Había terminado temprano en mi ruta para entregar periódicos, así que pensé que me recompensaría dándome un gusto. Pasé por la panadería local y compré varios pastelitos deliciosos y los devoré rápidamente en ese mismo lugar. Pero me sentía un poco culpable, porque se suponía que no debía ir a la panadería sin pedir permiso. Mi madre me descubriría, entonces pensé que podría encubrir los rastros en mi conciencia comprando una docena de donas para toda la familia. La familia me iba a rendir elogios cuando entrara por la puerta principal. Las deliciosas donas eliminarían toda penalidad por quebrantar las instrucciones de mamá.
Cuando entré triunfalmente en nuestra casa, la bienvenida de héroe que esperaba se convirtió en un pánico furioso y frenético. Verás, ¡esto ocurrió justo en medio de los Días de Panes sin Levadura! Estaba trayendo levadura a nuestra casa que estaba totalmente desleudada; después de toda la limpieza, había olvidado por completo qué época del año era. No estaba enfocado en las lecciones; no lo entendía.
Como adolescente, ¿en qué deberías estar pensando y enfocándote en esta época del año? Este es el tiempo del año en que tus padres te piden que ayudes a limpiar todos los rincones y rendijas de la casa, el garaje y el automóvil. Para algunos, esto puede parecer tan absurdo como que conejos ponen huevos de colores y se levantan temprano un día al año para ver el amanecer. Pero hay un propósito. ¿Sabes cuál es? ¿Podrías explicar cuál es si te pidieran que lo hicieras? Más importante aún, ¿lo crees, o es algo que sólo has estado tolerando? Si no compruebas estas cosas por ti mismo en la Biblia, entonces cuando la presión y las preguntas surjan acerca de tus creencias, puedes tener dificultades.
Cuando era adolescente en Long Island, Nueva York, nuestros vecinos griegos siempre llegaban a nuestra casa con regalos cada primavera. Para un niño, los regalos siempre eran motivo de cierta emoción en casa, ya que no observábamos cumpleaños ni Navidad. Estos regalos de nuestros vecinos no decepcionaban; traían emoción, pero no del tipo que pensarías. Verás, nos entregaban una barra de pan caliente preparado con esmero, con huevos de color rojo colocados estratégica y cuidadosamente dentro de las trenzas en la parte superior. El brillante acabado marrón dorado de arriba sólo era superado por el suntuoso olor a pan recién horneado que llegaba hasta mí.
Para mi sorpresa y gran disgusto, mi madre rechazaba gentilmente este maravilloso gesto de vecindad, dejando perplejos a nuestros amables vecinos… y a mí también. En algunas ocasiones, había estado en su casa y había probado los maravillosos manjares culinarios de las recetas griegas tradicionales transmitidas de generación en generación. Eran exquisiteces apetitosas que hasta el día de hoy evocan deliciosos recuerdos de mi juventud. Pero ¿por qué enviar este maravilloso regalo de vuelta? ¿Por qué ser tan groseros con nuestros vecinos? Se habían tomado la molestia de pensar en nosotros; ¿no sería correcto aceptar su presente?
Hay una instrucción definitiva que se me estaba enseñando cuando era niño acerca de esta época del año. Era una de las principales lecciones de los días santos de primavera: el pan con levadura era símbolo del pecado.
¿Por qué escoger el pan? No hay nada como una pieza de pan recién hecho. El vapor que emana del horno se eleva lentamente y flota por la habitación. Se rebana suavemente y luego se unta con una gruesa capa de mantequilla, observando cómo se derrite y se hace una de las creaciones más bellas de la historia. ¿Cómo podría el pan, el alimento básico de la vida, ser símbolo del pecado? Después de todo, ¿no se llamó Cristo a Sí Mismo el pan de vida? (Juan 6:35, 48).
La realidad es que no es el pan. Es algo en el pan que simboliza el pecado: la levadura. Como describe la Biblia, hay tanto panes con levadura como sin levadura, pero la clave es la analogía de la levadura. Mira lo que Cristo dice en Mateo 16:11: “¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos?”. Este ejemplo de la levadura es una advertencia, y esa advertencia parece indicar la levadura como algo malo.
Sin embargo, mira este ejemplo en Mateo 13:33 de cómo Cristo describe el futuro Reino de Dios, usando la analogía de la levadura. “Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado”.Este versículo usa la levadura de una manera positiva. ¿Cómo puede la levadura ser buena y mala a la vez?
Veamos ahora lo que el apóstol Pablo les dijo a los gálatas en Gálatas 5:9:“Un poco de levadura leuda toda la masa”. Ahora nos estamos acercando un poco más a la lección de la analogía. No es la levadura en sí misma, como tampoco es el pan en sí lo que importa; lo que importa es lo que hace la levadura. El hecho de que sólo se necesita una pequeña porción de levadura para propagarse por todo lo que entra en contacto con ella es la clave. Cuando estamos expuestos a actitudes de autojustificación y pecado, como experimentó Cristo con los fariseos y saduceos, debemos estar conscientes de cómo esto puede invadir nuestros pensamientos hasta tomar el control y volvernos “llenos de levadura”.
Por otra parte, Cristo sabe que cuando el gobierno de Dios se establezca en esta Tierra con la nueva Jerusalén como la capital del universo: “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite…” (Isaías 9:7). Ese pequeño comienzo, con Cristo como el primero de los primeros frutos (1 Corintios 15:23), seguirá y seguirá, tal como la levadura se propaga a través de una barra de pan, excepto que en el caso de Dios, ¡nunca habrá un final para la expansión de Su Reino!
Entonces, ¿cuál es la lección en la que deberíamos estar enfocándonos en esta época del año? Piensa en cómo vivían los antiguos israelitas y las diversas ofrendas que traían a Dios. Puedes leer sobre ellas en todo el Pentateuco, particularmente en el libro de Levítico. Los antiguos israelitas no tenían disponible el Espíritu Santo de Dios. Dios le cerró a Adán el camino al árbol de la vida después que Adán decidió elegir por sí mismo lo que estaba bien y lo que estaba mal al tomar del árbol del conocimiento del bien y del mal. Salvo unos pocos a quienes Dios ha elegido especialmente, toda la humanidad desde ese momento ha sido sentenciada a vivir desconectada de Dios. La humanidad —especialmente sin el Espíritu Santo— necesitaba recordatorios físicos que los mantuviera conscientes de la pena por la desobediencia y las bendiciones por la obediencia. Dios también usó los símbolos físicos del proceso agrícola para ayudar a los israelitas a comprender, a nivel físico, el plan que Él tiene para toda la humanidad. Dios usó lo físico para simbolizar o señalar a lo espiritual. El uso del pan físico con levadura y sin levadura nos ayuda a recordar esas poderosas analogías espirituales.
De adolescente, estas lecciones no profundizaron en mí como deberían. No entendía las lecciones de la presencia o ausencia de levadura. Estas lecciones pueden ser realmente profundas si usamos lo físico para que nos apunte a lo espiritual. Mirando hacia atrás, recuerdo que me parecía extraño que una vez al año pusiéramos la casa patas arriba para sacar la levadura, y nunca llegué a comprender la profundidad espiritual de lo que simbolizaba. Entendía la limpieza a fondo que nos llevaba a ella; desmontaba el auto, dejaba el asiento trasero en el camino de entrada, los tapetes esparcidos por todas partes, y tomaba la boquilla más pequeña posible de la aspiradora, aspirando cualquier signo posible de una migaja errante que pudiera alojarse en un lugar insospechado. Tal vez fui un limpiador diligente, pero ¿obtuve el paralelo espiritual que Dios pretendía? Pensaba que sí; lo había escuchado tantas veces, año tras año, una tras otra temporada de días santos de primavera. Muchos de mis amigos también pensaban que lo entendían, pero la realidad es que sólo estábamos limpiando físicamente a profundidad y no aprendiendo la lección de la levadura.
Es muy fácil pasar esto por alto, tal como lo hice cuando traje esas donas a nuestra casa cuidadosamente desleudada. Así comoCristo nos advirtió de la levadura de los fariseos, ahí estaba yo, como el ejemplo perfecto de levadura farisaica. No sólo desobedecí a mis padres, quebrantando el Quinto Mandamiento, sino que también traté de cubrir mis huellas pretendiendo que no sucedió y terminé quebrantando más mandamientos. Dios describe el pecado como transgresión de la ley (1 Juan 3:4). Todo eso lo había escuchado antes: La levadura simboliza el pecado. Salir de Egipto simboliza salir del pecado. Podía recitar todas las respuestas correctas. No obstante como dice en Santiago 1:22:“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.Había sido un oidor de la palabra y no un hacedor. Había realizado la acción física de desleudar, y en la superficie yo estaba limpio, pero espiritualmente hablando, era culpable de no aprender la lección de la levadura.
¿Y tú?