¿No es fascinante pensar que Jerusalén acogió a tres culturas? La nación judía tuvo conversos de culturas gentiles. Sin embargo, debido a la desinformación escrita por historiadores corruptos, la mayoría de la gente hoy no se da cuenta de la influencia que tuvo la cultura hebrea en los mundos del Antiguo y Nuevo Testamento.
“La peculiaridad de la civilización hebrea no consistía en el cultivo de la imaginación y el intelecto, como la de los griegos, ni en la organización del gobierno, como la de Roma, sino que su rasgo distintivo fue la religión”, escribió W. J. Conybeare en The Life and the Epistles of St. Paul (La vida y las epístolas de San Pablo).
Ciertamente los griegos y los romanos tenían sus mitologías y sus panteones de dioses, pero sólo la nación de Israel tenía “todo en su vida colectiva y privada (…) vinculado con una religión revelada” (ibíd.).
Reflexione profundamente sobre esta afirmación. La cultura israelita, incluyendo sus Escrituras, sus profetas, sus milagros, sus festivales anuales y su sistema de sacrificios, había sido revelada por su Dios. El fundador de su nación, Abraham, tenía una relación personal con su Dios. La historia de las guerras de Israel, su arte, música, poesía y constitución nacional eran de carácter sagrado. Ninguna otra nación de la Tierra puede hacer tal afirmación.
La Pascua inició una nación
Incluso la formación de Israel como nación sólo pudo tener lugar después de que se celebrara la ocasión religiosa más importante del año, la Pascua.
“La Pascua era un tiempo fenomenal para Israel de antaño”, escribe el redactor jefe de Visión Real, Gerald Flurry, en su folleto Cómo ser un vencedor. “La nación entera tipificaba la profecía del Cordero de Dios que vendría del cielo para ser sacrificado por toda la humanidad (Éxodo 12:3-5). Cada hogar tenía un cordero; debe de haber habido cientos de miles de corderos. Era una noche sangrienta. Ellos se enfocaban en el cordero, que apuntaba al Cordero de Dios. Ninguna otra nación en la historia ha hecho una cosa semejante”.
Recuerde que Israel celebró esta primera Pascua en Egipto, una nación aterrorizada por el poder de Dios para que liberara a Su pueblo (Éxodo 12:33). Fueron los hebreos esclavizados los que celebraron la Pascua de acuerdo con las instrucciones reveladas por Dios, lo que los llevó a liberarse de la horrible esclavitud del Faraón y de Egipto. ¿Vemos nosotros —los miembros de la única Iglesia verdadera de Dios, la nación espiritual de Israel— la importancia nacional e internacional de nuestra observancia de la Pascua?
Dentro de varios años, todas las naciones de este mundo celebrarán la Pascua por primera vez. Este acontecimiento sentará las bases de una nueva cultura mundial. Nos corresponderá a nosotros, los futuros reyes y sacerdotes de Dios, ayudar a Cristo a llevar a cabo este primer servicio. Por lo tanto, es de vital importancia que veamos el significado personal y nacional de celebrar la Pascua correctamente hoy. Así como celebrar la Pascua distinguía al antiguo Israel de todas las demás naciones, nuestra celebración de la Pascua nos distingue de todas las demás Iglesias. ¡La forma de vida que estamos viviendo es la forma de vida del futuro!
El significado de la Pascua
Es de vital importancia que comprendamos plenamente el significado de la Pascua. Sólo los miembros bautizados de la Iglesia de Dios pueden participar en el servicio. Es un mandamiento y un privilegio que no debemos tomar a la ligera.
Antes de esa noche deberíamos repasar y estudiar el Capítulo 4 de Cómo ser un vencedor: “El significado de la Pascua”. Deberíamos investigar el significado de la Pascua tan intensamente como Pilato interrogó a Cristo en Su juicio. “La Pascua es una de las ocasiones más importantes del año, y necesitamos trabajar duro para verla como Dios dice que debemos”, escribe el Sr. Flurry (ibíd.). En el folleto del Sr. Flurry, Dios nos ha aclarado el significado, de modo que no tenemos excusa.
La celebración de la Pascua debería influir en nuestra vida a lo largo del año. La Pascua no debe ser un asunto ritual de una sola noche. “La Pascua es el primer servicio de la temporada de días santos. Si nuestra observancia de ese memorial no es atinada, esto puede afectar la temporada entera de días santos, y el año entero”, continúa el Sr. Flurry. Debemos aprender a vivir el camino de vida inspirado por la Pascua.
La esencia de nuestro autoexamen previo a la Pascua debe enfocarse en la calidad y medida de nuestra fe en los símbolos del pan y el vino que tomamos durante la ceremonia. “Este es un tiempo de autoexamen para que sepa que puede tomar ese pan y ese vino en fe. Debemos agradecerle a Dios porque tenemos el honor y la oportunidad de entender la Pascua” (ibíd.). Sólo unos pocos de nosotros en el mundo actual tenemos ese honor y esa oportunidad; es algo que debemos atesorar profundamente.
El pequeño trozo de pan que comemos representa el cuerpo de Cristo, quebrado y apaleado para que podamos ser sanados por quebrantar las leyes de Dios para la salud. La pequeña copa de vino representa la sangre derramada de Cristo, que lava nuestros pecados pasados contra Dios al arrepentirnos y bautizarnos. La sangre derramada de Cristo también nos limpia de los pecados presentes y futuros cuando nos arrepentimos. Estos dos símbolos son la base de nuestra religión y camino de vida.
Aquí hay cinco acciones espirituales que deberíamos esforzarnos por vivir después de tomar la Pascua.
1) Vivir como Cristo vivió
“A cada uno de nosotros se nos da un pedazo de pan y una pequeña copa de vino para representar la muerte del Señor. Entonces nos aseguramos de vivir, cada vez más año tras año, como Cristo vivió. Debemos seguir Su ejemplo, al entrar en los Días de los Panes sin Levadura”, escribe el Sr. Flurry (ibíd.). Esto significa que debemos dejar que Jesucristo viva en nosotros. Aunque la gente de este mundo no entienda por qué, reconoce que el pueblo de Dios es diferente. Celebrar la Pascua de Dios correctamente nos distingue de todas las demás personas de este planeta, igual que distinguió a los antiguos israelitas en su tiempo. Estamos dando un ejemplo que el mundo entero pronto seguirá.
La noche antes de que sufriera, Jesucristo dedicó tiempo para explicar las responsabilidades espirituales que debían asumir los discípulos después de tomar los nuevos símbolos de la ceremonia de la Pascua. “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”, enseñó (Juan 15:4). Cristo espera que aprendamos la misma lección. “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”, continuó (versículo 5). Hay una promesa maravillosa en estos versículos. Cuando permanecemos en Cristo a través de la oración diaria, el estudio y la meditación, y el ayuno ocasional, Cristo promete que Él permanecerá en nosotros y estaremos espiritualmente saciados.
Nos engañamos a nosotros mismos si intentamos vivir una vida espiritual de otra manera. Si Cristo no vive en nosotros, careceremos de fe en los símbolos de Su sacrificio supremo por nosotros.
El apóstol Pablo aprendió y aplicó esta instrucción en su propia vida. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, escribió (Gálatas 2:20). Pablo tenía una profunda perspectiva espiritual. Nosotros necesitamos lo mismo. ¿Con qué frecuencia pensamos en el hecho de que, en nuestro bautismo, fuimos crucificados y sepultados con Cristo? (Romanos 6:4, primera parte). Pablo debió pensar en ello con regularidad. Este conocimiento le dio el poder para vivir una vida exitosa y recta. “Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”, continuó (Gálatas 2:20).
Gracias al sacrificio de Cristo, también nosotros podemos caminar como Él —en una vida renovada— con plenitud de fe (Romanos 6:4, última parte).
2) Hacer guerra contra el pecado
La muerte de Cristo nos muestra el alto precio que el Padre y Cristo pagaron por nuestros pecados. Nunca debemos tomar el pecado a la ligera. Jesucristo nunca lo hizo. “¿Se puede usted imaginar a alguien orando con tal intensidad para evitar pecar?”, escribe el Sr. Flurry a propósito de la agonía de Cristo en el huerto de Getsemaní (Lucas 22:44). “¿Puede usted imaginarse a Cristo, quien se supone vive en nosotros, trabajando tan ferviente y ardientemente para evitar el pecado? Él desea que nosotros sigamos Su ejemplo” (ibíd.). ¿Qué tan serios somos sobre vencer nuestros pecados y debilidades? Debemos tomarlo muy en serio. Si no tomamos el pecado lo suficientemente en serio, es probable que acabemos muertos por toda la eternidad.
“¡Vea cómo Cristo luchó contra el pecado y la tentación de hacer el mal! ¿Peleamos usted y yo de la misma manera? Necesitamos orar y suplicar al Padre por la fortaleza y el poder para resistir al pecado (Hebreos 12:1-4)”, escribe el Sr. Flurry. Si captamos lo que la Pascua enseña sobre el plan de Dios y de Cristo para el hombre, reconoceremos cuán diligente y vigilante es Dios para ayudarnos a vencer el pecado.
En la introducción de Cómo ser un vencedor, se nos recuerda: “Dios ama a los pecadores, tanto que Él quiere liberarnos del pecado y de todos sus terribles efectos”. He aquí una verdadera inspiración para motivarnos a vencer el pecado. Si hacemos nuestra parte, Dios hará la Suya en nuestra batalla contra el pecado.
“De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”, enseñó Cristo a los judíos de su tiempo (Juan 8:34). El pecado nos esclaviza. Si no vemos este hecho claramente, no venceremos. La mayoría de los judíos era hostil a las enseñanzas de Jesucristo sobre el pecado. Y vea el terrible sufrimiento que soportaron en el año 70 d. C. cuando los romanos destruyeron Jerusalén. Debemos creerle a Cristo. ¿Por qué? “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, dijo Cristo (versículo 36). ¿Le creemos a Cristo? ¿O somos como aquellos testarudos que Le escucharon?
Tomar la Pascua correctamente nos inspirará a librar la guerra contra nuestro pecado. Qué alentador debe ser para Cristo ver a Su Esposa luchar contra el pecado. Cuando Él nos ve vencer, sabe que Su muerte no fue en vano. “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”, escribió el apóstol Pablo (Hebreos 5:8). Jesucristo nos dio ejemplo de obediencia al Padre y a Su ley real. “Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (versículo 9). Ganar la guerra contra el pecado garantiza nuestra salvación. Asegurémonos de seguir el ejemplo de Cristo.
Cómo ser un vencedor es un manual de campo detallado sobre cómo librar la guerra contra el pecado. Poner en práctica esta instrucción nos convertirá en un “buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 2:3).
3) Obedecer las leyes de la salud
Cuando comemos el pequeño trozo de pan sin levadura durante la ceremonia de la Pascua, estamos mostrando a Dios que tenemos fe en Su pacto de sanidad con Su pueblo (Éxodo 15:26). La Biblia dice claramente que por Sus heridas hemos sido sanados (Isaías 53:5; 1 Pedro 2:24).
Herbert W. Armstrong abordó a fondo este tema en La pura verdad acerca de la sanidad divina. Se trata de un folleto importante que conviene repasar en el período previo a la Pascua.
“¿Qué es la enfermedad, las dolencias, debilidad, dolor y sufrimiento?”, preguntó el Sr. Armstrong en La Pura Verdad de septiembre de 1962. “Es la pena que se paga por la violación de las leyes físicas del cuerpo humano”. El Sr. Armstrong sabía, por haber estudiado y creído en la Biblia, que el pecado es la transgresión de la ley (1 Juan 3:4). Si no hay arrepentimiento, la transgresión de la ley espiritual de Dios (los Diez Mandamientos) trae como resultado muerte eterna (Romanos 6:23). La transgresión de las leyes físicas de la salud es el pecado físico, y el resultado es enfermedad y debilidad. Pocas personas en este mundo conocen y creen esta verdad vital. Jesucristo fue azotado para que nuestros pecados contra las leyes físicas de la salud pudieran ser perdonados. La sanidad es el perdón del pecado físico.
“No es natural estar enfermo, ¡es antinatural!”, continuó el Sr. Armstrong. Luego, en un párrafo, resumió las leyes de la salud: “Dios diseñó el mecanismo del cuerpo humano de tal manera que, con una alimentación adecuada (¡y pocos saben lo que es eso!); bebiendo la cantidad correcta de agua pura; respirando adecuadamente aire puro; haciendo suficiente ejercicio, y eso no es necesariamente una gran cantidad; obteniendo suficiente descanso, recreación y sueño; manteniendo una regularidad normal de eliminación, que incluye baños y frotamientos más frecuentes de lo que muchos creen; y manteniendo la mente en un estado positivo, alegre, activo y pacífico, ¡el cuerpo nunca se enfermaría!”.
Comer el pedacito de pan sin levadura en la Pascua muestra a Dios que tenemos verdadera fe en Su pacto de sanarnos cuando estamos enfermos.
Hablando de la azotaina de Cristo, el Sr. Flurry escribe: “¿Piensa usted que Dios podría haber permitido que sucediera eso, sin tener el deseo de sanarnos? Bien podemos no saber cuándo va a sanarnos Dios, pero de seguro el Padre nunca habría permitido que Su Hijo atravesara todo eso, ¡si no fuera Su voluntad sanarnos!”. (op. cit.). A qué Dios tan amoroso servimos. Pero no debemos abusar de Su voluntad de perdonarnos nuestros pecados físicos. Comer el pan sin levadura en la ceremonia de la Pascua significa que nos esforzaremos por cumplir las leyes de la salud. Esforcémonos por obedecer las leyes de la salud y confiemos en Dios para que nos sane.
4) Hacer la obra de Dios
“Yo Te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”, oró Jesucristo después de Su última Pascua en la Tierra (Juan 17:4). El Sr. Armstrong mostró que el cristianismo moderno carecía del entendimiento del propósito de la Iglesia de Dios. Además de ser la escuela para entrenar a Su pueblo para ser futuros reyes y sacerdotes, el pueblo de Dios está llamado a respaldar y apoyar al apóstol de Dios en la tarea de llevar el mensaje de Dios al mundo.
Para aquellos de nosotros en la Iglesia de Dios de Filadelfia, es nuestra responsabilidad específica respaldar y apoyar al Sr. Flurry mientras entrega el mensaje de advertencia de Dios a este mundo que agoniza rápidamente. Esto lo logramos orando, ayunando, dando ofrendas y animando al Sr. Flurry.
Jesucristo nos dio un ejemplo perfecto de cómo hacer la Obra de Dios. “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”, dijo a Sus discípulos un día que estaban preocupados porque no comía (Juan 4:34). Cristo estaba altamente motivado y energizado por hacer la Obra de Dios. ¡Esa era Su vida!
¿Y qué hay de nosotros? ¿Es hacer nuestra parte en la Obra de Dios nuestra vida? ¿Nos llenamos de energía orando, ayunando y dando ofrendas para las necesidades de la Obra de Dios? Jesucristo espera que sigamos Su ejemplo.
“Y el que no lleva su cruz [madero] y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”, advierte Cristo (Lucas 14:27). ¿Lleva usted su madero y sigue a Jesucristo cada día? Es muy difícil, pero ésta es la esencia de nuestro llamamiento. Hacer la Obra de Dios requiere sacrificio personal. Para algunos, podría significar renunciar a nuestras vidas físicas siendo mártires. Entender el significado profundo de la Pascua aumenta nuestra disposición a sacrificarnos por la Obra de Dios. “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”, escribió el apóstol Pedro (1 Pedro 2:21). Cristo sufrió por nosotros, abriéndonos la puerta para ser llamados. Debemos estar dispuestos a sufrir como Él sufrió para abrir la puerta y que este mundo escuche el mensaje de Cristo. Así que tomemos nuestros maderos y sigamos a Cristo.
5) Construir la unidad de la Iglesia
Un aspecto crucial de la ceremonia de la Pascua es la ceremonia del lavado de los pies. Su significado para el pueblo de Dios es sobrecogedor. Esta ceremonia tiene una profunda lección espiritual que debemos llevar con nosotros todo el año, cada año de nuestras vidas. La gente de mente carnal simplemente no puede entenderlo. ¡Nosotros debemos entenderlo!
Cuando Cristo instituyó este nuevo símbolo en la Pascua, Pedro no lo entendió. Al acercarse a Pedro para lavarle los pies, éste se opuso rotundamente a Jesús diciendo: “No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo” (Juan 13:8). Pedro se fue entonces al otro extremo, y le pidió a Cristo que le lavara todo el cuerpo. No entendió nada. Así que Jesucristo explicó el significado de la ceremonia del lavado de pies a los discípulos y a nosotros.
Estudie detenidamente Juan 13:13-17. Nuestro Creador vino a la Tierra en un gran sacrificio personal para servir a toda la humanidad. Debemos estar dispuestos a seguir Su ejemplo y no sólo servir al pueblo de Dios, sino a toda la humanidad. Somos llamados a una vida de servicio. Esencialmente, esto significa que debemos luchar constantemente por la unidad dentro de la Iglesia de Dios, estando dispuestos a sacrificarnos los unos por los otros. Debemos vivir la vida con la actitud de lavar los pies. Debemos estar dispuestos a perdonar a los demás como Dios está dispuesto a perdonarnos cuando nos arrepentimos. Guardar rencor a un hermano en la Iglesia de Dios no demuestra una actitud de lavar los pies.
“¿Podemos perdonar de esa manera? ¿Vive Cristo en nosotros de tal forma que podemos perdonar como Dios perdona? Si no podemos perdonar a alguien, entonces no estamos pensando como Dios. Es necesario perdonar mucho para que los seres humanos se mantengan en la actitud correcta, o sea, para que estén amándose, sirviéndose y sacrificándose el uno por el otro”, escribe el Sr. Flurry (ibíd.). Qué maravillosa unidad construye el perdón.
Comprometámonos todos a vivir el camino de la Pascua.