En nuestra vida cristiana, es fácil que nos quedemos atascados en el presente. Dios trata de mantenernos atentos a la gran visión de conjunto. Si la perdemos, seremos engañados y nos perderemos. Lamentablemente, eso le ha sucedido a la mayoría del pueblo de Dios en este tiempo del fin: los laodicenos, los santos tibios de Dios (Apocalipsis 3:14-22).
Aquí hay una declaración de “gran visión general” para recordar: si hay una palabra que describe dónde se han equivocado los laodicenos y dónde el remanente de filadelfinos no, creo que sería el entendimiento de la palabra padre.
El libro de Malaquías está dirigido a los laodicenos. La primera crítica en ese libro es acerca de que Dios no es honrado como Padre. Esto tiene un significado mucho más profundo de lo que a veces nos damos cuenta. Creo que es la raíz de todos los problemas de los laodicenos.
La profecía de Malaquías comienza así: “Profecía de la palabra de [el Eterno] contra Israel, por medio de Malaquías. Yo os he amado, dice [el Eterno]; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice [el Eterno]. Y amé a Jacob” (Malaquías 1:1-2).
Dios habla de Jacob y Esaú por una buena razón: porque estaban divididos en la familia. Hoy hay división familiar en la Iglesia de Dios. ¿Y cuál es la causa? Algunas personas escriben y preguntan: ¿Por qué ustedes no pueden juntarse? Esa es una buena pregunta, y hay una razón definitiva. Aquí Dios nos dice por qué.
“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice [el Eterno] de los ejércitos…” (versículo 6).
¡Qué pregunta tan penetrante! ¿Dónde está mi honor? Esto es profundamente importante para Dios. Asombrosamente, algunos de los laodicenos ya ni siquiera creen que Dios es un Padre.
Si usted quiere mantener una perspectiva espiritual correcta, ¡debe honrar al Padre! Si no lo hace, estará rechazando a la familia y al gobierno familiar.
Incluso en una familia física, para que sea fuerte y produzca buenos frutos, como hijos con carácter, el padre debe ser honrado. De lo contrario, la familia comienza a desmoronarse.
Dios es un Padre, y debe ser honrado. ¿Cómo lo hacemos? Esto es muy importante si queremos permanecer fieles a Dios.
Recordar el Nombre del Padre
Más adelante en su profecía, Malaquías escribió sobre los fieles filadelfinos: “Entonces los que temían a [el Eterno] hablaron cada uno a su compañero; y [el Eterno] escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a [el Eterno], y para los que piensan en su nombre” (Malaquías 3:16). Esto habla sobre Dios el Padre. El contexto muestra, en primer lugar, qué nombre están recordando estos santos: el nombre del Padre.
Vea el versículo 17: “Y serán para mí especial tesoro (la versión King James dice joyas), ha dicho [el Eterno] de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve”. Pero la palabra joyas no es una buena traducción para describir a los que estamos en la Iglesia de Dios hoy. La palabra hebrea significa un especial tesoro (como lo traduce la Reina Valera). Es lo que Dios valora.
Somos mucho más que joyas para Dios. ¡Somos hijos! Usted sabe que un montón de joyas no es nada comparado con su propio hijo o hija. ¡Sus propios hijos son realmente un tesoro especial!
Incluso el comentario de Soncino dice que estas personas no son como las demás personas del libro de Malaquías; se trata de una minoría fiel. Y en efecto lo son. Son hijos muy especiales para Dios.
Dios libra de la Gran Tribulación a Sus propios hijos que Le sirven. Así es como Él se siente acerca de Sus hijos obedientes. Él espera honor, y cuando usted le da eso a su Padre, Él lo perdona como cualquier padre perdonaría a su hijo. Ese es el amor de un padre. ¡Debemos agradecer a Dios por eso diariamente! Eso mantiene leales a estos santos: conocen a su Padre, y saben que son hijos, ¡y agradecen a Dios por eso continuamente! ¡Oh, Padre, ¡Soy tu hijo, tu hija! ¡Y tú me cuidas y me proteges y provees todo lo que necesito! ¡Qué bendición de serlo! ¿Qué he hecho para ser un tesoro tan especial para ti?
En Jeremías 3:18, Dios dice que Él reunirá al reino dividido de Israel: “En aquellos tiempos irán de la casa de Judá a la casa de Israel, y vendrán juntamente de la tierra del norte a la tierra que hice heredar a vuestros padres”. Esto es inspirador, ¡pero es solamente el principio! ¡Dios va a
unir entonces al mundo entero! Él injertará a todos los gentiles en la Familia.
Vamos a ayudar a Dios a reunir a todas las personas bajo una misma Cabeza. ¿Cómo es eso posible? La única manera de unir a este mundo es uniéndolos bajo un solo líder, que resulta ser Dios el Padre. ¡Entonces ellos también se convertirán en Su especial tesoro!
Declarando al Padre
Jesucristo declaró al Padre (Juan 1:18). Él continuamente dirigía a Sus discípulos a Su Padre. “El Padre mayor es que yo”, dijo (Juan 14:28). Estaba profundamente sujeto a Su Padre (versículo 31; Juan 6:38). Hizo todo lo que pudo, y lo sigue haciendo, para ser como Su Padre (p. ej., Juan 5:19).
Es un maravilloso ejemplo a seguir. Dios quiere que usted sea un “hijo amado”, en quien Él pueda estar muy complacido (Mateo 3:17; 17:5). Usted tiene un Padre, y Él quiere que entienda eso y se parezca cada vez más a Él.
Nuestro Padre nos ayuda en ese proceso. A veces nos corrige. “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Hebreos 12:6-7). A veces en nuestras pruebas, o cuando recibimos la corrección de Dios, pensamos que es lo peor que podría pasar, cuando en realidad es lo mejor. Porque si Dios no le corrige, ¡usted no tiene un Padre! (versículo 8). ¡A veces olvidamos lo maravillosa que es la corrección! Qué bendición es estar en la Familia de Dios y ser dirigido por el Padre.
Incluso un padre físico fuerte puede marcar una enorme diferencia en la vida de alguien. Teddy Roosevelt fue uno de los más grandes presidentes de Estados Unidos, y dijo: Mi padre fue el mejor hombre que he conocido. ¿En qué medida contribuyó su padre a convertirlo en lo que era? Muchas grandes figuras del deporte —Wayne Gretsky, el mejor jugador de hockey del mundo; Sebastian Coe, el mejor corredor del mundo; Dan Marino y Joe Montana, entre los mejores mariscales de fútbol americano—
tenían excelentes relaciones con sus padres.
Lea lo que dijo Cristo en Mateo 7:7-11. Si los padres físicos saben dar generosamente a sus hijos, ¿cuánto más generoso y amoroso es Dios el Padre? Él quiere darnos buenos regalos. Él quiere proveerle de Su Espíritu Santo, suplirle de fe y revelarle dónde está trabajando. ¡Usted es Su hijo! Así es un padre.
Usted necesita desesperadamente una buena relación con su Padre celestial. Si no la tiene, siempre tendrá dificultades espirituales.
Por supuesto, Dios gobierna hoy a través de seres humanos. Pero tenemos que ver más allá de las personalidades humanas, y realmente construir esa intimidad con Dios el Padre, o no entraremos en la Familia de Dios. Dios nos está diciendo: Si puedes enfocarte correctamente y puedes aprender a seguirme, a tu Padre, y a mi Hijo, Jesucristo, ¡realmente voy a permitirte compartir el mismo trono de Cristo y gobernar a este mundo!
El padre del hijo pródigo
En Lucas 15:7, Jesucristo dijo: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”. Cuando usted se arrepiente, ¡realmente emociona a Dios y Lo llena de gozo! ¡Usted puede afectar los sentimientos de Dios y Su gozo y felicidad simplemente arrepintiéndose cuando necesita arrepentirse! Así es su Padre. Él le ama muchísimo.
Cristo entonces contó la historia de un hijo que se metió en problemas. Un hombre tenía dos hijos, y uno le pidió su herencia. A él no le gustaba estar allí con papá y todas sus “duras reglas”. Pensó: Oye, tengo que salir de aquí. No soporto la autoridad y el gobierno. ¡Quiero salir y pasarla bien! Tomó ese dinero y huyó, y lo despilfarró en una vida desenfrenada.
“Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y empezó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!” (versículos 14-17). En aquella adversidad, este joven reconoció su terrible error. Y empezó a ver que no había nadie como su padre.
Entonces dijo: “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (versículos 18-19). ¡Esto es verdad para todos nosotros! ¡No somos dignos de ser llamados
hijos de Dios!
Así que este hombre volvió a casa con su padre. “… Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (versículo 20). ¡Este es un tipo de Dios el Padre! Este padre no actuó como un padre del mundo y dijo: ¿No te dije que estabas arruinando tu vida? Él vio a su hijo regresar arrepentido, ¡y simplemente corrió hacia él y comenzó a besarlo! ¡Le dijo lo agradecido que estaba de tenerlo de vuelta en la familia! Y tuvieron una gran fiesta porque el padre estaba tan feliz con este hijo que había regresado.
Así sucede con cualquiera que deja esta Iglesia y luego vuelve a Dios. Nuestro Padre se conmueve profundamente ante un hijo que se arrepiente, que adopta una actitud de: Seré un siervo contratado, haré lo que sea. Estoy tan agradecido de poder volver a tu amor y a tu misericordia. ¡Estoy tan agradecido por tus besos y tus abrazos porque tú eres mi Padre! ¡El Padre está esperando con los brazos abiertos! Así es Él y la profundidad del amor que tiene. ¡Él es un Padre!