El don de la sabiduría divina
Una clave para tomar buenas decisiones

¿Ha pensado alguna vez con qué frecuencia se enfrenta a la toma de decisiones? Literalmente tomamos docenas de decisiones diarias sobre cosas de nuestra vida cotidiana: ¿Qué me pondré hoy? ¿Qué voy a desayunar? ¿Pagaré esa cuenta esta semana o la siguiente? ¿Haré ese comentario o no?

Aunque algunas “decisiones” son bastante rutinarias, otras realmente pueden impactarnos y a quienes nos rodean; decisiones que pueden cambiar nuestro futuro, o abrir o cerrar puertas. Decisiones relacionadas con la profesión, dónde vivir, el matrimonio, cambiar de empleo, mudarse a otro lugar, solo por nombrar algunas.

Y todas esas decisiones requieren, en mayor o menor grado, algo que necesitamos sobremanera, y ese algo es sabiduría.

Considere la importancia de la sabiduría. La sabiduría tiene una posición prominente en todo nuestro propósito de vida en la construcción del carácter santo.

Para comenzar, realmente necesitamos responder tres preguntas fundamentales sobre la sabiduría: 1) ¿Qué es? 2) ¿Por qué la necesitamos? 3) ¿Cómo la obtenemos?

La sabiduría se define en el Britannica World Language Dictionary como “la capacidad de discernimiento verdadero y correcto; la conformidad con el curso de acción dictado por tal discernimiento. (…) La sabiduría implica el más alto ejercicio de todas las facultades” (énfasis añadido).

Cuando pensamos en la sabiduría, a menudo la asociamos con el conocimiento y el entendimiento, pero en realidad es diferente de estos dos atributos. La sabiduría está en un nivel más alto que el conocimiento o el entendimiento. Esta es la diferencia: el conocimiento es “información relacionada con los hechos”, mientras que el entendimiento es “comprensión de cómo esos hechos operan juntos”. Usando una analogía simple: el conocimiento es las piezas del rompecabezas, y el entendimiento es saber cómo esas piezas encajan.

La sabiduría, por otra parte, involucra la aplicación de conocimiento y entendimiento a situaciones nuevas. En su autobiografía, Herbert W. Armstrong explicó lo que es la sabiduría: “Descubrí, muy temprano en mi ministerio, que carecía de sabiduría natural. Siempre había anhelado tener entendimiento. Yo había absorbido una parte razonable de conocimiento. Pero la sabiduría es la habilidad de juntar ambos y formar una decisión correcta”. Entonces, como afirmó el Sr. Armstrong, la sabiduría en realidad implica poner el conocimiento y el entendimiento en un uso y aplicación adecuados mediante la toma de decisiones correcta.

¿Por qué necesitamos la sabiduría? En Proverbios 4:5-7, Dios nos muestra que la sabiduría es importante y algo que debemos desear y buscar. El libro de Proverbios está lleno de comentarios acerca de la sabiduría, como también lo están los libros de Salmos y Eclesiastés. Proverbios 3:13 dice que el hombre que halla la sabiduría es bienaventurado. Proverbios 16:16 dice que es mejor adquirir sabiduría que oro y plata. Eclesiastés 7:12 muestra que la sabiduría sobrepasa al dinero y al conocimiento y da vida. Eclesiastés 8:1 dice que la sabiduría ilumina el rostro del hombre. Salmos 37:30 dice que la boca del justo habla sabiduría.

Hay amplia evidencia bíblica de que la sabiduría es algo que desear. Necesitamos sabiduría porque Dios nos muestra que ella es importante. Es un componente esencial de la toma de decisiones correctas (como declaró el Sr. Armstrong).

Dado que la sabiduría es tan importante, ahora vamos a nuestra tercera pregunta fundamental: ¿Cómo la obtenemos?

El Salmo 111:10 señala que el temor de Dios es el principio de la sabiduría. Esto se repite en varios otros lugares de la Biblia (por ejemplo, Job 28:28; Proverbios 15:33). Si usted teme a Dios, si usted lo respeta, obviamente estará guardando sus mandamientos. Y es a través de guardar sus mandamientos que nos volvemos más sabios (Salmos 119:98).

Pero la sabiduría también es un regalo de Dios. Es algo que debemos pedirle a Dios y Él nos la otorgará a través del Espíritu Santo. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). Así que, necesitamos pedirle a Dios sabiduría.

Uno de los principales ejemplos bíblicos de alguien pidiendo sabiduría es el de Salomón cuando se convirtió en rey. Él obviamente temía a Dios y estaba obedeciendo sus mandamientos. Y él le pidió a Dios la sabiduría para gobernar al pueblo de Israel. Dios le otorgó sabiduría (1 Reyes 5:12), y él se convirtió en el hombre más sabio que ha vivido.

Igualmente, Dios le otorgó a Daniel y a sus tres compañeros una sabiduría tal que ellos eran 10 veces mejores que todos los demás hombres sabios del reino (Daniel 1:20). Dios nos otorgará sabiduría si somos obedientes y le pedimos con fe creyente.

Para continuar con el ejemplo del Sr. Armstrong: “Yo he leído la instrucción de Dios en Santiago 1. Si algún hombre carece de sabiduría, debe pedirla a Dios, y creyendo, él la recibirá. Yo había pedido a Dios sabiduría y Dios la otorgó. Pero aunque viene como un regalo, Él deja que se desarrolle gradualmente y a través de la experiencia” (ibíd.).

Vemos, entonces, que la sabiduría aumenta con la experiencia y el tiempo, tal como lo hace el carácter. Leímos anteriormente que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, pero la sabiduría crece a través de la experiencia y las pruebas. Por esa razón Dios dice que en los ancianos está la sabiduría porque la edad indica experiencia (Job 12:12, vkj). Los de mayor edad tienen más experiencia y, por lo tanto, el potencial de una mayor sabiduría. También sabemos que Cristo creció en sabiduría mientras estuvo aquí en la Tierra. Él aprendió obediencia a través de las cosas que sufrió, y Su sabiduría, junto con Su obediencia, aumentó con la edad y la experiencia (Lucas 2:52).

¿Cómo obtenemos la sabiduría? Con nuestro temor, lo cual también significa respeto, a Dios. Ese es el comienzo. Demostramos ese temor, o respeto, guardando Sus mandamientos. Le pedimos a Dios el don de Su sabiduría, y Él nos concederá sabiduría que aumentará a través de las pruebas y la experiencia.

Cada día tenemos la oportunidad de ejercer la sabiduría en las docenas de pequeñas, medianas y grandes decisiones que enfrentamos. Cosas como: ¿Qué le diré a esa persona que está sufriendo? ¿Escucharé y dejaré que la otra persona hable? ¿Ayudaré incluso si estoy cansado y no siento deseo de hacerlo? ¿Estudiaré y oraré esta mañana aunque no tenga tiempo?

La manera como tomamos esas decisiones y usamos la sabiduría afecta el proceso de construcción del carácter que está sucediendo en cada uno de nosotros. Puede que algunas decisiones debamos tomarlas rápidamente, con poco tiempo para consultar. Esas decisiones rápidas se tomarán como resultado del carácter que Dios ya ha construido en nosotros. Con otras decisiones tendremos tiempo para buscar consejo y reflexionar, sopesar y meditar, tal vez ayunar y orar. Pero la sabiduría, o la falta de ella, afectará todas las decisiones que tomemos. Y finalmente, impactará el propio carácter que Dios está tratando de desarrollar en nosotros.

El jefe de redacción de Visión Real, Gerald Flurry, escribe acerca de este tema en La Epístola de Santiago: “La verdadera sabiduría es un don de Dios. Se necesita sabiduría para saber qué hacer, por ejemplo, cuando Dios le niega algo que usted desea fervientemente, o cómo navegar por nuestras pruebas de fuego. (…) En mi ministerio, he visto a mucha gente tomar decisiones grandes y terribles que les han perjudicado gravemente, por falta de sabiduría. He visto miembros de la Iglesia perder buenos empleos que necesitaban. He visto personas tomar una mala decisión acerca de con quién casarse, lo cual los afecta por el resto de sus vidas. He visto miembros dar una mala impresión a un maestro de escuela, o cometer errores en la educación en casa. He visto miembros manejándose mal al tratar con las autoridades médicas. ¡Todo porque carecen de sabiduría!”.

Así que es claro que necesitamos la sabiduría para evitar hacernos daño a nosotros mismos y a los que están a nuestro alrededor. La sabiduría que necesitamos viene de arriba, de nuestro Padre, quien está deseoso de ayudarnos, si pedimos y hacemos nuestra parte.

Cuando Dios nos otorga esa “sabiduría de lo alto” (Santiago 3:17), y la implementamos en nuestras vidas, ¿cuál será el resultado? Dicha sabiduría será de grande beneficio para aquel que la posee, así como para aquellos con quienes él tiene contacto.

Reconozcamos el papel importante de la sabiduría en nuestras vidas, qué es y la aguda necesidad que tenemos de ella. Y pidamos a Dios proveernos de este “don que es de lo alto”, para que podamos complacerlo y usar la sabiduría de Dios para servirles a otros.