La sociedad moderna es egocéntrica y poco familiar. Una encuesta reciente de YoungPoll reveló que la familia británica promedio sólo pasa 45 minutos al día junta, por lo general viendo televisión o comiendo. Las cosas no son mejores en Estados Unidos y otras naciones descendientes del antiguo Israel. En nuestro mundo, cada uno se ocupa de sí mismo. Dios profetizó esta tendencia: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos (…) impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:1-4). La gente está sustituyendo la interacción social por el placer individual y personal.
Pero Dios está creando una familia en el hombre, y espera que los individuos convertidos tengan una interacción apropiada y especial entre sí como miembros de la familia. Obviamente, desarrollamos nuestra relación con Dios y nuestro carácter espiritual a través de la oración y el estudio de la Biblia. Pero la interacción con otros miembros convertidos de la Iglesia también es esencial para nuestro crecimiento. Como Herbert W. Armstrong escribió en El increíble potencial humano: “Gran parte de este desarrollo espiritual se logra mediante el compañerismo cristiano con otros seres humanos espiritualmente engendrados, dentro de la Iglesia de Dios”.
¿Qué es, entonces, el verdadero compañerismo cristiano?
El Diccionario Merriam-Webster define la palabra inglesa fellowship [compañerismo o comunión, en español] como “compañerismo, compañía, comunidad de intereses, actividad, sentimiento o experiencia (…) asociación”. El New Oxford American Dictionary la define como “grupo de personas que se reúnen para seguir un interés o un objetivo común”.
El hecho es que el compañerismo es mucho más que una simple conversación o ponerse al día. Es unirse para avanzar una meta común.
Dios es una comunidad
El primer registro que tenemos de la Familia Dios se encuentra en Juan 1. Aquí dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios” (versículos 1-2). Dios y el Verbo vivían en total cooperación y armonía. Tenían la misma mente y seguían los mismos objetivos. Eran, y son, una comunidad. Eran perfectos en todo lo que hacían. Debido a su íntimo compañerismo, tenían total confianza y seguridad el uno en el otro. Ni una sola vez hubo un pensamiento egoísta o una desviación de su objetivo común.
Esto es lo que Dios quiere crear en el hombre, como revela a través de Escrituras como Isaías 1:18 y Filipenses 2:5.
Por lo tanto, el verdadero compañerismo cristiano eseldeseo de compartir la mente de Dios.
“Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1:3). La palabra griega traducida “comunión” significa asociación. En otros lugares se traduce como comunión o compañerismo. Dios quiere que nos asociemos con Él y con Jesucristo y, a través de ellos, con nuestros hermanos en la Iglesia.
Es algo poco frecuente. La mayoría de los que proclaman su deseo de compartir la mente de Dios han demostrado con sus acciones que prefieren inclinarse por sus propios caminos.
Sin embargo, hay un pequeño grupo que valora mucho compartir la mente de Dios entre sí. Estas personas son descritas en Malaquías 3:16: “Entonces los que temían a [el Eterno] hablaron cada uno a su compañero; y [el Eterno] escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a [el Eterno], y para los que piensan en su nombre”. La versión Living Bible [en inglés] amplía el significado y la intención de este versículo, diciendo: “Entonces los que temían y amaban a [el Eterno] hablaban a menudo de él entre sí. E hizo redactar un Libro de Recuerdos en el que anotó los nombres de los que le temían y amaban pensar en Él”.
Estas personas son el tesoro especial de Dios (versículo 17) porque tienen sus mentes saturadas con el plan maestro de Dios para la humanidad. No sólo hablan del personaje de Dios, sino del compañerismo, el objetivo, la meta que la Familia Dios ha perseguido durante tiempos infinitos.
Una herramienta para recordar
El redactor jefe de la Visión Real, Gerald Flurry, comienza el Mensaje de Malaquías citando Malaquías 3:16-17 y luego comenta: “¿Por qué un libro de memoria? Este no es el libro de la vida. Es un libro especial que concierne a un grupo único de personas, quienes temen al Eterno y tienen compañerismo a menudo. Estos son los filadelfinos que recordaron. Hemos sido advertidos de recordar lo que nos han enseñado (Malaquías 4:4-6). Muchas profecías acerca del tiempo del fin se refieren a un rechazo de las instrucciones pasadas (2 Tesalonicenses 2:1-3,15; Apocalipsis 3:9, 14-21). ¡Este es un libro de memoria porque ellos recordaron lo que les fue enseñado! Por esto Dios los libra de la Gran Tribulación (Malaquías 3:17: Mateo 24:21-22; Apocalipsis 3:10) y les da una posición en la sede de Su Reino, para siempre (Apocalipsis 3:12). Los laodicenos no llegan a escapar porque olvidaron, y se tornaron a un mensaje tibio. Dios recuerdaal grupo de los filadelfinos porque ellos se acordaron de Él”. Esto revela un propósito invaluable del compañerismo cristiano: ¡Nos ayuda a recordar las verdades básicas y fundamentales que se nos han enseñado!
Con qué facilidad olvida el hombre lo que se le enseña. Hermann Ebbinghaus, pionero en el estudio de la memoria en el siglo xix, descubrió lo que se conoce como la naturaleza exponencial del olvido o la “curva del olvido”, es decir, la disminución de la retención de la memoria con el paso del tiempo. También registró cómo nuestra memoria humana puede entrenarse mediante la repetición a lo largo del tiempo, algo conocido como “efecto de espaciado”. El declive más pronunciado de la curva del olvido se produce en los primeros 20 minutos de escuchar o leer una nueva información o instrucción, una de las razones por las que tomamos notas en los servicios de la Iglesia. Pero Dios creó el cerebro humano y sabía esto mucho antes de que fuera formalizado por Ebbinghaus, y por eso guio al Sr. Armstrong a establecer la tradición del tiempo del compañerismo justo antes y después de los servicios, ¡para ayudarnos a recordar lo que se nos ha instruido!
La manera de combatir el olvido es la repetición espaciada y el recuerdo activo. El verdadero compañerismo cristiano se convierte entonces en una herramienta vital para ayudarnos a combatir la curva del olvido y, en su lugar, consolidar lo que se nos ha enseñado.
Con quién tener compañerismo
El modo de tener compañerismo debe comenzar por saber con quién tenerlo. Entendiendo que nuestra comunión es mucho más que una mera conversación, puesto que también es la búsqueda de un objetivo común, y que sólo tenemos comunión unos con otros a través de Dios el Padre y Jesucristo, la advertencia bíblica de tener compañerismo sólo con personas de ideas afines tiene mucho más sentido (vea 2 Tesalonicenses 3:6, 14-15; Amós 3:3; Efesios 5:11; 1 Juan 1:6-7). Simplemente no podemos tener comunión con aquellos que no están ligados a Jesucristo.
El Sr. Armstrong ilustró este punto de la siguiente manera: “Sólo podemos tener verdadero compañerismo cristiano cuando cada cristiano individualmente está unido a Cristo, y al Padre; o sea, como la rama de vid está unida a la vid”.
“Ahora, ¿qué une entre sí a las muchas ramas de esa vid? Cuando la gente se reúne en su propio día designado por los humanos, tratando de unirse entre sí en un grupo de Iglesia, Cristo no está presente con ellos en esa comunión. ¡Él nunca puso Su presencia en ese día! Ellos son como un montón de ramas de uva, cortadas de la vid, ¡tratando de unirse entre sí!” (¿Cuál es el día de reposo cristiano?).
El Sr. Flurry escribe: “Nosotros tenemos compañerismo en el contexto de la Familia Dios y nuestro compromiso con Cristo. Ni siquiera podemos empezar a captar tal profundidad sin el Espíritu Santo de Dios. El mundo no entiende la comunión con Dios, están cortados (Génesis 3:22-24). A menos que nuestra comunión sea con el Padre y el Hijo, simplemente somos otra Iglesia engañada. (…) Los laodicenos rechazaron el cargo del Sr. Armstrong y la mayoría de la revelación de Dios a través de él. Esa fue la forma singular más significativa como dejaron la comunión con el Padre. ¿Es lógicamente posible que alguien tenga comunión familiar con Dios y a pesar de eso rechace al hombre que Dios usó para restaurar todas las cosas?” (La última hora).
La importancia del compañerismo en el Sábado
En la creación, Dios creó el Sábado para el hombre como un tiempo de rejuvenecimiento físico y espiritual. Dios lo santificó, y el hombre debía recordarlo y santificarlo (Éxodo 20:8). Históricamente, siempre que el pueblo de Dios lo ha tratado a la ligera, Dios lo ha castigado severamente. Debemos tomarnos muy en serio el mandamiento de honrar a Dios en este día.
El Sábado es un día de descanso físico y de refrigerio espiritual. También es un día de santa convocación y comunión con otros cristianos, con Dios el Padre y con Jesucristo.
Dios instruye: “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de [el Eterno]; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras” (Isaías 58:13). Podríamos estar profanando el Sábado de Dios al no practicar un compañerismo adecuado, ¡y en su lugar hablar nuestras propias palabras!
Como vimos en Malaquías 3:16, Dios está registrando los nombres de aquellos que lo adoran apropiadamente al meditar en Sus objetivos y discutirlos con otros miembros de la Familia de Dios. Nuestras conversaciones en el día Sábado son del mayor interés para Dios.
Por lo tanto, nos corresponde prestar mucha atención a lo que discutimos en el compañerismo en el Sábado santo de Dios. No debemos buscar nuestros propios placeres. Al mismo tiempo, en nuestras conversaciones debemos centrarnos en lo que agrada a Dios.
Como en todos los asuntos, Jesucristo nos dio el ejemplo perfecto de compañerismo. Incluso a la tierna edad de 12 años, demostró lo importantes que son las discusiones espirituales profundas (Lucas 2:40-47). El compañerismo es algo que puede y debe incluir a jóvenes y mayores. Los jóvenes de Dios pueden aprender mucho de los adultos convertidos que llevan décadas en la Iglesia de Dios. Al mismo tiempo, los comentarios de nuestros jóvenes pueden aportar valiosos elementos de reflexión.
Las Escrituras registran cómo, años más tarde, Cristo puso gran énfasis en un compañerismo significativo (Lucas 10:38-42). Ninguno de nosotros debería subestimar la importancia del compañerismo. La lección que Cristo enseñó a Marta fue que la hospitalidad no consiste tanto en entretener sino en entregarse al verdadero compañerismo cristiano.
El verdadero compañerismo es una expresión del amor de Dios, una preocupación altruista por el bien y el bienestar de los demás. El apóstol Pablo dedicó todo el capítulo 13 de 1 Corintios a describir este tipo de amor. Nunca es jactancioso ni vanidoso (versículo 4), nunca busca su propio interés (versículo 5), se goza de la verdad o de las palabras de Dios (versículo 6; Juan 17:17). Es positivo, optimista y alentador (1 Corintios 13:7). Así deberían ser nuestras conversaciones en el Sábado.
El compañerismo conforme a Dios es activo. Busca dar a los demás sin ningún empujón externo. Debe mostrar un interés genuino en cada miembro de la congregación.
No hay nada malo en disfrutar de la compañía de ciertas personas en particular. Jesucristo, que nunca pecó, disfrutaba de una cercanía especial con el apóstol Juan más que con los demás (Juan 21:20, 24). Sin embargo, no debemos estancarnos en una rutina de familiaridad y comodidad que muestre acepción de personas formando grupitos.
Servir a los hermanos en compañerismo requiere que nuestras mentes estén llenas de preocupación altruista y no de autojusticia. “Honra es del hombre dejar la contienda…”. (Proverbios 20:3). Ser capaz de dejar de darle importancia a algo que causa conflictos es un verdadero mérito para un individuo. No suponga que Dios lo hace personalmente responsable de corregir los pecados y faltas de los miembros de su congregación local. Nunca visite a los hermanos con la actitud de que usted es responsable de señalar sus errores. Ninguno de nosotros es perfecto (Mateo 7:3).
La apariencia de espiritualidad no es más que una forma de vanidad. El apóstol Pablo amonestó: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3). Esto se debe a que: “Todos formamos parte de un [mismo] cuerpo, tenemos el mismo Espíritu, y todos hemos sido llamados al mismo futuro glorioso” (Efesios 4:4; traducción nuestra de la Living Bible).
En lugar de eso, tenemos que aprender a servir en el compañerismo.
Compañerismo con los hermanos aislados
El compañerismo cristiano debe incluir a aquellos que, de otro modo, tendrían muy poca interacción. Ayúdelos a salir de su zona de confort mostrándoles que son amados, queridos y apreciados.
Debido a que el pueblo de Dios está disperso, muchos no pueden tener compañerismo en persona con hermanos de ideas afines en el Sábado. Sin embargo, no debemos olvidar a estas personas. “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones…”. (Santiago 1:27). La palabra griega utilizada para visitar es episkeptomai, que indica buscar o tener cuidado de. Ciertamente tenemos la obligación de velar por la necesidad de verdadero compañerismo cristiano de nuestros hermanos aislados. Tal vez la edad, la salud o la distancia les impide asistir, pero aún podemos dar de nosotros mismos desviándonos de nuestro camino para visitarlos o contactándolos por teléfono, por ejemplo.
Al sacrificar su tiempo y gozo personal, usted puede servir, animar y ayudar a los hermanos que están enfermos o afligidos. Alentarlos e inspirarlos es una forma de compañerismo que agrada a Dios.
Lo mismo vale para los nuevos en la Iglesia de Dios. Salga de su camino para confraternizar con ellos. Sea hospitalario y conózcalos. Preséntese y aprenda más sobre ellos y su historia. Sea sociable y cortés, pero no los abrume ni domine su tiempo.
Siempre debemos mantenernos equilibrados en nuestro compañerismo y nunca debemos asumir una responsabilidad que no nos corresponde. Dios ha llamado a cada miembro al Cuerpo según Le ha complacido (1 Corintios 12:18). Si no hemos sido llamados a la Iglesia como ministros, entonces tampoco debemos usurpar esa autoridad tratando de enseñar o corregir a través de nuestro compañerismo unos con otros. En su lugar, debemos predicar a través de nuestro ejemplo y conducta.
Siempre debemos procurar tener un propósito definido en nuestras conversaciones. Recuerde que el período de 24 horas del Sábado de Dios no nos pertenece. Es el tiempo de Dios, y debemos utilizarlo sabiamente. La primera ley del éxito es fijar la meta correcta. Quizá podamos proponernos animar o conocer mejor a nuestro hermano o hermana en Cristo. A menudo descubrirá que todo lo que intente dar, lo recibe a cambio en mayor medida. Cualquiera que sea su objetivo, asegúrese de no pasar de una conversación a otra sin rumbo fijo.
Antídoto contra el letargo espiritual
Una vez que comprendamos que el verdadero compañerismo cristiano es un acto de amor, empezaremos a pensar en los beneficios del compañerismo en el sentido de lo que nuestro compañerismo hace por los demás. La principal manera en que el compañerismo edifica es que nutre espiritualmente a todos los participantes. El compañerismo efectivo requiere que tengamos nuestras mentes en las cosas de Dios: Su plan, Su Obra, Sus deseos para nosotros, Sus bendiciones, Su intervención en nuestra vida, etcétera.
El objetivo de Satanás es quitarnos el compañerismo con Dios. No podemos permitirle que lo haga ni que destruya el gozo pleno que nos proporciona esta comunión.
El Sr. Flurry escribe: “¡Tener comunión con el Padre y el Hijo nunca lo deja a usted descorazonado o negativo! Justamente lo contrario. Lo hace estar vivo como nunca antes”.
“¿Está Dios descorazonado? ¿Sin gozo? ¿Negativo? ¡Nunca! ¡Debemos recibir y desarrollar el Espíritu de la Familia Dios! Esta comunión ha funcionado por toda la eternidad. Así que sabemos que funcionará ahora, o en cualquier momento” (La última hora).
Una causa fundamental de que la gente abandone su camino cristiano es el letargo espiritual. Si no lo vencemos, ¡nos vencerá!
El letargo espiritual puede definirse como una actitud desganada que dice: para qué, renuncio, no nos entusiasmemos, no puedo, no tiene importancia. ¡Esa actitud revela a alguien demasiado perezoso para superarse!
Un artículo de Good News de 1969 sobre el tema afirmaba: “¡Si no puede entusiasmarse con su parte en la Obra de Dios, entonces está espiritualmente letárgico! Y si no se arrepiente de este letargo, cambia y se vuelve celoso, ¡va a terminar fuera de la Iglesia de Dios! Si la idea de estar fuera de la Iglesia de Dios no le asusta, ¡entonces está mal espiritualmente! De hecho, está muerto espiritualmente y pronto morirá eternamente, ¡a menos que despierte y se arrepienta ahora!”. (julio de 1969).
El compañerismo cristiano es un antídoto poderoso contra ese letargo espiritual. Nos mantiene alerta y entusiasmados acerca de nuestro llamamiento y nuestra parte como colaboradores en la Obra de Dios. Nos estimula a orar más fervientemente por la Obra de Dios cada día, y a poner todo nuestro corazón en la Obra. Nos enseña no sólo a ser celosos, sino a ser entusiastas con lo que ocurre en la Obra. Si llenamos nuestras mentes con eso, no podemos evitar querer hablar de ello con nuestros hermanos (Lucas 6:45).
El compañerismo de Dios con el hombre
¿Por qué Dios da tanta importancia a nuestro compañerismo? ¡Porque Su mayor deseo es pasar la eternidad con Su Familia! Él espera ansiosamente morar en medio de Su Familia, con ancianos y jóvenes (Zacarías 8:3-8). “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (…) El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:3, 7). Ese compañerismo con nuestro Creador que mora en medio de nosotros traerá una alegría increíble a toda la Familia de Dios e iluminará los caminos de todo hombre (Apocalipsis 22:5). Por la eternidad, tendremos comunión con Dios y Jesucristo, persiguiendo los objetivos que ellos han tenido durante eras, en perfecta unidad y armonía. ¡Qué profundidad tiene realmente la palabra compañerismo!
Aprendamos a utilizar eficazmente la herramienta del verdadero compañerismo cristiano y avivemos nuestra memoria de las cosas que se nos enseñan hablando a menudo unos con otros.