Haciendo que florezca el desierto
Imagine nuestro próximo proyecto de reconstrucción de la agricultura mundial, observando un ejemplo de éxito moderno.

Cuando Mark Twain visitó Palestina en 1867, así es como la describió: “Un país desolado cuyo suelo es bastante rico, pero está totalmente cubierto de maleza. Una extensión silenciosa y triste. Casi sin árboles ni arbustos. Desolado y feo”.

Cabalgando por el valle de Jezreel, Twain observó: “No hay ni un solo pueblo en toda su extensión, ni en 50 kilómetros en cualquier dirección. Hay dos o tres pequeños grupos de tiendas beduinas, pero ni una sola vivienda permanente. Uno puede recorrer 16 kilómetros, por aquí, y no ver ni 10 seres humanos”.

Además de la tierra estéril, había grandes extensiones de pantanos infestados de malaria, considerables extensiones de desierto y grandes cantidades de tierra contaminada por agua salada salobre. Por si fuera poco, los turcos habían destruido recientemente un gran número de árboles en todo el territorio para construir líneas ferroviarias. Esto dejó el suelo expuesto a la erosión e impidió aún más el drenaje.

Aquí existen similitudes, a una escala menor, con la situación a la que nos enfrentaremos al inicio del Milenio. Las ciudades habrán sido arrasadas, vastas extensiones de tierra contaminadas, árboles y follaje destruidos, infraestructuras demolidas. La superficie de grandes partes de la Tierra será un páramo estéril (Ezequiel 6:14; Apocalipsis 8).

Un desafío inmediato será la reconstrucción de la Tierra y su agricultura, que se llevará a cabo a la par que la reeducación de la humanidad y el establecimiento de una adoración adecuada a Dios. Este será uno de los primeros grandes proyectos en los que nos involucraremos como seres espirituales, trabajando junto con la humanidad.

Dios quiere que estemos entusiasmados con esta tarea; quiere que quede claro en nuestras mentes que no estamos siendo llamados ahora sólo para ser salvos. Estamos siendo preparados hoy en la Obra de Dios para hacer la Obra de Dios mañana. ¡Dios está entusiasmado con esta Obra! Mientras más enfocada esté nuestra mente en esto, más enfocados en el futuro estaremos y más compartiremos Su entusiasmo por el Reino. Esto puede alimentar nuestras oraciones y nuestro compañerismo.

Hoy en día, Israel es uno de los grandes éxitos agrícolas del mundo. Si se hacen ajustes teniendo en cuenta su tamaño, la producción agrícola de Israel está a la altura de muchas naciones que tienen climas mucho más favorables y tierras más fáciles de trabajar. Israel produce frutas y cereales de alta calidad y su ganado lechero logra rendimientos de producción de nivel mundial. El valor anual de sus productos es de 8.000 millones de dólares, en un país aproximadamente del tamaño del Estado de Nueva Jersey. En el proceso, los israelíes han hecho florecer literalmente el desierto.

La transformación del Israel físico en los últimos 150 años puede proporcionar una visión inspiradora del trabajo que le espera a la humanidad, y a nosotros, en los inicios del Milenio.

Dios trabaja a través de los humanos

Podemos espiritualizar fácilmente cómo la Tierra será restaurada. Podemos pensar que, con algunos grandes milagros de Dios, simplemente se transformará. Dios es un Dios de grandes milagros y poder; Él puede lograr cualquier cosa. Pero para aquellas cosas que pueden hacerse humanamente, Él espera que el hombre se ponga a trabajar, y luego los respalda y apoya con poderosos milagros. Así es como Él entrena y prepara al hombre para Su Familia.

Por ejemplo, construir el arca debió de ser una tarea abrumadora para Noé. Dios podría haberle dado simplemente un arca; en cambio, hizo que Noé y sus hijos la construyeran. Seguramente Dios realizó muchos milagros sobre la marcha, pero Noé tuvo que esforzarse y ejercitar la fe para hacer la obra.

Debemos esperar que haya un intenso esfuerzo humano para reconstruir la Tierra. En el proceso, el hombre aprenderá los caminos de Dios y, con arrepentimiento, forjará un carácter recto en preparación para nacer en la Familia de Dios. Estaremos en el centro de todo esto, dirigiendo su obra; reparando, enseñando y entrenando a las familias; y, al mismo tiempo, construyendo la Familia Dios. Dios quiere que nos emocionemos con esta oportunidad.

El poder de la visión

De los 10.000 a 15.000 judíos que habitaban el país cuando Mark Twain lo recorrió, 8.000 vivían en Jerusalén. El resto estaban repartidos por algunos otros pueblos y ciudades; muy pocos vivían en el campo. Muchos eran de Polonia y Lituania y sobrevivían en gran parte gracias a la caridad que recibían de sus países de origen. Algunos historiadores han dicho que Palestina era el lugar al que los judíos iban a morir.

El tamaño de la población se había estancado durante varios cientos de años mientras estuvo bajo el control del Imperio Otomano. Pero a medida que avanzaba la segunda mitad del siglo xix, surgieron varias figuras judías que creían firmemente que los judíos debían tener su propia nación —una nación que fuera productiva y que pudiera alimentarse a sí misma—, una tierra a la que pudieran regresar judíos de todo el mundo. Esta visión se propagó entre los judíos de todo el mundo. Alteró su perspectiva y encendió sus sueños, aunque esto fue mucho antes de que las fuerzas británicas les arrebataran Palestina a los otomanos. Junto con una violenta persecución contra los judíos en partes de Europa y Rusia, el fomento de esta visión a lo largo del tiempo provocó más inmigración judía a Palestina, la cual fue tolerada por los otomanos.

Esta visión se presentó tan poderosamente en Europa y Estados Unidos que profesionales de todo tipo estaban dispuestos a renunciar a su forma de vida y emigrar a Israel. A diferencia de los habitantes que les habían precedido durante cientos de años, y ayudados por un Imperio Otomano que se debilitaba, los nuevos colonos estaban dispuestos a ponerse manos a la obra, haciendo lo que fuera necesario para transformar el terreno estéril y hostil en una tierra productiva y fértil. Inspirados por el sueño de una patria propia, soportaron duras condiciones para transformar la tierra y finalmente construir una nación.

Esta historia muestra el poder de una visión cautivadora.

En el Milenio, estaremos creando una imagen de esperanza para todos aquellos que sobrevivieron la Gran Tribulación y el Día del Eterno. Los inspiraremos con el plan de Dios para su futuro. Los estaremos motivando para que se comprometan a realizar el trabajo que tienen por delante. Parece seguro que la mayor parte de la humanidad, independientemente de sus profesiones pasadas, participará en esta inmensa limpieza, reparación y restauración de la tierra a un estado cultivable.

Incluso hoy, debemos esforzarnos por desarrollar la capacidad y el talento para inspirar a los demás.

La llegada de los constructores de la nación

Para la nueva oleada de inmigrantes, la única tierra disponible para la agricultura eran pequeñas parcelas que podían comprarse a los terratenientes locales. A menudo esta tierra era de mala calidad, abandonada por el propietario porque estaba infestada de malaria.

Los judíos que llegaron se pusieron manos a la obra. Cavaron zanjas y drenaron los pantanos. Excavaron canales para proporcionar irrigación. Plantaron árboles para mejorar el drenaje y ayudar aún más a secar las tierras pantanosas. Todo ello se llevó a cabo mediante un trabajo manual agotador: hombres trabajando en equipo con picos, palas y carretillas de madera en, muy a menudo, un clima caluroso y desfavorable. Sin embargo, poco a poco estas iniciativas dieron sus frutos. Poco a poco, la tierra que había estado descuidada durante siglos pasó a ser terreno de cultivo productivo.

Los trabajadores construyeron viviendas, a menudo sólo cabañas de madera. Se crearon jardines infantiles para educar a los más jóvenes. Llegaron más colonos; el número de asentamientos creció. La agricultura se volvió más organizada y los recién llegados pasaban un tiempo en las granjas establecidas, aprendiendo las técnicas básicas de la agricultura, antes de trasladarse a nuevos asentamientos.

A principios de la década de 1920, los colonos pudieron comprar su primera extensión considerable de tierra a un terrateniente libanés. Eran 39 kilómetros cuadrados —unas 3900 hectáreas— en el valle de Jezreel. Había mucha agua en la tierra, pero estaba estancada e infestada de mosquitos. Se necesitaron grandes proyectos de irrigación para que la tierra fuera utilizable. De nuevo, todo esto se logró con equipos de hombres y trabajo duro. Se establecieron huertos junto con explotaciones ganaderas y mixtas. El trabajo era lento y difícil, pero con el tiempo creció el número de asentamientos y la actividad en el valle.

Hoy en día, el valle de Jezreel cultiva trigo, sandías, melones, naranjas, frijoles blancos, caupí, garbanzos, frijoles verdes, algodón, girasoles y maíz, además de proporcionar pastos para las multitudes de ovejas y ganado vacuno. Esta antigua zona pantanosa es conocida como el granero de Israel.

Empujando el desierto

El desierto del Neguev representa el 60% de la tierra de Israel. “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa” (Isaías 35:1). Inspirados por estas Escrituras, los líderes de Israel vieron la importancia de poner esta tierra a trabajar. David Ben Gurion, fundador y primer primer ministro de Israel, dijo: “Es en el Neguev donde se pondrá a prueba la creatividad y el vigor pionero de Israel”.

Los judíos han trabajado duro para reverdecer el Neguev y han tenido un gran éxito. Es el único desierto del mundo que se está haciendo más pequeño en vez de crecer.

En un discurso dirigido al presidente israelí Isaac Herzog con motivo del 75 aniversario de la independencia de Israel (en 2023), la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo: “Hace 75 años se hizo realidad un sueño con el Día de la Independencia de Israel”. Elogió la innovación y los avances técnicos de Israel, reconocidos en todo el mundo, y luego dijo: “Ustedes han hecho florecer literalmente el desierto”. Comentó que lo había visto con sus propios ojos cuando visitó el Neguev israelí.

Quizá esto nos dé una idea del arduo trabajo que costará hacer realidad esta inspiradora Escritura en el Mundo de Mañana.

¿Cómo se logró esta transformación? A través del trabajo duro, la determinación, el ingenio y, una vez más, la inspiración de una visión poderosa, reforzada por los líderes de Israel.

Un ejemplo de cómo reverdece el desierto fue el kibbutz de Yotvata, a 40 km al norte de Eilat, en un valle junto al Neguev. El suelo estaba seco y contaminado por la sal, pero descubrieron amplias reservas de agua dulce en el subsuelo.

Hicieron experimentos para determinar qué crecería bien. Bombearon agua dulce y la utilizaron para lavar el suelo de gran parte de la sal que lo contaminaba. Luego cultivaron plantas especiales, no como alimento sino para ayudar a acondicionar el suelo con nutrientes para que con el tiempo acogiera cultivos comerciales. Por fin, se plantaron allí diversas frutas y se estableció un huerto de dátiles de 40 hectáreas.

Con el tiempo, esta zona se ha ampliado y ha llegado a especializarse en la ganadería lechera. Produce unos 100 millones de litros de leche al año y abastece el 63% del mercado israelí de bebidas lácteas.

Reforestación

Otra forma en que los israelíes han podido establecer la agricultura en el desierto, incluyendo en Neguev, es mediante la forestación.

Desde 1900, se han plantado unos 250 millones de árboles en todo Israel. En 1948, alrededor del 2% de Israel estaba cubierto de árboles. En la actualidad ha crecido hasta cerca del 8,5%. Israel es el único país del mundo que terminó el siglo xx con más árboles de los que tenía en 1900.

Los bosques tienen muchos beneficios, incluyendo disminuir la erosión del suelo, permitir que la escasa agua de lluvia penetre mejor en el suelo y fomentar el crecimiento del follaje para los animales de pastoreo. Los árboles tienen una inmensa capacidad para limpiar la atmósfera y mejorar el clima y el entorno local que les rodea. Según el organismo judío responsable de la gestión forestal, un árbol maduro puede absorber más de 40 libras de polvo al año y “tragarse” más de 170 libras de componentes que contienen partículas contaminantes. Un árbol también puede producir más de 1.500 libras de oxígeno al año. Los bosques ayudan a bajar la temperatura ambiente hasta 4 grados, y son hermosos.

Apocalipsis 8:7 profetiza que al menos un tercio de los árboles de la Tierra habrán sido destruidos al comienzo del Milenio. Teniendo en cuenta que en el siglo pasado se plantaron 250 millones de árboles en una nación diminuta como Israel, seguramente el número de árboles plantados en todo el mundo a principios del Milenio ascendería a billones. Todo esto requerirá planificación, organización y esfuerzo.

Creando a los líderes del mañana

Muchos de los líderes iniciales del Israel independiente pasaron algunos de sus años de juventud dedicados a la actividad agrícola en la tierra.

A los 19 años, David Ben Gurion viajó de Polonia a Israel. Inmediatamente lo pusieron a trabajar como jornalero, acarreando abono para rellenar los agujeros en los que se plantarían naranjos jóvenes. Contrajo malaria y le aconsejaron que regresara a casa. Decidió quedarse y se convirtió en una figura clave del movimiento sionista antes de convertirse en el primer primer ministro del Israel independiente.

Levi Eshkol, tercer primer ministro de Israel partió hacia Palestina en 1914. Trabajó en la construcción de túneles de irrigación en los huertos locales y fue recordado como un excelente trabajador.

Golda Meir, la cuarta primera ministra de la nación, también se inició en la agricultura, soportando las penurias y obteniendo grandes satisfacciones trabajando la tierra. Decía que fueron los años más felices de su vida.

Sin duda, el duro trabajo físico de estos líderes contribuyó a forjar su carácter, a desarrollar su iniciativa y resistencia y a engendrar una fuerte ética del trabajo.

Seguramente Dios utilizará el trabajo requerido en los primeros años del Milenio para forjar cualidades de carácter similares en esas primeras generaciones milenarias, personas que sin duda crecerán hasta convertirse en importantes líderes del Reino de Dios.

A una escala mundial

Israel es una nación diminuta. En un periodo de tiempo relativamente corto, los judíos —con la considerable ayuda de Dios y muchos milagros— han logrado una increíble transformación de su tierra. Al mismo tiempo que hacían productiva esta tierra, han acumulado una experiencia de talla mundial en muchos campos de la agricultura y la irrigación, y ahora comparten estos conocimientos con todo el mundo.

En el Milenio, Dios utilizará el proyecto de transformar la Tierra como una oportunidad para crear un carácter divino, que ante los ojos de Dios es un millón de veces más hermoso y valioso que el más bello de los paisajes.

Podemos aprovechar la oportunidad de esta Fiesta de los Tabernáculos para meditar más profundamente y hablar unos con otros sobre la inspiradora obra que tenemos por delante.