo 21). ¡Habían perdido la gloria de Dios! Eso es lo peor que puede ocurrir.

¿Qué es Silo sin Dios? Los israelitas estaban luchando en nombre de Dios, pero Dios no estaba con ellos porque ellos no estaban con Él. Si usted está con Dios y Dios está con usted, pero luego pierde eso, entonces ha perdido todo espiritualmente.

Esta historia es para que aprendamos de ella en este tiempo del fin. Creo que es uno de los ejemplos más instructivos de la Biblia.

Lección para hoy

“Lo oyó Dios y se enojó, y en gran manera aborreció a Israel. Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres” (Salmo 78:59-60). Dios simplemente abandonó el lugar donde ellos adoraban. Él es perfecto en justicia, y este pueblo se estaba apartando de Él. Lo abandonaron, así que Él los abandonó a ellos.

“Y entregó a cautiverio su poderío, y su gloria en mano del enemigo” (versículo 61). ¡Eso es lo que le ocurrió a Silo! Lea los versículos 62-64: Dios permitió que Su pueblo fuera conquistado; sus jóvenes fueron quemados; sus sacerdotes fueron asesinados. Dios estaba verdaderamente enojado por sus pecados, ¡y los castigó severamente! Él realmente quiere que aprendamos una lección de lo que sucedió en Silo.

Después de su destrucción, Silo se convirtió en una advertencia. Siglos después, Dios dijo a través del profeta Jeremías: “Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel” (Jeremías 7:12). Jeremías le estaba hablando a Jerusalén y diciéndoles, ¡esa historia es en realidad profecía para ustedes!

“Yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra. (…) Esta casa será como Silo, y esta ciudad será asolada hasta no quedar morador…” (Jeremías 26:6, 9). Esa profecía se cumplió: Jerusalén fue arrasada, y Dios permitió que sucediera.

Jeremías entregó este mensaje a Judá, pero dirigió su libro a Israel a pesar de que Israel ya había sido llevado cautivo más de cien años antes y él personalmente sólo le habló a Judá. Así que su libro es para tres naciones de Israel en este tiempo del fin. (Esto se explica en nuestro libro gratuito Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía).

Jeremías se dirigió directamente a la gente, que estaba yendo a sus servicios en el templo, ¡y les habló de Silo! La destrucción allí fue tan extrema que Jeremías les estaba hablando a los judíos sobre ello ¡500 años después! ¿Y cómo respondió el pueblo? ¡Querían matarlo por decirles la verdad!

Todo esto prefigura a Israel en este tiempo del fin. Todos estos libros son proféticos, no sólo Jeremías, sino también los profetas anteriores como Samuel. ¡Son principalmente para este tiempo final!

Hasta que venga Siloh

La Biblia tiene mucha profecía: ¡Un tercio de las Escrituras es profecía! Y la profecía cumplida es la prueba más grande de que Dios existe.

Génesis 49 también es una profecía para nosotros hoy: “Y llamó Jacob a sus hijos, y dijo: Juntaos, y os declararé lo que os ha de acontecer en los días venideros” (versículo 1). Aquí, en el primer libro de la Biblia, hay un mensaje para los días venideros.

“No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (versículo 10). Este es un versículo asombroso: en realidad está hablando de la venida del Mesías, ¡y utiliza el término Siloh! La Gran Tribulación que viene sobre las personas si no se arrepienten en este tiempo final apunta directamente al regreso de Jesucristo Mismo. Y Dios lo llama Siloh.

Esto es muy importante, y ¡se enfoca precisamente en nosotros hoy! Debemos entender esto. El Mesías vendrá inmediatamente después de esta aterradora destrucción. Están unidos. La Segunda Venida de Cristo viene justo después de la Gran Tribulación y el Día del Señor.

Ve a mi lugar que estaba en Silo, donde puse mi nombre al principio, y mira lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel,
dice Dios.

Recuerden a Ichabod: ¡El propio pueblo de Dios perdió la gloria de Dios! ¡Este hombre nos lo ilustra para siempre! Es especialmente importante en nuestros días, cuando tantas personas van a morir si no hacen caso del mensaje de Dios. Dios nos advierte de esto una y otra vez.

¡Icabod es nuestra mayor advertencia hoy! Es el ejemplo singular más magnífico de esto que yo veo en la Biblia. Sobresale y se le quedará grabado en su memoria, y puede enseñarnos una gran lección.

El mensaje de Jeremías para los judíos de su tiempo prefiguró el mensaje que sale hoy de la Obra de Dios. “Y habló Jeremías a todos los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: [El Eterno] me envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, todas las palabras que habéis oído” (Jeremías 26:12). ¡Dios lo envió para entregar este mensaje! Él habría castigado a Jeremías si no lo hubiera cumplido. Ese mensaje tenía que llegar a Jerusalén en aquel momento.

Hoy, esa advertencia tiene que llegar a Israel, a tres naciones en particular. ¡Tenemos un trabajo crucial que hacer! Y sin embargo, el 95% del propio pueblo de Dios se ha alejado de Él. Están en el patio exterior, ¡no en el patio interior donde mora Dios! (Apocalipsis 11:1-2). Se han alejado de Dios, ¡y Él ya no está en la presencia de ellos! ¡Han perdido a Dios! Hoy nos ocurre lo mismo que le ocurrió a Silo hace tantos años.

En Apocalipsis 10:11, Dios le dice al remanente fiel que todavía está haciendo Su Obra: Es necesario que profetices otra vez. Esa es nuestra responsabilidad en este tiempo del fin.

Tenemos que aprender la lección de Silo. Nunca terminaremos la Obra de Dios —de hecho, nunca tendremos paz y seguridad— hasta que sepamos lo que sucedió en Silo y lo que nos enseña a nosotros. ¡Debemos permanecer cerca de Dios y permitirle que permanezca siempre en nuestra presencia, para que podamos conservar Su protección, Su misericordia, alegría, felicidad y unidad, y disfrutar de Sus bendiciones y milagros!