¿Es su fe fuerte? No importa que tan fuerte sea, podemos fortalecer aún más nuestra fe. Pero ¿cómo?
Si pudiera sentarse con alguien fuerte en la fe como el apóstol Pedro, él podría darle una poderosa instrucción práctica y personal sobre cómo crecer en esta cualidad piadosa.
En realidad, usted tiene algo muy parecido a esa oportunidad. El apóstol principal del primer siglo escribió un pasaje en su segunda epístola que es, en efecto, ¡una guía para tomar acción, paso a paso sobre cómo volverse fuerte en la fe!
Lo que llama inmediatamente la atención de 2 Pedro 1:5-7 es que es muy activo. “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”.
El apóstol principal le dice que ponga diligencia, urgencia, en este esfuerzo. Añada activamente a su fe. La fe viene de Dios. Usted tiene fe, dice Pedro. Pero debe dar pasos definidos y disciplinados para alimentarla, abstecerla, edificarla. Esta no puede prosperar en su vida a menos que trabaje para ello. Pero a medida que lo hace, Dios le da más y crece en su vida.
La fe sin obras está muerta: Demostramos nuestra fe con nuestras obras (Santiago 2:17-18). Los que tienen fe deben “procurar ocuparse en buenas obras” (Tito 3:8). Aquí, entonces, Pedro enumera siete “obras” mediante las cuales puede demostrar su fe, y a través de las cuales puede aumentar su fe.
Añada a su fe virtud. Esto es excelencia moral y espiritualmente. Su presencia o ausencia se manifiesta en los ámbitos más pequeños de la vida: fiabilidad, justicia, honestidad, compasión, generosidad, modestia, pureza, etcétera. Busque activamente demostrar estas cualidades loables. Esto expresa y demuestra su fe, y al mismo tiempo la refuerza y fortalece.
A esa virtud se añade conocimiento: el conocimiento de la voluntad de Dios. En muchos sentidos, la fe se basa en el conocimiento. Requiere conocer la voluntad de Dios y ser sensible a ella. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Aumente continuamente su conocimiento de la voluntad de Dios mediante el estudio de la Biblia, el consejo y la meditación. Créalo, y su fe crecerá aún más.
Añada a ese conocimiento dominio propio. Esto significa aplicación y seguimiento. Una vez que tiene el conocimiento, no sirve de nada a menos que ejerza el autocontrol para vivir de acuerdo con él, para hacer lo que sabe que debe hacer. Acérquese a Dios y use Su Espíritu, del cual el dominio propio es un fruto (Gálatas 5:23). Practique hacer la voluntad de Dios en lugar de hacer lo que es natural. Este es un componente vital de la fe. Su fe siempre será deficiente sin el dominio propio, porque el fracaso en controlar y refrenar su carnalidad y lujuria socavará la presencia de Dios que mora en usted. Pero ejercitar el dominio propio construye la fe.
Añada a su domino propio paciencia. Cuando hace lo correcto, los buenos resultados no siempre llegan de inmediato. La paciencia es un ingrediente indispensable de la fe. Nuestra seguridad en las promesas de Dios no debe vacilar, incluso en medio de la evidencia física de lo contrario. Debe añadir activamente paciencia, o su dominio propio se debilitará en los momentos difíciles. La paciencia es lo que preserva su firmeza en la prueba. La falta de respuestas inmediatas no le hace perder el rumbo. Y entienda que Dios pone a prueba nuestra fe para edificar nuestra paciencia (Santiago 1:3).
Añada a su paciencia piedad: reverencia y respeto hacia Dios. El Vine’s Expository Dictionary lo define como “aquella devoción que, caracterizada por una actitud inclinada hacia Dios, hace lo que es agradable a Él”. Añadir esta actitud reverente y centrada en Dios a nuestra paciencia aumenta aún más nuestra fe. Sepa en su corazón que Dios es la autoridad perfecta, intachable, digna de un respeto inquebrantable. Debemos obedecer y adorar a nuestro Maestro, pase lo que pase.
Añada a su piedad filadelfia: amor fraternal. Nuestra reverencia a Dios fluye hacia nuestras relaciones con los demás. Exprese su fe en oración eficaz y ferviente por los necesitados (Santiago 5:16). En verdadera comunión cristiana, comparta ejemplos de oraciones contestadas y de la intervención de Dios que haya escuchado y experimentado usted mismo (p. ej., Salmo 145:1-7). De, sirva y ame a su familia espiritual (Romanos 12:9-10, 13, 15-16). Usted puede reforzar la fe de los demás, y ellos pueden reforzar la suya.
Y añada a eso ágape: el amor de Dios. El objetivo supremo de todos sus esfuerzos es llegar a ser amor como Dios es amor. Se requirió fe para que Jesucristo, “el autor y consumador de la fe”, llevara a cabo el acto supremo de amor: soportar la cruz y sacrificar Su vida por la humanidad (Hebreos 12:2). Su amor por el Padre le hizo “obediente hasta la muerte” (Filipenses 2:8). Demuestre su fe y construya su amor haciendo siempre los asuntos de su Padre, en su vida personal y en apoyo de Su Obra.
La vida de fe es una vida de progresión, de crecimiento. A medida que la fe crece, también lo hace la evidencia de esa fe en forma de obras. Esta lista del apóstol Pedro muestra esas obras de fe y revela cómo el realizarlas activamente también hará crecer su fe.
Fíjese en la conclusión de la inspirada instrucción de Pedro en 2 Pedro 1:8-11: si hace estas cosas, promete él, no sólo crecerá en la fe y dará ricos frutos espirituales, sino que, dice, “no caeréis jamás”. Usted alcanzará “¡el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo!”.