Muchos estudiantes tienen dificultades en las escuelas de todo el país. Para remediarlo, las escuelas están aplicando calificaciones equitativas y eliminando el supuesto “sesgo de calificación” basado en la raza de los estudiantes. Algunos profesores están permitiendo a determinados estudiantes repetir los exámenes o mejorar sus notas mediante tareas especiales de crédito extra. Esto ilustra una tendencia generalizada: cuando la gente no puede alcanzar el estándar, simplemente lo rebaja.
¿Te exiges a ti mismo un alto nivel en la vida? Cuando nos preparamos para los días santos de primavera, Dios nos dice que nos examinemos a nosotros mismos. 1 Corintios 11:28 dice: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa”. Mientras realizamos el proceso de autoexamen, ¿cuál es el estándar?
Benjamin Mays dijo: “La tragedia de la vida a menudo no está en nuestro fracaso, sino en nuestra complacencia; no en que hagamos demasiado, sino en que hagamos demasiado poco; no en que vivamos por encima de nuestras posibilidades, sino en que vivamos por debajo de nuestras capacidades”. Algo en la naturaleza humana quiere que pensemos que lo estamos haciendo bien, cuando en realidad nos estamos conformando con la mediocridad.
Dios nos está midiendo y nos exige un alto estándar: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Dios tiene el estándar más alto, y nunca lo rebaja. Él no dice: Yo soy perfecto y tú no. Él dice, quiero que te eleves a mi nivel. Ese es el reto de Dios para todos nosotros.
Busca la perfección
Gerald Flurry dijo en un programa de La Llave de David el 18 de noviembre de 2011: “Ser perfeccionista es un rasgo divino. […] Él dice: ‘Ahora quiero que seas perfecto como yo soy perfecto’. O sé perfeccionista, y entonces empezarás a ver el cuadro completo como lo hace Dios el Padre”. Si nos conformamos con la mediocridad, perdemos algo extremadamente valioso. Perdemos una forma de pensar espiritual y divina. Sólo cuando nos esforzamos por alcanzar la perfección podemos llegar a ser como Dios.
El Sr. Flurry continuó: “No es sólo un verso: es una visión, pero casi nadie la entiende ni ve lo profunda que es. ¡Es profunda! El Padre creó al hombre. El Padre, a través de Cristo, lo creó todo. Creó el universo. Es un perfeccionista, y quiere hacernos perfectos para que seamos como Él es”.
Vez este lenguaje en muchas Escrituras. En Génesis 17:1, Dios le dijo a Abram “Anda delante de mí y sé perfecto”. Deuteronomio 18:13 dice: “Perfecto serás delante de [el Eterno] tu Dios”. Dios quiere que lleguemos a ser como Él, esforzándonos siempre por alcanzar la perfección. Todos nos quedamos cortos, pero no podemos fijarnos en los errores. Debemos seguir empujando hacia la perfección.
¿Qué ocurre cuando a los estudiantes no se les exige mucho? ¿Qué harías en tus estudios, en las clases de música o en las de danza si tus profesores, tus padres o tu jefe nunca te hicieran correcciones? Si, sin importar lo que hicieras, te respondieran: Eres maravilloso. Eres increíble. ¡Todo lo que haces es asombroso! Tu motivación para mejorar se desvanecería.
¿Qué ocurre hoy en las aulas de clases cuando un estudiante se hace el tonto? El profesor que reprende al estudiante es un “racista”. Las escuelas no permiten que los profesores disciplinen a sus estudiantes de primaria. ¡Ni siquiera se les permite premiar el buen comportamiento! Como resultado, los estudiantes desafían constantemente a los adultos. No tienen humildad, no son enseñables, actúan como les da la gana y no asumen ninguna responsabilidad.
Los jóvenes de nuestra nación se están viendo abocados a graves problemas en la vida porque no se les exige un alto nivel. Aquí es donde fácilmente estaríamos todos nosotros si no fuera por los padres, profesores, entrenadores y ministros que nos exigen un estándar más alto. Ahí es justo donde nos lleva la naturaleza humana.
2 Corintios 13:11 dice: “Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros”. Colosenses 1:28 dice: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”.
¿Por qué enfatiza Dios repetidamente Su estándar? Porque buscar la perfección es luchar contra tu naturaleza humana. Cuando compares tu estándar con el de Dios, aprenderás mucho sobre tu naturaleza humana: es perezosa, propensa a la autocomplacencia, quiere tomárselo con calma y no le gustan los cambios ni los retos. La naturaleza humana siempre tiende a flojear y a degenerar.
La actitud de muchos es hacer lo mínimo. Muchos simplemente pasan raspada la escuela y el trabajo. Ese no es el enfoque que Dios quiere que adoptemos hacia nada. Él dice: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas…” (Eclesiastés 9:10). No te quedes a medias ni te limites a hacer lo mínimo. Busca la perfección haciendo todo lo mejor que puedas.
El mal de la mediocridad
Necesitas estar creciendo y aprendiendo constantemente. Estar constantemente pensando en términos de intentar aportar algo de valor. Herbert W. Armstrong dijo: “Si no estás creciendo, estás retrocediendo”. ¿Qué tal te está yendo?
Jeffery J. Fox, autor empresarial, escribió: “La mediocridad es una enfermedad insidiosa que sangra la vitalidad, la innovación y la energía de cualquier organización. Una vez que la mediocridad infecta una organización, es extremadamente difícil de curar. La mediocridad se convierte en la norma de rendimiento. Se convierte en aceptable. La mediocridad, si se permite, si se acepta, si se recompensa, si no se castiga, infecta incluso a los mejores”.
Esto puede ocurrir en cualquier organización, ¡incluso en la Iglesia de Dios! La era laodicena golpeó duramente a la Iglesia porque alrededor del 95% del pueblo de Dios se despreocupó de su llamamiento. Se volvieron autocomplacientes con la verdad de Dios. Dejaron que la verdad de Dios fuera desechada porque no amaban la verdad.
La tibieza puede infectarnos a todos. Esa insidiosa enfermedad sangra nuestra vitalidad y energía espiritual. No te conformes con la mediocridad; esfuérzate por alcanzar la perfección espiritual.
Es común que los estudiantes tengan “perecitis” [pereza aguda] al llegar al final de la escuela secundaria, una enfermedad que aparentemente sólo puede “curarse” con la graduación. Pero Gálatas 6:9 dice: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. Esta es una carrera que debemos terminar con fuerza. Esfuérzate para que tus últimas obras sean mayores que las primeras. Termina con energía y vitalidad. La “perecitis” engendra mediocridad, una enfermedad que debemos pedir ayuda a Dios para superar.
Esforzarse por alcanzar la perfección es duro. Mejorar es duro. Exigirte a ti mismo un nivel perfecto cadavez es muy duro. La tendencia es empezar caliente pero perder impulso a medida que se avanza. Perseguir la perfección es antinatural y poco común. Los que más rinden en cualquier empresa son los que se esfuerzan constantemente por alcanzar la perfección.
La ley perfecta de Dios
Si no tienes un estándar perfecto con el cual medirte, ¡es fácil creer que lo estás haciendo lo mejor posible cuando estás muy lejos de la marca! El Sr. Flurry escribe en su folleto Esdras y Nehemías: “La naturaleza humana siempre se degenera hacia la catástrofe o el desastre. La solución a este problema es siempre regresar a la ley de Dios”.
El Salmo 19:7 cita nuestro estándar perfecto: “La ley de [el Eterno] es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de [el Eterno] es fiel, que hace sabio al sencillo”. La ley de Dios es por la que debes medirte. Si no vuelves a la ley, no estás utilizando el estándar de Dios.
Someterte al estándar de Dios te cambia. “Los mandamientos de [el Eterno] son rectos, que alegran el corazón; el precepto de [el Eterno] es puro, que alumbra los ojos” (versículo 8).
La ley de Dios te abrirá los ojos para ver dónde estás desviado. Es un espejo de nuestro estado espiritual (Santiago 1:23-25). Somos incapaces de ver dónde estamos descarriados sin la ayuda de Dios.
Todos queremos que la gente nos elogie en lugar de decirnos en qué nos equivocamos, aunque sea la verdad. ¿Con qué frecuencia vas a una clase o lección deseando que te corrijan? ¿Con qué frecuencia le pides a Dios que te muestre tus imperfecciones? David tenía esta mentalidad: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos” (versículo 12).
Fox continúa: “Las grandes empresas y los grandes jefes están constantemente formando, enseñando, mejorando y haciendo crecer a sus empleados. Deben preparar a la gente para nuevos retos, preparar a la gente para hacer más”. Así piensa Dios. Nos está preparando para convertirnos en Dios. Él ve claramente cuánto entrenamiento, enseñanza, mejora y crecimiento necesitas todavía, siempre conduciendo hacia la meta de equiparte para manejar más.
Rompiendo barreras
Cuando el Sr Flurry era todavía ministro de la Iglesia de Dios Universal, grababa sus pensamientos en casetes mientras viajaba entre congregaciones. En una de esas sesiones, meditó sobre cómo podía ser mejor ministro de Dios. Habló de la película Elegidos para la gloria, que cuenta la historia de Chuck Yeager rompiendo la barrera del sonido. El Sr. Flurry dijo: “Él es el tipo de persona que se esfuerza y lleva su talento al extremo. Ése es el tipo de actitud que se necesita para triunfar, para darlo todo, para dar lo mejor de uno mismo por Dios. Tenemos que esforzarnos así porque ésta es la única oportunidad que tendremos de alcanzar la mayor meta posible que jamás tendremos. Lograrlo aquí en la Tierra para Dios y ser recompensados por toda la eternidad debido a lo que estamos haciendo. Así que es importante que tengamos ese espíritu, que desarrollemos esa actitud en nuestras vidas y que empujemos tan lejos como podamos e intentemos cada día romper la barrera del sonido, romper nuestras propias barreras personales del sonido y lograr realmente lo mejor que nuestro potencial nos permita”.
A Dios le encanta ese tipo de actitud. Él sabía que podía confiar al Sr. Flurry una mayor responsabilidad gracias a ella.
El mundo que nos rodea está lleno de personas que no rinden lo suficiente; está lleno de empleados que hacen lo mínimo. Montan un espectáculo de productividad cuando el jefe está mirando, pero en cuanto éste se va, se hacen los tontos y holgazanean.
Efesios 6:5-8 dice: “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre”.
¿A qué nivel te exiges en tu trabajo? ¿Estás poniendo todo tu empeño en ser el mejor trabajador posible? Todos tenemos que presionarnos para no flojear y robarle tiempo a nuestro jefe. Exígete. Esfuérzate por alcanzar el nivel más alto posible y crearás hábitos de éxito que durarán toda tu vida. Tus esfuerzos alinearán tu pensamiento cada vez más con la mente de nuestro perfeccionista Dios.
1 Corintios 11:28 y 31 dicen: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa. (…) Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados”. Cuando te atengas a ese estándar, no necesitarás que alguien te dé una patada para ponerte en marcha. En lugar de eso, empújate e impúlsate a ti mismo. Construye esa mentalidad de buscar la perfección en todo lo que hagas. Combate la autocomplacencia. Combate la tibieza. Combate la mediocridad. Mantén siempre a la vista ese estándar perfecto. Nunca dejes de esforzarte por alcanzar la perfección, igual que nuestro Padre.