Era una escena profunda, espiritual y emotiva. Los judíos habían soportado décadas de cautiverio. Fueron humillados y castigados. Y Dios había escuchado sus clamores. Gracias a un milagroso decreto del rey persa, a algunos de ellos se les había concedido la libertad de salir de Babilonia y regresar a casa, para reconstruir el templo y restaurar la adoración apropiada al Dios verdadero.
Ahora, aquí estaban. Habían reconstruido la casa de Dios en serio y luego la habían dedicado. Y ahora, por fin, tenían de nuevo la oportunidad de celebrar la Pascua en Jerusalén.
Aquella fiesta de primavera de hace 2.500 años estaba impregnada de profundo significado, valor, obediencia, unidad y emoción. Estos antiguos cautivos estaban llenos de gratitud. Sabían que olvidar los días santos había sido una de las principales causas de su cautiverio. Y éste era un nuevo comienzo.
Los judíos se tomaron esta oportunidad muy personalmente y muy en serio. Fueron purificados juntos, unánimes en su dedicación a la Obra de Dios, fuertemente unificados en su adoración (Esdras 6:19-20). Con sus mentes fijas en el propósito de los días santos, se habían separado de la inmundicia del mundo, y buscaron a Dios con todo su corazón (versículo 21).
Después de una Pascua conmovedora —la primera en décadas— los judíos “celebraron con regocijo la fiesta solemne de los panes sin levadura siete días, porque cuanto [el Eterno] los había alegrado…” (Esdras 6:22). Su celo por la justicia tuvo un tremendo impacto en su observancia de los días santos.
Esdras, que entró en escena poco después, fue comisionado por Dios para registrar esta historia. “Era escriba diligente en la ley de Moisés, que [el Eterno] Dios de Israel había dado…” (Esdras 7:6). Él “había preparado su corazón para inquirir la ley de [el Eterno] y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (versículo 10). La estudió, la aplicó, la vivió… y luego la compartió y la difundió. Incluso un rey carnal lo conocía como “Esdras, sacerdote y escriba erudito en la ley del Dios del cielo” (versículo 12).
La historia había grabado en la mente de Esdras la importancia de los sábados anuales. Sabía que cuando Israel y Judá guardaban esos días, eran bendecidos abundantemente; cuando eran descuidados con esos días, eran terriblemente maldecidos. Este entendimiento ancló el fervor de Esdras por obedecer a Dios e inspiró a otros a seguirlo.
Esdras también cargó con la tremenda tarea de canonizar el Antiguo Testamento. Terminó la Biblia de su tiempo con el libro de Crónicas, un libro que, como Dios ha revelado a nuestro pastor general, está dirigido principalmente a la Iglesia de Dios hoy.
Ese libro contiene otros dos ejemplos históricos de lo grandiosos que pueden ser los días santos cuando se guardan a la manera de Dios, ejemplos que pueden inspirar nuestra preparación para la Pascua y los Días de Panes sin Levadura.
Mirando a Ezequías
Esdras nos recuerda primero un período en el que un rey malvado introdujo todo tipo de idolatría. La adoración en el templo había cesado por completo; las puertas estaban cerradas. Judá estaba plagada de maldiciones. Había sufrido derrotas militares; mujeres y niños habían sido llevados cautivos. El pueblo, oprimido y desanimado, estaba siendo castigado por Dios.
Pero entonces fue ungido un rey que realmente quería arreglar las cosas con Dios. Se llamaba Ezequías (2 Crónicas 29:1-2).
El libro de Reyes se centra en los asuntos civiles de Ezequías. Pero al revisar esta historia en Crónicas, Esdras se centra realmente en cómo Ezequías reformó la religión de Judá. Qué lección para aquellos judíos sentados a la sombra del segundo templo, y qué lección para la Iglesia de Dios hoy, en este tiempo de levantar las ruinas.
Al remontarse a Ezequías, Esdras rastrea las raíces de este rey aún más atrás, hasta el rey David. Ese gran rey de la edad de oro de Israel emerge en todo momento en la enseñanza de Esdras (p. ej., versículo 2). El rey David amaba profundamente a Dios, y sobre esa base construyó una gran organización para expresar su amor a Dios. Nombró levitas específicamente para dar gracias y alabar a Dios, y para registrarlo todo. Mientras esperaba que Salomón construyera el templo, David quería que todo girara en torno a éste para exaltar y alabar a Dios. Él incorporó una adoración magnífica al servicio del templo. Y Esdras nos enseña, como enseñó a los judíos de su tiempo, a modelar nuestra adoración según el éxito de David.
Desde el principio de su reinado, en “el primer mes”, que es cuando comenzaban los días santos (versículo 3), Ezequías sabía, por haber estudiado el ejemplo de David, que la verdadera religión debía centrarse en restaurar y organizar el servicio del templo como preparación para celebrar los días santos. Esa fue una importante prioridad (versículos 4-5). Y comenzó con los líderes —los sacerdotes y levitas— limpiándose y santificándose a sí mismos, y luego santificando la casa de Dios.
En tono paternal, Ezequías enseñó a estos hombres a no ser descuidados ni perezosos en la preparación de los días santos de primavera (versículo 11). ¿Por qué? ¡Por cuánto comunica a Dios la actitud de una persona hacia esa preparación! Aquellos que son negligentes simplemente no disfrutarán de lo especial de los sábados anuales como lo hicieron Esdras, Ezequías o el rey David. Aquellos que son descuidados acerca de la preparación espiritual y la eliminación de la levadura no se emocionarán con la verdad de Dios; aprenderán muy poco. Y Dios se dará cuenta.
Ezequías incitó a los sacerdotes y levitas a la acción. Les ayudó a reconocer el honor de su impresionante llamamiento. Los sacerdotes respondieron, poniendo todo su corazón en un proyecto masivo de desleudamiento (versículos 12-15).
“Y entrando los sacerdotes dentro de la casa de [el Eterno] para limpiarla, sacaron toda la inmundicia que hallaron en el templo de [el Eterno], al atrio de la casa de [el Eterno], y de allí los levitas la llevaron fuera al torrente de Cedrón”, escribe Esdras (versículo 16). Esta limpieza profunda e intensiva purgó toda la contaminación pagana del templo: vasijas de sacrificio utilizadas en la idolatría, restos de ofrendas idólatras; ¡todo tenía que desaparecer!
Lamentablemente, no habían terminado el trabajo para el 14 de Abib, cuando debía celebrarse la Pascua. Deseaban fervientemente hacerlo bien. Por eso decidieron posponer los días santos de primavera por un mes (2 Crónicas 30:2-3). La ley de Dios lo permite (Números 9:10-11). La Iglesia todavía usa la segunda Pascua cuando es necesario.
Considere esta lección muy práctica: ¡Se necesita tiempo para prepararse para los días santos! Lleva tiempo quitar la levadura de nuestros hogares. Se necesita tiempo para santificarnos. Se necesita tiempo para examinarnos y prepararnos para tomar la Pascua de una manera digna. Debemos ser conscientes de esto en el período previo a la Pascua: No descuide este proceso vital de preparación. No espere hasta el último momento. Acérquese especialmente a Dios en oración y ayuno. Trabaje para aplicar lo que recibe en los sermones que escucha y los artículos y Escrituras que estudia. ¡Saque cualquier impureza que encuentre en su vida y arrójela al Cedrón! Esto le servirá de trampolín para la Pascua y los mejores días santos de la primavera.
Cuando los sacerdotes habían terminado finalmente, ofrecieron sacrificios a Dios e hicieron expiación por el pueblo (2 Crónicas 29:20-24). Entonces Ezequías recurrió de nuevo al ejemplo de David, específicamente al introducir música en el servicio del templo (versículos 25-27). Considere la humildad de su pensamiento: Fijémonos en el modelo dejado por el que lo hizo bien. Los judíos demostraron la misma actitud al iniciar la construcción del segundo templo. Comenzaron diciendo: “Pongamos el altar exactamente en el mismo lugar en el que estaba establecido el primer templo” (Esdras 3:1-3).
Al relatar la historia de Ezequías, Esdras registra un detalle notable: que Dios sabía exactamente lo que estaba pasando en los corazones de estas personas, ¡y estaba dando seguimiento! “Los levitas fueron más rectos de corazón para santificarse que los sacerdotes”, escribió (2 Crónicas 29:34). En medio de esta inspiradora revitalización del templo, algunos trabajaban más duro —algunos se lo tomaron más en serio— algunos fueron más rectos de corazón a la hora de limpiarse. Y Dios lo sabía.
A medida que la Obra de Dios avanza hoy, necesitamos medirnos. Todos necesitamos hacer nuestra parte para mantener el ritmo en nuestras vidas espirituales individuales, trabajando en nuestra propia salvación con temor y temblor.
Después de todo este trabajo de preparación del templo y del ministerio, Ezequías hizo un llamado al pueblo para que se arrepintiera (2 Crónicas 30:1-2, 5-9). Su conmovedora y sentida súplica se distribuyó por todas las ciudades de Israel y Judá. Trágicamente, en aquella época de penetrante enfermedad espiritual, la mayoría del pueblo ridiculizó el mensaje y se burló de los mensajeros (versículo 10).
Sin embargo, algunos israelitas de algunas de las tribus respondieron de una manera totalmente distinta y hermosa: “Se humillaron, y vinieron a Jerusalén” (versículo 11). Dios se conmovió. “Estuvo la mano de Dios para darles un solo corazón para cumplir el mensaje del rey y de los príncipes, conforme a la palabra de [el Eterno]” (versículo 12).
La congregación que se reunió en Jerusalén acabó siendo bastante numerosa (versículo 13). Los sacerdotes tenían un enorme trabajo para preparar a todos, y no pudieron terminarlo a tiempo. Incluso para la segunda Pascua, muchas de las personas no estaban ceremonialmente santificadas con los requisitos rituales.
Ezequías, decidido a celebrar el servicio de todos modos, oró para que Dios considerara la actitud de estas personas y las honrara: “[El Eterno], que es bueno, sea propicio a todo aquel que ha preparado su corazón para buscar a Dios”, suplicó (versículos 18-19).
Esto es exactamente lo que Dios quiere de todos nosotros: ¡preparar nuestros corazones para buscarle! Necesitamos fijar nuestro ser más íntimo en Dios. Esta es una responsabilidad profundamente personal que Dios pone en cada uno de nosotros. Se reflejará en lo que ocurre en la intimidad de su oración y en sus pensamientos más íntimos. Antes de la Pascua, realmente ¡ponga su corazón en buscar a Dios! Todo está en juego. Nuestra vida eterna —y nuestra recompensa eterna— depende de nuestra oración diaria, de nuestro estudio diario, de nuestra meditación diaria. Depende de cuánto amamos a Dios con todo nuestro corazón y de cuánto estamos preparando nuestros corazones para buscarlo cada día. Dios recompensa a quienes Lo buscan diligentemente; podemos tener plena fe en ello (Hebreos 11:6).
¿Cómo respondió Dios? “Y oyó [el Eterno] a Ezequías, y sanó al pueblo” (2 Crónicas 30:20). Así es como podemos ser sanados. Así es como podemos ser liberados de nuestros pecados. Así es como podemos elevar nuestra vida espiritual. ¡Así es como podemos tener los mejores días santos!
¡Todos los preparativos de los israelitas hicieron de ésta una temporada de días santos histórica! ¡Realmente celebraron! (versículo 21). Estuvieron llenos de gran alegría durante siete días completos, día tras día. Tal obediencia diligente y sincera a Dios trae gran alegría a nuestras vidas. Estos israelitas bajo Ezequías estaban tan emocionados, que decidieron guardar los Días de Panes sin Levadura ¡otros siete días! (versículo 23). Y Dios estaba allí con ellos, escuchando sus oraciones (versículo 27).
Al registrar esta historia, Esdras apunta de nuevo a la época de David: “Hubo entonces gran regocijo en Jerusalén; porque desde los días de Salomón hijo de David rey de Israel, no había habido cosa semejante en Jerusalén” (versículo 26). ¡Estos fueron los Días de Panes sin Levadura más inspiradores en más de 200 años!
Fue una celebración maravillosa, y un gran ejemplo de cómo engrandecer nuestros días santos de primavera. Esdras motivó al pueblo con esta historia, y Dios quiere motivarnos a nosotros también con ella.
Mirando a Josías
Poco después de los acontecimientos espiritualmente edificantes del reinado de Ezequías, Judá volvió a caer en la idolatría bajo su hijo Manasés y su nieto Amón. Pero luego llegó Josías.
Y con él llegó otra emocionante historia que Esdras utilizó como lección sobre cómo prepararse para los días santos y guardarlos como Dios quiere.
2 Crónicas 34 relata la ascensión de Josías al trono a la tierna edad de 8 años. Describe cómo, alrededor de los 16, empezó a “buscar al Dios de David” y, cuatro años más tarde, “comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén” (versículo 3). Cuando sólo tenía unos 26 años, Josías envió hombres a reparar la casa de Dios. Allí el sumo sacerdote, Hilcías, encontró un libro de la ley en el templo, y fue leído ante el rey.
¡Cómo respondió Josías! “Luego que el rey oyó las palabras de la ley, rasgó sus vestidos” (versículo 19).
Al igual que Esdras, Josías tuvo una actitud de obediencia. En toda la Biblia, Dios dice que bendecirá a los que tiemblen ante Su Palabra y que estará cerca de los de corazón contrito y quebrantado. Las Escrituras están para corregirnos (2 Timoteo 3:16). ¡Observe cómo Josías buscó la corrección de Dios! (2 Crónicas 34:21).
Dios no tardó en responder a su actitud humilde y arrepentida, diciendo: “Y tu corazón se conmovió, y te humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este lugar y sobre sus moradores, y te humillaste delante de mí, y rasgaste tus vestidos y lloraste en mi presencia, yo también te he oído, dice [el Eterno]” (versículo 27).
Esto describe maravillosamente la actitud que necesitamos en nuestro autoexamen, en la forma en que estudiamos, en la forma en que oramos: un corazón tierno, una actitud humilde. Santiago 1:21 nos instruye: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia”, es decir, ¡sacando la levadura!, “recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”. En otras palabras, somos como el suelo en el que Dios está plantando Su Palabra como semillas. Necesitamos recibir esa Palabra como tierra suave y rica, con mansedumbre, con un corazón tierno, con mentes corregibles como de niños. Entonces la verdad de Dios puede dar fruto en nuestras vidas. “Debemos entrar a nuestro estudio bíblico con una actitud mansa”, escribe Gerald Flurry en La epístola de Santiago. “¿Posee usted en sí, tierra en la que Dios pueda plantar Su Palabra?”.
Si entramos en la temporada de la Pascua pensando que ya sabemos lo que necesitamos saber, tendremos la garantía de que nuestro entendimiento no será más profundo. De hecho, ¡hacerlo de ese modo indica que probablemente ya hemos perdido una buena parte del entendimiento que alguna vez tuvimos! Estos días santos tienen una profundidad infinita, pero nuestro entendimiento de dicha profundidad sólo crecerá a medida que ahondemos en ella. Nuestra actitud es crucial. Una actitud mediocre producirá resultados mediocres. Una actitud como la de Josías lo cambiará todo.
Pero el estudio por sí solo no basta. Dios nos manda ser “hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores”. Elestudio de la Biblia debe traducirse en acción, ¡o nos estaremos engañando a nosotros mismos! (Santiago 1:22, 25). ¿Cuántas veces escucha un sermón con el que se identifica, y no hace nada? ¿O lee un artículo, y no actúa en consecuencia? El autoexamen efectivo significa que estamos haciendo cambios, dando frutos de arrepentimiento.
Josías convocó a todos los líderes de la nación al templo y les leyó la ley de Dios (2 Crónicas 34:29-30). Les recordó el pacto que habían hecho con Dios en el Monte Sinaí. Entre las leyes que leyó estaba el mandamiento en Éxodo 23:15 de guardar los Días de Panes sin Levadura.
Josías llevó al pueblo a renovar ese pacto con Dios (2 Crónicas 34:31-32). Del mismo modo, cuando nos preparamos para la Pascua, debemos recordar nuestro pacto bautismal. Consideremos sus términos y asegurémonos de estar cumpliendo nuestra parte de ese acuerdo que cambió nuestra vida: nuestra promesa de que entregaríamos toda nuestra vida a Dios y no dejaríamos que nada se antepusiera a Él. Adoptemos la actitud de Josías de sacar el “libro del pacto” y medirnos por él.
En el libro de los Reyes, esta celebración de la Pascua sólo ocupa tres versículos (2 Reyes 23:21-23). Pero Esdras realmente la enfatiza y la registra en detalle en 2 Crónicas 35.
A lo largo de este capítulo, Esdras menciona repetidamente cómo celebraban la Pascua exactamente según las instrucciones de Moisés, David, Salomón, Asaf y otros. También muestra cómo Josías era un ávido estudiante de la vida del rey David. De nuevo vemos esta maravillosa clave para guardar la Pascua: saque los libros y estudie realmente cómo hacerlo bien; ¡y luego hágalo!
Los críticos que observan la atención de Josías a los detalles podrían decir: ¡Bueno, eso es sólo un montón de rituales! Eso es religión del Antiguo Testamento, no va a ayudar a nadie espiritualmente. Pero la belleza de este ejemplo es que bajo Josías, esta gente sólo quería obedecer a Dios. Sus obras reflejaban su amor por Él. Cualquier cosa que Dios dijera, eso era lo que ellos querían escuchar y hacer.
Si usted comienza la Pascua con esa actitud, ¡va a tener la mejor Pascua de su vida! Si se enfoca en los Días de Panes sin Levadura con esa actitud, ¡va a tener los mejores Días de Panes sin Levadura de su vida!
Eso es exactamente lo que sucedió en tiempos de Josías: “Nunca fue celebrada una pascua como esta en Israel desde los días de Samuel el profeta…” (versículo 18). ¿Puede creerlo? No desde Samuel, ¡incluso antes de David!
Celebre las fiestas con gozo
¡Esta historia realmente emocionó a Esdras! Y la utilizó para animar a la gente de su tiempo. Dios también quiere que esta historia nos anime mientras completamos el maravilloso e histórico proyecto de construir una casa para que Dios habite en ella.
A medida que el pueblo de Dios hoy, como los judíos de antaño, se purifique conjuntamente, y a medida que nos separemos de la inmundicia de este mundo, ¡también nosotros podremos celebrar las próximas fiestas con gozo!
Y entre más grandiosos sean nuestros días santos de primavera, más podrá Dios fortalecer nuestras manos en la obra de la casa de Dios.