Preservando la unidad—a la manera de Dios

Satanás busca ansiosamente dividir al pueblo de Dios. ¿Sabe cómo Satanás podría llegar a usted? ¿Qué herramientas usaría para atacarlo? Usted no puede permitirse ser ignorante sobre este tema vital.

“Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero…” (Apocalipsis 12:9). Este versículo fundamenta todas las batallas a las que se enfrentan los miembros de la Iglesia de Dios. Estamos bajo constante asalto espiritual de este ser despiadado, poderoso e inteligente. Es inmensamente perverso, pero un genio del engaño. Ha engañado al mundo entero, y a veces tiene éxito engañando a miembros de la Iglesia de Dios.

El versículo 12 dice que todos en la Tierra tendrán aflicción por causa de Satanás; el diablo está furioso porque sabe que su tiempo es corto. Y el versículo 13 muestra que su objetivo principal es “la mujer que había dado a luz al hijo varón”. ¡El objetivo número uno de Satanás es la Iglesia de Dios! Y es fácil subestimar que nos tiene en su mira sistemáticamente.

El versículo 14 revela que su ira será tan grande que tendremos que huir de nuestras tierras para ser protegidos “de delante de la serpiente”. Aquellos en la Iglesia de Dios tienen que recordar quién los está persiguiendo. Es demasiado fácil permitir que el razonamiento humano se meta en nuestras mentes y que Satanás nos convenza de que estamos haciendo la voluntad de Dios mientras el adversario nos engaña.

Un ejemplo perfecto del engaño de Satanás es visible cuando miembros se rehúsan a cortar contacto con los laodicenos.

Su pacto de bautismo

Vea el acuerdo que hicimos cuando fuimos bautizados. Jesucristo dice: “Si alguno viene a mí, y no aborrece [es decir, no ama menos en comparación] a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). En el bautismo acordamos que no dejaríamos que nadie fuera más importante para nosotros que Dios—ni nuestros hijos, cónyuges, padres, hermanos y hermanas, ni siquiera nuestra propia vida—nadie se interpondría entre nosotros y Dios.

Observe otra parte de este acuerdo: nosotros le prometimos a Dios que soportaríamos cualquier cruz o carga que viniera, y que no dejaríamos que nos apartara de Dios (versículo 27).

Cuando realizamos consejería para el bautismo, estudiamos estos versículos. Meditamos y oramos sobre la decisión de vida y muerte eterna que estamos a punto de tomar. Calculamos el costo.

Y sin embargo, algunos dentro de la Iglesia han dicho: “Bueno, Dios nunca le diría a una persona que dejara de comunicarse con su familia física”. Este tipo de pensamiento revela ignorancia de lo que dice la Palabra de Dios.

Ya sea que tenga familiares laodicenos o no, ¿cuál es su entendimiento sobre cortar contacto con los laodicenos? Dios nos ordena que hablemos todos “una misma cosa” (1 Corintios 1:10). ¿Comprende lo que se necesita para preservar la unidad en la Iglesia de Dios y entre el pueblo de Dios?

Es demasiado fácil permitir que nuestro propio razonamiento humano natural dicte nuestros pensamientos. Dios nos advierte a través del profeta Isaías: “[M]is pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos” (Isaías 55:8).

¡Algunos en la Iglesia de Dios no comprenden plenamente lo que Dios tiene que decir sobre este asunto! Demasiadas personas piensan que se trata de una doctrina inventada por un hombre. Algunos creen que es algo que Gerald Flurry piensa que debemos hacer ahora, debido a los tiempos en que vivimos, ¡pero que es algo que Herbert Armstrong nunca enseñó! Si Satanás ha sido capaz de engañarle con semejante pensamiento, usted necesita educarse más sobre lo que la Palabra de Dios tiene que decir sobre este tema.

Obviamente, cortar contacto con nuestros hermanos laodicenos no es una doctrina fácil de obedecer. Nadie quiere cortar contacto con los miembros de su familia. Pero si usted piensa como Dios, con el amor de Dios y con Su mente, entonces comienza a entender por qué Dios dice que hagamos esto. Como demostraremos, es Dios quien dicta esta política a través de Su Palabra, no algún hombre.

Cristo profetizó división familiar

Cristo sabía que Su mensaje dividiría a la gente. Él dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada” (Mateo 10:34). Algunos aceptarían el mensaje, otros lo rechazarían; algunos serían llamados, mientras que otros no serían llamados. Observe de dónde advirtió Cristo que vendría la mayor división.

“Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra” (versículo 35). Cristo profetizó que surgirían divisiones familiares a causa de Su mensaje. Este pasaje por sí solo refuta el argumento de que Dios nunca querría que cortáramos contacto con un padre, una hija, una madre o un hijo.Cristo continúa: “Y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz [prueba o carga] y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (versículos 36-38).

En la era laodicena de la Iglesia de Dios, hemos sido testigos precisamente de este escenario. ¿Por qué se han dividido nuestras familias? 2 Tesalonicenses 2 revela que la división vino cuando la mayoría en la Iglesia de Dios fueron engañados porque dejaron de amar la verdad de Dios. No la amaron, y por lo tanto no se aferraron a ella. Mateo 24:12 afirma que el amor de Dios dentro de estos miembros de la familia se enfrió. La parábola de Mateo 25 muestra que las lámparas de los laodicenos apenas arden por falta de aceite espiritual. Judas advierte que algunos de ellos ya están dos veces muertos (Judas 12). El propio pueblo de Dios está pereciendo espiritualmente: ¡es por eso que hay división!

Es importante reconocer que así no es como Dios quiere que sea. Cristo no quiere que los padres estén en contra de los hijos y las hijas en contra de las madres. Pero Él sabía que sucedería. Así que nos dijo: Cuando suceda, más vale que me ames más a mí que a los miembros de tu familia física.

En otras partes de las Escrituras hay indicaciones adicionales sobre cómo amar más a Dios en situaciones de este tipo.

La oscuridad no puede obrar con la luz

La segunda carta del apóstol Pablo a los Corintios nos instruye sobre nuestro enfoque cuando alguien abandona la verdad. Observe su apelación sincera y cariñosa: “Hermanos corintios, les hemos hablado con toda franqueza, y les hemos abierto de par en par nuestro corazón. Nunca les hemos negado nuestro afecto, pero ustedes sí nos niegan el suyo. Para corresponder del mismo modo —les hablo como si fueran mis hijos—, ¡abran también su corazón de par en par!” (2 Corintios 6:11-13; Nueva Versión Internacional).

Pablo comenzó su instrucción haciéndoles saber cuánto los amaba. Lo mismo ocurre hoy; los ministros de Dios aman a los miembros de la Iglesia. Sin embargo, a veces ese amor requiere utilizar un lenguaje franco, como hizo Pablo.

“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (versículo 14). Los fieles santos de Dios no pueden tener comunión con laodicenos, anticristos o con aquellos que andan desordenadamente. No queremos elevarnos por encima de nadie, pero no podemos tener comunión con los que están en rebelión contra Dios. La luz y las tinieblas no pueden mezclarse.

Lea los versículos 15-18. Dios nos dice que nos separemos de esos individuos. ¡Incluso llega a decir que sólo cuando lo hagamos Él nos recibirá como sus hijos e hijas!

‘El peligro más grande de todos’

Hace más de 50 años, el Sr. Armstrong escribió: “¿Debería usted, entonces, ser descortés o no cristiano? Por supuesto que no” (Las Buenas Noticias, mayo de 1960). El Sr. Armstrong estaba hablando de cómo la gente debía tratar con los Testigos de Jehová. “Cuando estas personas vengan a su puerta, simplemente sonría y dígales cortés, pero firmemente, que usted no está interesado, que usted no discute sobre religión; y cierrela puerta mientras lo dice, y asegúrese de que la cierra tan pronto como haya dicho simplemente esa corta frase. No les dé la oportunidad de contestar o continuar la conversación o entrar en una discusión”. El Sr. Armstrong no estaba lidiando con la era laodicena. Pero si esa era su reacción hacia alguien inconverso, ¿qué diría si estuviera vivo hoy? El pueblo de Dios está prácticamente rodeado de laodicenos (Habacuc 1:4). ¿Acaso no sería aún más firme?

El siguiente subtítulo del artículo del Sr. Armstrong es: ¡“El peligro más grande de todos”!

Pasó de hablar sobre las personas engañadas que se encuentran en el mundo a las que están dentro de la Iglesia. “Pero todas estas tentaciones para atraparlo en el mundo hacia falsas doctrinas, hacia compañerismo prohibido o adoración falsa son leves comparadas con las que están entre nosotros, ¡la más difícildetodas de resistir! Ese es el impulso de escuchar al hermano profeso en la Iglesia: alguien supuestamente de nuestra propia membresía, que comienza a decirle a usted o a un grupo que se encuentra en los sitios de tabernáculo, de que no está muy seguro de estar de acuerdo con algo que dijo uno de los ministros de Dios —o con algo que se dijo en el programa El Mundo de Mañana, o con algo que aparece en una de nuestras revistas, folletos o artículos. Varias veces —de hecho, casi en cada festival— alguien en los sitios se acercará a uno o dos miembros con un argumento, o interpretación propia de algún punto o cuestión de las Escrituras, que es contrario a la doctrina de la propia Iglesia de Dios”.

“Normalmente”, continuó el Sr. Armstrong, “una multitud comienza a reunirse rápidamente. Parece que muchos son como ‘ovejas tontas’; tan ingenuos y sin pensar bien, dispuestos a ser engañados por Satanás, ¡que son todo oídos al mismo tiempo! Este tipo de cosas parece estimular una cierta emoción, un interés por ver lo que este miembro tiene que decir, ¡que muchos de ustedes, miembros, simplemente no pueden resistirse a amontonarse para escucharlo! ¡Parece que les fascina!” (…)

El peligro más grande de todos es cuando uno que está entre nosotros, supuestamente uno de nosotros, se acerca a ustedes con alguna doctrina o interpretación contraria a la de la Iglesia de Dios, y a la de los ministros de Dios. Ya sea un así llamado ‘Testigo de Jehová’ o incluso un supuestamente miembro de la propia Iglesia de Dios, recuerde este mandamiento: ‘Si alguno viene a vosotros’ —no dice miembro de otra iglesia— dice si alguno viene a vosotros, ‘y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa’. ¡No lo escuchen!”.

Léalo otra vez: No dice “no lo recibas en tu casa a menos que sea un miembro de la familia, y entonces está bien”. Dice que si cualquiera viene y trae una doctrina falsa, no debes recibirlo en tu casa. Y esté advertido, podemos recibir gente en nuestros hogares a través de la puerta principal y a través de literatura. También podemos recibir a personas en nuestros hogares a través del teléfono, la televisión, Internet o el correo electrónico.

La forma de Dios para preservar unidad

Más adelante en el artículo el Sr. Armstrong escribió: “Si cualquier otro miembro [podemos incluir a los laodicenos ya que son miembros de la Iglesia] viene a usted para señalarle en qué se equivoca la Iglesia, ¡no lo escuche! Más bien, dígale que vaya y se lo comunique a la Iglesia. Y luego repórtelo [a esa persona] a la sede. Hermanos, ¡esta es la únicaforma en que podemos tener unidad!”.

Casi al final del artículo escribió: “¡Ésta es la manera de Dios de preservar la unidad!”. ¿Usted sabe cómo preservar la unidad en la Iglesia de Dios mejor que Dios? Humanamente, ninguno de nosotros querría jamás cortar a un miembro de la familia, pero no podemos pensar como ser humano. Tenemos que pensar como Dios. No podemos intentar amar con amor humano. ¡Tenemos que amar con el amor de Dios! Como afirmó el Sr. Armstrong “¡Esta es la manera de Dios de preservar la unidad! Esta es la manera de Dios de guiarnos para que todos hablemos la misma cosa, y asegurarnos de que sea lo que Dios quiere, no nuestra propia voluntad humana”.

Eso es lo que el Sr. Armstrong tenía que decir sobre el tema en 1960, mucho antes de que estuviéramos rodeados de laodicenos. ¿Qué cree que tendría que decir al respecto en la actualidad? El Sr. Flurry no formuló una política nueva. El Sr. Armstrong enseñaba lo mismo. Pero como veremos, tampoco se originó con él.

Fíjese en algunas Escrituras más. “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas…” (Efesios 5:11). “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10). “Para que no haya desavenencia en el cuerpo…” (1 Corintios 12:25). “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17).

En las Escrituras mencionadas no hay excepción alguna respecto al contacto con familiares que anden desordenadamente en lo espiritual.

En 1 Corintios 5, Pablo dijo a los hermanos que ni siquiera debían tener compañía con alguien de la Iglesia que estuviera fornicando físicamente (versículos 9-11). Entonces, ¿sería lógico que Dios dijera que está bien mantener compañía con alguien que está cometiendo fornicación espiritual con otras religiones? Si Dios toma semejante postura en contra de la fornicación física, ¿no le molestaría más el hecho de mantener contacto con fornicadores espirituales?

Estamos hablando de hermanos y hermanas bautizados en la Iglesia de Dios que han rechazado a Dios o están en proceso de rechazarlo. Sus vidas eternas están en peligro. ¡Y mantener contacto con ellos pone en riesgo su vida eterna!

Pablo profundizó más en este ángulo del adulterio espiritual en 2 Corintios 11: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (versículo 2). Esto no se trata de unos celos humanos egoístas. Cualquier buen ministro es celoso sobre el pueblo de Dios; los ama; se preocupa por ellos; ora por ellos; quiere salvarlos, ayudarlos y protegerlos; vela por sus vidas eternas, ¡y quiere poder presentárselos a Jesucristo como castas vírgenes espirituales!

“Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (versículo 3). Satanás tiene muchas herramientas que puede usar contra nosotros. Puede usar libros, música o películas. Puede usar nuestro propio razonamiento humano, nuestros pecados y debilidades. Pero es difícil pensar en una herramienta más eficaz y poderosa que Satanás pudiera usar como un familiar cercano.

Satanás es astuto y engañoso. Puede trabajar poderosamente sobre las emociones, y puede usar una herramienta como un familiar cercano. Puede ser un hijo, una hija, un padre o una madre de edad avanzada que esté pasando por una prueba de salud. Si nos ponemos en una situación como esa, él puede usarlos para que digan simplemente la cosa más pequeña para plantar una semilla de rebelión, descontento o duda. Pablo sabía y temía que Satanás explotaría esa vía para llegar a la Novia de Cristo.

Vea las obras

En 2 Corintios 11:11 Pablo habla de su negativa a aceptar dinero de los hermanos: Fue por amor a ellos, aunque a la larga no hubiera sido lo más sensato. Continuó: “Mas lo que hago, lo haré aún, para quitar la ocasión a aquellos que la desean, a fin de que en aquello en que se glorían, sean hallados semejantes a nosotros” (versículo 12). Este versículo está redactado de forma extraña en la versión Reina Valera 1960; Pablo expresa su deseo de eliminar cualquier ocasión para que los falsos maestros dañen al pueblo de Dios. La traducción de la Palabra de Dios lo expresa de esta manera: “Pero seguiré haciendo lo que estoy haciendo. Esto les quitará la oportunidad a los que quieren jactarse porque creen que son como nosotros”.

Como ocurre hoy en día, había muchos grupos disidentes que intentaban competir con la verdadera Iglesia. Los laodicenos quieren considerarse a la par con esta Obra, ¡pero no lo están! Una obra es de Dios, y las otras no. Esta Iglesia es diferente porque Dios y Cristo están aquí. Dios le dio Su revelación a Cristo sobre lo que le estaba sucediendo a la Iglesia de Dios hace 25 años. Y Cristo se la dio al Sr. Flurry, y eso nos hace diferentes de cualquier otro grupo. Pero muchos laodicenos le harían creer que todos somos iguales.

¿Cuántas iglesias dirige Cristo? ¿Está dividido Cristo?

“Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (versículos 13-15).

Los laodicenos afirman que todos somos iguales, pero vea las obras. No hay comparación: La Obra de Dios está aquí.

Los hijos de Coré

Hay un ejemplo en el Antiguo Testamento de un individuo que se creía igual al hombre que Dios estaba usando. Coré se levantó con 250 israelitas prominentes y le dijo a Moisés: “¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos…” (Números 16:1-3). Hubo muchos hombres de renombre en la Iglesia de Dios Universal (idu), hombres que ahora dirigen grupos laodicenos y tienen este mismo espíritu de rebelión en contra del gobierno de Dios.

Al oír las palabras de Coré, Moisés vio la gravedad del problema y lo llevó ante Dios. Entonces les dijo a Coré y a sus hombres: “Mañana mostrará [el Eterno] quién es suyo, y quién es santo, y hará que se acerque a él; al que él escogiere, él lo acercará a sí” (versículo 5).

Moisés les pidió a Datán y Abiram que se reportaran ante él, pero ellos respondieron: “No iremos allá” (versículo 12). Estos hombres de renombre no estaban dispuestos a que nadie les dijera lo que tenían que hacer.

Continuaron: “¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto…” (versículo 13). Esto obviamente era una mentira, similar a las mentiras que hombres de renombre han dicho en contra del Sr. Flurry y el Sr. Armstrong.

“Ni tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni nos has dado heredades de tierras y viñas. ¿Sacarás los ojos de estos hombres? No subiremos. Entonces Moisés se enojó en gran manera, y dijo a [el Eterno]: No mires a su ofrenda; ni aun un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho mal” (versículos 14-15). Siguieron acusando falsamente a Moisés, cuando él, al igual que Pablo, no les había quitado nada.

Observe lo que Dios le ordenó a Israel que hiciera con estos líderes rebeldes: “Entonces [el Eterno] habló a Moisés, diciendo: Habla a la congregación y diles: Apartaos de en derredor de la tienda de Coré, Datán y Abiram” (versículos 23-24). Dios ordenó al pueblo que se alejara de esos hombres: que se apartaran físicamente de su presencia.

No te juntes con ellos, porque si lo haces, serás consumido exactamente igual que ellos (versículo 26).

¿Qué sucedió después? “Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré…” (versículo 32). Todos los que rodeaban a estos rebeldes, todos los que no habían obedecido la instrucción de alejarse físicamente de ellos perecieron.

Pero hay noticias positivas en esta historia. Si nos remontamos a la época de David, había descendientes de Coré en la corte de David (Números 26:9-11; 1 Crónicas 9:17-19). ¿Cómo sobrevivieron esos hijos a los acontecimientos ocurridos en el desierto? Obviamente, algunos de los hijos de Coré obedecieron a Dios y se alejaron de él. Tenían que dejar a Coré o habrían muerto. La única forma en que podrían haber sobrevivido es si se separaban físicamente de su padre. Probablemente les resultó extremadamente difícil hacerlo. Sin embargo, ellos eligieron la obediencia a Dios por delante de un miembro de la familia.

Levantaos y andad

Profecía revelada al Sr. Flurry del libro de Miqueas también enfatiza la directiva de Dios de alejarse de los enemigos de Dios.

Miqueas 2:8 dice: “El que ayer era mi pueblo, se ha levantado como enemigo; de sobre el vestido quitasteis las capas atrevidamente a los que pasaban, como adversarios de guerra”. Estos laodicenos se niegan a participar en la lucha y ayudar a la Obra de Dios. ¡Miqueas dice que esto los convierte en enemigos de Dios! ¿Cómo podemos tener una conversación casual o un contacto ocasional con alguien a quien Dios llama Su enemigo?

“A las mujeres de mi pueblo echasteis fuera de las casas que eran su delicia; a sus niños quitasteis mi perpetua alabanza” (versículo 9). Qué desgarradoramente triste. Piense en esos niños que crecieron en la idu. Piense en todas esas actividades y programas juveniles. El Sr. Armstrong derramó su corazón por esos jóvenes en los últimos años de su vida, y ahora parece que muchas de sus mentes han sido tan contaminadas y tienen tantos prejuicios contra Dios que puede que nunca cambien de actitud.

De nuevo, ¿cuál es el mandamiento de Dios en situaciones como ésta? “Levantaos y andad, porque no es este el lugar de reposo, pues está contaminado, corrompido grandemente” (versículo 10). Dios dice Serás destruido si no te levantas y te marchas. ¡Este no es el lugar donde debes morar!

Versículo 13: “Subirá el que abre caminos delante de ellos; abrirán camino y pasarán la puerta, y saldrán por ella…” Dios nos dio un apóstol y un profeta, y tuvimos que dejar esa Iglesia y seguir al abre caminos. Pero ¿quién está guiando al que abre caminos? ¿Quién nos está guiando para que nos levantemos y marchemos? “[A] la cabeza de ellos [el Eterno]”. Esto es obra de Dios. Hay un abre caminos humano, pero el Eterno está a la cabeza, y el Eterno es el que dice “Levantaos y andad”.

¡Si ALGUNO viene a vosotros!

Observe el mandato inequívoco de Dios a través del apóstol Juan. “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Juan 10-11). Juan no dijo: “Si viene alguno excepto los de su familia física y no traen esta doctrina…” La palabra “Bienvenido” significa que ni siquiera le desea lo mejor. Obviamente amamos al pueblo de Dios, y les deseamos lo mejor en el sentido de que oramos para que se arrepientan, pero no deseamos que su obra prospere. No deseamos que su mensaje llegue a oídos de nadie. Su mensaje está contaminado y destruye a la gente.

La dirección de Dios es clara: Si ellos no traen esta doctrina de Dios, entonces usted no les da la bienvenida a su casa, ni por la puerta principal, ni por Internet o correo electrónico, por televisión, radio o teléfono. Ni siquiera les desea buena suerte. Si lo hace, Dios le considera partícipe de sus malas acciones.

¡Tenemos que pensarcomo Dios! ¡Tenemos que amarcomo Dios! Este no es un amor humano, ni un amor guiado por el razonamiento humano. Este amor sólo puede ser enseñado e impartido por el Espíritu Santo de Dios.

Una y otra vez, a través de la historia de la Iglesia de Dios, esto ha sido un problema. Era tras era, el pueblo de Dios ha vacilado y se ha asociado con los llamados cristianos y Dios ha tenido que levantar una nueva era. Los miembros se involucraron en discusiones religiosas con personas de mentalidad carnal en los cuales el Espíritu de Dios no estaba obrando (Romanos 8:6-9), y no eliminaron de su propio entorno a las personas que empezaron a rebelarse en contra de Dios.

Nuestras vidas eternas están en juego, y también las vidas eternas de aquellos a los que debemos cortar. ¿Es amor actuar como si todo estuviera bien cuando no lo está? La persona que hace eso ¿le está haciendo saber a Dios lo mucho que valora su propia vida eterna? ¿Atesora usted su vida eterna y la protege como el precioso regalo que es?

Dios profetizó en 2 Tesalonicenses 2 que la Iglesia lucharía contra este problema. Prácticamente toda la Iglesia siguió al hombre de pecado, y sin embargo había un pequeño remanente que no se apartó. Se les dijo, ¡“estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido…”! (versículo 15).

Dentro de ese contexto, Pablo escribió: “Ahora os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente y no según la tradición que recibió de nosotros” (2 Tesalonicenses 3:6). ¡Esa es una instrucción clara!

“Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence” (versículo 14). Esta es la razón por la que los aislamos. No es porque los odiemos. Más bien, queremos que se avergüencen. No queremos que sus vidas sigan por un camino de muerte, ¡queremos que despierten y se den cuenta de que algo va muy mal en sus vidas, y que necesitan arrepentirse! Eso es amor piadoso.

“Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano” (versículo 15). Nosotros cortamos contacto con ellos no porque los odiemos, sino porque son Familia, y porque Dios nos lo ordena. En verdad, este es el mayor acto de amor que usted puede mostrarles. Cualquier otra cosa no es amor en lo absoluto.

Rocas escondidas

El libro de Judas también es una profecía específica sobre la era laodicena de la Iglesia de Dios. En él se discuten algunos de los pecados de los laodicenos (por ejemplo, los versículos 11-12). En el folleto de Judas, el Sr. Flurry expone la primera parte del versículo 12: “Estos son manchas en vuestros ágapes (…) El diccionario bíblico de Vincent’s Word Studies dice esto de la palabra traducida erróneamente como ‘manchas’ o ‘tachas’: ‘Estas ya no eran simples manchas, sino elementos de peligro y naufragio’. Una fuente dice que esto hace referencia a los arrecifes: A ‘una cadena de rocas poco debajo de la superficie del agua’. La Biblia del Intérprete lo arroja como ‘rocas escondidas’” (énfasis añadido).

Dios lo compara a usted con un barco que navega por el océano, y a su alrededor hay rocas ocultas debajo del agua. Si choca contra estas rocas, su casco espiritual se hará pedazos. “Hay mucho peligro, y tenemos que ser cuidadosos en nuestro barco de la fe. ¿Cómo podrían gentes malvadas en la Iglesia ser‘rocas escondidas’? Recuerde, el escenario de tiempo es hoy, durante la era de Laodicea. ¡Personas que entraron disimuladamente a la Iglesia, o al ministerio, ¡y son rocas escondidas! Aún Pablo habló acerca del naufragio de la fe (1 Timoteo 1:19). ¡Esas rocas pueden naufragar a barcos espirituales, con pérdidas de vidas!” (ibid). Debemos darnos cuenta de que, como dice Judas, muchas de estas personas están “dos veces muertos”, habiendo ya perdido su vida eterna (Judas 12).

En realidad, estas personas son las que han hecho la separación, no nosotros. El versículo 19 dice: “Estos son los que causan divisiones…” Ellos se han separado de nosotros. Se separaron a sí mismos cuando dejaron de seguir al Espíritu de Dios.

“A algunos que dudan, convencedlos” (versículo 22). Hasta los ministros de Dios deben tener cuidado y discernir al tratar con estas personas. Si un laodiceno realmente quiere ayuda, queremos tener compasión con él. Pero nosotros tenemos que manejar la situación a la manera de Dios.

El versículo 23 describe a los laodicenos que realmente quieren ayuda: “A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”. Judas los compara con los que tienen lepra. ¿Cómo trataría usted físicamente a los que tienen lepra? ¿Qué tan cerca estaría de ellos? ¿Tocaría sus vestiduras? Usted sería extremadamente cuidadoso al respecto. Ciertamente, incluso aquellos que quieren arrepentirse aún no han sido limpiados de su lepra espiritual, y debemos tratarlos como corresponde.

Aférrese a su corona

Apocalipsis 3 habla del peligro que corremos al tener contacto con los laodicenos. Dicen que son judíos, pero son mentirosos (versículo 9). Están en alianza con el peligroso y astuto diablo que quiere eliminarlo a usted de la Familia de Dios.

En el versículo 11 Cristo advierte: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tucorona”. Hay muchos que quieren quitarle su corona. Al preservar la unidad en la Iglesia como Dios ordena, usted protege no sólo su corona, sino también la de otros filadelfinos, ¡e incluso podría avergonzar a uno en la corte externa para que vuelva a recuperar su propia corona de las manos de Satanás! Esa esperanza y recompensa es algo que hay que proteger con fervor, luchar por y aferrarse a ella.