La mayoría de los salmos de la Biblia fueron escritos por David, pero hay bastantes que no fueron escritos por él. Uno de ellos es el Salmo 89. Hay abundantes pruebas de que fue escrito por el profeta Jeremías.
Hace bastantes años, un erudito de la Biblia me dijo que el Salmo 89 fue escrito por Jeremías. No dijo probablemente, dijo que fue escrito por él. Si estudia este tema, verá por qué lo dijo y por qué creo que la mayoría de la gente estaría de acuerdo con ello si realmente lo entendiera.
El Salmo 89 seguramente habla de una de las peores crisis de fe de Jeremías. Pero también repasa las maravillosas recompensas que Dios da si aprendemos a confiar total e implícitamente en Dios. No basta con confiar en Dios en un 95%; ¡necesitamos aprender a confiar al 100% en la Palabra de Dios y en lo que Él dice! De eso trata este salmo.
La destrucción de Judá
Primero, veamos un poco de trasfondo. Jeremías escribió parte de su libro cuando gobernaba Josías. Otra parte la escribió durante el reinado de Joacim, el padre de Joaquín, que fue el último gobernante que los propios judíos nombraron sobre Judá en aquella época (Jeremías 1:1-3). Los judíos no consideran a Sedequías rey de Judá porque Nabucodonosor lo nombró personalmente para gobernar sobre Judá después de conquistarla. Esto ocurrió poco antes de que Nabucodonosor destruyera el templo y Jerusalén. El versículo 3 concluye: “hijo de Josías, rey de Judá, hasta la cautividad de Jerusalén en el mes quinto”.
Cuando gobernaba Sedequías, Jeremías estaba en prisión. Fue durante este tiempo que Sedequías se rebeló y Nabucodonosor regresó y destruyó el templo de Jerusalén. Usted puede ver por qué Jeremías fue utilizado muy poderosamente en este tiempo.
Un profeta a las naciones
“Vino, pues, palabra de [el Eterno] a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:4-5). Jeremías fue un gran profeta de Dios, el único, aparte de Juan el Bautista y Jesucristo, que fue elegido desde el vientre materno. Aquí se menciona que en realidad fue ordenado profeta a las naciones, no sólo a Judá. Es importante notar esto.
En el versículo 9 Dios le dice: “He puesto mis palabras en tu boca”.
Jeremías no era sólo un profeta que advertía a Judá, cosa que hizo, sino que tenía la comisión de Dios de destruir y arrancar realmente el trono de David: “Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar” (versículo 10). ¡Esa es una gran comisión! Luego fue y construyó y plantó en otra nación de Israel. Recuerde que fue designado sobre naciones y sobre reinos, ¡en plural! Si no sabe quién es Israel, necesita nuestro libro Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía, y todo esto se le explicará en detalle. Es suyo gratis si lo solicita.
Jeremías debía advertir, y después de advertir debía llevar al trono de David a la nación de Irlanda. Esa era su comisión.
Lucas 1:30-33 contiene esta asombrosa profecía: “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Cristo va a reinar para siempre en el trono en el que se sentó David. ¡Ese trono está aquí en la Tierra ahora mismo! Cristo no regresará a un trono invisible o a un trono que no existe. Él regresará a un trono que está aquí en la Tierra hoy.
Jeremías tuvo que tomar, construir y plantar ese trono porque había que trasladarlo. Pero la mayoría de la gente cree que cuando Nabucodonosor destruyó el templo y Jerusalén, fue el fin del trono de David. Ellos se equivocan en eso. Les falta la fe para ver dónde está ese trono hoy. Necesitan probarse a sí mismos la existencia de ese trono.
La crisis de fe de Jeremías
El Salmo 89 comienza: “Las misericordias de [el Eterno] cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca. Porque dije: Para siempre será edificada misericordia; en los cielos mismos afirmarás tu verdad” (versículos 1-2). Los grandes hombres de Dios siempre se apasionan por declarar a Dios. Nosotros podemos hacer lo mismo al apoyar hoy la Obra de Dios.
Los versículos 3-4 citan directamente a Dios: “Hice pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: Para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones”. En este salmo, Jeremías está haciendo hincapié en la esencia del pacto de Dios con David (2 Samuel 7). Este es el tema central del Salmo 89: el pacto de Dios con David. Se trata de ese trono. Jeremías estaba profundamente envuelto en ese tema (p. ej., Jeremías 33:17). Eso calificaría a Jeremías para escribir el salmo.
Fíjese en el pacto que Dios hizo con David: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino.
Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino” (2 Samuel 7:12-13). Esto no era sólo hasta la venida de Cristo, ¡sino para siempre!
“Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (versículo 16). Dios reiteró que Su promesa era para la eternidad.
Dios dice: “Para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones” (Salmo 89:4). Existe la simiente física, o las personas en la genealogía de David en la Tierra, pero aquí Dios está hablando principalmente de forma espiritual sobre los descendientes espirituales de David. ¡Somos parte de un programa de construcción que continuará para siempre!
Esto es espectacular cuando se piensa en lo que Dios está ofreciendo hoy a Su pueblo que permanece leal al trono de David, tal como lo hizo el sacerdote Sadoc. Los hijos espirituales de Sadoc son la semilla de Dios. Saben cómo ser leales al trono de David, y Dios los bendice de manera especial por ello. Estas personas residirán en la sede por toda la eternidad con Jesucristo y, más tarde, con Dios el Padre. Él construirá un trono para todas las generaciones.
Es a través de ese trono que “para siempre será edificada misericordia”, y que la “verdad” de Dios será establecida “en los cielos mismos” (Salmo 89:2). El mundo ignora por completo lo que Dios está haciendo, y sin embargo ese trono ya está aquí en la Tierra, el mismo trono en el que Cristo va a sentarse. ¡Dios nos ha dado algo que podemos ver y tocar! Representa el mismísimo trono de Dios que está a punto de gobernar este mundo, y casi todo el mundo es ajeno a su significado.
Si la gente entendiera realmente ese trono —y los de las naciones de Israel del tiempo del fin deberían hacerlo— ¡qué diferencia haría en sus vidas!
Jeremías tenía el encargo de desarraigar y entregar ese trono a otra nación. Su participación en esta reubicación fue mayor que la de cualquier otra persona. Tuvo que ir, construir y plantar. Sin embargo, algo dramático sucedió, y Jeremías se desanimó posiblemente más que en ningún otro momento de su vida. Ciertamente fue una de sus mayores crisis.
Salomón se sentó en el trono de David y construyó un templo fabuloso que fue el templo más grandioso jamás construido, probablemente la estructura más bella que haya existido en la Tierra. Nunca hubo un edificio igual. ¡Pero en los días de Jeremías ese templo fue destruido y los hijos del rey fueron masacrados! Dios prometió a David un trono perpetuo. Sin embargo, de repente parecía que la promesa de Dios se había roto. Parecía que la línea real había cesado.
Jeremías se enteró de esto y lo sumió en una profunda depresión porque temía que Dios hubiera roto Su promesa. ¿Acaso Dios no había cumplido Su palabra como dijo que lo haría? Jeremías sólo pensó así por un corto tiempo. Consiguió enderezar su razonamiento, pero no obstante era un problema grave.
Mientras llevaba a cabo su encargo, Jeremías experimentó esta gran crisis de fe. Necesitaba aprender una profunda lección relativa a la fe, como todos nosotros. Esa crisis y las lecciones que Jeremías aprendió están registradas en el Salmo 89. Hay una lección para todos nosotros en este sorprendente salmo.
¡Perfeccione su fe!
Dios promete que aquellos que sean llamados hoy y ayuden a proclamar el mensaje de Dios al mundo podrán compartir ese trono con Jesucristo para siempre como Su Esposa. ¡Gobernarán en ese trono para siempre! Dios está hablando de los primeros frutos, o de aquellos que son llamados a salir ahora y ayudan lealmente a Dios a llevar este mensaje al mundo, demostrando así su dedicación. Hay mucha fe que el pueblo de Dios tiene que acumular en el camino, pero qué tremenda promesa hace Dios.
“Para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones” (Salmo 89:4). Dios empieza a hablar acerca de para siempre, y luego dice: Miren, también será edificado por todas las generaciones, desde el tiempo de David hasta la Segunda Venida”. “Para siempre le conservaré mi misericordia, y Mi pacto será firme con él; estableceré su descendencia parasiempre, y su trono como los días de los cielos” (versículos 28-29).
¿Dónde está ese trono? Está con nosotros hasta el día de hoy, y usted realmente necesita comprobarlo por sí mismo para entender esta gran promesa que Dios le hizo a David y a usted y a mí. La promesa de Dios es para cualquiera que se someta a Su Palabra hoy y ayude a entregar ese mensaje y convertir a la gente a la rectitud. El profeta Daniel dice que si usted hace eso, ¡brillará como las estrellas a perpetua eternidad! (Daniel 12:3). ¿Cree usted exactamente lo que afirman estas Escrituras?
¿Cómo pudo Jeremías dudar de Dios? ¿Cómo podríamos dudar usted y yo, después de que Dios hace una promesa tan estupenda como ésa? Pero a veces lo hacemos. Dudamos, porque necesitamos perfeccionar nuestra fe, y cuanto más la perfeccionamos, más nos bendice y recompensa Dios hoy y en el futuro. Es simplemente fenomenal cómo Dios nos recompensa si perfeccionamos esta fe, no sólo hoy, sino por toda la eternidad.
El Salmo 89:34 continúa: “No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios”. Dios dice: ¡Si lo he dicho, lo HARÉ! No hace falta decir nada más. Si lo digo, lo haré.
Cuando todo parece perdido
Pasados unos dos tercios del Salmo 89, se encuentra uno de los giros más extraños y, en cierto modo, más decepcionantes de cualquier salmo. Los eruditos están confundidos y engañados sobre lo que significa. Debemos analizarlo más detenidamente.
Preste atención y vea un cambio dramático en las palabras de Jeremías. Jeremías registra el impactante cambio en su actitud porque pensaba que algo terrible había sucedido y no podía entenderlo. El versículo 38 dice: “Mas tú desechaste y menospreciaste a tu ungido, y te has airado con él”. Jeremías se está dirigiendo a Dios y hablando de Su promesa al rey David, el ungido de Dios. “Rompiste el pacto de tu siervo; has profanado su corona hasta la tierra. Aportillaste todos sus vallados; has destruido sus fortalezas. Lo saquean todos los que pasan por el camino; es oprobio a sus vecinos. Has exaltado la diestra de sus enemigos; has alegrado a todos sus adversarios. Embotaste asimismo el filo de su espada, y no lo levantaste en la batalla. Hiciste cesar su gloria, y echaste su trono por tierra. Has acortado los días de su juventud; le has cubierto de afrenta” (versículos 39-45).
Son palabras fuertes, muy fuertes las que Jeremías dirige a Dios. Jeremías ya había sido comisionado para llevar ese trono a otra nación, Irlanda. (Para una prueba detallada, solicite un ejemplar gratuito de Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía). Aun así pensó que Dios había roto su promesa. Creía que Dios le había fallado a David. Aquí hay una lección de fe sobre la confianza total en Dios. Dios dice: Mira, si sale de mis labios, lo HARÉ, y NADA me impedirá hacerlo, ¡NUNCA! Dios tuvo que enseñar a Su profeta una enorme lección, y a través de Jeremías, Dios nos está enseñando a todos nosotros. Usted individualmente puede construir la clase de fe de la que Dios está hablando y recibir enormes recompensas por hacerlo, ahora y siempre.
En el año 585 a. C., Nabucodonosor derrotó al rey Joaquín y nombró a su propio rey, Sedequías, durante un breve periodo de tiempo hasta que también se rebeló. Fue entonces cuando Nabucodonosor tomó a los hijos de Sedequías, todos los herederos al trono de David, y los mató ante los ojos de su padre. Y luego le sacó los ojos a Sedequías, lo llevó a Babilonia y lo puso en prisión, donde permaneció hasta que murió. Nabucodonosor había invadido Judá y destruyó la ciudad santa e incluso él pensó que ése era el fin del trono de David. ¡El propio Jeremías lo pensó!
Muchas personas prestigiosas de este mundo creen falsamente que Dios rompió su promesa a David. Esto hace que se alejen de Dios y se aparten de la Biblia. Pero aquí hay algo muy profundo que no entienden, aunque pueden y debenentenderlo.
“Señor, ¿dónde están tus antiguas misericordias, que juraste a David por tu verdad? (…) Porque tus enemigos, oh [Eterno], han deshonrado, porque tus enemigos han deshonrado los pasos de tu ungido” (versículos 49, 51). Jeremías llegó a preguntar a Dios: ¿Qué ha sido de tus antiguas misericordias, Dios? ¿Qué has hecho? Dios hizo esto para enseñar a Jeremías una profunda lección. Necesitaba aprender a confiar plenamente en Dios. Dios sabe que todos necesitamos desarrollarla.
¿Por qué estaba tan disgustado Jeremías? El International Critical Commentary dice que esta sección “describe la humillación del rey de una manera tan realista y gráfica que lo más natural es referirse a ella [como] una experiencia histórica real, como la de Joaquín (2 Reyes 24:10-16)…”. Se está refiriendo a la época en que Nabucodonosor finalmente destruyó Jerusalén en 585 a. C. La mayoría de los comentarios coinciden en que se escribió más o menos cuando cayó Joaquín. Era hijo de Joacim, el último gobernante que eligieron los judíos antes de que Judá fuera conquistada.
Sedequías fue al cautiverio, donde murió más tarde. Eran tiempos terribles en Jerusalén. Todos los herederos varones habían sido asesinados y no había un solo hijo que se sentara en el trono de David. Hoy en día la gente rechaza la Palabra de Dios porque no comprende los acontecimientos posteriores. Incluso hasta el día de hoy, ¡los judíos no entienden lo que sucedió con el trono de David en ese momento! Los judíos creían en el pacto de Dios con David, pero de repente parecía que había terminado.
Jeremías se puso muy emocional por este desastre en Judá. No podía entenderlo. Preguntó: ¿Qué estás haciendo, Dios? ¡Estás dejando que se destruya todo en lo que hemos tenido esperanza y fe! ¡Todo el plan está perdido! ¡No hay esperanza!
¡Él veía estos acontecimientos como la mayoría de la gente los ve hasta el día de hoy! Ven que Dios hizo ese pacto con David, pero se equivocan al pensar que Nabucodonosor lo terminó todo en 585 a. C.
¡Pero no terminó!
Un tallo tierno
La verdad es que Sedequías tuvo dos hijas, y Ezequiel profetizó que Dios utilizaría a “un tallo tierno” [vkj], o una mujer, para sentarse en el trono de David (Ezequiel 17:22). Su nombre era Tea-Tefi.
Tea-Tefi se casó con un príncipe irlandés que estaba de visita en Jerusalén. Tuvo un hijo con él. Los tres fueron a Irlanda con Jeremías, y esta dama se convirtió en la reina que se sentó en el trono de David cuando el trono fue construido y plantado en otra nación. Jeremías tuvo un tiempo exitoso en Irlanda, plantando, construyendo y estableciendo ese trono.
Jeremías también construyó un colegio donde la gente pudiera estudiar la historia de este trono, para que todo el mundo supiera que Dios no rompió Su promesa. Él nunca ha roto una promesa. Él nunca romperá una promesa. Él siempre cumplirá Su promesa. ¡Esa es una de las lecciones más tremendas que se pueden aprender! Aprenda a confiar totalmente en Dios, incluso cuando parezca que no hay razón para hacerlo. Si lo hace, nunca jamás se arrepentirá, y siempre será enormemente bendecido.
Esa es la lección que Jeremías tuvo que aprender, y qué lección tan maravillosa es esta. Piense en lo preciosa que es.
En lugar de indagar y comprender esto más profundamente, la gente intenta razonar al respecto. Intentan explicar este misterio. ¡Fue una experiencia histórica real! Fue la experiencia de Jeremías, él estuvo allí. Pasó por todo ello. Dios tuvo que enseñarle a crecer en la fe y a construir una confianza implícita en el Dios vivo.
Dios no pospuso ni rompió Su promesa. Hizo exactamente lo que le dijo a Jeremías que haría.
Una profecía para hoy
Lo que Dios no le dijo a Jeremías fue que iba a poner a una mujer en ese trono en lugar de un hombre. Y esa omisión deliberada realmente le causó problemas a Jeremías durante un tiempo.
Jeremías sufrió una verdadera crisis de fe. Debería haberlo sabido. Dios estaba construyendo más fe en Jeremías. Había advertido a Judá, pero su obra estaba lejos de terminar. Dios estaba a punto de enviarlo a una fase completamente nueva. Además de transportar el trono de David a otra parte del mundo, ¡Jeremías escribiría un libro de profecías para el Israel del tiempo del fin! ¡Este hombre tenía que estar preparado para una obra tan importante!
Esta lección de fe que Jeremías aprendió tiene una aplicación para nosotros hoy. El Salmo 89 trata de la caída de Judá, ¡y eso es un tipo de lo que se avecina sobre Estados Unidos, Gran Bretaña y los judíos otra vez! ¡Israel está a punto de desmoronarse! No nos damos cuenta de lo rápido o de lo abarcadora que será la destrucción de estas naciones. ¡Jeremías profetizó de un tiempo de sufrimiento que sobrepasará cualquier tribulación en la historia humana! (p. ej., Jeremías 30:4-7). Los acontecimientos en este momento están conduciendo a la peor época de sufrimiento jamás vivida en este planeta. Pero ¿quién quiere escuchar a Dios?
La gente piensa que sus pecados abominables están bien. Como Jeremías antiguamente, el pueblo de Dios hoy debe decirles: No, no están bien. ¡Dios los va a corregir! ¡Viene un castigo inimaginable!
Como Jeremías, deberíamos saber que no debemos dudar de Dios, pero a veces flaqueamos y Dios tiene que perfeccionar nuestra fe. Pecamos y Dios tiene que concedernos el arrepentimiento. Él recibe nuestro arrepentimiento cuando cambiamos de vida y no cometemos más esos pecados si podemos evitarlo.
Nos enfrentamos a terribles problemas raciales en EE UU. Dios ha prometido y enseña en la Biblia la forma de resolvertan graves problemas. Dios habla a los individuos, no sólo a la nación colectiva, sino a los individuos. Usted puede resolver sus problemas raciales, cualquier prejuicio racial o falta de amor hacia su hermano, sin importar el color de la piel. Usted puedevencer y resolver los problemas y ser bendecido poderosamente.
Dios promete: Si aprendes eso, incluso te protegeré de aquellos que no QUIEREN aprender esa lección, y pueden incluso infligir violencia o quemar automóviles, edificios y otras propiedades. Dios dice: Te protegeré si confías plenamente en mí. ¿Por qué son tan pocas las personas que creen en Dios?
“El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Jesucristo dijo que tenemos que vivir de cada una de sus palabras: ¡Eso es confianza total! Usted debe saber lo que abarca la Biblia: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Dios nos dice que vivamos de acuerdo con toda palabra de ella. Esa es la lección que Él enseñó a Jeremías, ¡y eso es lo que todo ser humano que haya vivido alguna vez tendrá que aprender si quiere entrar en el Reino de Dios!
Fíjese adónde llevó a Jeremías esa clase de confianza. Después de dejar Judá, estableció una exitosa carrera en Irlanda, construyendo un colegio donde se podía enseñar a la gente a vivir según cada palabra de Dios. Jeremías había aprendido una lección vital sobre la fe.
Considere cuidadosamente lo que Dios registra en Hebreos 13:5: “Sean vuestras [conductas] sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. Dios promete que nunca le dejará ni le abandonará, ¡ni abandonará Su Palabra! El griego original utilizado para la palabra no transmite énfasis como si Dios lo dijera cinco veces! Si me obedeces y confías en mí, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca te abandonaré ni a ti ni a mis palabras. ¡Nunca! Esa es quizá la promesa más hermosa de la Biblia. Dios nunca le abandonará si confía totalmente en Él. Él nunca lo hará, si usted camina por fe. Él nunca va a abandonar Su palabra. ¡Él siempre la cumple! Esa es la verdadera lección del Salmo 89.
Estamos en los últimos días de la historia de la humanidad, ¡justo antes de la Segunda Venida! Debemos hacer todo lo posible para prepararnos para ese maravilloso futuro. Cristo preguntó: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). No la encontrará en muchos, pero puede encontrarla en usted. Hoy, usted puede construir una confianza total e implícita en Dios y en Su Palabra, tal como lo hizo Jeremías. Si cree en ese trono de David, y cree en la promesa de que va a estar allí para siempre, ¡usted tiene la oportunidad de compartir ese trono con Cristo!