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Cuando lee una historia, comience por el principio. Si comienza por el final, se confundirá. Comience por el principio y comprenderá de quién trata la historia, qué hace, cuándo lo hace, dónde está y por qué es importante. Lo mismo ocurre con su vida. En realidad, usted está viviendo al final de una historia muy, muy larga. Sólo podrá comprender lo que está ocurriendo si vuelve al principio.

Lea Juan 1:1-3.

¿De dónde proceden toda la realidad, toda la eternidad y toda la vida? Todo vino de Dios, que existía antes que todas las cosas, que no tuvo principio de días, que ha vivido para siempre (Hebreos 7:3; Colosenses 1:17).

Dios es dos Seres (no uno, como muchos creen). Estos dos han elegido para siempre compartir sus pensamientos, sus experiencias y sus vidas. Su naturaleza amorosa ha definido toda la existencia por toda la eternidad.

Estos Seres Dios tienen un amor y un poder infinito, y eligieron utilizar ese poder para crear más seres a los que pudieran amar.

Lea Génesis 1:1.

Mediante su inmenso poder espiritual, estos dos Seres quisieron y hablaron para que los ángeles existieran, y después el universo (1 Corintios 8:6; Hebreos 11:3; Colosenses 1:16).

Todas las leyes de la materia, la energía, la gravedad, la forma, el movimiento, el calor, el magnetismo, las cargas, las moléculas, los genes, las células, las sustancias, las interacciones, la vida, el nacimiento, la infancia, la edad adulta, el matrimonio, las relaciones, el pensamiento, la elección y la causa y el efecto proceden de Dios.

El universo y todo lo que hay en él es nuevo, comparado con la existencia eterna de Dios. Nunca habría existido, e incluso ahora dejaría de existir, sin la voluntad, el poder y las leyes de Dios.

Lea el Salmo 8:1-4.

En seis días, Dios renovó la superficie de la Tierra, dividiendo la noche y el día; estrechando las aguas; levantando la tierra; plantando semillas; organizando el sol, la luna y las estrellas; y formando animales, todo para el hombre.

Dios modeló al hombre, le modeló a usted, le rodeó de huesos y le vistió de carne. Le dio el aliento, la habilidad de pensar y de compartir esos pensamientos: ¡la vida!

Si no recordamos esto constantemente, nos volvemos desagradecidos y nos confundimos. Así que cada semana pensamos en el primer Sábado, cuando Dios empezó a crear la mente y la actitud del hombre, y pensamos en el principio del universo, y más allá.

Recordamos el comienzo de la historia no sólo cada semana en el Sábado, sino todos los días al principio y al final de nuestras oraciones cuando alabamos a Dios (Mateo 6:9-13). En sus oraciones, el rey David a veces no pedía nada y sólo alababa la existencia eterna de Dios, Su glorioso poder y Su naturaleza amorosa. Una idea: Rete a sus hijos a orar una oración entera centrándose únicamente en Dios y alabándole de esta manera.