Lecciones de Lincoln
De niño humilde a gran presidente en tiempos de guerra, este hombre tiene mucho que enseñarnos.

Cuando Abraham Lincoln tenía 7 años, él y su familia soportaron un frío invierno viviendo en un cobertizo de tres lados que él y su padre habían construido. Cuando el tiempo mejoró, construyeron su segundo hogar: una cabaña de troncos toscos y suelo de tierra.

La familia Lincoln vivía en el corazón del bosque, y unas siete u ocho familias vivían en las cercanías. Había mucho para cazar, pero a veces todo lo que los Lincoln tenían para cenar eran papas asadas.

Aunque estas condiciones de vida distaban mucho de ser ideales, “había pocas quejas”, escribió el historiador Wayne Whipple. “Ellos estaban acostumbrados a esa forma de vida, y disfrutaban de la vida libre y fácil del bosque”.

Realmente este hombre que se convertiría en uno de los gigantes de la historia tuvo el más humilde de los comienzos. ¿Cómo llegó a convertirse en el que muchos consideran el mejor presidente que ha tenido esta nación? ¿Cómo llegó de un cobertizo de tres lados a la Casa Blanca y finalmente a pronunciar el Discurso de Gettysburg, una de las alocuciones más emblemáticas de la historia?

Aquí hay cinco lecciones que podemos aprender de Abraham Lincoln.

1) Lincoln tenía ambición.

De hecho, tenía una “ambición feroz”, en palabras del autor Rich Lowry (Lincoln Unbound [Lincoln sin ataduras]).

Su educación fue difícil. Según Lowry, el padre de Lincoln estaba “siempre haciendo algo, pero no algo grandioso”. Su madre murió cuando él tenía 9 años. Finalmente, su padre se volvió a casar con alguien que ayudó a Lincoln más de lo que quizás ni él mismo se dio cuenta.

El joven Abe se ganó la fama de “leñador”. Después de ayudar a su padre a construir el cobertizo de tres lados, siempre llevaba un hacha y despejaba áreas para plantar maíz, papas y otros cultivos. Pero aunque su dominio del hacha ponía de relieve su fuerza física y su ética de trabajo, también representaba algo de lo que quería alejarse. Buscaba desempeñarse en un nivel mucho más elevado. “No siempre pretendo cavar, arrancar, desgranar maíz, cortar troncos y cosas por el estilo”, le dijo a uno de sus vecinos. Ese vecino más tarde le dijo a William Herndon, biógrafo de Lincoln: “Abe era ambicioso, buscaba superar y prevalecer sobre los demás”.

Al ir creciendo, su familia sabía que su forma de pensar y actuar era inusual. Su profunda inteligencia sobresalía por encima de la de los otros chicos. Y juró separarse del mundo en el que había crecido. Su primo dijo: “Abe siempre tuvo la idea natural de que iba a ser alguien”.

Uno de los aspectos más notables de su educación es que recibió menos de un año de educación formal. Lincoln fue un ejemplo espectacular de autoeducación decidida e impulsora. Toda su mentalidad estaba orientada a obtener una educación, y trabajó duro para ello.

Especialmente en las naciones occidentales de hoy, la persona promedio tiene mucha más educación formal de la que tuvo Lincoln. Sin embargo, sea cual sea nuestra educación, siempre debemos seguir formándonos. Una
educación formal puede ser un activo valioso, ¿pero se da cuenta usted de lo valiosa que puede ser la autoeducación?

Lincoln tenía una mente excepcional. Era implacable en su superación personal, y superarse continuamente era su pasión. Se ponía inquieto si no avanzaba. “Su ambición era un pequeño motor que no conocía el descanso”, escribió Herndon.

Herndon dijo que la “mente de Lincoln y su ambición se elevaban por encima de nosotros”. Otro autor dijo que su ambición “llegaba hasta la médula de sus huesos”. ¡Él realmente quería ser lo mejor que pudiera! Había algo de vanidad ahí, ¡pero Dios finalmente pudo usarlo para una gran obra! Aunque no podemos saber hasta qué punto, creo que Dios tuvo algo que ver en alimentar la ambición de Lincoln. ¡Todos necesitamos la ambición conforme a la de Dios! ¿Cómo puede usted ser más ambicioso y motivado?

De niño, Abraham se inquietaba si no entendía lo que decían los adultos a su alrededor y se esforzaba por ordenarlo en su mente hasta que quedaba claro. Le apasionaba la claridad y desarrolló una poderosa habilidad para aclarar las cosas.

Lincoln era un ávido lector. Pero no se limitaba a leer; realmente pensaba en lo que leía. Y luego aplicaba lo que estaba aprendiendo. ¡Era un maestro en eso!

Aprovechaba al máximo las oportunidades educativas, leía constantemente y reflexionaba profundamente. Si tenía un pensamiento especial que sentía que debía tener presente y no tenía papel a la mano, lo escribía en madera; cuando conseguía papel, lo volvía a escribir y lo ponía en un álbum de recortes donde pudiera tenerlo a la vista.

Herbert W. Armstrong dijo: “El propósito principal de la educación, tal como la vemos, es enseñar a pensar”. ¡Debemos aprender a pensar! Si usted no puede hacerlo, no puede ponerse en el lugar correcto ni hacer lo correcto. No puede tener una vida familiar agradable y satisfactoria. ¡No pensar es una forma terrible de vivir!

Lowry escribe que Lincoln “tenía un ardiente deseo de distinción política”. Tenemos que ser cuidadosos; ese puede ser un deseo maligno. ¡Pero Dios el Padre tiene ambición! Considere lo que Él está haciendo: ¡Está poniendo en marcha un plan para reproducirse a Sí Mismo y poblar el universo con seres divinos! ¡Hablando de ambición divina! ¡Dios no puede hacer nada más grande que eso! Y nadie Le impedirá cumplir esa ambición.

¡El pueblo de Dios puede tener la mayor ambición de todos los pueblos! Dios es ambicioso por usted: ¡Él quiere hacerle rey y sacerdote! ¿No necesitamos ambición, considerando ese cargo? Necesitamos orar a menudo por ambición divina, tal vez incluso diariamente. Esto nos ayudará a aprovechar realmente la educación que Dios nos provee. ¡Necesitamos ambición para ponernos en marcha y hacerlo!

2) Lincoln vio todo el bosque.

Lowry escribe que “otro hombre podría haber salvado la Unión. Pero sólo Lincoln podría haber captado y definido con precisión y profundidad lo que hacía que una nación mereciera ser salvada”. Lincoln vio algo sobre la historia, y sobre Estados Unidos, que nadie más vio.

Tenemos que entrenarnos para ver todo el bosque como lo hizo Lincoln. Usted debe saber distinguir entre lo esencial y lo trivial.

“Compare enfrentar cualquier circunstancia o problema con mirar un árbol”, escribió el Sr. Armstrong. “En primer lugar, muchas personas se acercan tanto al árbol que no pueden ver el bosque” (La Pura Verdad,
noviembre de 1961).

Consideremos el discurso de Lincoln en Gettysburg. En la misma ocasión, Edward Everett, considerado el mejor orador de EE UU en aquella época, habló durante dos horas. Habló de los hombres que lucharon y murieron, incluso nombró a algunos de ellos. Habló de los detalles de la batalla. Pronunció el tipo de elogio fúnebre que todo el mundo pronunciaba.

Lincoln no entró en esos detalles porque vio todo el bosque. Su discurso llegó más profundo de lo que ningún otro orador había llegado jamás. En sólo tres minutos, mostró al mundo cómo ver lo que estaba en juego en aquella guerra. Everett hablaba de campos de batalla, pero en lo que a Lincoln se refería, ¡la Guerra Civil era sobre la libertad e igualdad para todo el mundo!

La Iglesia de Dios hoy también lucha por la libertad. Vamos a ayudar a Jesucristo a liberar al mundo entero, de acuerdo a la verdad de que todos los hombres han sido creados iguales. ¡Dios ofrece libertad e igualdad y amor para todos! Para eso trabajamos. La mayor proclamación de emancipación está a la vuelta de la esquina. Ese es todo el bosque, espiritualmente.

“El árbol debe verse en su verdadera perspectiva y relación con todos los demás árboles. Una de las razones por las que no pueden ver los demás árboles es que ni siquiera ven más que una parte de una pequeña rama, o una ramita diminuta”, escribió el Sr. Armstrong. “Empecé, hace años, a entrenarme para ver primero todo el bosque…” (énfasis mío en todas partes).

Mirar un árbol está bien y es beneficioso si tiene en mente todo el bosque. Primero debe tener la visión completa: tener en mente la visión del universo. Sin ella, es posible que se desvíe por un pequeño asunto y no sea capaz de ver el bosque por el árbol. ¡Eso puede ocurrir muy fácilmente!

Si usted quiere ver el bosque completo, estudie El misterio de los siglos. El Sr. Armstrong aprendió a ver todo el bosque, y pudo inspirarnos y conmovernos gracias a ello. Cerca del final de su vida, advirtió: La mayoría de ustedes en la Iglesia no lo entiende. El árbol les está tapando la vista del bosque entero. ¡No saben por qué estamos aquí, ni el plan de Dios para la humanidad! Mire adónde ha llevado esa ceguera a los laodicenos actualmente.

El bosque entero es la creación y el plan maestro de Dios, y Él es el Gobernante Supremo. Nosotros somos ramas y ramitas. Ahí es donde pertenecemos y donde podemos hacer la Obra.

3) Lincoln involucró a Dios en la Guerra Civil.

Como parte de su autoeducación, Lincoln amaba la Biblia. La conocía bien, y ésta moldeó su pensamiento.

El Segundo Discurso Inaugural de Lincoln, que pronunció justo antes de ser asesinado, ha sido calificado como un sermón. Ronald C. White escribe: “La Biblia ocupó un papel más destacado en este discurso que en cualquier otro que pronunciara Lincoln. Aquí declaró que la esclavitud era un pecado, mencionó a Dios 14 veces, citó las Escrituras cuatro veces e invocó la oración cuatro veces”.

En ese discurso habla de cómo tanto los soldados Confederados como los de la Unión oraban a Dios para que les ayudara a matar gente. “Ambos leen la misma Biblia y oran al mismo Dios, y cada uno invoca Su ayuda contra el otro”, dijo Lincoln. Luego citó Mateo 18:7, que dice: “¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”. ¡Advirtió que la esclavitud era una ofensa por la cual vendría el ay! Podía ver que los horrores de la guerra eran el resultado de que la nación abandonara a Dios.

Lincoln estaba entregando alimento sólido al pueblo estadounidense en su tiempo. ¡Pero también es una advertencia horrenda para hoy! ¡Estaba corrigiendo a toda la nación y hablando del Dios viviente! Y al hacerlo, estaba arriesgando su vida.

Él nos estaba hablando a nosotros hoy de muchas maneras. Kent Gramm escribe: “Si los estadounidenses no podemos encontrar a Lincoln, estamos perdidos”. Es importante que “encontremos a Lincoln”. Pero en realidad, debemos encontrar mucho más que eso.

“Esperamos de corazón y oramos con fervor que este poderoso flagelo de la guerra desaparezca rápidamente”, dijo Lincoln. “Sin embargo, si Dios quiere que continúe hasta que se hunda toda la riqueza amontonada por los 250 años de trabajo no retribuido del esclavo, y hasta que cada gota de sangre derramada con el látigo sea pagada por otra derramada con la espada, como se dijo hace 3.000 años, todavía debe decirse: ‘Los juicios del Eterno son verdad, todos justos”. ¡Qué mensaje!

Lincoln concluyó diciendo: “Sin malicia hacia nadie, con caridad para todos, con firmeza en el derecho como Dios nos da a ver el derecho, esforcémonos por terminar la obra…”. ¡Terminar la obra! Ese es el mensaje de la Iglesia de Dios la mayor parte del tiempo.

Cuando Lincoln preguntó a Stephen Douglas su opinión sobre el discurso, Douglas lo calificó de “esfuerzo sagrado”. ¡Y ciertamente lo fue! Es increíble lo que Lincoln logró sin el Espíritu Santo.

Charles Francis Adams Jr. dijo: “Esta toma de posesión me parece, por su gran sencillez y franqueza, la nota clave histórica de esta guerra para todos los tiempos”. ¡Ese mensaje es para todos los tiempos! Qué gran mensaje tiene para hoy.

Aquí hay algo que el pueblo de Dios debe considerar. Lincoln dio ese discurso en 1865. ¿Dónde estaba la era de Sardis de la Iglesia de Dios? La Iglesia tenía la mejor oportunidad de todas: habían llegado a Estados Unidos; tenían una tremenda prosperidad; tenían libertad. ¡Pero qué poco hicieron con ella! Mientras la Guerra Civil hacía estragos, ellos estaban muriendo, y probablemente incluso muriendo espiritualmente (Apocalipsis 3:1-2).

Eso es lo que le puede pasar a una Iglesia de Dios cuando perdemos la visión a nivel del bosque. Ellos murieron espiritualmente y nosotros podemos morir espiritualmente. ¡No debemos permitir que eso suceda!

Ya en 1854, algunos miembros de Sardis se apartaron de la Iglesia de Dios para unirse a los Adventistas del Séptimo Día y a su autoproclamada “profetisa”, Ellen G. White.

Más tarde, Dios usó a Herbert W. Armstrong para mostrar a los miembros de Sardis en Stanberry, Missouri, dónde estaban equivocados. Pero ellos no quisieron escuchar. Así que Dios les dijo: ¡Arrepiéntanse y cambien, o los borraré del libro de la vida! Esa es una advertencia contundente.

El Sr. Armstrong les dijo que necesitaban un ministerio y un colegio calificados. Podrían haberlo tenido pero les faltaba la fuerza y el apoyo de Dios para construirlo. Sin embargo, ¡el Sr. Armstrong tuvo tres colegios! ¿Por qué ellos no pudieron hacerlo? Porque estaban muertos. Esa es una historia más triste que lo que le sucedió a la libertad en EE UU. El destino de Sardis es aterrador.

4) Lincoln estaba dispuesto a luchar hasta la muerte.

Lincoln amaba la Constitución y la Declaración de Independencia, y moriría por preservarlas. Vio cómo los soldados entregaban sus vidas y lo daban todo, y no se atrevería a ser menos valiente que ellos. Dijo: Debemos terminar esta obra. ¡Eso significa que, o logramos la rendición incondicional o seguimos luchando!

El autor Geoffrey Perret escribe en su libro Lincoln’s War (La guerra de Lincoln), que Lincoln sabía que llevar a los rebeldes a la rendición incondicional significaba que la gente tendría que luchar hasta la muerte.

La voluntad de Lincoln de luchar hasta la muerte fue la gran arma invisible del Norte. Comprendió como ninguno de sus generales jamás lo hizo —excepto Ulysses S. Grant— que para que EE UU tuviera un nuevo nacimiento de libertad, tenían que destruir al ejército de Robert E. Lee. Lincoln hablaba de victoria, pero sabía que, como escribe Perret, estaban librando una guerra que “apestaba a sangre”. Perret dijo que ningún otro político que se hubiera presentado a las elecciones de 1860 o 1864 se habría negado a transigir.

El Sr. Armstrong dijo que no sabía por qué Dios lo había llamado, pero que la única razón que podría haber sido era que él no transigiría. Eso indicaba que él también estaba preparado para morir por la Obra de Dios. Y eso en realidad no es gran cosa cuando uno entiende el plan de Dios y es leal a Dios y le ama.

Lincoln era un hombre diferente. Sabía que se avecinaban golpes demoledores. Sus generales no podían entenderlo, y si ellos no lo entendían, los soldados tampoco. Lincoln necesitaba encontrar un general que comandara a todo el ejército; sin embargo, durante dos años de lucha, buscó en vano comandantes que destruyeran al enemigo.

Esto tiene una aplicación espiritual. Debemos vencer al diablo; matar al viejo hombre pecador, vencer al mundo y su impacto y efecto en nosotros. ¡Tenemos que estar ganando nuestras batallas!

El Norte no estaba ganando batallas. Les faltaba un hombre de verdad que dirigiera todo el asunto. En 1862, el poeta Edmund Clarence Stedman escribió un poema titulado “Se busca: un hombre”. Éste decía: “Termina con este holocausto asesino; Abraham Lincoln, danos un hombre”.

Antes de condenar a Jesucristo, Pilato le llamó “el hombre” (Juan 19:5). Cristo no transigió en nada. Guardó silencio y ofreció Su vida por la mayor de todas las causas.

Tenemos a Jesucristo viviendo en nosotros hoy. Tenemos una Obra que Dios nos ha ordenado terminar. Debemos ser obedientes a la voluntad de Dios, no a la nuestra (Juan 4:34).

El apóstol Pablo escribió 2 Timoteo, su última carta, mientras estaba en prisión. Sabía que estaba a punto de morir, pero en esta epístola no hay ningún atisbo de transigencia.

“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”, escribió Pablo. “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:1-2). Pablo, que se enfrentaba a la muerte, ¡estaba haciendo todo lo posible para conseguir más hombres fieles que entregaran este mensaje!

“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (versículos 3-4). ¿Está usted realmente haciendo guerra hoy? A eso estamos llamados.

Lincoln enfrentó muchas deserciones: 72.000 soldados abandonaron el Ejército de la Unión; otros 20.000 a 30.000 ni siquiera se presentaron. En la Iglesia de Dios del tiempo del fin, el 95% del pueblo de Dios ha desertado de Él. ¡Piense en lo que podríamos hacer si todos esos laodicenos nos estuvieran ayudando hoy!

Lincoln dijo: “¿No ven que el país y el ejército no se dan cuenta de que estamos comprometidos en una de las guerras más grandes que el mundo haya visto jamás, que sólo puede terminar con una dura lucha? El general [George] McClellan es responsable del engaño que está afectando a todo el ejército, de que el Sur debe ser conquistado mediante estrategia”. Lincoln ciertamente estaba preocupado por la estrategia, pero estos líderes tenían una estrategia falsa porque creían que se podía evitar el derramamiento de sangre; no querían una lucha dura.

En noviembre de 1862, un grupo de mujeres de la Comisión Sanitaria de Estados Unidos visitó a Lincoln en la Casa Blanca. Estas damas atendían a soldados heridos y moribundos y eran testigos de algunas de las imágenes más terribles que se puedan ver. Le pidieron a Lincoln que las animara con respecto a la guerra, y él respondió sin rodeos: “¡No tengo ninguna palabra de aliento que dar!”.

“El hecho es”, les dijo, “que la gente todavía no se ha hecho a la idea de que estamos en guerra con el Sur. No han tomado la determinación de luchar esta guerra hasta el final; porque se les ha metido en la cabeza la idea de que vamos a salir de este aprieto, de alguna manera, ¡mediante estrategia! Esa es la palabra: ¡estrategia! El general McClellan cree que va a derrotar a los rebeldes mediante la estrategia, y el ejército tiene la misma noción. No tienen idea de que la guerra debe llevarse a cabo mediante una lucha dura y tenaz…”.

Este mismo espíritu infecta a EE UU hoy. Mire lo que está sucediendo en esta nación, ¡estamos en guerra! Sin embargo, los republicanos no lo entienden.

Lincoln sabía que la guerra no se ganaría sólo con estrategia; sus generales no lo sabían. Aparentemente, los laodicenos tampoco lo entendieron. ¡Hay algo muy profundo aquí que debemos entender!

Se derramó mucha sangre para ganar esa guerra. Se calcula que murieron 623.000 hombres en edad de servicio. En la Segunda Guerra Mundial
murieron 405.000 estadounidenses. En proporción a la población, las muertes de la Guerra Civil fueron equivalentes a que se hubieran perdido 2 millones y medio de hombres en la Segunda Guerra Mundial. ¡Los cadáveres estaban esparcidos por todo el país!

Debemos afrontar la realidad. El pueblo de Dios está en una feroz guerra espiritual. Debemos estar dispuestos a renunciar a madre, padre, hermano, hermana e incluso a nuestra propia vida si es necesario (Lucas 14:26). Somos el ejército de Dios, los soldados de Dios. Es una guerra espiritual, pero puede tener peligros físicos, como muestra el ejemplo de Pablo. Debemos estar dispuestos a arriesgar nuestra vida.

El apóstol Pablo sufrió grandes problemas. ¡Muchos hermanos se apartaban de la verdad! (2 Timoteo 1:15). Esta fue la amarga realidad que Pablo tuvo que enfrentar cuando esperaba ser martirizado. Estaba agradecido por un hombre decidido que lo visitó, un verdadero guerrero espiritual cuyo corazón estaba en la Obra y que estaba dispuesto a morir en la guerra si tenía que hacerlo (versículos 16-17). “Concédale el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día…” (versículo 18). Pablo no estaba enfocado en el presente, ¡estaba mirando hacia adelante, cuando Cristo gobierne esta Tierra!

5) Lincoln tenía una gran estrategia militar.

Cuando Lincoln entró en la Guerra Civil, sabía muy poco sobre estrategia bélica. Así que estudió día y noche para aprender lo que se necesitaba para ganar. Devoró toda la lectura de calidad que pudo encontrar sobre estrategia militar. Celebró largas conferencias con eminentes generales y almirantes para aprender todo lo que pudiera de los hombres con mejor reputación del ejército y la marina. Muchos de ellos no estaban al frente en la guerra porque los políticos elegían a los generales, y la política regía esas elecciones. Pero los políticos no sabían nada de estrategia. Y no sabían qué clase de general necesitaban porque ellos mismos carecían de visión.

“Lincoln destaca como un gran presidente de guerra”, escribió el historiador T. Harry Williams, “probablemente el más grande de nuestra historia, y un gran estratega natural, mejor que cualquiera de sus generales”. Eso es espectacular: ¡Lincoln llegó a ser mejor estratega que todos sus generales!

El pueblo de Dios necesita hoy construir una gran estrategia militar. Estamos en un colegio de guerra, y nos llevará a nacer en la Familia de Dios. Pero debemos seguir creciendo para poder calificar.

Llamarla una “gran estrategia militar” nos ayuda a darnos cuenta de que estamos hablando de guerra. La estrategia es la ciencia de planificar y dirigir operaciones militares. Debemos seguir creciendo y aprendiendo la ciencia para poder hacer más por la Obra. Estrategia es también la habilidad para dirigir o planificar. Realmente necesitamos una estrategia militar espiritual. Esto nos ayuda a construir una visión maravillosa.

A medida que Lincoln se hacía más competente en estrategia, llegó al punto de decirle a sus generales, Dejen de darme excusas y denme victorias. Ese fue el estándar por el cual comenzó a juzgar a los generales. ¿Dónde están sus victorias?Necesitamos victorias en nuestras vidas. Ahí es donde entra el gozo. Esta es una verdadera prueba, y una verdadera oportunidad.

En nuestro caso de corte sobre las obras de Herbert W. Armstrong, tuvimos que caminar por fe. Eliminamos la mayor parte de la producción televisiva y volcamos nuestros recursos al caso de corte. ¡Arriesgamos todo por lo que sabíamos que era correcto!

Y Dios bendijo ese espíritu. Esperábamos al menos obtener un contrato de arrendamiento por esa literatura, ¡pero Dios nos dio todos los derechos de autor! Cuando damos un paso en fe, ¡Dios hace milagros! Él llama a Su pueblo a ganar victorias con ese poder y visión. A veces Él intervendrá de maneras que usted ni siquiera puede imaginar. Espere esos milagros y sea valiente.

La gente solía preguntar a Lincoln por qué era necesaria la Guerra Civil. En el Discurso de Gettysburg, respondió a esa pregunta. Todos los hombres son creados iguales. Debemos tener un nuevo nacimiento de la libertad. El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra. ¡Qué visión!

Estamos a punto de llevar la libertad espiritual a todo este universo, ¡plantar los cielos y el universo por la eternidad!

El mayor general George Meade lideró a la Unión en la batalla de Gettysburg. Lincoln se alegró de que el Norte resistiera. Sin embargo, estaba muy decepcionado con lo que sucedió después. Meade dijo que el Ejército de la Unión había expulsado “de nuestro suelo todo vestigio de la presencia del invasor”. Pero actuó como si empujar a Lee de vuelta a Virginia fuera una victoria completa. Cuando los Confederados en retirada llegaron al Potomac, el río estaba desbordado y tuvieron que construir un puente para cruzarlo. El Norte los siguió desde cierta distancia pero no hizo nada para detenerlos; simplemente les dejó cruzar el río.

Lincoln estaba enfurecido. “¡Expulsar a los invasores de nuestro suelo! (…) ¿Eso es todo?”, preguntó. ¡Si hubieran destruido al ejército de Lee, el Norte podría haber ganado la guerra! Aunque Meade había ganado una gran batalla defensiva, no le interesaba la guerra ofensiva.

Cuando trabajamos para Dios, ¡debemos pasar a la ofensiva! La gente está ayudando poderosamente a difundir este mensaje. Pero sin una gran estrategia militar, usted no tiene una guerra ofensiva.

Lea el Capítulo 7 de mi folleto Cómo ser un vencedor. La guerra ofensiva es mucho más difícil que permanecer a la defensiva. Winston Churchill decía que era tres o cuatro veces más difícil. Pero cuando usted tenga una victoria, no se rinda ni descanse. Si se esfuerza, ¡puede ser una oportunidad para otra victoria inmediata! Manténgase a la ofensiva, y esa próxima victoria podría ser mucho más fácil.

Lincoln aprendió que necesitaba un comandante audaz que hiciera el trabajo sobre el terreno, y luego él podría elaborar estrategias desde la Casa Blanca (aunque a menudo él mismo estaba en el campo). Nosotros también necesitamos unidad de estrategia. Tenemos que estar unidos para hacer esta Obra. ¡Eso es lo que se necesita para ganar una guerra! Hay que tener gobierno.

Ulysses Grant tuvo cierto éxito y empezó a abrir el Mississippi para la Unión. Aquí había un hombre que se movía y ganaba victorias con los recursos que tenía, sin estar siempre quejándose de que necesitaba más hombres. Lincoln lo nombró mayor general.

En una batalla, Grant perdió 15.000 vidas y Lee sólo 9.000. Pero Lincoln aun así estaba muy feliz. ¿Por qué? Porque a pesar de esas pérdidas, ¡vio que Grant seguía avanzando! Tenía los hombres para hacerlo, pero ningún otro general usaría tal ventaja. Esa era la estrategia, y el espíritu, que se necesitaría para ganar la guerra.

¡Lincoln dijo que Grant fue el primer general de verdad que tuvo! Grant aceptó la estrategia de Lincoln, y se sometió a él con genuina humildad. ¡Ese profundo respeto unificó a la nación! Y la Unión comenzó a ganar algunas batallas reales; pero tuvieron que pasar a la ofensiva.

Hay una estrategia global que necesitamos considerar en la Obra de Dios. Necesitamos que los hermanos oren por mí y por el ministerio en todo el mundo. El apóstol Pablo dijo: ¡Orad por mí para que hable con denuedo por Dios! (Efesios 6:19). ¡Nuestros ministros y yo debemos hablar con denuedo! Somos seres humanos y necesitamos sus oraciones. Sin el poder de Dios, no seremos eficaces.

Debemos ser valientes e imaginativos a la hora de pasar a la ofensiva. Y necesitamos verdadera pasión. Si no profundizamos en el estudio de nuestras Biblias y en esta verdad, careceremos de la pasión necesaria para realizar esta Obra.

¡No podemos tener sólo victorias parciales! Cristo dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Dios nos dará poder para hacer lo que hay que hacer. Él nos dice, individualmente, ¡Yo estoy contigo! ¡Nos ha dado el poder de convertirnos en hijos de Dios! (Juan 1:12). Todo ese poder está a nuestra disposición; pero tenemos que usarlo.

En Lincoln and His Generals [Lincoln y sus generales], T. Harry Williams escribió sobre un momento en el que la Unión realmente creía que tenía rodeado a Lee y que éste no tenía adónde ir. Lincoln podía ver esto claramente. “Lincoln explicó la situación a un grupo de invitados en el River Queen”,
escribió Williams. “Sacando sus mapas, el presidente señaló la ruta de la marcha de Lee, la posición de cada grupo perseguidor de la Unión y el lugar probable donde los Confederados tendrían que ceder”.

Al día siguiente, Lincoln recibió un telegrama de Grant que decía: “Si se presiona, creo que Lee se rendirá”. Así que Lincoln telegrafió en respuesta: “Que se presione”.

Al día siguiente, Lincoln se dirigió a casa; por fin podía relajarse. ¡El fin de la guerra estaba a la vista!

Williams concluyó su libro escribiendo: “Ese día, John Wilkes Booth, se registró en el Hotel Nacional de Washington”. Ese mismo día, este demente se preparó para asesinar al presidente Lincoln.

¿Ve por qué necesitamos un mundo nuevo? Dios está a punto de establecer un mundo para eliminar esa locura y el dominio de los seres humanos sobre los seres humanos. En la gran resurrección, Abraham Lincoln va a estar bien preparado para la verdad de Dios, creo yo.

¡Qué futuro tenemos ante nosotros! Aunque estamos en guerra, no nos desanimamos. Estamos llenos de alegría y regocijo. Por supuesto que tenemos pruebas y dificultades; pero esta es una buena lucha, ¡si tenemos visión y estamos usando una gran estrategia militar espiritual!