Hoy puedes dar la vuelta al mundo más rápido de lo que Benjamin Franklin tardó en ir de Nueva York a Filadelfia. ¡Ah!… tecnología. ¡Qué ahorro de tiempo! Pero también tiene sus inconvenientes. Hay demasiadas distracciones que nos hacen perder todo el tiempo que deberíamos ahorrar con la tecnología moderna: televisión, películas, música, conciertos, eventos deportivos, videojuegos, Internet. El estadounidense promedio lee medio libro al año. Así es. ¡Ni siquiera un libro entero!
De joven, Abraham Lincoln recorría kilómetros sólo para tomar prestado un buen libro. Estudiaba regularmente la Biblia y las mejores obras de Shakespeare. Como estadounidense, consideró esencial estudiar la vida de George Washington. También estudió leyes y terminó haciéndose abogado. Sin embargo, Lincoln nunca recibió una educación formal. Al final de su vida, ofreció este consejo a un joven deseoso de ser abogado: “Sólo hay que conseguir los libros, leerlos y estudiarlos detenidamente. Trabajar, trabajar, trabajar es lo principal”.
La educación es más que un título universitario. ¡Es un objetivo para toda la vida! Como adulto, no te engañes pensando que todo lo que merece la pena debe leerse antes de la graduación. Y como padre, no hipoteques el futuro de tus hijos permitiéndoles que malgasten sus años más críticos de desarrollo en trivialidades. Crea en casa un entorno favorable a la lectura. Para ello, he aquí algunos consejos útiles.
Desarrolla una biblioteca
¿Sabías que aproximadamente la mitad de los hogares estadounidenses no invertirán en un solo libro este año? Desde luego, no es por falta de poder adquisitivo. En 2005, sólo los adolescentes gastaron 159.000 millones de dólares. No en libros, sino en bocadillos, conciertos, ropa, videojuegos, películas y CD principalmente. La mayoría de la gente no está interesada en desarrollar una biblioteca porque piensa que leer es aburrido. No se dan cuenta de que desarrollar una buena biblioteca es como almacenar oro fino.
Sé selectivo
Robert Hutchins, antiguo editor de la serie “Grandes Libros” de la Enciclopedia Británica, dijo que el tiempo es corto, pero la educación es larga. Sólo tenemos 25.000 días (en promedio) en esta breve vida. Algunos de nosotros ya hemos gastado la mitad o más del tiempo que nos ha sido asignado. Pregúntate: ¿En qué he empleado mi tiempo de lectura hasta ahora? Ser lector de laTrompeta ya te sitúa en un grupo único: uno que lee una revista que explica el verdadero significado de los acontecimientos mundiales.
Más allá de laTrompeta, ¿qué lees? ¿A qué secciones del periódico dedicas la mayor parte de tu tiempo? ¿Y qué hay de los libros? Con sólo 86.400 segundos diarios para trabajar, no tenemos tiempo para la basura. El filósofo francés Ernest Dimnet dijo una vez: “No leas buenos libros —la vida es demasiado corta para eso— lee sólo los mejores”. Él recomendaba una biblioteca personal de unos 20 o 30 volúmenes que se estudiaran y consultaran con regularidad.
No te limites a leer, estudia
¿De qué sirve una extensa biblioteca que llena la estantería pero no la mente? Estudia una obra para que forme parte de ti. Si la cubierta de tu libro está desgastada, las esquinas rotas y las páginas marcadas como un examen que perdiste en la escuela, es la señal más segura de que no sólo has estudiado el libro, sino que el libro te hallegado.
Los clásicos —las cosas realmente profundas de la vida— nunca se entenderán del todo. Por eso podemos leer, estudiar y luego repetir el proceso periódicamente, repensando las cosas, sintiéndolas de nuevo.
Tal estudio es como partir un hueso duro, aplicas presión en el punto más blando. Al menos así podrás llegar al interior. No te preocupes por entender cada palabra, aunque así te enseñaran a leer en la escuela. En lugar de eso, presta atención a lo que sí comprendas, y si sólo es el 30% de la obra, es un 30% más de lo que habrías comprendido si no la hubieras leído. Entonces, cuando vuelvas aleer la obra, estarás más familiarizado con el material y seguro que le sacarás más provecho.
En 1 Tesalonicenses 4, el apóstol Pablo animó a las familias a desarrollar un estilo de vida de paz, tranquilidad y productividad. Eso es difícil de conseguir en la apresurada y ruidosa sociedad actual. Pero es posible. En el versículo 10, nos anima diciendo: “… que abundéis en ello más y más”. La educación nunca se detiene. Fíjate en los versículos 11-12: “Además, procura vivir tranquilamente, ocúpate de tus propios asuntos y —como te pedimos— trabaja con tus manos, para que tu vida sea autosuficiente” (traducción nuestra de Moffatt). No es un estilo de vida aburrido. Es eficiente y productivo. Y permite leer y estudiar.
En cierto modo, es difícil no sentir un poco de envidia de Benjamin Franklin o Abraham Lincoln. Leían y estudiaban grandes obras de literatura, historia y filosofía, sin tener que enfrentarse a tantas pérdidas de tiempo como nosotros. Por otra parte, no pudieron beneficiarse de los avances de la tecnología moderna, lo que también nos sitúa en una posición envidiable.
En cierto modo, podemos experimentar lo mejor de ambos mundos. Podemos utilizar la tecnología para hacer más cosas en menos tiempo, y luego dedicar el tiempo libre extra a leer más.