Cómo deben comportarse sus hijos en los servicios de la Iglesia
Mantener estándares divinos hace que el Sábado sea una delicia para ellos y para todos los demás.

Durante los servicios de Sábado en una congregación con niños, la vida transcurre en dos niveles. Uno transcurre a la altura de los ojos de los adultos. Pero hay otro mundo que sucede unos centímetros más cerca del suelo.

Si no presta atención, es fácil pasar por alto este mundo tan activo, hasta que sus sonidos y posiblemente su frenesí alcanzan el nivel de romper su concentración y la de los demás en el sermón o en su compañerismo.

Cada miembro de la Iglesia de Dios debe intentar tender un puente entre estos dos mundos. Los niños necesitan interacciones regulares y positivas con adultos que muestren interés por ellos y los incluyan en la familia espiritual de Dios.

Pero la responsabilidad última de los hijos en los servicios recae directamente en aquellos de nosotros que produjimos a estos niños. Debemos evitar estar tan absortos en nuestro mundo de adultos en los servicios que perdamos la noción de lo que nuestros hijos están haciendo.

Cada padre y madre debe asegurarse de que su hijo o hija mantiene los estándares filadelfinos de Dios en los servicios de la Iglesia. Esto requiere diligencia, constancia y firmeza, así como cierta creatividad y entendimiento.

Mantenga los estándares de Dios

¿Qué diría el apóstol Pablo si entrara a uno de nuestros servicios de Sábado?

Él escribió que los miembros de la Iglesia de Dios debían saber “cómo debe uno comportarse en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo” (1 Timoteo 3:15; traducción nuestra de la versión Revised Standard).

En aquellas congregaciones con la bendición de tener niños, el comportamiento de esos pequeños puede marcar toda la diferencia en cuanto a si los servicios representan realmente el nombre Iglesia de Dios de Filadelfia. Es decir, si mantienen el estándar filadelfino; si son propios de los muy elegidos, de los llamados; y si honran al Ser cuyo nombre representamos.

Pablo dijo que un líder en la Iglesia debería ser uno “que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda [reverencia,versión New King James]” (versículo 4). Todos los padres deberían esforzarse por lograr esta disciplina divina y amorosa en casa. El comportamiento de nuestros hijos en Sábado es un excelente indicador de qué tan bien estamos viviendo esta amonestación bíblica.

“Muchos de nuestros hermanos (…) tal vez no se den cuenta plenamente de la seriedad de una formación estricta y un control vigilante del comportamiento de los niños en los servicios de la Iglesia”, escribió Herbert W. Armstrong en Las Buenas Noticias de mayo de 1981. “¡Dios está responsabilizando a cada uno de ustedes, padres!”.

Para su artículo, el Sr. Armstrong reimprimió una carta de 1958 que su hijo Richard David escribió a los miembros de la Iglesia de una congregación en la que los niños se portaban mal en los servicios de Sábado. “No creo que mi hijo escribiera realmente esta carta, excepto como instrumento de Dios. Siento que fue el Cristo vivo en realidad su autor”, explicó. “Pero contiene un sermón dinámico sobre la responsabilidad de los padres en la formación y el comportamiento de sus hijos en los servicios de la Iglesia”.

Qué respaldo del Sr. Armstrong, ¡el Elías de Dios del tiempo del fin! Esta carta cuyo autor es Cristo es una instrucción que los padres debemos estudiar detenidamente.

Tiempo santo

“Todos los niños sin excepción han sido demasiado ruidosos, se les ha dejado correr a sus anchas en los servicios, y esto debe terminar”, escribió Richard Armstrong. Al leer estas palabras me pregunto hasta qué punto esos niños eran malos según los estándares poco estrictos de nuestra sociedad. ¿Qué pensaría el Sr. Armstrong del comportamiento de nuestros niños en los servicios hoy en día?

Enfatizando que el mandamiento del Sábado incluye a “su hijo” y a “su hija” (Éxodo 20:10), Richard Armstrong escribió: “El Sábado es tiempo santo, sagrado para Dios, y como tal no se debe permitir que nuestros hijos anden sueltos como tantos animales salvajes. (…) Sus hijos deben estar en la Iglesia, y deben guardar el Sábado santo igual que usted”.

Este es el principio general que debemos recordar al regir el comportamiento de nuestros hijos durante el Sábado: es tiempo sagrado. Isaías 58:13 ordena que todos, incluyendo a nuestros hijos, nos abstengamos de dedicarnos a nuestros propios placeres para asegurarnos de que el Sábado sea “santo, glorioso de [el Eterno]”.

Esto significa no correr, lanzar objetos, hacer rodar ruidosamente los cochecitos o hacer demasiado ruido, como son especialmente propensos a hacer los chicos. Debemos orientarles hacia alternativas apropiadas.

Al mismo tiempo, este versículo muestra que Dios quiere que el Sábado sea una “delicia” para toda la familia, incluyendo a nuestros hijos. Veinticuatro horas en las que se espera que estén quietos, sentados y sin hacer nada no serán un deleite ni siquiera para el niño más apacible. Debemos educar a nuestros hijos para que mantengan el estándar, mientras les proporcionamos actividades y oportunidades adecuadas que respetan el Sábado y que ellos disfrutarán.

Asegúrese de ofrecer a sus hijos formas apropiadas de hacer que este tiempo santo semanal sea especial y agradable para ellos, sea cual sea su edad. Pase más tiempo con ellos. Lean juntos historias bíblicas y libros sobre la creación. Hablen entre ustedes sobre Dios, Su camino de vida, Sus leyes, Su creación, Su plan para toda la humanidad. Paseen juntos por la calle o por un lugar pintoresco. Haga que las comidas de Sábado sean especiales, con alimentos y adornos que no suelen tener durante la semana. Tenga juguetes especiales no ruidosos, muñecas, libros o actividades que los niños puedan disfrutar sólo el Sábado. Haga agradable el trayecto de ida y vuelta a los servicios hablando de la creación de Dios. Regáleles una bonita mochila, bolso o maletín para sus cosas para los servicios.

Asegúrese de que entienden lo que es apropiado en el salón de reuniones y lo que no. “Por supuesto que sus hijos pueden jugar con los demás niños cuando terminen los servicios”, decía Las Buenas Noticias de agosto de 1965. “Deben esperar con ilusión y disfrutar del Sábado cuando vuelven a ver a todos sus amigos. Pero esto no es una licencia para tirar aviones por las ventanas de los baños, luchar en el suelo o golpear las sillas…”.

Nuestros niños deben permanecer tranquilos y ordenados durante todo el Sábado. Deben respetar la propiedad en los servicios, incluyendo los himnarios, las sillas y los juguetes de otros niños. Deben desarrollar un sentido del decoro acorde con la ocasión.

Al mantener los estándares de Dios en los servicios y hacer que el Sábado sea una delicia, les está enseñando lo que significa santo.

Comportamiento durante los servicios

Enseñar a sus hijos cómo comportarse durante el servicio mismo del Sábado requiere esfuerzo y atención especiales. Y sus expectativas deben ajustarse a las edades y niveles de madurez de sus hijos.

Cuando tiene niños muy pequeños, su primer objetivo es asegurarse de que usted y las personas que le rodean puedan recibir la instrucción durante los servicios con el menor número de interrupciones posible.

Para ello, los niños más pequeños deben ser educados con la manta en casa. Elija un momento y coloque la manta en el suelo. Dígale al niño que todo lo que esté más allá de la manta es “no”. Enséñele al niño para que juegue en silencio sobre la manta sin salirse. Discipline rápidamente cuando el niño ponga a prueba estos límites. Establezca una rutina para que el niño pueda dormirse solo sobre la manta incluso mientras alguien esté hablando. Estos hábitos simplemente no pueden enseñarse en los servicios. Deben enseñarse y hacerse cumplir en su propia casa durante la semana. Intente hacerlo todos los días, a la misma hora, para que coincida con la hora en que se da el sermón el Sábado.

La instrucción con la manta está bien explicada en Crianza infantil con visión. Como padres, deberíamos saber lo que enseña ese libro. Deberíamos marcar nuestro ejemplar y consultarlo a menudo.

A medida que usted haga sus “deberes”, experimentará cada vez menos interrupciones durante los servicios. Cada niño es diferente, pero hacia los 6 o 7 meses, su hijo debería ser capaz de dormir la siesta o jugar tranquilamente durante la mayor parte o la totalidad de los servicios sin necesidad de sacarlo del salón. Requiere un esfuerzo constante, ¡pero la recompensa es inmensa en términos de que usted y los que le rodean podrán absorber los mensajes del Sábado!

No espere que un niño se quede quieto y callado, sin nada que hacer. Asegúrese de que tiene juguetes silenciosos, pequeños tentempiés o una taza para sorber para mantenerse ocupado.

A la hora de la manta y en los servicios, enseñe a sus hijos a no distraerle ni pedir su atención mientras el ministro está hablando. Haga cumplir una norma de no hablar: practíquela en casa e impleméntela en los servicios. Los susurros son fáciles de excusar, pero pueden intensificarse fácilmente y deben evitarse salvo en verdaderas emergencias. Esta es un área para practicar la disciplina y obtener resultados cuando se habla sólo una vez.

Esté atento a lo que ocurre en el mundo de sus hijos. En el momento en que note que su comportamiento durante los servicios decae y empieza a dificultar su atención a los mensajes, prepárese para hacer más “deberes” en casa.

A medida que maduran…

A medida que los niños se acerquen a la edad escolar, su objetivo cambiará hacia prepararlos para recibir los mensajes en los servicios.

Comience enseñándole a su hijo a que se quede quieto en una silla. De nuevo, practique en casa.

“Enseñe a su hijo a sentarse quieto en varios momentos del día durante periodos de 5 a 10 minutos, o incluso más. En ocasiones, haga que su hijo se quede quieto, permitiéndole mirar un libro ilustrado, o colorear, o alguna actividad similar, durante una hora o más. De este modo, puede comenzar a inculcar a su hijo un hábito de vital importancia a una edad muy temprana” (The Plain Truth About Child Rearing
[La pura verdad sobre la crianza de los hijos]).

Alrededor de los 5 años, un niño debería ser capaz de sentarse en su silla al menos durante todo el sermoncillo, quizás incluso durante los anuncios o más tiempo. En poco tiempo, no tendrá ningún problema en permanecer sentado durante las dos horas completas.

Durante este tiempo, mantenga a sus hijos involucrados en los demás aspectos de los servicios. Asegúrese de que inclinan la cabeza y mantienen los ojos cerrados durante las oraciones. Durante los himnos, señale las palabras en el himnario mientras usted las canta y anímelos a cantar, o al menos a hacer un “ruido alegre”.

Una vez que el niño comience a leer y escribir, desafíele progresivamente a aplicar estas habilidades en los servicios de la Iglesia, usando la Biblia y tomando notas.

Enséñele los libros de la Biblia. Conviértalo en un juego mientras le ayuda a practicar la búsqueda de las Escrituras que usted le diga. Esté atento al momento en que un niño apreciará y será capaz de cuidar una Biblia; probablemente en algún momento alrededor del primer o segundo grado.

Enseñe a su hijo a tomar notas durante los servicios primero haciéndole copiar las Escrituras y frases clave de sus propios apuntes. Comience haciendo que lo haga sólo durante el sermoncillo. Aumente gradualmente sus expectativas, haciéndole tomar más notas propias durante tramos más largos.

En la medida de lo posible, encuentre formas de recompensar a sus hijos por progresar y hacer las cosas bien, en lugar de castigarles por no cumplir sus expectativas. De nuevo, ¡usted les estará enseñando que el Sábado es una delicia!

Dependiendo de la capacidad académica y la madurez de su hijo, entre tercero y cuarto grado, es probablemente un buen objetivo que sea capaz de escuchar y tomar notas durante los servicios.

A medida que sus hijos crecen, establezca el hábito de hablar juntos sobre los mensajes después de los servicios y durante la semana. Compruebe cuánto están aprendiendo. Refuerce puntos importantes que necesiten especialmente. Ilustre con ejemplos. Pregúnteles cómo se relaciona el tema del mensaje con sus vidas. Enséñeles a escuchar atentamente lo que Dios enseña y, cuando sean mayores, no se apartarán de ello (Proverbios 22:6).

Antes y después de los servicios

Todos queremos disfrutar plenamente del compañerismo con los demás hermanos antes y después de los servicios. Pero no debemos sucumbir a la tentación de soltar a nuestros hijos y olvidarnos de ellos hasta que llegue el momento de “reunirlos” para el viaje de vuelta a casa. La congregación no es una guardería que cuide de nuestros hijos para que podamos tomar un descanso de ser padres. Como advierte Proverbios 29:15: “El muchacho consentido [abandonado a sí mismo, versión King James] avergonzará a su madre”.

Las Buenas Noticias de agosto de 1965 hizo hincapié en este punto: “¡Su política debe ser siempre saber exactamente dónde están sus hijos y qué están haciendo!”. En su carta de 1958, Richard Armstrong estableció la norma para su congregación de que todos los niños debían permanecer en el salón de reuniones hasta que los padres estuvieran listos para marcharse. Las circunstancias pueden diferir en su congregación, pero el principio de obedecer las reglas establecidas por su ministro y de vigilar de cerca a sus hijos siempre aplica.

“El padre no puede dar una orden a su hijo y luego olvidarse de él y de las circunstancias, y dedicarse a sus propios asuntos. En muchas ocasiones, he visto que se dan circunstancias similares en las que los padres dan al niño la orden de que se quede quieto y callado. Sin embargo, debido a la presencia de invitados o a que el padre (…) tiene la mente en otras cosas, pronto se olvida de lo que le dijo a su hijo que hiciera, y el niño, dispuesto a ‘poner a prueba’ a sus padres hasta el límite absoluto de su resistencia, hace tiempo que se ha bajado de la silla y ahora es igual o más ruidoso que antes” (The Plain Truth About Child Rearing; énfasis añadido). Qué fácil es caer en esta trampa cuando nuestras mentes están en nuestro compañerismo.

Otro punto que Richard Armstrong planteó es digno de una profunda consideración y puede verse como corrección y también como una oportunidad maravillosa. En esa carta de 1958, mostró la proximidad entre dos versículos de Levítico 19: primero, el versículo 30: “Mis días de reposo guardaréis, y mi santuario tendréis en reverencia. Yo [el Eterno]”, y luego el versículo 32: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo [el Eterno]”.

En muchos casos, el servicio del Sábado puede ser el único momento de la semana en el que nuestros hijos estén en estrecho contacto con varias personas mayores. Esto brinda una hermosa ocasión para enseñarles a relacionarse adecuadamente con sus mayores.

“¿Cuántos de nuestros hijos son tan tranquilos y obedientes que cuando un anciano entra en el salón ellos se levantan?”, escribió Richard Armstrong bajo la inspiración de Cristo. “Deberían obedecer literalmente este mandamiento en Levítico de levantarse ante los ancianos y aprender a mostrar honor y respeto hacia ellos. ¡Esta es la Palabra de Dios! ¿Está usted dispuesto a obedecerla? ¿Está viviendo conforme a ella?”.

Tómese también un tiempo antes o después de los servicios para que sus hijos hablen con los adultos. Enséñeles a ser amables: a mirarlos a los ojos, a responder preguntas (ojalá con respuestas de más de una sílaba), a hablar claro. Ayúdeles a reconocer la historia que han vivido esos miembros mayores y la sabiduría que han adquirido. Enséñeles a escuchar a sus mayores. “Acuérdate de los tiempos antiguos, considera los años de muchas generaciones; pregunta a tu padre, y él te declarará; a tus ancianos, y ellos te dirán” (Deuteronomio 32:7). En una sociedad que da prioridad a la juventud y a la novedad, hay que enseñar con diligencia a apreciar la edad, la sabiduría y la historia.

Dos puntos más: hay que enseñar a los niños a no entrometerse en las conversaciones de los adultos (todos podemos ayudar en esto). También se les debe enseñar a no interrumpir cuando los adultos están hablando. Los niños deben ser disciplinados por hacer eso y deben aprender a permanecer en silencio hasta que usted les conceda la palabra.

Recompensas por cumplir la ley

Al igual que con el comportamiento durante los servicios, el momento de enseñar a nuestros hijos cómo deben comportarse antes y después de los servicios es durante la semana. Anticipe. Prepárese. Establezca normas firmes. Dígales de antemano las recompensas por lo correcto y los castigos por lo incorrecto. Practique de todas las formas posibles. Haga su trabajo esos seis días, y podrá descansar el Sábado mientras sus hijos se comportan adecuadamente.

Mientras establece estos buenos hábitos, podría considerar la posibilidad de establecer una tradición feliz, quizás disfrutar de un helado en familia después de los servicios, para cuando los niños se porten bien en la casa de Dios, la Iglesia del Dios vivo.

Trabajemos diligentemente con nuestros hijos para mantener el Sábado de Dios santo y honorable, y al mismo tiempo hagamos de él una delicia. Esto hará mucho para traernos paz, construir la Familia de Dios y fortalecer la Iglesia a los ojos del mundo y de Dios. Ayudará a que la vida en nuestras congregaciones cumpla el estándar de Dios, tanto a la altura de los ojos como a un nivel más cercano al suelo. ¡Y preparará a nuestros jóvenes para toda una vida de observancia del Sábado llena de gozo!