La reina Isabel ii fue un excelente ejemplo de la realeza femenina en el vestir. Debido a que sólo medía 163 centímetros, usaba tonos que le ayudaban a ser vista entre las multitudes. Y ese estilo era regio, modesto y muy propio.
Ahora vivimos en una sociedad que ya no considera importante la vestimenta regia. Prioriza la comodidad y la conveniencia. Todo es informal. Esto está sucediendo en muchas áreas, pero es especialmente evidente en la apariencia personal y la vestimenta. Una onda de “no me importa” prevalece en torno a nuestra apariencia, mostrándose no sólo en un vestir desaliñado sino también en apariencias extrañas y extravagantes. Esta triste tendencia empeora con un ataque general a la feminidad que es según Dios.
Es común ver a mujeres usar mallas, zapatos deportivos y el cabello recogido desordenadamente mientras hacen mandados en la ciudad. “Acéptame como soy” está de moda. “No me molesta” es la moda.
¿Caemos en esta trampa porque el estándar de la sociedad ha caído tan bajo?
El artículo de Las Buenas Noticias de marzo de 1982, “¿Es importante su apariencia?”, planteó este punto que invita a la reflexión: “Fácilmente usted puede ver muchas fallas en la forma de vestir y la apariencia de los demás, especialmente cuando son extremas. ¿Pero cómo se ve usted ante otras personas? Y más importante aún, ¿cómo se presenta ante Dios? ¿Le importa eso a Dios?”.
Ese es un gran punto que recordar. Es posible que no nos vistamos de lo mejor, o que no nos preocupemos por nuestra apariencia porque no planeamos encontrarnos con nadie que conozcamos, y olvidemos que representamos a Dios y que siempre queremos mantener ese estándar real para Él.
Para labrarlo y guardarlo
“Cuando Dios puso a Adán y Eva en el Jardín del Edén, les ordenó que lo labraran y lo guardasen (Génesis 2:15)”, continúa el artículo de Las Buenas Noticias. “Aquí hay un gran principio: debemos cuidar adecuadamente lo que Dios nos da. No debemos dejar que le crezcan malas hierbas y cardos. Todo debe mantenerse en buen estado, cuidado y ordenado”.
“Este principio se aplica a nuestra propiedad y nuestros hogares, así como a nuestra persona. Incluye cómo nos vestimos, cómo cuidamos nuestro cabello, qué tan limpios somos”. Como con cualquier posesión preciada, nuestros cuerpos deben ser cuidados y presentados de la manera más agradable. Una mujer debe cuidarse, incluyendo su apariencia exterior, a través de medios como el ejercicio regular, ropa que le quede bien y peinados que la favorezcan.
Considere lo que su apariencia comunica a los demás, a Dios y a otras personas, incluidos, sobre todo, su esposo y sus hijos. No deberíamos usar como excusa el estilo de vida ajetreado y los niños para lucir desaliñadas. Queremos que nuestra apariencia sea lo suficientemente prioritaria como para reflejar el pensamiento de realeza.
El arte de vestir bien
El pueblo de Dios debe ser una luz para el mundo y dar un buen ejemplo (Mateo 5:14). Esto incluye nuestro vestuario. Herbert W. Armstrong advirtió en contra de seguir las modas mundanas extremas en el vestir, pero también abogó por vestirse con estilo, dentro de los estándares de Dios.
Vestirse bien es un arte.
Un error común es creer que uno debe tener riqueza para vestirse bien. En realidad, uno puede verse muy bien con recursos limitados, y otro puede poseer una gran riqueza y verse bastante desaliñado. La riqueza en realidad puede traer como resultado un estilo poco organizado, ya que proporciona los medios para satisfacer hasta el último capricho y deseo. Mientras que tener un presupuesto limitado le obliga a pensar en su guardarropa, lo que puede hacer que sea más exigente con lo que es adecuado para usted. Evite pensar que un presupuesto ajustado o limitado significa que no puede vestirse bien o con buen estilo.
Como estudiante en el Ambassador College, recibí un artículo titulado “Individualidad en el vestir: El secreto de la mujer bien vestida”, de Paul Poiret, publicado en Harper’s Bazaar en 1912. Poiret escribió que vestirse bien “no es un arte fácil de adquirir. Exige una cierta dosis de inteligencia, ciertos dones, algunos de ellos entre las más raros tal vez, pues requiere una verdadera apreciación de la armonía de las líneas, de los colores, ideas ingeniosas, tacto absoluto y, sobre todo, amor por la belleza y una clara percepción de los valores. Se puede [resumir] en dos palabras: buen gusto”.
El principio dorado de la mujer bien vestida se expresaba en la antigua palabra romana decoro, que significa “aquello que es adecuado”. Una mujer bien vestida elige atuendos y adornos que le convienen, cosas que la hacen ver más agradable. Ella no elige en función de quién más lleva ese estilo —sacrificando así su individualidad— o en un vano esfuerzo por mostrar una apariencia de riqueza. El buen estilo resalta el tipo de belleza personal de una mujer.
Obviamente, nuestro estilo no debe atraer una atención indebida hacia nosotras, o intentar atraer de manera inapropiada al sexo opuesto. La diseñadora de moda Sarah LaFleur dijo: “Tu ropa debe ser lo menos interesante de ti”. Esfuércese por el equilibrio. Los servicios de Sábado, por ejemplo, no son un desfile de modas para ver quién lleva el mejor traje. Pero no deberíamos irnos al otro extremo y dejar de preocuparnos por nosotras porque no queremos ser “vanidosas”. Mantenga la perspectiva correcta.
Barra lateral: Cómo realzar la belleza natural
Esté limpia y ordenada.
Compre ropa modesta y que le quede bien que muestre su figura ¡pero que no la exhiba!
Compre ropa que realce los tonos naturales de su piel.
Hágase un corte de cabello adecuado.
Haga ejercicio para tener un cuerpo en forma, estilizado y tonificado, y para que su piel esté sonrosada por la circulación de la sangre.
Aprenda acerca de nutrición y de comer alimentos saludables para que su cuerpo esté funcionando bien y esté limpio por dentro.
¡Sonría! La negatividad siempre la hace verse menos atractiva. Las personas positivas son magnéticas.
Desarrolle la mente.
Una mujer que teme a Dios, que es inteligente, que sabe acerca de una amplia variedad de temas, que es confiable, responsable y capaz de expresarse bien, es una persona atractiva.
—De “Manteniendo el estándar de Dios en el vestuario y la apariencia”, por Stephen y Amy Flurry
Barra lateral: Aquí hay seis razones por las que usted debería preocuparse por su apariencia y el estándar de su vestuario:
1. Es una forma de autorrespeto.
Cuando se toma el tiempo para cuidar su apariencia, usted se para un poco más erguida y mantiene la cabeza un poco más alta. El Sr. Armstrong escribió: “La vestimenta corporal también se usa en la Biblia para simbolizar el carácter. Hay un tipo de orgullo que no es vanidad, sino preocupación por los demás y respeto a Dios. Ese es el tipo de orgullo que deberíamos tener”.
2. Es una manera de expresar preocupación altruista por los demás.
A través de la vestimenta y la apariencia adecuadas, elevamos el entorno para todos y hacemos que se sientan cómodos. Una apariencia descuidada y signos de mala higiene hacen que los demás se sientan incómodos.
3. Forma la primera impresión en los demás.
Cuando ingresa a una oficina, vestíbulo o salón de clases, hay un momento en que la atención de todos está puesta en usted. Por injusto que parezca, su apariencia externa inmediatamente hace que los demás reaccionen hacia usted. Esa primera impresión puede dar forma a opiniones duraderas y puede volverle magnética o repelente para quienes le rodean.
4. Es una manera de preservar la cultura de Dios.
La gracia, la feminidad, la modestia y la compostura son casi inexistentes en las mujeres de hoy. Podemos ayudar a preservar la verdadera feminidad al cuidar nuestra apariencia de una manera que preserve y promueva la feminidad según Dios. En el Mundo de Mañana, enseñaremos a mujeres y niñas a adoptar un estilo femenino y a vestirse como damas.
5. Proporciona un ejemplo para las más jóvenes.
Los buenos hábitos de buena presencia y aseo personal son conductas aprendidas, inculcadas a través de la rutina diaria. Sus hijos imitarán sus hábitos de aseo y buena presencia. Cuidarse una misma ayuda a que sus hijos también se preocupen por cómo se presentan. Si somos descuidadas en la forma en que nos vestimos y nos comportamos, podemos esperar que nuestros hijos hagan lo mismo. Alternativamente, puede inspirar a la generación más joven y mostrarle que es posible vestirse con estilo pero con modestia.
6. Somos realeza.
Nuestras posiciones elevadas como la nobleza de Dios sin duda deben reflejarse en nuestra apariencia externa.
No siga los caminos del mundo, ya sea en vestimenta y apariencia desaliñada, o en estilos ostentosos y extremos. Adopte una mentalidad real y priorice presentarse de una manera que refleje altos estándares personales, un esfuerzo por cuidar lo que Dios le ha dado y un deseo de representarlo a Él con dignidad, belleza y clase.