Cómo escuchar un sermón
Dios está hablando. Debemos escuchar y prestar atención.

Herbert W. Armstrong llamó a la verdad de Dios “conocimiento peligroso”. Por ejemplo, en una carta de abril de 1955 a los colaboradores escribió: “Déjenme decirles (…) este conocimiento que Dios ha estado poniendo en sus oídos a través de mi voz, y en sus mentes a través de La Pura Verdad, y la Biblia, ¡es un conocimiento peligroso!”. ¿Por qué peligroso? Porque, escribió, “¡es conocimiento del que Dios les hará responsables!” (énfasis añadido en todo el texto). Lo que lo hace peligroso es esto: cuando Dios abre nuestras mentes para entender y nos enseña algo, Él espera que lo hagamos.

Para los verdaderos cristianos que asisten a los servicios semana tras semana, es fácil olvidar que cada vez que asistimos a los servicios, recibimos conocimiento peligroso. Los ministros dedican muchas horas de trabajo para cumplir con su responsabilidad de transmitir mensajes y proveer puntos que vale la pena considerar y poner en práctica. En ese momento, la responsabilidad pasa del orador a todos nosotros.

Nos convertimos en administradores de esa verdad. Y Dios presta atención a cómo la cuidamos, cómo la recordamos y la ponemos en práctica. Dios espera que pongamos en práctica lo que nos da.

Un ejemplo práctico

El verano pasado, el pastor general Gerald Flurry dio un sermón durante nuestro campamento anual para jóvenes sobre “ganar victorias espirituales”. Posteriormente lo usamos como tema en la escuela primaria y secundaria de la Iglesia, Imperial Academy [Academia Imperial]. En la orientación escolar, nuestro director enfatizó una de las afirmaciones del Sr. Flurry como nuestro lema de este año: “Danos victorias”. Impartí dos foros a los estudiantes de Imperial repasando puntos de ese sermón.

Mientras preparaba uno de esos foros, pensé en preguntar: ¿Alguien quiere compartir alguna victoria que haya conseguido hasta ahora? Pero dudé, sin estar seguro de si estos estudiantes de secundaria y preparatoria saben realmente lo que son las victorias espirituales. El concepto puede ser abstracto. Esto me obligó a pensar de manera más práctica.

Una victoria es ganar una batalla. En el capítulo “La ciencia de la guerra espiritual” de Como ser un vencedor, el Sr. Flurry escribe: “¿Cuán claro es el cuadro mental de su enemigo, y el de sus problemas? (…) Si no lo vemos claramente ¡no podremos combatirlo! Todos luchamos contra Satanás, lasociedad y contra nosotros mismos —y todo eso se reduce a vencer nuestra propia naturaleza humana”. Esa es nuestra batalla espiritual y donde necesitamos la victoria.

Les planteé un reto a los estudiantes de Imperial: escribir una batalla específica que tengan en cada una de esas áreas —Satanás, la sociedad y uno mismo— y luego determinar cómo sería una victoria.

Satanás transmite a través de actitudes. Una victoria contra Satanás, entonces, podría consistir en aceptar la corrección de su maestro o padre con una actitud positiva, y luego ponerla en acción. Podría ser cerrar la puerta a una tentación concreta. Mencioné a los estudiantes cómo, en una conversación privada, el Sr. Flurry me dijo recientemente: “Creo que la principal forma en que Satanás nos ataca es tratando de hacernos perder el tiempo”. ¡Eso es algo que vale la pena meditar! Sí, podemos ser débiles y distraernos, ¡pero muchas pérdidas de tiempo son un ataque satánico directo! ¿Cuánto puede el diablo obstaculizar la Obra de Dios con sólo hacernos perder el tiempo? ¡Esta es una batalla con Satanás en la que debemos obtener la victoria!

La sociedad está llena de influencias impuras. Una victoria sobre la sociedad podría ser eliminar la mundanalidad limpiando su lista de reproducción o decidiendo no ver cierta película. Una victoria podría ser detener una conversación que se convierte en chisme. Podría ser romper una amistad con una persona mundana que es una mala influencia.

En la batalla contra uno mismo, puede que tenga que luchar contra la pereza o la falta de motivación en una clase que le es difícil. La victoria podría significar esforzarse y aprobar un examen difícil. Los niños necesitan abrirse más a sus padres. La victoria ahí podría ser iniciar una conversación sobre un problema y pedir consejo. Todas ellas son victorias especificas en la batalla contra nuestra naturaleza humana.

Cuanto más pensaba en esto, más me daba cuenta de que necesito hacer este ejercicio. Necesito definir más claramente las batallas en mi vida para obtener más victorias.

Medité sobre el cuarto punto del sermón del Sr. Flurry: La victoria parcial no es suficiente. ¿Con qué frecuencia confundimos el progreso con la victoria? El Sr. Flurry describió cómo el general George Meade expulsó al general Robert E. Lee de Gettysburg, Pensilvania, pero no logró aplastar a su ejército. ¡Lee incluso tuvo tiempo de construir un puente para huir cruzando Potomac! Meade sintió que era una victoria, pero el presidente Abraham Lincoln estaba afligido. Cuando Meade comunicó al presidente que había expulsado “al invasor de nuestro suelo”, Lincoln respondió: “¿Expulsar al invasor de nuestro suelo? ¿Eso es todo?”. Efectivamente, al no conseguir la victoria completa en Gettysburg, ¡la Guerra Civil se prolongó dos años más!

¿Qué tan fácil es para nosotros cometer este error espiritualmente?

Todo esto me llevó a una oración y meditación productiva acerca de adoptar un enfoque más ofensivo ante ciertos problemas y desafíos y buscar la victoria completa.

Mi punto con este ejemplo es que tuve que repasar, reflexionar y orar mucho para llegar a la fase en la que realmente estaba tomando acción sobre un sermón que escuché casi dos meses antes. Esto me dejó más claro que poner realmente en práctica la instrucción espiritual, convertirla en un cambio permanente en nuestra propia vida, es extremadamente difícil.

Oír y no olvidar

Olvidar es fácil. Olvidar es algo natural. De hecho, a menos que realmente luchemos por la victoria en recordar, nos olvidamos.

En esta última era de la verdadera Iglesia de Dios, Dios ha restaurado “todas las cosas” (Mateo 17:10-11). Tenemos acceso a tanto conocimiento que es fácil darlo por sentado. Pero no basta alcanzar el conocimiento. Debemos detenernos y pensar, procesarlo, digerirlo y convertirlo en acción.

Lea Proverbios 2:1-6, sobre buscar sabiduría divina y entendimiento: clame, búsquela como la plata, escudríñela como a tesoro escondido. ¡Esto exige un verdadero esfuerzo! Y Proverbios 3:13 y 18 nos dice que cuando obtengamos ese precioso conocimiento, nos aferremos a él, que lo retengamos. “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos” (versículo 1). La Biblia tiene muchas advertencias similares contra el olvido. Su corazón —su ser más íntimo— debe atesorar los mandamientos de Dios. Átelas a su cuello, escríbalas en su corazón (versículo 3). “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides…” (Proverbios 4:5).

¿Qué tanto estamos haciendo esto con la instrucción que recibimos en los servicios cada semana? “Dado que este verdadero conocimiento salvador ha entrado en su corazón, le condenará si lo descuida”, escribió el Sr. Armstrong (op. cit.).

“Oirá el sabio, y aumentará el saber…” (Proverbios 1:5). Esta palabra oír significa escuchar con atención e interés, con comprensión, acatando, ¡obedeciendo! Se podría decir lo mismo de un sermón: si somos verdaderamente sabios, oiremos de verdad y aumentaremos el saber.

Escuchar realmente a Dios es una habilidad que requiere humildad y práctica. Esto es sin duda una responsabilidad que tenemos mientras escuchamos un sermón u otro mensaje. Pero nuestra responsabilidad se extiende más allá de sólo escuchar. ¿Qué hacemos con esa instrucción? Eso es lo que realmente determina si escuchamos verdaderamente lo que Dios está diciendo.

Este verano pasado, terminé un diario y empecé otro. Había dejado algunas páginas en blanco al principio para resumir lo que había aprendido durante los últimos 16 meses de anotaciones. Al volver atrás y leer las notas de sermones, meditaciones y reflexiones, ¡leí muchas lecciones valiosas que había olvidado! Fue un ejercicio muy correctivo. Dios trabaja duro para enseñarnos, ¡pero lo olvidamos! Tenemos que repasar.

Una de las cosas en ese diario eran mis meditaciones sobre cada versículo del Salmo 119. Nuestro pastor general sugirió hacer esto en la Fiesta de 2023, y me pareció uno de los ejercicios más maravillosos que haya hecho alguna vez.

Como escribe el Sr. Flurry en The Psalms of David and the Psalter of Tara [Los salmos de David y el salterio de Tara], el salmo 119 fue escrito por el profeta Jeremías, un hombre que había sido corregido por Dios por su falta de fe y que estaba decidido a aferrarse a lo que Dios le enseñó. Siete veces en este salmo (versículos 16, 83, 93, 109, 141, 153 y 176) él promete no olvidar. Ese último versículo es lo que el Sr. Flurry dijo que era la clave para entender este “salmo de arrepentimiento”: “Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo, porque no me he olvidado de tus mandamientos”.

Dios está sembrando semillas

En la Iglesia de Dios y en el colegio de Dios, tenemos entrenamiento sobre cómo dar discursos, sermoncillos y sermones, pero ninguna clase se enfoca en como escuchar un sermón. Pero esa es la habilidad más importante para todos nosotros. ¿Qué tan bueno es usted escuchando un sermón? ¿Qué ocurre cuando la responsabilidad del sermón pasa del ministro a usted?

Debemos dar un alto valor a la instrucción que Dios nos da. El Sr. Flurry ha dicho que debemos ser como Samuel y no dejar que ninguna de las palabras de Dios caiga a tierra (1 Samuel 3:19). Un sermón típico tiene unas 10.000 palabras; un sermoncillo, tiene alrededor de unas 2.000. No dejar que una sola palabra caiga al suelo es imposible, pero ¿qué tan duro está trabajando en ello?

“Hágase usted mismo esta pequeña prueba. Sin buscar ninguna nota, escriba los temas de los últimos seis sermones que haya escuchado. Muy pocos podrían hacerlo con éxito sin titubear, gemir, devanarse los sesos; ¡y emitir sonidos de angustia! ¡Esto señala una debilidad en las facultades humanas! ¡Hay un problema con el oído y la escucha!”. (Las Buenas Noticias, febrero de 1968). ¿Puede recordar los temas de esos sermones? ¿Los puntos principales? ¿Las Escrituras?

La pregunta más importante es: ¿Cómo ha cambiado usted gracias a esa instrucción?

Como dijo Jesucristo en Mateo 13, Dios es como un sembrador que planta semillas. Quiere que den fruto en nuestras vidas. Pero hay obstáculos, y podemos aplicar esto en principio a cómo escuchamos un sermón. En primer lugar, Satanás arrebata esas semillas para impedir incluso que echen raíces (versículos 4, 19). Esto se aplica a nosotros si no estamos verdaderamente atentos al mensaje. Después están los que escuchan el mensaje, están de acuerdo e incluso se entusiasman, pero debido al suelo pedregoso y a la poca profundidad espiritual, la planta se marchita rápidamente (versículos 5-6, 20-21). Si no permitimos que la Palabra de Dios eche raíces en nuestra vida y nos cambie, no creceremos. A continuación, están los que permiten que los afanes de esta vida llenen su mente en lugar de las cosas de Dios (versículos 7, 22). Esto es acerca de lo que pensamos a lo largo de la semana; los mensajes del Sábado se ahogan fácilmente.

Queremos que esas semillas produzcan frutos abundantes: ¡cuál a treinta, a sesenta, a ciento por uno! (versículo 8). ¡Por eso Dios las está sembrando en nuestras vidas!

Jesús dijo a menudo a las masas que necesitaban oídos para oír (versículo 9). Él tiene el mismo mensaje para las siete eras de la Iglesia de Dios (Apocalipsis 2-3): ¡Oigan lo que el Espíritu dice! Debemos escuchar atentamente o lo perderemos.

Jesús hablaba a menudo en parábolas, y Sus discípulos le preguntaron por qué (Mateo 13:10). “Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado” (versículo 11). Si usted es discípulo de Cristo hoy, asistiendo a los servicios en la única Iglesia verdadera de Dios, ¡ese mismo don se le ha dado a usted! ¡Qué don tan valioso!

Cada día recibimos las palabras de vida, ¡sabiduría que conduce a la gloria! Uno de los mayores peligros que debemos evitar es la complacencia, tratar este tesoro espiritual como algo común o mundano. Cristo advirtió que el corazón de la mayoría “se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente” (versículos 14-15). Esto puede ocurrirnos a nosotros. De hecho, ¡realmente debemos tener cuidado en esta era laodicena, cuando tantos verdaderos cristianos de la propia Iglesia de Dios han fracasado! Realmente somos bendecidos por entender lo que entendemos y nunca debemos darlo por sentado (versículos 16-17).

Veamos qué hacer antes, durante y después de un sermón; para realmente escuchar ese mensaje.

Antes del sermón

Santiago 1 desarrolla la idea de que la Palabra de Dios es como la semilla y nuestras mentes como la tierra. “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (versículo 21). Debemos deshacernos de lo que ahogue o contamine esa preciosa palabra. Para estar listos para escuchar, necesitamos eliminar el pecado de nuestras vidas y tener un espíritu de sometimiento, arrepentimiento, de disposición a ser educado, y de obediencia a Dios.

La manera en que escuchamos determina la manera en que vivimos, pero lo inverso también es cierto: la manera en que vivimos determina la manera en que escuchamos. Si alberga pecado, sus oídos estarán tapados. Dios no obrará el milagro del entendimiento en su vida.

Venga al sermón con una mente preparada. Con relación a ese versículo, el Sr. Flurry escribe: “La única forma en que Dios puede implantar Su Palabra en nuestras vidas es si la recibimos ‘con mansedumbre’, es decir, si tenemos tierra suave y fértil, o sea, una mente dócil como de niño” (La epístola de Santiago).

Ore por la actitud correcta. Ore para escuchar la corrección que necesita. Pídale a Dios que le examine, que le muestre dónde puede mejorar (Salmo 139:23-24).

“Tenga una actitud mansa para que Dios pueda implantar Su Palabra en usted”, continúa el Sr. Flurry. “¡Dios implanta Su Palabra en nosotros con el propósito del crecimiento! En la medida en que la alimentamos, se forman raíces profundas y crece aún más rápido. Esto es lo que Dios quiere. Él quiere crecimiento, cambio, ¡conversión! Él quiere que seamos diferentes hoy de lo que fuimos ayer”.

Otras cosas prácticas que puede hacer para ponerse en la mejor posición para recibir un mensaje: Duerma bien la noche anterior. Ore para tener una mente clara y concentrada. Ore sobre el sermón y otros mensajes: para que capte todo lo que pueda, para que anote lo que necesite, para que reconozca cuando Dios le está hablando a usted. Conecte realmente con Dios el Sábado por la mañana en oración y estudio. Construya una orientación espiritual de la mente para que esté receptivo a la instrucción. Si tiene hijos pequeños, asegúrese de que está progresando en su entrenamiento de manta para que permanezcan tranquilos durante los servicios y usted pueda concentrarse. Llegue a los servicios con suficiente anticipación para poder concentrarse. Puede resultarle útil sentarse más cerca del frente.

Durante el sermón

Preparar un sermón requiere horas de estudio y oración conforme el ministro intenta entregarse a Dios para captar Sus pensamientos sobre un tema. Cuando el ministro viene y habla, todo aquel esfuerzo se convierte en palabras habladas, y usted sólo tiene una oportunidad de recibir cada una de ellas. Las oye y luego se han ido. Existe ese único instante en el que esas palabras pueden tener un impacto.

Por fenomenal que sea un sermón, el único que determina el impacto que tiene en usted; es usted. Que esa verdad viva o muera depende de lo que ocurra entre sus oídos.

El requisito básico durante el tiempo del sermón es concentrarse completamente en el mensaje. Debe estar espiritualmente atento y no somnoliento ni distraído.

Hechos 17:10-11 describe a una congregación como “más noble” porque “recibieron la palabra con toda solicitud”. Ellos “escudriñaban cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”, pero eso comenzaba con recibir “con toda solicitud”.

En nuestra era digitalizada, algunos estudios dicen que la persona promedio pierde la concentración después de 8 segundos. ¿Y nosotros? La respuesta tiene mucho que ver con lo que pensamos durante toda la semana, y lo disciplinados que sean nuestros pensamientos el resto del tiempo.

Durante el sermón, prepárese para librar una guerra de atención. No deje que sus pensamientos se distraigan pensando si ha dejado la plancha encendida o si dejó fuera al perro. No se distraiga ni siquiera por el orador, por su corbata torcida o su error gramatical.

En Ezequiel 34, Dios está molesto con los ministros laodicenos por no alimentar a Su pueblo. Entonces Él dice: Yo los apacentaré (versículos 14-15). Dios promete enviar pastores que apacentaran a Su rebaño. ¡Eso significa que Dios nos está dando la instrucción que necesitamos! Esta instrucción construirá nuestras relaciones con Él y entre nosotros, edificará la Iglesia, construirá nuestras familias y fortalecerá la Obra de Dios. Realmente necesitamos apreciarlo, valorarlo y aplicarlo. Dios nos da buenos pastos, con aguas claras (versículo 18). No debemos pisotearlo ni ensuciarlo. ¡Aprovechemos al máximo y démonos un festín!

Escuche a Dios en ese mensaje. ¡Escuche lo que el Espíritu está diciendo! Este es un punto crucial. Usted escucha de forma diferente según quién esté hablando. En los servicios, suponiendo que ese ministro que está intentando entregarse a Dios consigue hacerlo, ¡el que habla es Dios! Dios le está alimentando, así que responda en consecuencia. Dele toda su atención al sermón.

Imagine que alguien pudiera escuchar sus pensamientos durante el sermón. ¿Estaría claro que usted cree que Dios le está hablando?

El primer capítulo de hebreos describe cuan maravilloso es Cristo y cuánta gloria y honor le ha dado Dios. Luego comienza el capítulo 2: “Por tanto, [dado que nuestro Esposo es quien es] es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos”. Atender significa prestar atención a, aplicarse a, adherirse a, tener consideración por. Diligencia significa mucho más, más excesivamente, más superabundantemente. Ese es el enfoque que necesitamos hacia la verdad de Dios, los sermones que oímos, las publicaciones y los programas de televisión.

Ponga todo su empeño en prestar toda su atención al sermón. No se trata sólo de los pensamientos de un hombre, sino de la Palabra de Dios. Dios conoce nuestra naturaleza humana y lo fácil que es dejar escapar esas cosas. Como lo muestra el versículo 3, existe el peligro de descuidar esta gran salvación. Debemos tener cuidado con esto al escuchar este conocimiento peligroso.

Escuche activamente. No aborde el sermón como un espectador, sino como un participante. Siga la lectura en su Biblia. Intente sacar el máximo provecho de cada Escritura: esa es la base del mensaje. Asegúrese de que lo que esté escuchando armonice con la Biblia.

Piense al respecto. Piense en las implicaciones de lo que está oyendo. ¿Qué significa para usted? No se trata sólo de hechos o información interesante. ¿Cómo cambiará esto su vida? ¿Qué necesita hacer diferente? ¿Qué debe creer más profundamente para crecer en fe? “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).

La Palabra de Dios nos muestra cosas sobre nosotros mismos que de otra manera no podríamos saber (Hebreos 4:12). Aplique el mensaje a su propia vida. ¿Qué le está diciendo Dios? No se enfoque en todas las demás personas a las que aplique. No suponga que usted no tiene problemas con ese pecado o que no necesita mejorar en esa área. Examínese a sí mismo, luego vea cómo podría ayudar a otros con lo que ha aprendido.

Tome notas. No intente transcribir el mensaje palabra por palabra. Cada persona es diferente, pero encuentre lo que funciona para usted. Una cosa que me gusta hacer es escribir “yo” y “me”. Por ejemplo, si un ministro dice: “Debemos arrepentirnos de lo que somos”, yo escribo: “Yo me debo arrepentir de lo que soy”.

Ponga una estrella junto a las afirmaciones que necesite aplicar personalmente. Anote los pasos de acción a medida que se le ocurran y ponga al lado una casilla para indicar que hay algo que tiene que hacer.

Después del sermón

Si la Palabra de Dios es la semilla y nosotros somos la tierra, el trabajo no termina después de plantar una semilla. Hay que regarla y quitarle las malas hierbas. Escuchar ese mensaje conlleva una responsabilidad.

Esto comienza inmediatamente después del mensaje, con el compañerismo. Lo primero que podemos hacer después de los servicios es hablar sobre el mensaje. Incluso el simple hecho de repasar los puntos escuchados puede ser útil y dar lugar a más conversación. ¿Qué le llamo la atención? ¿Puede compartir algún punto de acción? ¿Puede compartir alguna corrección que haya tomado personalmente? Esto puede ser difícil. Es posible que tengamos dificultades para recordar o compartir puntos del sermón o para hacerlo sin dar la impresión de ser autojustos. Pero estas son barreras que vale la pena superar. Luche contra la autoconciencia.

¿Entonces qué?

En The Psalms of David and the Psalter of Tara, el Sr. Flurry señala que algunos salmos llevan la etiqueta “Mictam”, cuya raíz significa “tallar o inscribir indeleblemente, grabar en la mente”, escribe. “Indeleble significa que no se puede borrar. Eso es lo que queremos con la verdad de Dios. Al escuchar un sermón, por ejemplo, se toma notas. Pero eso no es suficiente. ¿Qué hace usted con esas notas? ¿Las está grabando en su mente? ¿Están cambiando sus pensamientos y acciones?”.

Eso comienza por repasar esas notas. Al comer, el alimento entra su organismo, pero para que sea útil, su cuerpo debe digerirlo. Físicamente, la digestión se produce automáticamente; espiritualmente, no es así. Requiere trabajo.

“Nuestro cuerpo tiene que utilizar el alimento que comemos antes de poder tomar más. La carne física nos da la fuerza que necesitamos para vivir día a día, y a medida que gastamos la energía que nos proporciona, tomamos más. Si sólo comiéramos, y no trabajáramos ni hiciéramos ejercicio, nos volveríamos obesos y perezosos. Lo mismo ocurre con la carne espiritual. Si nos limitamos a estudiar la Biblia (…) pero nunca la aplicamos a nuestras vidas, nos volvemos obesos y perezosos espiritualmente” (“What Are You Doing About What You Know?”[¿Qué está haciendo con lo que sabe?]. Las Buenas Noticias, diciembre de 1974).

Tendemos a recordar cosas sin importancia, incluso algunas cosas que preferiríamos olvidar, y a olvidar cosas que realmente importan. Dios sabe esto. Por eso Él nos da el Sábado semanal y los días santos anuales. Por eso la Biblia está llena de amonestaciones para repasar y recordar lo que es importante.

¿Qué ocurre si escuchamos un sermón y no hacemos nada al respecto? Santiago 1:22 advierte que nos engañamos a nosotros mismos. Creemos erróneamente que con oír y estar de acuerdo es suficiente. ¡Qué peligro! (vea también los versículos 23-24). Llevamos casi 40 años en la era de laodicena de la Iglesia de Dios, cuando miles de Su pueblo se han apartado y muchos perderán sus vidas eternas. En las Iglesias de Laodicea del pasado y del presente, muchos oyen —se sientan en los servicios, escuchando— pero no hacen. Su fracaso deja claro lo fácil que es engañarse a uno mismo.

“Cada Sábado se predican sermones en las congregaciones del Israel espiritual, ¡basados directamente en la ley de Dios tal como se expresa en toda la Biblia! ¡Usted es estrictamente responsable de cada palabra que se predica en su presencia!” (Las Buenas Noticias, febrero de 1968).

Medite sobre lo que aprendió. Reflexiónelo. “Si escucha o estudia algún conocimiento religioso durante el día, es aconsejable que lo repase mentalmente lo más rápido que pueda después de escucharlo o leerlo”, dice la lección 4 del Curso bíblico por correspondencia de Ambassador College de 1958. “Imagíneselo en su mente en su contexto real lo más fielmente posible”. Menciona tratar de pensar en ello a lo largo de la semana, durante el día o incluso la noche, en sus momentos libres, en un paseo, conduciendo en el coche, esperando citas, tratando de ir a dormir. “Decida inmediatamente cómo estos principios recién aprendidos le guiarán en sus problemas cotidianos que usted sabe van a surgir. ¡Aplique estos principios constantemente! ¡Poco a poco le resultará natural actuar de acuerdo con ellos! ¡Dios quiere que aprenda profundamente cada día!” (ibíd.).

En 2 Pedro 1:12, el apóstol Pedro dijo que trabajaba para hacer que el pueblo de Dios recordara “siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente”. Debemos recordar las cosas que ya sabemos y establecernos en la verdad. Repítalo. Repáselo de nuevo. Los versículos 13 y 15 sugieren que el pueblo de Dios siempre ha tenido problemas para recordar.

Considere elaborar resúmenes de una sola página de los mensajes que escuche: reduzca tres páginas de notas a una y escriba las Escrituras específicas que desee recordar. Un mapa mental también puede servir este mismo propósito. Luego, sólo se necesitan unos minutos para echar un vistazo a esa página y repasarla.

Pero no se trata de memorizarlo todo. Se trata de dejar que le cambie. Para que dé fruto, tiene que plantarlo en su corazón y obedecerlo en su vida. ¿Cómo convierte ese conocimiento en acción?

El versículo 10 dice que si hacemos estas cosas, no caeremos jamás. ¿Qué cosas? Vuelva a los versículos 5-7. Se requiere “toda diligencia” para este proceso de crecimiento. Ese mismo artículo de Las Buenas Noticias de 1974 afirma: “¿Qué está recalcando Pedro aquí? Obviamente está enfatizando la necesidad no sólo de crecer en el conocimiento de la Palabra de Dios sino también en la aplicación de ese conocimiento a nuestras vidas”. Eso es crecer en virtud, dominio propio, paciencia y afecto. Significa crecer en el amor de Dios, que es guardar Sus mandamientos (1 Juan 5:3).

“Pedro está enfatizando pura y simplemente que tenemos que vivir ‘de toda palabra que sale de la boca de Dios’ (Mateo 4:4)” (ibíd.).

Haga una lista de los puntos que quiere recordar y de los puntos que quiere implementar en su vida. Estos son puntos que Dios dirigió directamente a usted, cosas que necesita cambiar.

Tome esa lista y mírela todos los días de esa semana. Al menos un par de veces esa semana, ore con esa lista y póngala en manos de Dios. Llévela ante Él y pídale ayuda para hacerlo. Vuelva a mirarla un par de veces la semana siguiente. Siga haciéndolo hasta que forme parte de usted. Si estamos aplicando lo que aprendemos —poniendo en práctica los sermones y caminando por fe— veremos fruto (2 Pedro 1:8). ¡Veremos crecimiento y estaremos entusiasmados por ello!

Eso es lo que más le interesa a Dios: el crecimiento. Él quiere que produzcamos fruto abundante, unos a treinta, otros a sesenta, y otros a ciento por uno. ¿Qué puede hacer usted para ser el cristiano que da fruto a ciento por uno?

Estas son cosas que debe hacer antes de asistir a los servicios, luego durante los servicios y después. Póngalas en práctica este próximo Sábado, luego el siguiente, y luego el siguiente.

Asegurémonos de que realmente estamos escuchando los mensajes, escuchando lo que Dios nos está enseñando, escuchando la instrucción y la corrección que Él tiene para nosotros, y luego poniéndola en práctica para que dé abundante fruto en nuestras vidas.