¿Qué es el verdadero compañerismo cristiano?

Una gran epidemia aflige a la gente hoy en día. Puede medirse en estadísticas como las tasas de divorcio y suicidio. Se puede ver en la prevalencia de la depresión. Se puede ver en las fiestas a las que acude la gente, el entretenimiento que buscan. Aunque estemos hacinados en las ciudades, a menudo rodeados de gente, un problema importante entre muchos es la soledad.

Dios creó al hombre para que fuera una criatura social. La gente necesita a la gente. Anhelamos un compañerismo estrecho con los demás. Dos de nuestras mayores necesidades emocionales son compartir abiertamente y ser comprendidos.

¡El hecho es que la mayoría de la gente no tiene el compañerismo profundo y satisfactorio que Dios quiere que tengamos!

¿Es diferente la situación entre los que tenemos comunión en el Cuerpo de Cristo? No hace falta decir que debería serlo. Debido a que compartimos lo más profundo de nuestras vidas, podemos tener relaciones especialmente profundas.

“Entonces los que temían a [el Eterno] hablaron cada uno a su compañero; y [el Eterno] escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a [el Eterno], y para los que piensan en su nombre” (Malaquías 3:16). El compañerismo es una característica de los filadelfinos. En general, tendemos a pasar mucho tiempo hablando cuando nos reunimos.

Pero cuando hablamos a menudo unos con otros, ¿cómo podemos asegurarnos de que es el tipo de compañerismo al que Dios escucha y atiende? ¿La clase de compañerismo por la que Él nos inscribirá en un libro de memoria?

Necesitamos el compañerismo con los hermanos en la Iglesia. ¿Pero importa lo que hacemos cuando estamos juntos? ¿Es bueno todo el tiempo que pasamos con otros? ¿El simple hecho de pasar tiempo con otras personas satisface nuestra necesidad de compañerismo? ¿Es posible estar con otros cristianos y no cumplir realmente el deseo de Dios de que tengamos compañerismo?

De hecho, ¿qué es elverdadero compañerismo cristiano?

Cristo en nosotros

El pueblo de Dios tiene la vida perfecta y sin pecado de Cristo morando en ellos. Como dijo el apóstol Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí…” (Gálatas 2:20). Por supuesto, esto es posible gracias al Espíritu Santo.

El grado en que cada uno de nosotros se somete a esa vida de Cristo morando en nosotros es el grado en que actuaremoscomo Cristo. No sólo guardaremos los mandamientos de Dios con mayor perfección, sino que incluso nuestra forma de hablar será enriquecida por esa presencia en nosotros. “Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia” (1 Corintios 1:4-5). Según la Concordancia de Strong, palabra significa “algo dicho (incluyendo el pensamiento); por implicación, un tema (el objeto del discurso)”. En otras palabras, nuestra conversación.

La palabra griega para palabra es logos. De hecho, es uno de los nombres de Jesucristo (vea Juan 1:1; Apocalipsis 19:13). Naturalmente, si el Verbo está viviendo en nosotros, eso tendrá un profundo efecto en nuestras palabras, nuestraconversación, nuestro compañerismo.

Ahora continúe en el pasaje: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a lacomunióncon su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1:9). Debido a que Jesucristo mora en nosotros, en realidad tenemos comunión con Él.

Este es el primer punto que debemos entender sobre el verdadero compañerismo cristiano: comienza con la comunión con Dios.

La comunión con Dios

“Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1:3). Por medio del Espíritu Santo, Juan tenía comunión con Dios el Padre y con Jesucristo. Predicó para que otros también pudieran tener esa comunión.

“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad” (versículo 6). Para tener comunión con Dios, debemos vivir en la luz, es decir, obediente y rectamente. Imagine a Dios bañado en la luz más brillante, por kilómetros en todas direcciones (versículo 5). Naturalmente, aquellos que están cerca de Él, en comunión con Él, también estarían en esa luz. Si tenemos oscuridad en nuestras vidas, no estamos cerca de Dios (2 Corintios 6:14).

En su autobiografía, Herbert W. Armstrong escribió sobre el descubrimiento de esta comunión con Dios justo en el momento en que fue bautizado: “De alguna forma comencé a darme cuenta que un nuevo compañerismo y amistad habían llegado a mi vida. Comencé a estar consciente del contacto y compañerismo con Cristo y con Dios el Padre”.

“Cuando leía y estudiaba la Biblia, Dios me estaba hablando, ¡y ahora me encantaba escuchar! Comencé a orar, y sabía que en la oración estaba hablando con Dios. Todavía no conocía muy bien a Dios. Pero uno llega a conocerse mejor con otro por medio del contacto constante y la conversación continua”.

Tenemos compañerismo con Dios a través de la oración y el estudio de la Biblia. ¿Pensamos en nuestras oraciones de esta manera? ¡Estamos en compañerismo con el gran Dios! ¿Cómo ES nuestro tiempo de compañerismo personal con Dios? ¿Cómo es nuestra relación? ¿Cuánto anhelamos ese contacto personal con Él?

Observe qué más sucede cuando tenemos esa estrecha comunión con Dios: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros…” (1 Juan 1:7). Cuando vivimos rectamente, no sólo tenemos comunión con Dios, sino que también abrimos el canal para el verdadero compañerismo cristiano con los demás. La mayoría de la gente está separada de este fundamento para un compañerismo apropiado.

El Sr. Armstrong escribió en Las Buenas Noticias de mayo de 1960: “Nuestro compañerismo es, en primer lugar, ¡con Dios el Padre y con Jesucristo! Si yo tengo compañerismo con Cristo, y usted tiene compañerismo con Cristo, entonces Él nos une a usted y a mí en compañerismo. No se puede tener verdadero compañerismo cristiano con nadie, excepto con aquellos que también tienen compañerismo con Dios el Padre y con Cristo”. En otras palabras, ¡es imposible tener verdadero compañerismo cristiano con alguien que no tiene compañerismo con Dios!

La presencia del Espíritu de Dios morando en nosotros abre nuestra mente para comprender cosas que nadie más en este mundo puede comprender: “aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2:9-10).

¿Cómo influye este conocimiento en nuestra comunión mutua? “Lo cual también hablamos (…) acomodando lo espiritual a lo espiritual” (versículo 13). El Espíritu de Cristo pone nuestros pensamientos y comunión en el plano espiritual.

¿Qué tanta práctica tenemos en el verdadero compañerismo cristiano? En medio de una conversación, en Sábado o no, pregúntese: ¿Qué tan diferente tendría que ser esta conversación si estuviera hablando con alguien fuera de la Iglesia? ¿En qué medida esta conversación está basada en las cosas profundas de Dios? Siempre que nos cueste entrar en temas espirituales (y todos encajamos en esa categoría a veces) será indicio de que necesitamos tener más comunión con Dios.

Este es el segundo punto a destacar sobre el verdadero compañerismo cristiano: éste fluye del Espíritu de Cristo.

Del Espíritu

Imagínese que Jesucristo apareciera en forma humana y asistiera un día a los servicios de Sábado con nosotros. ¿Le gustaría conocerlo? ¡Por supuesto! ¡Todo el mundo querría! Haríamos fila para tener la oportunidad de estrecharle la mano y tener compañerismo con Él.

Este escenario no es tan descabellado. El verdadero compañerismo cristiano es Jesucristo morando en un cristiano teniendo compañerismo con Jesucristo morando en otro cristiano.

Cuando nos sometemos a Cristo y hablamos con alguien que también está sometido a Cristo, ¡entonces espiritualmente estamos realmente en comunión con Cristo Mismo!

Somos llamados a la comunión de Cristo. 1 Corintios 10:16-17 dice que somos parte de la comunión o compañerismo del Cuerpo de Cristo. Debemos tener comunión sólo con Cristo y con aquellos que están juntos en la verdad, hablando todos la misma verdad (1 Corintios 1:9-10). Esta es la razón por la cual la Iglesia de Dios no tiene una política de puertas abiertas, porque no podemos tener comunión con alguien que no tiene comunión con Dios.

¿Cuánto vive Cristo en nosotros? ¿Cuán convertidos somos? He aquí una vara de medir eficaz y precisa: ¡nuestro compañerismo! ¿Qué tanto gobierna el Espíritu de Dios nuestras conversaciones?

Es tan fácil hablar de cosas materiales, ¡en lugar de centrarse en temas espirituales!

No es que el pueblo de Dios no deba hablar de cosas materiales; pero veamos el panorama general. Se nos conoce por nuestros frutos (Mateo 12:33). Eso incluye nuestra conversación, nuestro compañerismo. “De laabundancia del corazón habla la boca” (versículo 34). Si de verdad estamos crucificados con Cristo, y Cristo realmente vive en nosotros, entonces Su mente y Sus pensamientos llenarán nuestro corazón, y de esa abundancia saldrá nuestro compañerismo.

¿Puede ver por qué nuestro compañerismo más importante es con Dios? Él debe llenar nuestros corazones hasta rebosar con Su Espíritu, ¡Su mente! Entonces, cuando eso sea verdaderamente la abundancia de nuestro corazón, podremos comenzar a producir frutos abundantes y buenos en nuestra comunión (versículo 35).

No podemos fingir la verdadera comunión cristiana. De lo que abunde en nuestros corazones, de eso hablaremos.

El simple hecho es que cuanto más convertido esté, más tiene que ofrecer en compañerismo. Cuanto más profunda sea nuestro compañerismo con Dios, más profundo será nuestro compañerismo con los demás.

El Sr. Armstrong escribió: “Gran parte de este desarrollo espiritual se logra mediante el compañerismo cristiano con otros seres humanos espiritualmente engendrados, dentro de la Iglesia de Dios” (El increíble potencial humano; énfasis añadido). ¿Le suena eso cierto a usted? ¿Cuánto de su desarrollo de carácter espiritual viene a través desu compañerismo?

El modo de vida social

En Mateo 22:37-40, Cristo da los dos grandes principios de la ley de Dios: amar a Dios más que a usted mismo, y amar a su prójimo tanto como a sí mismo. Dentro de estos dos grandes mandamientos está la instrucción de Dios sobre el compañerismo y las relaciones interpersonales. El amor, la preocupación por el bienestar y los sentimientos de los demás, debe ser la base de todas nuestras relaciones.

El problema de la soledad en esta época es exactamente lo contrario del estilo de vida que Dios nos ofrece. La ley de Dios y Su plan nos dirigen hacia los demás, hacia las relaciones, ¡hacia el compañerismo! Ahí es donde puede ocurrir el verdadero desarrollo de nuestro carácter espiritual.

Esa es la naturaleza del camino del dar. ¡Es un modo de vida social!

En otras palabras, el verdadero compañerismo cristiano es el camino del amor. ES, esencialmente, amor.

Cristo cumplió perfectamente ambas partes de esa ley en Mateo 22. Amó a Dios Padre con todo Su corazón, alma y fuerza. También amó perfectamente a toda la gente, demostrando su preocupación por las multitudes predicándoles el mensaje de Dios, sanando a sus enfermos y alimentando a sus hambrientos.

Como ha explicado nuestro Pastor General, ese primer gran mandamiento nos obliga también a amar a los hijos engendrados por Dios más que a nosotros mismos. Cristo también cumplió esta obligación: la Escritura dice que Él amó a sus discípulos con el mismo amor que Dios tenía hacia Él (Juan 15:9).

Es lógico que, si Cristo está en nosotros, también amemos a Su pueblo. De hecho, ¡Cristo lo ordena! “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35). Esto significa que debemos amarnos unos a otros como Cristo nos ama, ¡que es el mismo amor que el Padre tenía por Su Hijo! ¡Todo un mandamiento!

Fíjese, es por la forma en que nos amamos unos a otros que los demás sabrán que somos discípulos de Cristo. Debe haber algo especial que la gente pueda ver, ¿o cómo sería realmente una señal?

¿Dónde más se reflejaría este amor sino en nuestro compañerismo? Nuestro compañerismo debe ser notable y conspicuamente amoroso, ¡con el amor genuino y no fingido de Dios!

“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:18). El amor de Dios implica acción. ¡El verdadero compañerismo cristiano no es sólo un montón de palabras!

Si quiere un buen criterio para saber cuán cerca está de Dios realmente, evalúese a sí mismo sobre cómo trata a sus hermanos, ¡a los hijos de Dios!

No se puede fingir el amor que es según Dios, al igual que no se puede fingir estar realmente convertido o tener una fuerte relación con Dios. Romanos 12:9 dice que nuestro amor debe ser “sin fingimiento” o hipocresía.

“Amaos los unos a los otros con amor fraternal, en cuanto a honra, prefiriéndonos los unos a los otros” en la Iglesia (versículo 10). Preferir, en griego, significa ir delante y mostrar el camino, o en honor guiando, o mostrando el ejemplo unos a otros. El Comentario de Jamieson, Fausset y Brown traduce así este versículo: “En amor fraternal sed afectuosos unos con otros; en [dar, o mostrar] honor, superándoos unos a otros”. Eso es vivir la manera social de dar.

Romanos 12:15 también contiene una importante expresión de este principio: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. Debemos mostrar simpatía en nuestro compañerismo, y estar en sintonía con la otra persona. Eso incluye ser comprensivos con las alegrías de la otra persona, ¡lo que en algunos casos puede ser más difícil!

Esta no es la forma natural en que las personas actúan entre sí. Incluso para las personas extrovertidas, supone un gran esfuerzo amar a los hermanos, a todos los hermanos, como debiéramos. Si amarnos los unos a los otros fuera algo natural, este mundo estaría mucho mejor de lo que está.

Es muy difícil controlar lo que decimos. Santiago 3:2 dice que, si podemos hacerlo, ¡somos perfectos! Eso le da una idea de lo importante que es este asunto. Porque no se trata sólo de decir las cosas correctas. El verdadero problema es, ¿qué hay en su corazón? Eso se reflejará en lo que hable. No es de extrañar que tener un verdadero compañerismo cristiano sea tan difícil.

Este es el último punto que examinaremos: el verdadero compañerismo cristiano es difícil, y profundamente satisfactorio.

Algo difícil de hacer

Debemos admitir que el verdadero compañerismo cristiano no es natural. Si usted conoce a alguien que es hábildiscutiendo cosas espirituales profundas, esa persona sin duda tuvo que desarrollar esa habilidad. Y quizá no sea tan fácil para ellos como parece.

Puede haber ocasiones en las que debamos forzar una conversación en la dirección correcta. Aunque resulte incómodo en ese momento, es mejor intervenir y tratar de encauzar hacia aguas mejores una conversación que se está desviando, que limitarse a “seguir la corriente”, especialmente en Sábado.

Efesios 4 y 5 tienen muchos detalles sobre en qué debemos enfocarnos y qué debemos evitar en nuestro compañerismo. Veamos algunos aspectos destacados.

“Ninguna palabra [griego: logos] corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29). Una vez más, si el Logos vive en nosotros, entonces las palabras que pronunciamos deben ser puras. Edificante significa que deben construir, promoviendo el crecimiento de otras personas en la sabiduría cristiana, la piedad, la felicidad y la santidad. Dar significa simplemente dar, y gracia significa lo que da alegría, placer, deleite, dulzura, encanto o hermosura. Si nuestro discurso está dando gracia, está dando buena voluntad, bondad o favor. Es la palabra la que convierte a la gente a Cristo, aumenta su fe y su conocimiento. Los anima a ejercitar las virtudes cristianas.

Más concretamente, ¿qué debemos evitar en nuestra conversación? “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos” (Efesios 5:3). Sabemos que los malos pensamientos conducen a malas acciones. Centrarnos en temas malvados o inmorales en nuestras conversaciones podría revelar cierto grado de fascinación que podamos tener por tales cosas.

Debemos aprender a pensar en las cosas malas como lo hace Dios, ¡no teniendo nada que ver con ellas! En lugar de eso, actuar y hablar como santos, o como corresponde al pueblo de Dios.

“Ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias” (versículo 4). Deshonestas significa obscenidad. Truhanerías se refiere al humor burdo, ofensivo, grosero o indecente.

Se trata realmente de una cuestión de prioridades. No es que nunca debamos bromear, o hablar de deportes o ropa o entretenimiento o cosas materiales; tenemos que ser equilibrados. ¡Sólo tenemos que asegurarnos de que las cosas materiales no desplacen a las espirituales!

¿De qué hablaremos en el Reino de Dios? Esas son las cosas de las que deberíamos estar hablando hoy. Imagínese si Cristo admitiera a un montón de gente en el Reino, transformándolos en seres espirituales inmortales, ¡y luego se diera cuenta de que tiene que ponerse a trabajar enseñándoles algo tan básico como el correcto compañerismo cristiano!

Haciendo melodía en su corazón

Más concretamente, ¿qué debemos fomentar en nuestra conversación? “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando [haciendo melodía, versión King James] al Señor en vuestros corazones;dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:19-20). ¡Hay muchas cosas positivas!

Deberíamos estar haciendo melodía en nuestros corazones al Señor. En lo profundo de nuestros corazones, deberíamos ser como un coro de cantantes, como el rey David, todos cantando canciones de agradecimiento a Dios. ¡Eso es lo que debe fluir abundantemente de nuestros corazones en nuestro compañerismo! ¡Qué hermoso cuadro!

Considere el ejemplo de David: “Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Cada día te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre” (Salmo 145:1-2). David alababa el nombre de Dios cada día. No sólo el Sábado. “Grande es [el Eterno], y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable” (versículo 3). La profundidad de la grandeza de Dios nunca puede agotarse. ¡Eso significa que siempre tendremos temas de los que hablar!

David no se limitó a orar sobre la grandeza de Dios: ¡hizo compañerismo en torno a ella! “Hablaré del glorioso honor de tu majestad, y de tus maravillosas obras” (versículo 5; traducción nuestra de la versión KJ). ¡Hablaba de la Obra de Dios! La Obra era el tema principal de la conversación de David.

David quería que otros hablaran de esto también. “Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres, y yo publicaré tu grandeza. Proclamarán [abundantemente, versión KJ] la memoria de tu inmensa bondad, y cantarán tu justicia” (versículos 6-7). ¿Encajamos en esta categoría? ¿Es la justicia de Dios —la ley de Dios, la grandeza de Dios—un foco principal de nuestro compañerismo? ¿Es lo que Dios está haciendo a través de Su Obra un enfoque principal en nuestro compañerismo?

“Te alaben, oh [Eterno], todas tus obras, y tus santos te bendigan. La gloria de tu reino digan, y hablen de tu poder” (versículos 10-11).

Por supuesto, esto puede ser difícil. Pero, de nuevo, si nuestro corazón está ahí, eso es lo que fluirá naturalmente en nuestro compañerismo.

¿No cree usted que a David le llenaba profundamente su compañerismo con Dios y con los demás?

Incitarnos mutuamente

Estudiemos un pasaje más de la Escritura para algunas amonestaciones finales sobre nuestro compañerismo. “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:24-25). Esto se refiere a la importancia de los servicios de Sábado y de aprovechar esa oportunidad para considerarnos unos a otros, para estimularnos y exhortarnos unos a otros.

La palabra estimularnos en el versículo 24 significa incitar o irritar. Debemos estimular “al amor y a las buenas obras”. ¡Eso no suena muy cómodo! O muy fácil o natural de hacer. Pero el hecho es que el verdadero compañerismo cristiano implica incitarse unos a otros.

La palabra exhortar (versículo 25) en español generalmente significa corregir o dar una advertencia. Pero la palabra griega parakaleo, de la que se traduce, tiene un significado mucho más amplio. Significa llamar a su lado, llamar o convocar; suplicar, confortar, amonestar, rogar o suplicar; consolar, alentar o fortalecer mediante el consuelo; o instruir. Esta palabra es muy parecida a la que designa al Espíritu Santo, parakletos, que significa esencialmente lo mismo: llamado a nuestro lado para ayudarnos. El Espíritu Santo es un ayudante para nosotros.

En nuestro compañerismo, NOSOTROS debemos hacer losunos por los otros el mismo tipo de cosas que el Espíritu Santo hace por NOSOTROS, individualmente, ¡confortar, consolar, animar, guiar, ayudar, amonestar y enseñar!

Sólo esto tiene sentido. Si el Espíritu de Cristo está motivando nuestro compañerismo, será ese Espíritu dentro de nosotros inspirando lo que decimos y hacemos. ¡Esto también significa que el Espíritu Santo realmente trabaja en nuestras vidas a través de otros hermanos!

Así debe ser nuestra comunión, y tanto más cuanto más nos acercamos al regreso de Cristo (versículo 25). Nuestro compañerismo debería ser mejor ahora, más conmovedor, más inspirador, más alentador, más reconfortante, más satisfactorio, más gratificante, ¡que en cualquier otro momento de la historia de la Iglesia! ¡Estamos justo en el umbral del regreso de nuestro Esposo! La Novia debe estar más preparada ahora que nunca.

Explotar las profundidades

Preguntémonos: ¿Estamos realmente explotando la profundidad de nuestras relaciones en la Iglesia?

Por supuesto, en la práctica, sólo habrá unas pocas personas con las que realmente podamos invertir tiempo en desarrollar un vínculo muy estrecho y especial; tal vez podríamos contarlas con los dedos de una mano. Incluso Cristo, con tantos seguidores como tenía, puso especial empeño en relacionarse sólo con 12, y entre esos 12 había uno con el que tenía una relación excepcionalmente estrecha (Juan 13:23).

Sin embargo, el potencial de profundidad real en todas nuestras relaciones cristianas es tremendo. ¿Estamos realmente aprovechando este recurso que Dios nos ha dado? ¿Estamos haciendo de nuestras conversaciones un campo de entrenamiento profundamente satisfactorio para nuestro desarrollo de carácter espiritual?

¿Nos esforzamos por tener una comunión profunda y satisfactoria con Dios el Padre y Jesucristo en nuestra oración y nuestro estudio bíblico? ¿Para que podamos ser llenos en abundancia en nuestros corazones con el Espíritu Santo? ¿Para que el verdadero compañerismo cristiano fluya de nosotros, animando, empatizando, provocando, exhortando, elevando, inspirando, agudizando el carácter de nuestros hermanos en quienes mora el mismo Espíritu de Dios? ¿Estamos realmente acercándonos unos a otros, estando bien coordinados como un solo Cuerpo (Efesios 2:20-22), ayudándonos unos a otros a acercarnos más al Padre y a Cristo?

No basta con pasar tiempo juntos. ¡Dios quiere que tengamos un verdadero compañerismo cristiano! ¡La forma más alta de compañerismo!

Dios quiere que en primer lugar tengamos comunión con Él, una relación profunda y personal. Él quiere que nuestra comunión con los hermanos sea una consecuencia abundante y natural de eso. Él quiere que tengamos relaciones profundas y personales unos con otros, cumpliendo Su amor en nuestro trato con todos Sus hijos. Él quiere que hagamos un gran esfuerzo, que nos desafiemos a nosotros mismos, y que luego cosechemos los beneficios ricamente gratificantes de relacionarnos con Dios y entre nosotros en el plano espiritual, disfrutando del verdadero compañerismo cristiano.