Cuando estaba en la escuela primaria, pasaba mucho tiempo sentado en el pasillo, justo fuera del aula. Esto ocurría siempre que el resto de mis compañeros de clase tenía algún proyecto relacionado con alguna festividad pagana. El receso a mitad del año escolar en la mayoría de las escuelas del hemisferio norte se llamaba “Vacaciones de Navidad”.
El nivel de tolerancia de los compañeros e incluso de la administración hacia nuestras creencias diferentes era bastante bajo. (Una vez, cuando mi hermana pequeña estaba en el jardín infantil, mis padres hicieron una visita sorpresa al colegio, sólo para atrapar a la profesora literalmente con las manos en la masa haciendo que mi hermana coloreara un dibujo de Santa Claus). Esto fue a principios de la década de 1980.
Cuando fui a la universidad, a mediados de la década de 1990, la “tolerancia” hacia muchas ideas y creencias diferentes estaba de moda. Decir que necesitaba faltar a clases para asistir a una fiesta religiosa hacía que los profesores accedieran rápidamente y sin reservas a mi petición, pues no querían parecer insensibles ni que una institución financiada por el Estado obstaculizara mi libertad religiosa.
En esa nueva era, cuando la pausa entre semestres sólo podía llamarse “vacaciones de invierno”, estaba agradecido de que fueran tolerantes con lo que yo creía, que se basaba en la verdad de Dios y en Su santa Palabra. Pero la misma tolerancia se está extendiendo hacia todo, especialmente hacia formas de vida aberrantes y dañinas. El nuestro es un mundo de “vive y deja vivir”, “haz lo tuyo y yo haré lo mío”, “no preguntes y no digas”.
La sociedad está orgullosa de ello. La tolerancia tiende a hacerlo.
Conociendo el pecado
Aunque necesitamos cierta “tolerancia” (o entendimiento) hacia las perspectivas o personalidades únicas de los demás, no debemos extender esa tolerancia al pecado. Como joven en la Iglesia de Dios, probablemente sabes la definición simple y bíblica del pecado: “El pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4), es decir, la hermosa y benéfica ley de Dios. Dicho de otro modo, esa ley define lo que es pecado (Romanos 3:20).
Es importante que todos sepamos lo que es el pecado, pero como se nos enseña en los Días de Panes sin Levadura, también es importante que tengamos la actitud adecuada hacia éste.
Considera lo que las familias en la Iglesia de Dios pasan cada primavera. Quitamos todos los productos leudados de nuestros hogares y limpiamos cuidadosamente cualquier área donde la levadura pudo haber sido consumida o almacenada. Durante estos siete días, la levadura representa el pecado. En realidad, es pecado tenerla o comerla.
La levadura se comporta dentro los productos horneados como el pecado lo hace en nuestras vidas. Las analogías son asombrosas y podrían discutirse extensamente. Un aspecto del pecado representa claramente lo que hace la levadura, y se relaciona con tolerarel pecado. Aquí hay una historia para ayudar a ilustrar eso.
Jactancia escandalosa
Hace años, un escándalo estaba ocurriendo en una congregación particular en la Iglesia de Dios: ¡Un miembro estaba teniendo una aventura ilícita con su madrastra! Aunque esto ocurrió hace más de 19 siglos y medio en la ciudad griega de Corinto, creo que el factor impactante de este pecado todavía tiene efecto. Había que abordar el problema, y la única forma en que el líder humano de Dios podía hacerlo era a través de una carta. Así se escribió el épico libro bíblico de 1 Corintios.
El apóstol Pablo abordaba dos asuntos: el pecado del hombre que cometía el acto y el pecado de la congregación por tolerarlo.
“De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre” (1 Corintios 5:1).
No se trataba de un asunto reservado, en la sombra, que había que tratar discretamente. Era algo de lo que “se oía”: la congregación misma, si no otros fuera de esta congregación, sabían lo que estaba pasando y lo estaban hablando abiertamente. Este hombre vivía en pecado, y la comunidad vivía con el pecado de él.
¿Qué dice el apóstol Pablo a continuación? “Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” (versículo 2).
La implicación aquí es que quienes tenían autoridad para hacer algo al respecto inducían a que se tolerara que este hombre permaneciera en compañerismo. Así que Pablo acusó a la congregación de estar envanecida. El hombre tenía una grave levadura en su vida. Pablo estaba confrontando su actitud hacia este pecado.
“No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (versículo 6). Ese es el principio de la levadura: un pecado en nuestras vidas nos envanece con pecado; un hombre viviendo en pecado puede hacer que toda una congregación se sature de pecado. Pero también si somos “comprensivos”, “tolerantes” o “aceptamos” el pecado, ¡nos envanece! Los corintios se estaban “jactando” de su enfoque hacia este pecado. Eso puede comportarse como levadura tanto como lo hace al acto de pecar. Piensa en eso. Cuando toleramos ciertos pecados, en nuestra mente nos convertimos en juez y jurado de lo que es aceptable. En ese sentido, nos exaltamos incluso por encima de Dios.
La lección 30 de nuestro curso bíblico por correspondencia toca exactamente este punto: “Así como la levadura hincha el pan, así la congregación de Corinto se hinchó y se envaneció a causa del pecado. Por sus acciones, parecían pensar que podían ser más misericordiosos, y por lo tanto más justos que Dios al permitir que este fornicador impenitente permaneciera en su comunión”.
Soberbia intolerante
No es sólo hacer algo mal —o no hacer lo correcto— lo que es como la levadura. ¡Nuestra actitud hacia todo esotambién se comporta como la levadura! Piensa en cómo esa actitud se propaga como la levadura por toda una vida, una familia, o una congregación.
La gente en Corinto no estaba lamentando este pecado (versículo 2), sino que en realidad se jactaban de él (versículo 6). Como dice el mismo curso por correspondencia “La tolerancia de este pecado flagrante, del cual no había arrepentimiento, habría causado que otros miembros gradualmente se relajaran y volvieran a sus antiguos pecados, ¡descalificándolos así de nacer en el Reino de Dios!”.
Así que cuando Pablo les dice en el versículo 7 “limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois”, les está haciendo repensar toda su perspectiva sobre el pecado. Cuando dice “sin levadura como sois”, está reconociendo que físicamente habían pasado por el proceso de eliminar la levadura de sus casas. Al desleudar, ¿alguna vez te ha sorprendido encontrar levadura en un lugar inesperado, o te ha disgustado la suciedad detrás de un electrodoméstico o en algún rincón de difícil acceso? ¡Así es como deberíamos ver la transgresión de la justa ley de Dios todos los días del año!
Cuando pienso en la progresión de la sociedad desde los años poco tolerantes de mi infancia hasta la era tolerante de mi adultez temprana, está claro lo fácil que es estar “hinchado” de orgullo y arrogancia porque eres tan “comprensivo” con todos los estilos de vida que te rodean. Mis compañeros se enorgullecían mucho de ello, y me recordaba lo que la Biblia describe como la “soberbia” de sociedades como Sodoma (ve Ezequiel 16:49, 56).
Abordar el pecado como abordaron los corintios a ese pecador y su estilo de vida sin arrepentimiento, genera una soberbia y una autojusticia peligrosas. Estamos creando nuestro propio estándar de lo que está bien y lo que está mal. Estamos decidiendo qué debe ser aceptado y tolerado, y qué no debe ser tolerado.
Eso le ha pasado a nuestra sociedad: La tolerancia ha sido sustituida. Ahora estamos obligados a ser “tolerantes” con todo tipo de pecados. La sociedad nos dice que ni siquiera podemos creer que haya algo malo en estos pecados. No podemos “acordar estar en desacuerdo”; debemos estar de acuerdo con sus aberrantes puntos de vista. Ahí es donde nos lleva la tolerancia. Incluso los corintios fueron advertidos contra su tolerancia “envanecida” que conducía a malicia y maldad (1 Corintios 5:8).
El problema
Dedica algún tiempo en esta temporada de días santos a pensar profundamente no sólo en dónde infringes la ley de Dios, sino también en tu opinión sobre el pecado. ¿Hay pecados que no te disgustan? ¿Hay cosas que Dios prohíbe que te hacen preguntar: ¿Cuál es el problema con eso de todos modos? ¿Hay cosas que Dios exige de las cuales no necesariamente ves la razón? Esto te mostrará dónde se ha “envanecido” tu pensamiento, qué tan tolerante eres con las cosas que violan la hermosa ley de Dios. Lleva esto a Dios en oración, pidiéndole Su perspectiva sobre estas cosas.
También pídele a Dios un mayor aprecio y amorpor Su ley. Ese amor también debe aumentar durante estos días, a medida que asumimos la actitud del salmista en el Salmo 119:99-103. Esto también nos dará la actitud apropiada hacia el pecado.
De eso se trata cuando consumes el pan sin levadura, que representa la ley justa y perfecta de Dios, una ley que, cuando la cumplimos, nos trae toda la plenitud, beneficios y bendiciones imaginables. Como Pablo lo escribió en 1 Corintios 5:8, ese es el “pan sin levadura de sinceridad y de verdad”.