Podemos aceptar que sentir desánimo en algún momento es una parte normal de nuestra vida. Pero el desánimo es una de las emociones más poderosas y devastadoras que existen. Es una fuerza negativa que detiene nuestro crecimiento, acaba con el entusiasmo, impide que avancemos y desorienta nuestra mente. De todas las causas del fracaso en nuestras vidas, el desánimo es probablemente una de las más difíciles de superar.
Todo tipo de cosas pueden hacernos sentir desanimados. Algunas son obvias, como una crítica, problemas familiares, malas calificaciones, estrés, enfermedad o rechazo, pero otras no son identificables tan fácilmente. Cualquiera sea la causa, el desánimo puede dejarnos sintiéndonos como si estuviéramos atrapados en el pozo más profundo y oscuro sin manera de salir de él.
Si has caído dentro de esta trampa o conoces a alguien que cayó, sabes lo importante que una palabra adecuada puede ser. Todos necesitamos sentirnos animados, confortados y apreciados de vez en cuando. ¿Sabes cómo ser un animador? ¿Puedes convertir en alegría, el desánimo de alguien?
Fuente de ánimo
Dios nos dice que Satanás es el “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2), transmitiendo sentimientos y emociones hacia nosotros las 24 horas del día. Él es la mayor causa del desánimo. Él es el enemigo más grande del hombre, y está tratando de derribarnos y desgastarnos. Él trata implacablemente de desanimarnos, que sintamos que somos poca cosa y que nos demos por vencidos. Satanás es como un león rugiente (1 Pedro 5:8).
Satanás quiere que nuestras mentes se desvíen de una perspectiva positiva de la vida y que nos enfoquemos en nuestros problemas. ¡A él le gustaría que viéramos un granito de arena como si fuera el Monte Everest!
¿Cómo puede uno sentirse animado bajo ese constante bombardeo de pensamientos negativos?
Piensa acerca de la palabra ánimo. Animar significa inspirar con esperanza, llenar de valentía, o determinación. Significa poner coraje en una persona, darle espíritu, alentarla o estimularla. Implica ponerle vida, energía y vigor.
¿Cuál es la esperanza en tu vida? ¿Qué visión tienes?
Depende de nosotros protegernos de y resistir a los pensamientos y estados de ánimo negativos. Nuestra defensa más fuerte en contra del poder de Satanás es primero recurrir al Dios todopoderoso por ayuda. Estar resuelto totalmente con un compromiso fuerte para ponerte firme en contra de Satanás, harán que él salga de tu vida (Santiago 4:7).
El desánimo parece ser más común entre los adolescentes y adultos jóvenes que entre cualquier otro grupo de edades. Satanás sabe que si él puede hacer que respondas a sus transmisiones temprano en la vida, y aplastar tu resistencia ante sus impulsos, permanecerás susceptible por el resto de tu vida.
Sentirse desanimado significa tener falta de valentía. Si estás deprimido, pídele ánimo a Dios. Él es una fuente de pensamientos positivos (2 Corintios 1:3). Él puede traer a nuestras mentes ejemplos de fe. Dios puede y va a poner pensamientos positivos en nuestras mentes. Él puede ayudarnos a recordar milagros y ayudas del pasado que Él ha provisto en nuestras propias vidas. Él nos anima. Él nos puede fortalecer.
Además de recurrir a Dios, hay algunas otras cosas que podemos hacer para ayudarnos a superar el desánimo.
Vanidad en el desánimo
Una gran fuente de desánimo es sentirse como que no encajas, y preocuparte acerca de lo que las demás personas piensan de ti. Inconscientemente, muchos adolescentes están condicionados a pensar que deben verse o actuar de cierta manera para encajar o ser exitoso en la sociedad.
¡Pero esto no es otra cosa más que vanidad! Eso es tratar de medirte con los estándares de otras personas y buscar su aprobación. Herbert W. Armstrong define la vanidad como una especie de anhelo no realizado e indefinido de buscar la adoración de otras personas; una adoración que le pertenece a Dios.
Si nos enfocamos en lo que otras personas piensan acerca de nosotros y nos preocupamos de si nos ajustamos o no a sus expectativas, entonces hemos caído en la trampa de la vanidad.
El desánimo también puede surgir del temor; o sea, la falta del coraje. Eso es lo contrario de lo que Dios tiene para ofrecerte. El Espíritu de Dios no es de miedo, “…sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Dios quiere que estés lleno de coraje, para que puedas alentar a otros.
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18). El camino de vida de Dios, que es una preocupación altruista por el bienestar y la prosperidad de otros, echa fuera el miedo. Esto resalta otra clave para superar el desánimo.
Enfocarse en otros
Si alguna vez te encuentras deprimido, aparta tu enfoque de ti mismo. Concentrarse demasiado en uno mismo y en sus propios sentimientos hará que te sientas más aislado, solo y con una mayor necesidad de aceptación social. Te dejará vacío y desanimado.
Al enfocarte en las necesidades de los demás, no sólo estarás sirviéndoles, sino que también aumentarás tu propio sentido del propósito en la vida. Enfocarse en los demás puede ser tan simple como dar de tu tiempo para escuchar a alguien más en lugar de hablar siempre de tus problemas.
El ánimo impulsa la ambición
El señor Armstrong aprendió que el ánimo tiene otro lado vital. En la introducción de El misterio de los siglos, él escribió: “A los 18 años prácticamente abandoné todo interés por la religión, y dejé de asistir a la iglesia. A esta edad me hice un auto-análisis intenso de mis aptitudes, junto con un estudio de los oficios y profesiones disponibles, para saber cuál me convendría. No quería dedicarme a algo que fuese ajeno a mis capacidades”.
“… Pero cuando tenía apenas 16 años, cierto individuo que me había contratado para trabajar durante las vacaciones de verano me encomió y me animó por un trabajo bien hecho, y al hacerlo despertó en mí el fuego de la aspiración. ¡Tener aspiraciones no es sólo el querer hacer algo sino tener la fuerza de voluntad para llevarlo a cabo y estar dispuesto a pagar el precio!”
“Este auto-análisis a los 18 años me llevó a la profesión de la publicidad y al mundo de los negocios. Yo estudiaba diligentemente, estudiaba hasta muy tarde en la noche, en vez de buscar los placeres juveniles”.
“Llegué a tener un éxito inusitado. Yo trabajaba duro, y tenía reputación de afanoso. Estudiaba con diligencia y hacía todo lo posible por superarme. Todo esto, por supuesto, desarrolló en mí una gran auto-confianza que más tarde había de remplazarse con otra clase muy distinta de confianza: fe en Cristo” (énfasis añadido).
El Sr. Armstrong aprendió a través de la experiencia de primera mano que el estímulo impulsa la aspiración en una persona. Si eres elogiado, en vez de no recibir ningún comentario por un trabajo bien hecho, será mucho más probable que le pongas más empeño a tu próxima tarea.
Es importante estar al tanto de los esfuerzos y éxitos de quienes nos rodean. Hay poder en ese tipo de reconocimiento. Puede inspirar a una persona a esforzarse más.
¿Cómo puedes ser sensible con los demás de esta manera? “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
¡Enfoca tu mente en elogiar! Esto te ayudará a ser más consciente de los demás.
En el versículo 9, Pablo nos instruye a seguir su ejemplo. Podemos ver su buen ejemplo al leer 2 Tesalonicenses 1:4, donde él da un elogio generoso. Pablo felicitó el comportamiento anterior de los hermanos y expresó su confianza en su futura sumisión a Dios. Él sabía que este elogio honesto los animaría enormemente a trabajar y rendir aún más.
Igualmente, tú también puedes inspirar a otras personas.
Aprende a dar ánimo
Desarrolla el hábito de animar. Comienza orando por la ayuda de Dios, primero para convencerte de que animar es necesario, luego para que te ayude a desarrollar y aprender a mostrar apreciación por los demás al satisfacer sus necesidades de recibir un comentario alentador.
Para tomar conciencia de los demás, debes cambiar tu forma de pensar al modo del dar. La mente carnal no se preocupa naturalmente por el bien de los demás. Necesitas la ayuda de Dios. Esto hace parte del desarrollo de la mente de Jesucristo en nosotros (Filipenses 2:5).
También necesitarás una cosa más: trabajar. Los nuevos hábitos no se forman fácilmente. Debes trabajar diligentemente para darte cuenta de las situaciones en las que es posible y deseable mostrar aprecio, y entonces al hacerlo ejercitar la actitud de Dios del dar.
Al dar ánimo a los demás, aprenderás a superar los pensamientos y emociones negativos que te bombardean día a día. No cedas ante esos sentimientos y emociones equivocados, y sé consciente de cómo puedes ayudar a otros a no ceder ante ellos, dándoles una palabra de ánimo.