La modestia es belleza
Suprimiendo el sentido de vergüenza

¿Qué hace que algo sea bello? ¿Cómo se puede añadir o realzar la belleza?

La mayoría de las referencias a la belleza en la Biblia tienen que ver con algo que se añade para hacerla más bella: algo que se adorna o viste, o algún tipo de vestimenta que literalmente “modela” o realza el elemento básico que Dios creó.

Éxodo 28:1-40 habla de la belleza del sumo sacerdote, proporcionada por su exquisito vestuario. Proverbios 20:29 habla de las canas como algo que añade belleza a un anciano. El Salmo 45:10-14 menciona a la novia de Jesucristo siendo adornada con cierta actitud así como con un tipo específico de vestimenta. Ezequiel 16:13-14 también habla de la novia de Cristo siendo ataviada con muchos adornos que Dios puso en ella, y Él la alaba por su “perfecta” belleza. La Biblia incluso se refiere a la belleza de Dios, y cómo es realzada por ciertas cosas.

Ahora bien, Dios no creó nada innatamente feo. Hay una belleza intrínseca, “natural”, en los elementos esenciales y la estructura de la naturaleza, que demuestra un genio creativo y una medida precisa.

El ejemplo clásico (y el más antiguo) de una adición como forma de realzar la belleza se encuentra en Génesis 3:20-21: “Y llamó Adán el nombre de su mujer Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. Y [el Eterno] hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”.

La palabra “vistió” se traduce del hebreo labash, una de las dos palabras en hebreo que se utilizan generalmente para describir el hecho de cubrir o vestir algo. Herbert W. Armstrong explicó esto magníficamente en La dimensión desconocida de la sexualidad: “La palabra hebrea que significa esconder la desnudez es kasah. La palabra labashempleada por Moisés más bien significa vestir; se refiere más bien a las prendas exteriores que interiores. Implica la idea de adornar, decorar, exhibir, no esconder o tapar. (…) Vemos entonces que el propósito de Dios al vestir (labash) a Adán y Eva no era el de ocultar (kasah) algo vergonzoso sino adornarlos con el vestido. Claro está que estas ropas además cubrían la desnudez. La diferencia entre las palabras hebreas labash y kasah está en la intención más que en el hecho mismo de cubrir. Ambas cubren la desnudez, pero la palabra kasah lleva la connotación de ocultar alguna cosa vergonzosa, mientras que la palabra labash no implica tal significado, sino hacerlos más atractivos”.

Esta última frase es clave: cuando Dios vistió a Adán y Eva, se trataba de “añadir atractivo en lugar de ocultar la vergüenza”.

Contrasta esto con los frutos de seguir el camino de Satanás: cuando Eva y Adán comieron del árbol prohibido, “… fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales” (versículo 7). Sí, Dios iba a vestirlos de todos modos, pero cuando Satanás llegó a ellos, se cubrieron por vergüenza. El versículo 8 dice que “se escondieron” cuando oyeron a Dios.

Cuando Adán admitió haberse escondido de Dios a causa de su desnudez, Dios le preguntó: “… ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?” (versículo 11). Dios sabía que su actitud de vergüenza respecto a su desnudez tenía que provenir de otra fuente. Génesis 2:25 muestra que, antes de este punto, Adán y Eva no se avergonzaban de estar desnudos.

El cuerpo humano está hecho de una manera formidable y maravillosa (Salmos 139:14). Tiene su belleza, pero es una belleza reservada para la intimidad del matrimonio. Génesis 3:20 mostró que fue en el contexto de que Eva era la “madre de todos los vivientes” que Dios los vistió. No porque fuera vergonzoso, sino por modestia.

La forma en que Dios los hizo más modestos fue una forma de hacerlos más bellos. Se trataba de “añadir atractivo”, como implica labash. Si Dios sólo hubiera querido cubrir las zonas privadas, podría haber utilizado una manta fea o un saco de algún tipo. Pero utilizó la modestia como medio para realzar la belleza. De nuevo, labash no consiste sólo en“cubrir”, sino en adornar. ¡Es más bonito! ¡La modestia es hermosa! ¡Considera esto al elegir tu ropa!

Respeto, no vergüenza

Contrasta esta verdad con el mensaje que emana de nuestro mundo. La sociedad occidental tiende a considerar ideal que se vea más piel (o que quede ajustado a la piel), exponiendo partes del cuerpo que, para ser honestos, embellecerían más a sus dueños si estuvieran cubiertas. El enfoque de la sociedad suele estar diseñado para incitar a la lujuria, que es pura fealdad en el reino espiritual.

Dios dio algunos principios generales sobre la modestia, la moda y la belleza en el Edén. Eso, junto con otros principios bíblicos, fundamenta los juicios que la Iglesia de Dios hace sobre este tema.

La Iglesia no es la única que impone normas de vestimenta. En su libro Strong Fathers Strong Daughters (Padres fuertes, hijas fuertes), Meg Meeker reconoce que las niñas necesitan directrices en materia de vestimenta. Habla de la modestiacomo “otra forma de respeto por sí misma, por ustedes [hablando de los padres] y por lo que ella espera de los chicos” (énfasis añadido en todo).

Su razonamiento para que los padres establezcan normas básicas para vestir no se basa en la religión. Dice que la modestia respeta tu cuerpo al evitar que se sexualice en exceso. De lo contrario, puedes convertirte en un objeto en la mente de un hombre.

“Dile que el objetivo de tus directrices no es que se avergüence de su cuerpo, sino que lo respete”. Observa cómo esta autora saca a colación la actitud de vergüenza. Qué fácil es relacionar el pudor con un sentimiento de vergüenza. Como aprendimos en el Jardín del Edén, esa es exactamente la transmisión con la que Satanás está saturando el aire (Efesios 2:2). Más bien, conecta la modestia con el respeto, la belleza y el “añadir atractivo”.

Meeker habla de la tendencia de la sociedad a mostrar más piel con nuestras chicas y del mensaje que esto envía: “Las voces en su cabeza le dirán que si no es sexy, no es nada”. Es otra forma de decir: sé un objeto sexual o avergüénzate. “No la hagas sentir mal por su deseo de ser atractiva. Afírmale que la modestia también es atractiva, y que muestra más respeto por uno mismo. Ayúdala a entender qué señales envía a los chicos a través de su ropa y su comportamiento”.

Dios es el Autor de la belleza; la creó en todas partes. Y en el caso de los seres humanos, utilizó la ropa para realzarla. Cuando te dicen que te pongas algo más largo en las piernas, más alto en el torso, o más holgado en ciertas zonas, el primer impulso que Satanás va a tratar de transmitir es el de la vergüenza, de que pienses: debería avergonzarme de mi piel, o avergonzarme de mi figura. En realidad, Dios quiere adornarte.

Fachadas engañosas

La belleza puede ser un concepto engañoso. La ciencia y las matemáticas demuestran que los humanos estamos de acuerdo en algunos aspectos básicos de la belleza visual. Hay una cierta relación (proporción o medida) que aparece en todo tipo de cosas de la naturaleza que estamos de acuerdo en que son visualmente bellas. La Biblia reconoce que algunos hombres (e incluso mujeres) poseían cierta belleza fundamental, aparte de su vestimenta o adorno.

Al mismo tiempo, hay mucho engaño en este ámbito. Esto se debe a la serpiente que engañó a nuestros primeros padres en el Edén. Es el “dios de este mundo” (2 Corintios 4:4), que domina las cambiantes normas culturales y las normas sociales.

Las fachadas se mueven constantemente cuando se trata de lo que se nos dice que es bello. James Dobson escribe sobre ello en Cómo criar a los varones, cuando habla de celebridades de hace unas décadas que hoy no serían consideradas “bellas”. Remontándose hasta el siglo xvii, escribe: “En la época de Rembrandt, las mujeres consideradas excepcionalmente bellas eran realmente gordas. Hoy, la delgadez extrema y los ‘cuerpos firmes’ se han convertido en el ideal, a veces rozando la masculinidad”.

Las mujeres también pueden entrar en una cámara de eco respecto a lo que consideran bello, intentando impresionar a otras mujeres basándose en lo que ellas creen que es bello (cuando los hombres pueden estar totalmente en desacuerdo con su valoración).

La cuestión es: podemos ser engañados pensando que los estándares culturales o actuales de belleza son los estándares. Satanás el diablo es el responsable de toda esta confusión. Y detrás de su engaño está el sentimiento fundamental de vergüenza con el que intenta inundar nuestras mentes.

Se trata de un ser que una vez fue bello, pero su belleza se corrompió. Ezequiel 28 describe su belleza y cómo su “acabado de hermosura” tenía mucho que ver con la forma en que estaba adornado: “… toda piedra preciosa era tu vestidura…” (versículos 12-13). Él mismo adornaba el trono de Dios (versículo 14) hasta que su enfoque en la belleza elevó su corazón y corrompió su sabiduría (versículo 15).

Dios dice que este ser es ahora un horrible dragón que engaña al mundo entero (Apocalipsis 12:9). Trata de llevar a los seres humanos por el mismo camino hacia la anarquía que él tomó: dejarse absorber por un sentido personal de la belleza. Al mismo tiempo, nos bombardeará con otra forma de vanidad: transmitiendo actitudes de vergüenza por nosotros mismos. A él le complace que nos sintamos completamente vanidosos o avergonzados, o incluso ambas cosas a la vez.

Todo esto era evidente en el Edén, donde Dios promovía la belleza y el adorno y Satanás promovía el sentido de la vergüenza. Y Satanás continúa haciéndolo hoy en día, ya sea que estés en traje de baño en la piscina, poniéndote un vestido para un evento formal, o cuando te ves en el espejo al entrar a la ducha. Satanás quiere que te avergüences de ti misma, y que lo “remedies” de varias maneras malsanas. Definitivamente quiere que pienses que la forma en que la Iglesia de Dios te indica vestirte es porque hay algo vergonzoso en tu cuerpo.

Luce como esto

Satanás transmite en forma de estados de ánimo, impulsos y sentimientos. También suele estar detrás de los sonidos y las imágenes que se emiten por las ondas reales. Puedes ver imágenes en una pantalla y aceptar lo que ves como el estándar. Puedes mirar en el escaparate de una tienda y ver fotos de mujeres a las que en el momento promueven como la encarnación de la belleza. Y la transmisión satánica que acompaña a esas imágenes literales es: Así es como quieres verte. Si no, deberías AVERGONZARTE de ti misma.

James Dobson habla de la primera vez que se emitieron programas de entretenimiento occidentales a través de las ondas en el Pacífico Sur, proyectando “imágenes de actrices guapísimas y delgadísimas” que protagonizaban programas orientados a los adolescentes, populares en aquella época. “Cuatro años más tarde, una encuesta realizada a 65 niñas fiyianas reveló cómo sus actitudes habían sido moldeadas (o deformadas) por lo que habían visto. Casi de inmediato, las chicas empezaron a vestirse y a arreglarse el pelo como las mujeres occidentales. (…) [Los oficiales observaron] serios cambios en los hábitos alimenticios de (…) las adolescentes. Las que veían la televisión tres veces por semana o más tenían un 50% más de probabilidades de percibirse a sí mismas como ‘demasiado grandes’ o ‘demasiado gordas’ que las que no la veían. Más del 62% había intentado hacer dieta en los 30 días anteriores”.

La presión de la sociedad puede ser intensa. ¡Muchas chicas solicitan cirugía estética en su cuerpo mucho antes de terminar de desarrollarse! ¿Es porque quieren ser más bellas o porque se avergüenzan de sí mismas?

“La vulnerabilidad ante los iguales siempre ha formado parte de la experiencia humana, pero los niños y adolescentes de hoy son aún más sensibles a ella”, continúa Dobson. “La razón es que la cultura popular se ha convertido en un amo tiránico que exige una conformidad cada vez mayor con su cambiante ideal de perfección”. Esto se indica en la profecía de Isaías 3:12 donde “los opresores (…) son muchachos”, hablando de las naciones de Israel del tiempo del fin. De este modo, los muchachos son opresores de sus propios semejantes.

El versículo 16 muestra los valores impropios de nuestras naciones en la apariencia de las mujeres y el poder que tratan de ejercer a través de su belleza. Ya sea a través de cosméticos o formas seductoras de caminar, no hay autoestima allí. Se conforman con convertirse en meros objetos en la mente de los hombres.

Accesorios para tu carácter

Repito, la mayoría de las referencias a la belleza en la Biblia se refieren a algo que se labash (adorna).

Al igual que las primeras páginas de la Biblia muestran a Dios como un diseñador de moda, el final de la Biblia también tiene una referencia fascinante: “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Apocalipsis 21:2). Una novia engalanándose para su boda nos ayuda a comprender la incomparable belleza de la Ciudad Santa.

La palabra griega para “ataviada” aquí es kosmeo, que significa poner en orden. Satanás ha pervertido esa palabra para que pensemos en cosméticos, pero tiene más que ver con cómo ordenamos las cosas. Incluso debería recordarnos la belleza del cosmos: por ejemplo, la Iglesia se asemeja a una mujer vestida con el sol, la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas (Apocalipsis 12:1).

Consideremos el espíritu de la cosmética, que no tiene sus raíces en labash sino en la vergüenza, que es una forma de vanidad. La actitud es: cúbrete toda la cara, píntala toda. Muchas mujeres en el mundo dicen que se sienten desnudas sin ella. El enfoque de Dios es construir sobre el orden natural, modelando lo que hay en una disposición hermosa.

Jesús preguntó: “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mateo 6:27). Hay aspectos más permanentes de nuestra apariencia física que no se pueden cambiar. Hay cosas que podemos hacer en cuanto a la salud para hacer ajustes a nuestros cuerpos y complexiones, pero añadir varios centímetros a nuestra estatura no es una de esas cosas. No busques la cirugía plástica para cambiar cosas fundamentales por un espíritu de vergüenza. Busca más bien adornar lo que Dios ha creado.

La Biblia aprueba los realces relacionados con la ropa, las joyas y el cabello. Sin embargo, los versículos siguientes de Mateo 6 hablan de no preocuparse demasiado por la ropa, porque Dios vistió a la naturaleza de una manera mucho más exquisita de lo que podría vestirse el rey más rico, y hará lo mismo contigo (versículos 28-30).

En cuanto a las joyas y el cabello, otros versículos dicen que mantengas esos realces bajo control para que no se vuelvan más importantes para ti que tu belleza interior y el carácter que Dios quiere crear en ti.

Para definir la verdadera belleza, las Escrituras describen una serie de actitudes y aspectos del carácter. Estos son los realces de los que más habla Dios. En la Biblia, el carácter y la belleza a menudo están vinculados. Un ejemplo negativo de esto se encuentra en Proverbios 11:22, ¡que dice que una mujer físicamente bella sin buen juicio es como una joya de oro en la nariz de un cerdo!

Un par de versículos sobre la “belleza” en la Biblia combinan los aspectos del carácter con una advertencia de no dejarse envolver por los adornos físicos. Estas Escrituras dan gran dirección respecto al elemento labash de la belleza, y la manera como la modestia física puede reflejar una belleza espiritual.

“Que el tuyo no sea el adorno exterior con trenzas en el cabello, adornos de oro y el uso de ropa fina, sino que sea la persona interior del corazón con la joya imperecedera de un espíritu apacible y acallado, que a los ojos de Dios es muy precioso” (1 Pedro 3:3-4; versión Revised Standard, traducción nuestra).

Imagina que abres un regalo que has recibido en forma de joyero, y lo abres para encontrar… mansedumbre. Esa mansedumbre de espíritu es una joya para tu “estilo” espiritual.

Otra joya es un “espíritu acallado”. La palabra griega inspirada allí significa tranquilo, no necesariamente silencioso.

Cuando Herbert W. Armstrong conoció a Loma Dillon, su futura esposa, observó lo electrizante que era su presencia en cualquier habitación. No era “acallada” en el sentido de silenciosa. (Hay muchas chicas silenciosas que no tienen un espíritu tranquilo, sino que son más bien una amenazadora tormenta a punto de estallar).

Las mujeres piadosas deben valorar esos atributos espirituales más que las joyas físicas, y esos rasgos de carácter orientan su forma de vestir y de adornarse físicamente.

“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2:9-10).

La ropa, las joyas y el pelo deben reflejar modestia y belleza. La palabra “modesto” en realidad significa bien arreglado. Sí, arréglate el pelo lo mejor que puedas, pero no llegues a extremos costosos, porque lo espiritual es la prioridad.

Pablo enumera aquí otros dos elementos: “pudor y modestia”. El primero de ellos no es la “vergüenza” de la que leemos en el Edén. El griego para esa palabra significa respeto, y puede referirse a una mirada en los ojos. No podemos cambiar físicamente nuestros ojos, ¡pero seguro que la actitud se refleja a través de ellos! La palabra para modestia significa una mente sana.

Así que este pasaje dice que la parte más importante de tu adorno es sobre todo lo que se muestra a través de tu rostro. El carácter brilla a través de nuestros ojos y expresiones. Eclesiastés 8:1 dice que la sabiduría hace iluminar el rostro. ¿Se ilumina tu rostro con belleza piadosa?

¿Puedes hacer a Dios más hermoso?

Teniendo en cuenta todo esto, reflexiona sobre lo hermoso que debe ser Dios, este brillante Ser Espiritual que posee un carácter espiritual tan perfecto.

Cuando Dios estaba poniendo a Job en su lugar, haciéndole preguntas desafiantes para comparar su humanidad contra la grandeza de Dios, Él preguntó: “¿Tienes tú un brazo como el de Dios? ¿Y truenas con voz como la suya? Adórnate ahora de majestad y de alteza, y vístete [hebreo labash] de honra y de hermosura” (Job 40:9-10).

¡Es imposible que un hombre se labash tan majestuosa y hermosamente como se viste Dios!

Cuando aprendemos lo que Dios valora de la belleza, cuando aprendemos qué rasgos de carácter nos hacen más bellos espiritualmente, entonces podemos dejar que Dios nos labash y que nos haga más atractivos. Moisés oró para que la belleza de Dios estuviera “sobre nosotros” (Salmos 90:17 versión King James). Quería que todo lo bello de Dios adornara a Su pueblo.

Dios dice que el darnos Su carácter es como ponerse el atuendo más formal para una boda: “En gran manera me gozaré en [el Eterno], mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió [labash] con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas” (Isaías 61:10).

Cuanto más adoptamos el carácter de Dios, más se nos labash espiritualmente. Se nos está dando un realce a la belleza intrínseca que ya existe. Estamos “añadiendo atractivo”.

“Y serás corona de gloria [en hebreo significa belleza] en la mano de [el Eterno], y diadema de reino en la mano del Dios tuyo” (Isaías 62:3). ¡Dios describe a su pueblo como una realeza hermosa! Y fíjese en la forma en que fue redactado: ¡Si adoptamos esta belleza espiritual, entonces es como si fuéramos la corona que realza la belleza de Dios!

Zacarías 9:16-17 profetiza que el “rebaño de su pueblo (…) como piedras de diadema serán enaltecidos en su tierra. Porque ¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura!”.

Dios quiere que aprendamos Su manera de ser bellos físicamente y de agregar atractivo físicamente. Pero Él quiere que eso nos ayude a entender como ser bellos espiritualmente y que agregue atractivo espiritualmente.

Él profetiza que, si aprendemos esto, ¡nos convertiremos en magníficos seres espirituales que realmente realzarán la belleza de Dios Mismo!

Pronto el mundo entero nos buscará por esta belleza: “Pasad, pasad por las puertas; barred el camino al pueblo; allanad, allanad la calzada, quitad las piedras, alzad pendón a los pueblos. (…) Y les llamarán: Pueblo Santo, Redimidos de [el Eterno]; y a ti te llamarán Ciudad Deseada…” (Isaías 62:10, 12).

La gente va a buscarte. Acudirán a ti en busca de consejos de belleza. ¡Dios usará tu belleza para inspirar y adornar al mundo!