Si estás orando todos los días, eso es genial. Si estás orando media hora o incluso una hora, ¡eso es mucho mejor! Si estás agradeciendo a Dios por Sus bendiciones, si le pides perdón y ayuda para vivir con pureza, si le pides las cosas que deseas, de acuerdo con Su voluntad, eso es maravilloso. ¡A Dios le encanta oírte orar! Tus oraciones son valiosas para Él. “…la oración de los rectos es su gozo” (Proverbios 15:8). A Dios le encanta oírte compartir tus pensamientos, tus actitudes, tus sentimientos, y todo tu ser con Él.
Mientras tu Padre escucha tus oraciones, ¿qué es lo que Él oye? ¿Acaso oye las palabras yo, mi, mío y para mí muy repetidas? Si eres como la mayoría de la gente, la respuesta es probablemente que sí. Es natural que la mayoría de tus pensamientos y la mayoría de tus oraciones se centren en tus problemas, tus necesidades y tus deseos.
Pero la mayoría de tus oraciones deberían ser de otra manera.
¿De qué manera? De oraciones intercesoras. Oraciones por los demás.
Dios y Jesucristo hacen eso con tus oraciones. De hecho, Jesucristo le habla a Dios en nombre tuyo (Romanos 8:34). Él pasa mucho tiempo, esfuerzo y energía hablando con el Padre, no para Su propio beneficio, sino para el tuyo. Él enfoca Su mente no en Sí Mismo, sino en tus pruebas, tus dificultades y tus peticiones.
¿Sigues ese ejemplo, o estás orando egoístamente? Santiago 4:3 muestra que una de las razones por las que tus oraciones pueden no ser respondidas, es porque se centran demasiado en ti mismo.
El egoísmo es la actitud de Satanás. La actitud de Dios es altruista. Dios te está enseñando cómo llegar a ser como Él; cómo vivir una vida altruista, generosa y feliz. Es por eso que Él puede responder, y responderá porque le encanta estar respondiendo a tus oraciones cuando aprendes a hacerte a un lado y a ¡enfocar tus energías en otras personas de la manera en que Cristo enfoca Sus energías en ti! Piensa como Dios, piensa como Cristo, y enfoca tus pensamientos y tus oraciones en los demás.
Filipenses 2:4 dice: “No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. Obedece esta orden en tus oraciones, y mira lo que sucede. Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas [pecados físicos] unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración ferviente y eficaz del justo puede mucho” (versión de kj). ¡Toma esta promesa y reclámala! Recuérdala y créela: ¡Esfuérzate por ser justo (puro), ora con fervor por los demás y ten completa confianza de que esa oración producirá resultados!
Fíjate que este versículo no dice: “Ora por ti mismo para que puedas ser sanado”. Dios dice específicamente que oremos el uno por el otro. ¡Estar orando por otros hace la diferencia! Probablemente ya estés haciendo oraciones intercesoras hasta cierto punto. Muchos jóvenes incluyen: “Sana a los enfermos”, “Bendice a la Obra”, “Ayuda al Sr. Flurry”, y otras peticiones como esas en sus oraciones. Pero es fácil pasar tres minutos pidiéndole a Dios que te ayude a conseguir el trabajo de verano que quieres, y sólo tres segundos orando por el bienestar general de todos los demás: “Por favor, ayuda a los hermanos”.
En Éxodo 30:36, Dios nos da un símbolo excelente sobre cómo orar. Él les ordenó a los antiguos israelitas a quemar incienso en el templo todos los días y dijo a los sacerdotes que hicieran el paso extra de pulverizarlo primero. Esto tomaba tiempo y esfuerzo. Pero macerar ese incienso hasta hacerlo pequeño, hacía que la ofrenda fuera agradable para Dios.
De la misma manera, tú necesitas tomar tiempo y esfuerzo extra para ser detallado en tus oraciones.
Los “ingredientes” para tus oraciones deben ser principalmente intercesiones: orar por la familia, amigos, conocidos, ministros, miembros de tu congregación, miembros de la Iglesia en todo el país y en el mundo, personas que sufren enfermedades o lesiones, y por el mundo entero que está sufriendo terriblemente. Ora eficaz y fervientemente, por ejemplo, para que la Obra de Dios llegue a las personas que están sufriendo en el mundo. Cada una de esas vidas es igual de importante, y está igualmente llena de problemas y esperanzas, como tu vida. Llena tu mente y tus oraciones con esas personas.
Presta atención a esto, de la revista Good News [El Mundo de Mañana] de septiembre-octubre de 1969: “Parece ser que una ley de la oración es que, cuando una persona está orando por otra tiene más peso ante Dios que cuando un hombre está orando por sí mismo”.
¿Quieres ver el poder de Dios en acción? ¿Quieres que tu oración sea esa que “puede mucho”? Entonces quita tu mente y corazón de ti mismo y viértelos en las vidas de los demás, ¡e intercede por ellos! Adquiere experiencia en ello. Vuélvete habilidoso en ello. Vierte tu corazón y mente y compasión, emoción y sentimiento en ello, incluso más que cuando oras por ti mismo. ¡Y date cuenta qué tanto tus oraciones pueden cambiar no sólo tu vida, sino también la de muchos otros!