Cuando yo era niño, mis padres me contaron que a menudo recibían un tipo particular de llamadas telefónicas de adultos que querían tomar clases de piano. Normalmente tenían dos características en común: 1. Nunca habían tocado el piano. 2. Iban a tocar como su pianista favorito, aunque les tomara seis meses.
Veo aspectos de esta mentalidad todo el tiempo, a veces en la música, a veces en otros ámbitos de la vida; a veces en los niños, a veces en los adultos.
Sin embargo, sea cual sea nuestro nivel, debemos esforzarnos por ser lo mejor posible —haciéndolo con nuestras fuerzas (Eclesiastés 9:10)—, lo cual quiere decir ser excelente en tu nivel.
¿Cuál es tu nivel?
Un ejemplo sencillo de esta idea de ser excelente en tu nivel proviene de un video de dos pianistas. Primero, un pianista profesional toca un piano de cola de nueve pies, y todo es como se suele esperar: perfectamente ejecutado dentro del contexto de lo que está haciendo. Es excelente en su nivel, como se espera de un profesional.
El segundo pianista es un niño, probablemente de unos 10 años. Toca un piano vertical. Toca escalas básicas y música clásica a un nivel muy básico. Toca perfectamente. Cada nota está en su lugar, todo se lleva a cabo exactamente como debe ser. También es excelente en su nivel, y nadie encontraría defectos en ello.
El punto que hace el presentador es que, si el niño es excelente en su nivel, a medida que progresa, acabará siendo excelente como el profesional que tiene enfrente. Cuando vemos que un niño es excelente en su nivel, todo el mundo comprende que no debemos despreciar el día de las pequeñeces. Cuando vemos una rosa sola, no la criticamos por no ser un jardín de rosas. Si alguna vez te has preguntado cómo algo que ya es perfecto puede llegar a ser más perfecto, así es cómo: avanzando al siguiente nivel.
Pero si el niño intentara hacer lo que hace el profesional —y a menudo lo hacen— dejaría de ser excelente. Con frecuencia, un estudiante nuevo llega queriendo tocar alguna pieza musical famosa y avanzada: “Claro de luna” de Debussy, “Para Elisa” de Beethoven, “Preludio de la gota de lluvia” de Chopin, o cualquier otra de un centenar de piezas. La mentalidad de concurso de belleza nos dice que en realidad es posible hacerlo. Se puede enseñar a alguien una sola pieza musical en el transcurso de uno o dos años que pueda tocar hasta cierto punto, pero eso nunca convertirá a nadie en un verdadero pianista. Un pianista necesita llegar a ser excelente en todos los niveles básicos, no saltarse lo básico y, como consecuencia, convertirse en alguien mediocre en todos los niveles.
A menudo escucho al director de música de la Iglesia, Ryan Malone, decir que la gente debe orientarse tanto en los objetivos como en los pasos. Nos fijamos metas continuamente, como amonestó Herbert Armstrong en Las siete leyes del éxito, y si somos ambiciosos, esas metas no están a nuestro nivel. Eso es estupendo. Eso demuestra que queremos lograr grandes cosas. Sin embargo, para lograrlo, tenemos que dividir las cosas al nivel que podemos manejar.
A menudo los estudiantes se impacientan queriendo tocar una pieza a toda velocidad. Pero con cualquier instrumento, hay que saber tocarlo despacio, correctamente, antes de poder tocarlo rápido. Aprender a hacer una cosa perfectamente a un ritmo más bajo es ser excelente a tu nivel.
Respeta tu nivel actual. Si la habilidad que estás aprendiendo no es perfecta en los niveles fundamentales, esos defectos se van a agravar a medida que progreses. Y si no estás preparado para la carne, tendrás que volver a la leche (Hebreos 5:13-14).
Muchas veces, la gente intenta practicar, pero practican en un nivel para el cual no están preparados.Así que veo al pianista repetir el mismo pasaje difícil rápidamente 10 veces, cometiendo errores cada vez.
El viejo dicho de que la práctica hace al maestro es cierto. Si practicas algo incorrectamente 10 veces, habrás perfeccionado tu habilidad para tocar algo incorrectamente y habrás solidificado tu capacidad para repetirlo en el futuro. Y hay una gran diferencia entre intentar construir algo perfectamente, paso a paso, e intentar arreglar algo que no está bien.
¿Qué ocurre si no eres excelente en algún componente de tu nivel y avanzas? En matemáticas, el resultado es que los alumnos son incapaces de resolver los problemas en un tiempo razonable. El problema suele ser el mismo: las cosas básicas, como las tablas de multiplicar, no pueden resolverse rápidamente mentalmente, por lo que el alumno se vuelve dependiente de las calculadoras. O el ser descuidado entra a formar parte de los niveles más bajos, lo que hace imposible resolver los problemas correctamente en los niveles más altos. Alguien con una C en Álgebra 2 que pasa a Precálculo tiene problemas. Ellos no eran excelentes en su nivel, y ahora no pueden ser excelentes en ninguno de los niveles posteriores.
Aprender una pieza musical no es empezar descuidadamente y luego ir limpiando el desorden poco a poco. Es empezar despacio y perfectamente a lo largo de todo el proceso para que tengas el menor número posible de errores que limpiar a medida que avanzas.
Este principio se aplica a casi cualquier cosa en la que estés desarrollando una habilidad. He aquí algunos puntos que te ayudarán a aplicar este principio:
UNO | Empieza ya
A veces sentimos que no seremos excelentes hasta que seamos mayores, pero el momento de empezar a desarrollar la excelencia es cuando eres joven. No pienses que te esforzarás más adelante; hazlo ahora.
Tenía 12 años cuando tuve mi primera oportunidad de tocar himnos en vivo durante servicios. Nuestra congregación de la Iglesia de Dios Universal tenía unas 500 personas, y había llegado mi día. El director de himnos me entregó la lista de canciones que tenía previsto usar, y yo le entregué mi lista de himnos que de verdad sabía: ¡los 10!
Había intentado utilizar esto como excusa para no tocar himnos, pero mi madre se mostró inflexible. El momento de empezar era ahora, no dentro de 10 años.
Estrictamente hablando, nunca habría sido necesario que yo tocara himnos. Para empezar, asistía a los servicios con mi madre, quien era la que tocaba todos los himnos. En mi mente, estábamos cambiando una pianista competente por uno incompetente.
Pero ella tenía razón, y el principio que estaba aprendiendo se encuentra en toda la Biblia: todo comienza con algo pequeño. La humanidad comenzó con un hombre. La Obra de Dios tuvo el más pequeño de los comienzos.
En Mateo 13, Jesucristo compara el Reino mismo con una semilla de mostaza: “Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas” (versículos 31-32).
Es fácil pensar que seremos más valiosos más adelante, que nuestras habilidades no justifican nuestra participación en este momento, y dejar que las personas mayores y con más experiencia se encarguen de todo el trabajo real. Esto es un error. Incluso siendo joven, realmente podrías y deberías estar sirviendo ahora, especialmente en tu hogar.
Ahora mismo, tienes la oportunidad de acercarte a tus padres y observar cómo hacen las cosas, ver cómo tu papá arregla la cerca o cómo tu mamá hace un pastel. Luego, después de haber visto su habilidad, ¡ponla en práctica! En mi caso, me acerqué a mi madre en el banco mientras me enseñaba a escribir los símbolos de los acordes en un himno cuando tenía 8 años: un himnario que aún conservo con aquellas notas que hice hace tantos años.
Estos son años vitales de formación y preparación que afectarán lo que hagas el resto de tu vida. Como cualquier estudiante del Herbert W. Armstrong College puede decirte, el colegio puede ser muy ajetreado. Esto también era cierto en mi colegio, y recuerdo mi sorpresa cuando mi profesor de piano del colegio me dijo que debía determinar con cuidado qué música de piano aprendía, porque éstas eran principalmente las piezas que tocaría el resto de mi vida.
En aquel momento, me imaginaba una vida menos agitada más adelante, pero él tenía toda la razón. Había mucho más tiempo para aprender nuevas piezas musicales en la escuela y el colegio que después de que el trabajo, el matrimonio y los hijos ocuparan el lugar que les correspondía en mi vida. Las cosas que hago hoy se basan en la formación que recibí y puse en práctica entonces. Las cosas que harás el resto de tu vida dependen en gran medida de la excelencia que desarrolles hoy.
Aunque pensemos que adquiriremos alguna habilidad valiosa más adelante, los grandes atletas, los grandes músicos, los grandes escritores —las personas que están en la cima de la mayoría de las profesiones— desarrollaron y perfeccionaron esas habilidades cuando aún eran jóvenes, ¡y tú también debes hacerlo!
DOS | Enfócate en lo básico
He tenido alumnos que han entregado un ensayo titulado “El trabajo de tesis” sin una declaración de tesis. Invariablemente, me dicen que se les olvidó hacer esa parte. Reflexiona sobre esto: escribes todo un trabajo, investigas, pones notas a pie de página, pero nunca elaboras una tesis. Ya que no se ha completado el nivel básico, el ensayo no tiene ninguna función real. Hasta que no domines esa habilidad tan básica, el resto de tus habilidades de redacción no tendrán ningún efecto real.
Las declaraciones de tesis (la versión para escritores de una “declaración de propósito específico”) son un gran ejemplo de algo que, si se domina, hará que aprender todo lo demás sea mucho más fácil como escritor y orador público. Si entiendes la tesis, entiendes cómo investigar. Entiendes cómo organizar tu material. Es el nivel más básico, pero ser excelente en ese nivel da grandes beneficios más adelante.
Todos los grandes atletas te dirán lo mismo: que las bases para la grandeza son la diligencia y el dominio de lo fundamental. A veces, los niños que están aprendiendo un deporte pueden arreglárselas con su habilidad natural, pero la mecánica es incorrecta. Y si sienten que lo están haciendo bien, nunca corrigen realmente el problema.
TRES | No te distraigas con niveles más altos o áreas que no aplican a lo que tú estás haciendo
Cada año, en el Programa Educativo de Verano, dirección básica de himnos, y los campistas que nunca han dirigido un himno quieren usar himnos con compases más raros, himnos con pausas a mitad de verso, o hacer que la congregación cante el “Himno triunfal de la batalla” en una ronda.
Eso no es lo que tienen que estar aprendiendo ahora. Tampoco les está enseñando a los demás campistas lo que tienen que aprender. Los campistas tienen que llegar a ser excelentes en el nivel más básico, no dejar pasar lo básico y convertirse en mediocres en todos los niveles.
Lo mismo puede ocurrir con las propuestas de artículos enviadas para la revista True Education [Educación verdadera]. A veces, alguien que escribe su primer artículo, en lugar de enfocarse en contar una historia realmente interesante, decide que debe basarse experiencias anteriores o escribir al estilo de autor famoso. En lugar de aprender el formato básico para escribir una Lección de una Vida o Lecciones de Historia, se enfocan en otra cosa que, en el análisis general, realmente no importa.
CUATRO | Progresa en las cosas siguiendo el orden correcto
Imagina que el primer libro que leyeras fuera una historia de Sherlock Holmes. Son historias divertidas y atractivas —sin duda deberías leerlas—, pero considera la ruta que podrías seguir para llegar a ellas. Recuerdo haber leído historias de la Enciclopedia Brown cuando aún era joven; leí novelas de los Hardy Boys cuando era un poco mayor. Cuando conocí las historias de Sherlock Holmes, me había acercado gradualmente a ese nivel de lectura, también dentro del género de misterio.
Así pues, puedes entender inmediatamente por qué tanta gente piensa que las obras de William Shakespeare son aburridas: sencillamente, la mente no está preparada para ello. ¡Una combinación de vocabulario limitado y escasa formación de lectura te niega el acceso al autor teatral más grandioso de todos los tiempos! Cuando no entiendes el material que tienes ante ti, es aburrido.
La solución no es, como creen tantos estudiantes, leer lo menos posible. Se trata de encontrar libros que te gusten a tu nivel actual, y luego aumentar gradualmente ese nivel con el tiempo. Se trata de simultáneamente mejorar el nivel de tu vocabulario con el paso del tiempo.
El apóstol Pablo habló de este principio de aumentar la riqueza de nuestra experiencia con el tiempo, diciendo que alimentaba a los corintios con leche porque no habrían podido comer carne (1 Corintios 3:2). Con el paso del tiempo, los corintios no buscaron la verdad de Dios como deberían haberlo hecho, ¡y seguían necesitando leche!
Aunque la aplicación directa aquí es espiritual, la metáfora puede aplicarse a muchos ámbitos: la música, el atletismo y, desde luego, la lectura.
CINCO | Asegúrate de progresar en todos los componentes relacionados con lo que estás aprendiendo
Un pianista puede haber avanzado en algunas áreas mientras descuidaba otras, algo que veo en casi el 100% de los alumnos que vienen a Armstrong College desde otras áreas. Puede que alguien estudie un libro de método y haya llegado a tocar valses de Chopin y sonatas de Beethoven, pero sólo ha memorizado una pieza una o dos veces al año. Aunque tenga la técnica, tarda entre seis meses y un año en aprender una pieza de tres minutos, en lugar de las tres o cuatro semanas que debería tardar a ese nivel. Puede que fuera excelente en algunos aspectos, pero no supo memorizar ni leer a primera vista en los niveles básicos, y ahora no puede hacerlo en los niveles avanzados.
Quizá sí aprendieron a memorizar y progresaron en las piezas a un nivel normal, pero no aprendieron teoría musical a lo largo de su formación. Eso también tiene consecuencias, sobre todo a medida que la música se vuelve más difícil. Con el tiempo, el alumno tiende a chocar con un muro.
La solución en todos estos casos —ya se trate de matemáticas, música, educación física o cualquier otro desarrollo de habilidades— es la misma, y es poco placentera para el alumno. Tiene que volver al nivel original que no dominaba. Un estudiante que ya debería estar tocando conciertos en una orquesta tiene que volver al primer Bach escrito para niños para practicar la memorización o escribir los símbolos de los acordes en un himno básico. Un estudiante de matemáticas tiene que hacer trabajos que ya no son apropiados para su edad.
En lugar de caer en esas trampas, recuerda lo que se siente al ver a un niño pequeño alcanzar metas en el día de las pequeñeces: no empezar con el Tercer Concierto para Piano de Rachmaninoff o intentar componer una sinfonía mientras él aprende a leer el pentagrama, sino aprender a ejecutar perfectamente las escalas más básicas y la música de piano. Y cuando establezcas tus objetivos personales, sé excelente en tu nivel, haciendo ese trabajo con todas tus fuerzas, sea cual sea ese nivel.