No perseverar hasta el fin es común en nuestra era. La Biblia muestra que el espíritu dominante en esta era de la Iglesia de Dios es laodiceno, espiritualmente tibio y satisfecho de sí mismo (Apocalipsis 3:14-22). Al igual que los antiguos israelitas que deseaban regresar a Egipto, muchos verdaderos cristianos de hoy se han dado por vencidos, han abandonado la verdad y se han vuelto al mundo, a la religión falsa y al pecado.
Ante las dificultades o el peligro, la tendencia humana es querer rendirse, permitirse distracciones que aparten nuestra mente de las dificultades, o sea, “enterrar la cabeza en la arena”. La naturaleza humana siempre busca liberarse o escapar de las dificultades y del dolor físico y psicológico. Comúnmente comenzamos una lucha con entusiasmo, pero luego nos debilitamos ante el desafío y la oposición. Incluso los verdaderos cristianos pueden “cansarse de hacer el bien” (Gálatas 6:9; 2 Tesalonicenses 3:13).
¿Ha notado esta tendencia en usted? ¿Ha comenzado alguna vez a aprender a tocar un instrumento musical, hablar un idioma extranjero, perder peso o establecer un programa de ejercicios con entusiasmo, luego “chocó contra la pared” de la dificultad y razonó, realmente no necesito hacer eso de todos modos? Especialmente en asuntos espirituales, debemos vencer esta inclinación.
Cuando usted comienza a trabajar para orar durante una hora todos los días, para eliminar un mal hábito, para reaccionar mejor hacia los demás, para cambiar su comportamiento en ciertas circunstancias, para superar una actitud equivocada, o cambiar su vida para obedecer mejor a Dios, se enfrentará a dificultades. ¡Debe superar el desafío y resistir hasta el final!
Jesucristo Mismo advirtió a los verdaderos cristianos que no se rindieran. Apocalipsis 2 y 3 contienen Sus mensajes a Su Iglesia a través de siete eras hasta Su regreso. En aquellos a las eras de Éfeso y Tiatira, Él advierte acerca de perseverar hasta el fin (Apocalipsis 2:4-5, 25-26). A la era de Filadelfia, Cristo le dice: “Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:11). La mayoría de los verdaderos cristianos en esta era moderna de la Iglesia de Dios, sin importar cuán celosamente hayan comenzado, no se mantuvieron firmes y ahora transigen y se rebelan contra Dios.
Dios nos advierte en Ezequiel 18:24-26 que si no resistimos hasta el fin, entonces todo lo “bueno” logrado en nuestras vidas será borrado.
Muchos ejemplos bíblicos enseñan la importancia de resistir hasta el fin. Los verdaderos cristianos son llamados a gobernar como reyes con Jesucristo, y los libros de Reyes y Crónicas del Antiguo Testamento enseñan cómo ser la clase correcta de reyes. Estos libros hablan de reyes en Israel y Judá que comenzaron fuertes, pero con el tiempo perdieron la visión y fallaron en “mantenerse firmes”.
El rey Asa
Después de los reyes Roboam y Abías en Judá, el reinado de Asa comenzó sobre una base sólida (2 Crónicas 14:1-5). Era celoso por Dios, y su celo se extendió incluso más allá de las fronteras del reino (2 Crónicas 15:1-9). Este ejemplo demuestra que Dios está con nosotros cuando nosotros estamos con Él.
Pero más tarde en su vida, alrededor de los últimos cinco años de su reinado, Asa comenzó a “perder el control” (2 Crónicas 16:1-3). Él argumentó que necesitaba aliarse con un rey gentil, desobedeciendo lo que Dios había mandado (versículos 7-10). Dios corrigió a Asa, pero en lugar de responder con humildad y arrepentimiento, Asa respondió con arrogancia y castigó al profeta que le trajo el mensaje de Dios. Tres años después (versículo 12) enfrentó una grave enfermedad. No se había arrepentido de su insensata y desobediente confianza en los hombres y no en Dios, y recurrió a los médicos para curarse y no a Dios.
Dios ya no estaba en la mente de Asa, y esto fue evidente en su comportamiento al final de su vida. Aunque comenzó obedientemente, el rey Asa no resistió hasta el final. Había llegado a creer que sus actos justos pasados eran suficientes para cubrir sus fallas posteriores. Dios nos advierte aquí y en otros lugares que no pensemos así. Nuestro celo del pasado no nos exime de seguir a Dios en el futuro, hasta el final de nuestras vidas.
El rey Joás
El quinto gobernante de Judá después de Asa, que vivió unos 40 años después de su reinado, fue Joás (2 Crónicas 24). Joás siguió la guía del sacerdote Joiada, y ambos trabajaron juntos para que Judá volviera a adorar a Dios. Pero cuando murió Joiada, Joás se dejó influir por los príncipes que lo rodeaban. Se alejó cada vez más de Dios. Al final de su vida, estaba tan alejado de Dios que llegó a matar al hijo de su sacerdote y mentor. Se había dejado influir por Joiada, pero luego se dejó influir por otros; nunca aprendió a confiar en Dios, a valerse por sí mismo y a resistir hasta el final.
Esto es exactamente lo que les sucedió a tantos cristianos verdaderos en nuestro tiempo cuando murió un “sacerdote” fuerte, Herbert W. Armstrong. Muchos habían estado confiando en el Sr. Armstrong y no confiando en Dios ni formando una relación con Él. Cuando el Sr. Armstrong fue “quitado de en medio” (2 Tesalonicenses 2:7), se desorientaron y escucharon a los “príncipes malvados” que estaban destruyendo la Obra de Dios.
El rey Uzías
El segundo rey después de Joás, Uzías, reinó 52 años (2 Crónicas 26). Buscó a Dios mientras estaba presente la influencia de un sacerdote llamado Zacarías (no el profeta que escribió un libro de la Biblia). Dios bendijo a Uzías por buscarlo. Más tarde en su vida, la fama de Uzías creció, y el rey se volvió presuntuoso hasta el punto de ir al templo a quemar incienso, una grave violación del mandamiento de Dios (versículos 16-20). El historiador judío Josefo afirmó que fue a raíz de esta blasfemia que Dios provocó el terremoto que se asocia a su reinado, el cual agrietó el templo (vea Amós 1:1 y solicite El león ha rugido).
Uzías se enorgulleció en su vejez y le faltó el respeto a Dios. Dio por sentados toda la riqueza y el poder que Dios le había dado. 2 Crónicas 26:19-20 especifica que fue herido de lepra en la frente, que es donde el hombre piensa y razona. Es como si su pensamiento se hubiera vuelto leproso porque confiaba en sí mismo. Una vez más, cuando el sacerdote se fue, se reveló que no podía “valerse por sí mismo” y obedecer a Dios contra las influencias contrarias. Uzías no resistió. No se aferró a los éxitos anteriores en su vida. No había desarrollado la fe para resistir y soportar. Se apartó de Dios y comenzó a pensar que tenía derecho a realizar los deberes de un sacerdote, cosa que Dios prohibía.
Terminar la carrera
Dios puso estos ejemplos en Su Palabra para nuestro aprendizaje. Los verdaderos cristianos están en entrenamiento para convertirse en reyes, y Dios quiere que aprendamos estas lecciones para que tengamos éxito donde ellos fallaron.
Cuando le habla a Su verdadera Iglesia, Cristo amonesta a los fieles filadelfinos a perseverar hasta el fin para que Él pueda hacer de ellos “columnas” (Apocalipsis 3:12). ¡Eso significa confiar en Dios y vencer el pecado hasta el final de nuestras vidas! Por eso la muerte de un verdadero cristiano es preciosa a los ojos de Dios: ¡Otro santo ha resistido hasta el fin, y otro pilar está listo para mantenerse firme en el templo de Dios!
Pablo usó otra metáfora para perseverar hasta el final: una carrera a pie. Hebreos 12:1 dice que debemos esforzarnos, luchar y resistir, corriendo todo el camino hasta la meta, o no habrá recompensa.
Perseverar hasta el final requiere tener y vivir por el Espíritu Santo de Dios, el poder de Dios. Esto nos suministra el amor de Dios —el amor verdadero por Dios, Su ley y Su gobierno— un amor que “todo lo soporta” y “nunca deja de ser” (1 Corintios 13:4-8). ¡Este es el poder que usted necesita para resistir hasta el fin!
Es claro, entonces, que quien no persevera hasta el fin, carece del amor de Dios. Los laodicenos se descarriaron porque no tenían “el amor de la verdad” (2 Tesalonicenses 2:10).
Satanás, la sociedad y nuestras propias naturalezas egoístas constantemente tratan de alejar nuestras mentes y corazones de Dios. Pero si usamos el Espíritu de Dios para creerle y obedecerle, nada podrá separarnos del amor de Dios ni impedir que aguantemos hasta el fin (Romanos 8:35-39). Si algo le separa del amor de Dios, es porque usted ha permitido que así sea, tal como estos reyes de Judá permitieron ser separados de Dios por su propia vanidad, al confiar en sí mismos, o al escuchar a príncipes y otras influencias malignas que los rodeaban.
¿Permite usted que el amor de Dios reine en su vida? ¿Ama a Dios, Su ley, Su gobierno, Su forma de vida por encima de todo? ¿Obedece el primer y gran mandamiento de amor a Dios por encima de todo? (Mateo 22:37-38). Esta es la esencia de la fe, la lealtad y fidelidad a Dios y Sus mandamientos.
Permanecer fieles hasta el fin es el último paso en el proceso de formación del carácter que Dios está llevando a cabo en nuestras vidas. Judas 1 muestra que Dios santifica (aparta) a ciertos individuos, los preserva, luego los llama y les imparte Su Espíritu Santo, haciéndolos Sus hijos engendrados por el Espíritu. La gran mayoría de la humanidad no ha experimentado esto. Pocos lo han entendido o incluso oído hablar al respecto. Pero este proceso muestra que Dios consideró cuidadosamente la vida de cada persona que Él llama para convertirse en un verdadero cristiano; aunque el llamamiento es sólo el comienzo.
Apocalipsis 17:14 adicionalmente muestra que en caso de que usted sea “llamado” por Dios, debe actuar sobre ese llamamiento: debe arrepentirse, ser bautizado y recibir el Espíritu Santo de Dios. En ese momento, usted ha sido “elegido”. Pero para ser “fiel”, debe ser leal luchando y venciendo el pecado hasta el fin.
La palabra “fiel” significa dedicado y leal a lo que se le ha enseñado. Pero también significa estar lleno de fe. La fe y la obediencia son factores clave en el amor de Dios. Si le añade lo que Dios enseña en Judas a lo que enseña en Apocalipsis, un verdadero cristiano debe ser santificado, preservado, llamado, elegido y fiel.
Si Dios le ha llamado a ser un verdadero cristiano, le ha llamado a un compromiso espiritual de vida o muerte para toda la vida. Si usted ha respondido a ese llamado y ha recibido el Espíritu Santo de Dios, esta vida es su única oportunidad de ser fiel hasta el final. ¡No hay recompensa por detenerse ahora! Dios ha dado muchos ejemplos de los cuales aprender, tanto de la Biblia como del trágico fracaso laodiceno que vemos a nuestro alrededor. Sigamos el ejemplo de nuestro Salvador, Sus advertencias y exhortaciones, y resistamos hasta el fin.