Experimente la verdadera felicidad: evite el autoengaño
¿Está engañándose a sí mismo, y cómo puede saberlo?

¿Sabe usted que puede escuchar la Palabra de Dios y, al mismo tiempo, engañarse a sí mismo? El autoengaño destruye su felicidad y le priva de bendiciones. Hace que la Biblia le resulte confusa en muchos sentidos; de hecho, ¡Dios dice que Él en realidad le ocultará Su revelación!

Sin embargo, si usted supera el autoengaño, tendrá una casa espiritual fuerte que puede capear cualquier tormenta. Su vida se desbordará de alegría y felicidad. Dios derramará bendiciones sobre usted. Entenderá mejor su Biblia. ¡Todas estas son promesas de Dios!

He aquí cómo contrarrestar el autoengaño: “Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22). Usted se autoengaña al oír y no hacer. Y se puede liberar de ese engaño haciendo la Palabra de Dios.

Cómo ser feliz

Jesucristo llevó una vida ejemplar para que podamos tener una imagen de la forma en que debemos vivir. “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”, dijo (Juan 13:15). “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (versículo 17). Oír la palabra de Dios no nos hace felices. Lo que nos hace felices es hacerla. ¡Esa es una promesa de Dios!

¿Cuántas personas verdaderamente felices conoce usted? Muchos rechazan el ejemplo de Cristo y consiguen con éxito placeres temporales. Pero esos placeres no traen felicidad real, y no duran. ¡Dios nos creó para estar continuamente llenos de esperanza, alegría y visión! ¿Cuántas de esas cualidades ve usted en el mundo de hoy? Una gran razón de la prevalencia de la infelicidad es el autoengaño.

Jesús también dijo: “Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lucas 11:28). Debemos ir más allá de simplemente escuchar la Palabra de Dios. Debemos guardarla, protegerla, vivir de acuerdo con ella. Cuando hacemos eso, Cristo promete que seremos bendecidos.

Como un niño pequeño

Aquí hay una importante enseñanza bíblica que pocas personas comprenden. Para entender la verdad de Dios, Dios debe abrirle la mente a ella. Él debe revelarla a usted.

Cristo aclaró esto: “En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25). ¿Cuántas personas creen eso? ¡Dios esconde Su verdad! Él la esconde de los poderosos y eruditos de este mundo, y como resultado, Su Palabra no tiene valor para ellos. No son lo suficientemente humildes para escuchar lo que Él dice y obedecerle como niños. ¡Oirán, pero no harán! Así que la verdad permanece oculta para ellos. Pueden escucharla y leerla de principio a fin, pero sólo los confunde, e incluso después de un roce tan cercano con una verdad tan increíble, siguen engañándose a sí mismos.

Dios sólo revela Su verdad a los “niños”, a aquellos que se acercan a Dios con actitud de niños.

“Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (versículo 27). ¡Estas son las propias palabras de Cristo! Él dijo que usted no puede conocer al Hijo o al Padre a menos que Dios se lo revele. Y eso sólo sucede si usted escucha a Cristo y obedece.

Algunas personas seguían a Jesús e incluso Lo llamaban “Señor” o maestro. Eso seguramente parecía correcto y bueno. Pero esto es lo que Cristo les dijo: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).

¡Esto es terriblemente serio! ¡Estas personas se sentían muy justas! Seguían a Jesús a todas partes. Querían escuchar Sus palabras. Se consideraban Sus seguidores. ¡Pero no hacían lo que Él decía! ¡Se engañaron a sí mismos! Cristo les dijo audazmente: ¡No soy su maestro si no hacen lo que les digo! ¡No tiene sentido que me llamen Señor a menos que obedezcan lo que estoy diciendo que hagan!

¿Cómo explica usted el comportamiento de esas personas? Bueno, es simplemente naturaleza humana. ¡Es lo que todos naturalmente tendemos a hacer! Debemos vencer esa tendencia carnal o no recibiremos las bendiciones —la felicidad, el gozo y el entendimiento bíblico— que Dios promete. ¡Él no le revelará Su verdad!

Construido sobre una roca

Cristo pasó a enfatizar la importancia de lo que hacemos con lo que Dios nos enseña. “Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca” (Lucas 6:47-48).

¡Qué cuadro tan maravilloso! Cuando usted hace lo que Dios ordena, su vida se vuelve estable y cimentada, ¡porque está edificando su vida sobre la Roca! Escuchar y luego hacer la palabra de Dios le da a usted una gran fortaleza espiritual. Pueden surgir tormentas violentas, dificultades y pruebas, pero no le sacudirán. ¡Ningún problema puede hacer que usted deje a Jesucristo!

¿Qué pasa si usted no hace lo que Dios manda? “Mas el que oyóy no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre la tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa” (versículo 49).

Este hombre no edificó sobre la Roca: Jesucristo. Puede que Lo haya escuchado. Puede que haya estado de acuerdo con Él. Pero no hizo lo que Él dijo. Mateo 7:26-27 dice que este hombre edificó su casa sobre arena. Cuando llegó la inundación, los cimientos de esta casa fueron arrastrados en un instante. Muchas personas que escuchan lo que Dios dice no se concentran en aplicarlo. Debido a que no están haciendo estas palabras, no tienen fuerza. Una vez que llega una prueba, su casa se derrumba rápidamente y dejan a Cristo.

Dios promete que si usted toma acción y construye su casa sobre las palabras de Jesucristo, ¡nada le desalojará! ¡Nada le alejará de Dios! ¡Ese es un maravilloso conjunto de versículos para animarnos! Nada puede impedirnos hacer y obedecer a Dios.

No se engañe pensando que encontrar la verdad, escuchar las palabras y hablar de ellas es todo lo que Dios requiere de usted. Escuche, ¡y luego haga! Al hacerlo, Dios derramará bendiciones sobre usted y traerá una gran felicidad a su vida, incluso en medio de pruebas y tormentas. Él le revelará más y más verdades, y le proporcionará un mayor entendimiento bíblico. ¡Y le dará una vida abundante y gozosa! Esta es una promesa de Dios: Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.

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