La muerte de la reina Isabel ii inspiró una fenomenal efusión de duelo, simpatía, nostalgia y gratitud por parte de personas de todo el mundo. Escoceses, ingleses y otros salieron en masa, llenando las calles de multitudes educadas, para presentar sus respetos mientras pasaba su ataúd cubierto con una bandera camino a su palacio, donde se habían depositado innumerables flores.
Pero en este histórico y sombrío final de una era, una pequeña minoría respondió de forma muy diferente.
“¿Cómo me siento ante el fallecimiento de la reina Isabel?”, escribió el colaborador del New York Times Indrajit Samarajiva. “Lo mismo que sentiría si Adolfo Hitler muriera mientras duerme. (…) Me alegro de que la Reina haya muerto. Sólo lamento que se haya ido en paz”.
Quienes expresan sentimientos tan desagradables como éste, asocian a la Reina con una visión grotesca y totalmente malvada de la historia británica. Consideran que el colonialismo británico es la cúspide de la explotación, la supremacía blanca e incluso el genocidio.
Lamentablemente, esto se ha convertido no sólo en una opinión aceptable, sino que en muchos círculos, especialmente los de la élite, en la opinión dominante.
En septiembre de 2017, la principal revista académica revisada por pares sobre erudición y política en estudios internacionales, Third World Quarterly, publicó un artículo titulado “The Case for Colonialism” [El caso del colonialismo]. Este artículo cuestionaba la noción de que el colonialismo occidental fuera malo. En realidad, “por regla general, fue objetivamente beneficioso y subjetivamente legítimo en la mayoría de los lugares donde se dio”. El autor argumentaba que sus fallas deben sopesarse con sus beneficios, con la forma en que la gente habría vivido sin él, y “a la luz del grave coste humano de un siglo de regímenes y políticas anticoloniales. El caso del colonialismo occidental consiste en repensar el pasado, así como en mejorar el futuro. Implica reafirmar la primacía de las vidas humanas, los valores universales y las responsabilidades compartidas –la misión civilizadora sin comillas– que llevó a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de los pueblos del Tercer Mundo durante la mayor parte de los episodios de colonialismo occidental”. Revisó los beneficios sociales, económicos y políticos producidos por el colonialismo: “la expansión de la educación, la mejora de la salud pública, la abolición de la esclavitud, la ampliación de las oportunidades de empleo, la mejora de la administración, la creación de infraestructuras básicas, los derechos de la mujer, concesión del derecho a voto a las comunidades intocables o históricamente excluidas, el sistema tributario justo, el acceso al capital, la generación de conocimientos históricos y culturales y la formación de la identidad nacional, por mencionar sólo algunas dimensiones”. Estos beneficios del colonialismo, especialmente el británico, son innegables. ¡Gran Bretaña fue realmente una bendición para el mundo!
Sin embargo, este artículo en el sitio web de la publicación fue retirado pronto y sustituido por este mensaje: “Este ensayo de Viewpoint ha sido retirado a petición del editor de la revista académica. (…) [E]l director de la revista ha… recibido amenazas serias y creíbles de violencia personal…relacionadas con la publicación de este ensayo” (énfasis añadido).
Algunos académicos afirmaron que el artículo les asustó. “No es sólo un artículo ofensivo. Es un llamado a la violencia”, dijo uno de ellos. “Estoy realmente asustado por el futuro. (…) ¿Están los académicos considerando seriamente la posibilidad de defender el colonialismo? Ya no me siento seguro en el mundo académico”. Algunos pidieron a [la universidad de] Princeton que revocara el doctorado del autor. “Quince de los 34 miembros del consejo editorial renunciaron, dos peticiones exigiendo una retractación reunieron más de 16.000 firmas, compañeros académicos le acusaron de promover la “supremacía blanca” y el editor acabó retirando el ensayo bajo amenazas de muerte de nacionalistas indios…”. (Times, 30 de noviembre de 2017). ¡La opinión generalizada sobre el imperialismo hoy es que era tan malvado que cualquiera que siquiera sugiera que tenía puntos buenos debería ser ejecutado!
Resulta revelador que estos académicos dirijan todo su odio al Imperio Británico. No se quejan de China ni de Rusia ni del Sacro Imperio Romano. Eso revela al verdadero autor de ese odio: un ser que odia a Israel y que odia al Dios que fundó Israel. Odia a Efraín y a Manasés, y odia los beneficios que Dios ha traído a la humanidad a través de estas naciones de la primogenitura.
Satanás es apasionado en su odio hacia el Israel físico. Sin embargo, está aún más lleno de odio hacia el Israel espiritual. A pesar de lo feroz que es la animosidad por el Imperio Británico, arde aún más para el Imperio de la Familia Dios.
Tenemos que ser apasionados en nuestro amor por ese Imperio de acuerdo a Dios.
En los últimos años, el Sacro Imperio Romano ha recibido una prensa positiva en Europa, y su historia se ha promovido como un estandarte para que los europeos se unan. El ex ministro de Defensa alemán Karl-Theodor zu Guttenberg dijo que los europeos necesitaban más pasión por ese imperio y su historia. Gerald Flurry respondió: “Bueno, creo que nosotros [el pueblo de Dios] tenemos que andar diciendo, … ¡necesitamos más pasión por el trono de Dios! (…) Si [Guttenberg] puede decirlo sobre esa organización satánica, ¿no podemos decirlo sobre el propio trono de Dios? No necesitamos todos más pasión por este trono?” (10 de septiembre de 2018).
¡Evalúe su nivel de pasión por el Imperio de la Familia Dios y el trono de Dios!
La grandeza surge de la pasión
El profeta Daniel escribió sobre este Imperio: “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es un dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Daniel 7:13-14).
El Imperio de la Familia Dios, gobernado desde el trono de David, gobernará a todos los pueblos, naciones y lenguas. Ellos servirán a Cristo y se beneficiarán de Su gobierno aún más que el pueblo de Dios en la actualidad.
“Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre” (versículo 18). Estaremos allí, sirviendo junto a nuestro Esposo desde ese trono. “Y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán” (versículo 27). ¡Esta verdad debería encender nuestra auténtica pasión!
Necesitamos una pasión por ese Imperio de la Familia Dios, dijo el Sr. Flurry. La pasión es un sentimiento o una convicción intensa; un afecto ardiente; amor; un fuerte deseo o devoción por algo. Va más allá de la apreciación intelectual y el entendimiento académico, y penetra en el corazón.
El Sr. Flurry hablaba de una pasión no natural, una pasión que debemos dejar que Dios forme en nosotros. Necesitamos que Dios moldee nuestro pensamiento y nuestros deseos.
“¿Qué hizo a Churchill tan grande?” preguntó el Sr. Flurry en la Vision Real de noviembre-diciembre de 2021. “Algunos historiadores le dirán que fue principalmente su pasión por el imperio”. Churchill estaba enamorado del bien que el imperio podía hacer por el mundo.
Este pensamiento altruista debería avivar nuestro amor por el Imperio de la Familia Dios. Necesitamos un pensamiento “imperialista” de acuerdo a Dios; celo por extender la civilización de Dios a la humanidad, nuestros corazones y mentes llenos de heroísmo, esplendor y visión del Imperio de Dios.
Daniel 2 profetiza una sucesión de cuatro imperios gobernantes del mundo, poderes gentiles dirigidos por el diablo. Pero luego muestra cómo el Imperio de Dios, el quinto Imperio que gobierna el mundo, ¡prevalecerá finalmente! “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otros pueblos, desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (versículo 44). Este Reino no quedará en manos de seres humanos. Eso siempre causa problemas, incluso con el Imperio Británico. Los gobiernos de este mundo están demostrando ser irremediablemente ineptos y corruptos. ¡Dios dice que no más de eso! ¡Este Reino será gobernado por seres Dios perfectos!
¡Piense en la grandeza y el esplendor de este Imperio que viene! Ya casi está aquí. La mayoría de los líderes han sido preparados y esperan la coronación. (Lea todo esto en el último capítulo de El misterio de los siglos). Dios está en las etapas finales de la formación de los gobernantes para ocupar los cargos imperiales. Esta magnífica visión debería animar nuestras vidas diariamente.
La historia del Imperio Británico puede proporcionarnos lecciones e inspiración. Nos da una visión del gobierno imperial de Dios. Sin embargo, hubo problemas: Ese imperio era humano e imperfecto; cometió errores en el cumplimiento de su misión imperial. Sin embargo, fue bendecido por Dios. Representó el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham (como se demuestra en Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía).
Afortunadamente, formamos parte de un Imperio dirigido directamente por Dios, ¡y nos estamos preparando para que Cristo Mismo gobierne como Rey sobre ese Imperio! Es un Imperio perfecto. ¡Podemos no tener la intención de disculparnos, 100% apasionados por él!
Ambición piadosa
Al contrario de lo que los anticolonialistas actuales quieren hacer creer, los pueblos de toda África, la India y el Caribe ignoraban en gran medida muchos conocimientos básicos. Antes de la llegada de los británicos, realizaban muchas prácticas horribles. Sufrían terribles enfermedades por la ignorancia sobre salubridad e higiene. Pocas personas eran alfabetas. Necesitaban ser educados.
Los victorianos “soñaban no sólo con gobernar el mundo, sino con redimirlo”, escribió el historiador Niall Ferguson. “Ya no les bastaba con aprovechar a otras razas; ahora el objetivo era mejorarlas. Los propios pueblos nativos dejarían de ser explotados, pero sus culturas –supersticiosas, atrasadas, paganas– tendrían que desaparecer” (Empire [Imperio], énfasis añadido).
Esto yace en el corazón del pensamiento imperial de acuerdo a Dios. El pensamiento imperial es una creencia firme y sincera en nuestra causa y en los beneficios que podemos aportar a la humanidad. Necesitamos fe y convicción en la rectitud y la nobleza del camino de Dios; convicción hasta los huesos sobre lo que representamos.
En el apogeo del Imperio Británico, el pueblo se apasionaba por él. Y mientras creían de verdad en el Imperio, éste crecía. Cuando rebosaban de confianza en sus formas e instituciones, éste florecía. Tal creencia produce audacia y construye ambición.
Las historias de los grandes líderes militares que habían construido el Imperio resonaban en toda Gran Bretaña. Estos héroes “fueron presentados a la nación como ejemplos de cómo los hombres de valor y determinación podían dar forma al destino de ese logro más noble de la humanidad, el Imperio”, escribió William Manchester (The Last Lion [El último león]).
Thomas Jefferson dijo una vez: “Ahora bien, un gobierno es como todo lo demás: para preservarlo debemos amarlo. (…) Todo, por lo tanto, depende de establecer este amor en una república; y para inspirarlo debe ser el principal asunto de la educación…”. ¡Qué cierto es eso de este Imperio de la Familia Dios! Realmente debemos amarlo. Y debemos trabajar para educarnos, para establecer e inspirar ese amor.
Lea los salmos bíblicos para captar el espíritu, el fervor y la emoción que necesitamos para los planes imperiales de Dios. Rebosan de pasión por el trono de David y el Imperio de la Familia Dios.
Lea, por ejemplo, el último salmo que escribió David: el Salmo 72. Es “para Salomón”, pero presagia claramente el gobierno milenario de Cristo. “Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor” (versículo 4). Esa es una causa magnífica y heroica en la que se puede creer: el fin de la opresión, que todos los pueblos reciban un buen gobierno y una verdadera justicia. Los versículos que siguen describen las gloriosas bendiciones que seguirán en todo el mundo.
David creía profundamente en esto. Le apasionaba, y esa pasión produjo maravillosos frutos en su vida. Le motivó a escribir cantos reales a Dios, a institucionalizar la alabanza, a estudiar y meditar en la ley de Dios, así como a administrarla y enseñarla. Le impulsó a construir una casa para Dios, ¡a convertir Jerusalén en una luz para las naciones! ¡Le apasionaba el trono desde el cual Cristo gobernará el mundo!
David tenía la pasión de construir un imperio. Esto produjo en él las mismas cualidades valientes que en el pueblo británico, pero en el nivel espiritual que necesitamos.
David era sincero, convencido, de corazón. El mundo de Satanás nos hace cínicos, negativos y sin fe. Esa forma de pensar nos atrapa y nos incrusta en el corazón la duda y el miedo. La verdad de Dios, y esta visión, proporcionan un martillo para romper esa costra, ¡para limpiar el corazón y hacerlo latir de nuevo con pura pasión por una causa noble!
Cuanto más construyamos esa pasión, más vigorizará y regenerará nuestras vidas; más disminuirá nuestras tendencias egoístas, expandirá y ennoblecerá nuestro pensamiento y nuestra ambición. Más creceremos espiritualmente.
Como escribió Kirk Emmert, Churchill creía en “el fomento de la civilización como el propósito más elevado del imperio” y decía que “el imperio civiliza tanto a los gobernados como a sus gobernantes” (Winston S. Churchill on Empire [Winston Churchill sobre el Imperio]).
Jeremías 1:11 describe una rama estéril en el árbol de la comisión de Jeremías que luego comenzó a brotar, a florecer y a dar fruto. Esto es cierto para esta Obra, pero también lo es para nuestras vidas individuales a medida que respaldamos lo que Dios está haciendo. Esa rama florecerá aún más, y nosotros también daremos más fruto individualmente.
Construir esta pasión nos convertirá en personas de fuerza, fe, convicción y firmeza, personas audaces y con ambición como lo fue David. Esa pasión forja el valor. Lleva a la acción. Cuando usted es apasionado por algo, ¡le cambia la vida!
El Israel moderno está sufriendo la maldición del orgullo quebrantado de nuestro poder (Levítico 26:18-19). Esto nos ha alejado de construir nuestras naciones y del servicio al mundo y nos ha llevado a aborrecernos, a vacilar, a disculparnos y a destruir. Los laodicenos también están malditos con una voluntad quebrantada, ¡y no pueden hacer la Obra de Dios!
Se necesita una voluntad fuerte y una creencia apasionada para hacer la Obra de Dios. Las necesitamos como Iglesia y en nuestras vidas individuales.
La pasión produce acción
La pasión por el Imperio de la Familia Dios inspira cambios prácticos en nuestras vidas. Comienza en la forma en que nos gobernamos como representantes del Imperio y en cómo usamos nuestro tiempo.
Si usted tiene visión, se purificará a sí mismo (1 Juan 3:1-3). Si su corazón está lleno de amor por lo que Dios está haciendo, estará significativamente protegido de las tentaciones satánicas. Fue cuando la clase alta de la era victoriana de Gran Bretaña perdió su visión del imperio que quedó atrapada en el pecado, la autogratificación y la inmoralidad.
Cuando tenemos pasión por el Imperio, nos educamos. Estamos en modo crecimiento, desafiándonos a nosotros mismos. Nos esforzamos por conseguir una comunicación real y majestuosa –un estándar de realeza en nuestra forma de hablar, nuestra conducta, nuestro trabajo y nuestras interacciones con los demás.
Si tenemos esta pasión, cambiará nuestra forma de conducir nuestro matrimonio y nuestra vida familiar. Tendrá un efecto tremendo en la crianza de nuestros hijos. ¡Estamos criando a los líderes del mañana! Isaías 54 describe cómo este Imperio seguirá creciendo y creciendo, y nuestros hijos (“tu descendencia”, versículo 3) se están formando para tener enormes oportunidades. Debemos enseñarles a pensar en grande, a poner la vista en el horizonte, a saber en sus huesos que son parte de algo grande. ¡Dios está preparando para ellos una herencia de realeza!
Dios nos dice que evitemos el miedo, la vergüenza y la timidez (versículo 4). Tenga confianza y pasión en su corazón, e inculque esa convicción en sus hijos. ¡Ellos también están destinados a formar parte de la Esposa de Cristo! (por ejemplo, versículos 13 y 17).
Winston Churchill nació en noviembre de 1874, justo cuando el Imperio Británico estaba en la cúspide de su poderío y majestuosidad. Esto tuvo un impacto formativo en su pensamiento. ¿Qué tipo de entorno estamos proporcionando a nuestros hijos? ¡Queremos criar a los futuros constructores del Imperio de la Familia Dios! Tenemos que inculcar a nuestros hijos el amor por la realeza de Dios, el gobierno y la ley de Dios, el Imperio de la Familia Dios.
La pasión por el Imperio también infundirá nuestro compañerismo cristiano, nuestro tiempo con el pueblo de Dios, nuestras contribuciones y nuestra participación dentro de nuestra congregación. ¿En qué medida refleja su compañerismo la pasión por el Imperio? Debemos pensar más allá de nosotros mismos. ¡Debemos estar motivados si queremos estar preparados para gobernar naciones!
Representando al Imperio
Un aspecto asombroso del Imperio Británico era cómo tan pocos gobernaban a tantos. En 1800, Inglaterra tenía sólo unos 7,7 millones de habitantes. A finales del siglo siguiente, esa cifra había aumentado a unos 30 millones. Pero, sorprendentemente, esta nación insular gobernaba a más de 450 millones de personas, ¡más de una cuarta parte de la población de la Tierra!
Desde una isla de 130.000 kilómetros cuadrados, los ingleses gobernaron un imperio superior a 36 millones de kilómetros cuadrados.
En muchos lugares, muy pocos británicos gobernaban a mucha gente. En Uganda, en la década de 1890, unos 24 funcionarios británicos gobernaban a 3 millones de africanos orientales. En la India, 900 funcionarios civiles y 70.000 soldados gobernaban una nación de más de 250 millones de personas. Y desde la India, el Imperio Británico gobernaba todo un hemisferio: desde Malta, pasando por Oriente Medio, hasta Australia y Hong Kong.
La realidad de estos jóvenes enviados a colonias y territorios lejanos para representar al Imperio y gobernar es bastante sorprendente. ¡Eran hombres duros! Su pasión por el Imperio inspiró la voluntad de marchar hasta los confines de la Tierra para promoverlo.
“[L]a mayoría de los jóvenes se convirtieron en hombres inteligentes; el nivel de rendimiento era muy alto”, escribió Manchester. “Y muchos de ellos apenas podían ser envidiados. A menudo empezaban viviendo en chozas de barro con goteras, y rara vez veían algo de sus compatriotas (…) A menudo sólo tenían una vaga idea de los límites que definían sus territorios, o del tamaño de las poblaciones de las que eran responsables. En Uganda, se añadían seis meses a la licencia en el país de origen porque un inglés tenía que caminar 1.290 kilómetros para llegar a la civilización. Mientras estaba de permiso tenía que elegir una esposa inglesa a toda prisa, porque podían pasar años antes de que viera a otra mujer blanca. (…) Es difícil condenar a los hombres que seguían su estrella cuando la tentación de aflojar era inmensa, que diariamente llevaban su pintoresco uniforme de pantalones cortos blancos y medias blancas (…) pero se vestían para cenar siempre que era posible, para mantener el sentido del orden, y llevaban pequeñas astas plegables dondequiera que fueran, para que el ondear de la bandera del Reino Unido recordara siempre a sus pupilos a su lejana Reina” (op cit).
La Iglesia de Dios hoy es pequeña. Cada miembro cuenta. ¿Cómo está manejando su pequeño puesto de avanzada del Imperio de la Familia Dios? La forma en que mantiene su hogar y se comporta en la escuela o en el trabajo es importante. El apóstol Pablo dice que “somos embajadores de Cristo” (2 Corintios 5:20), representantes del Imperio de Dios en este mundo oscuro.
Pero no somos cualquier embajador: Representamos el trono de David, ¡el trono desde el que Dios gobernará al mundo! ¡Somos embajadores reales del Rey de reyes! Esa es una realidad que debe encender diariamente, continuamente, nuestros corazones.
¿Qué significa ser realeza? Se reduce a representar el trono de Dios de una manera agradable para Él. Es reconocer su deber para con los demás, ampliando el alcance de su pensamiento momento a momento lo más posible –más allá de los horizontes, más allá de las estrellas– reconociendo su responsabilidad ante el mundo en nombre de Dios. Tendemos a pensar en pequeño; debemos vencer nuestra miopía. El pensamiento de realeza, el pensamiento de imperio, ¡es un pensamiento de gran envergadura! ¡Busca extender el gobierno de Dios por todo el mundo!
¿Anhela usted gobernar? ¡Para eso nos ha llamado Dios!
Imperio de coraje
Cuando Churchill tenía 25 años y estaba informando sobre la guerra en Suráfrica, el tren en el que viajaba fue saboteado por los bóers. Tres vagones descarrilaron, pero la locomotora seguía sobre los rieles. Churchill evaluó la situación y encontró a un maquinista civil, el único hombre que entendía la maquinaria. Tenía una herida superficial en la cara y estaba histérico.
“Le abrieron la cara con una astilla y se quejó con amarga e inútil indignación”, escribió Churchill sobre el incidente. “Era un civil. ¿Para qué creían que le habían pagado? ¿Para que lo mataran a bombazos? Él no. ¡No se quedaría ni un minuto más!”.
Manchester escribió sobre cómo el futuro primer ministro británico manejó la situación: “Churchill le dio un sermón sobre el deber. Luego le felicitó. Le dijo que ésta era la oportunidad de su vida. Incluso podría ser recompensado por su ‘distinguida valentía’. Además, le aseguró, ningún hombre podría ser alcanzado dos veces por una batalla. Esta absurda ficción tranquilizó al conductor y se pusieron a trabajar” (op cit).
Algis Valiunas escribió: “El potencial para el heroísmo, sugiere Churchill, está latente en los corazones de hombres comunes y corrientes con mentalidad emprendedora… cuya característica definitoria es su miedo a la muerte violenta, que a veces necesitan una palabra conmovedora” (Churchill’s military Stories [Historias militares de Churchill]).
Este ingeniero encontró una valentía excepcional en su interior simplemente por unas palabras de un joven que pensaba como un líder. ¿Qué tipo de impacto podemos tener en los que nos rodean si dejamos que Dios nos use?
Así pensaba David. Mató a gigantes para defender el Imperio de Dios. Su nobleza inspiró a otros a convertirse en asesinos de gigantes. Usted ve este mismo espíritu, pasión y coraje inspirador en muchos de los grandes hombres y mujeres de la Biblia.
La pasión por el Imperio de Dios le hace a usted valiente. Los laodicenos se acobardaron y abandonaron su deber con el mundo. Pero aquellos dentro del remanente fiel de Dios creen en nuestra causa. Estamos alimentados por nuestro sentido del deber hacia Dios y hacia el mundo, ¡y Dios nos da el coraje!
“Se dice que Churchill siempre quiso estar donde estaban las balas”, escribió el Sr. Flurry. “En principio, así debería ser con nosotros. Siempre queremos estar donde está la lucha, para ayudar y servir, ¡y nunca huir de esta inspiradora responsabilidad que Dios nos ha dado!” (op cit).
Esta forma de pensar del imperio alentó a hordas de británicos. “Al soldado británico se le dio una pequeña isla como lugar de nacimiento y el mundo entero como su tumba”, escribió Manchester. Viajaron por todo el mundo para hacer realidad esta visión del Imperio, ¡y muchos tuvieron que morir en su servicio!
Hay que luchar por el Imperio. La pasión nos da un entusiasmo para sacrificarnos por el Imperio de la Familia Dios, para hacer lo que sea necesario para servir a sus fines y hacerlos avanzar.
“Bajo Victoria, un regimiento u otro había entrado en acción cada año, en algún lugar de los cinco continentes, luchando desde Adén y Afganistán hasta Zululandia y el Valle de Zhor”, escribió Manchester. “Casi siempre salían victoriosos. Una de las razones era su sublime e insondable valor. (…) Un número asombroso de ellos disfrutaba cortejando a la muerte”.
“Su epitafio puede encontrarse hoy en las lápidas hundidas: ‘Por la Reina y el Imperio’. Es inadecuado. Murieron por más que eso. Un Imperio tan vasto y una sociedad tan vigorosa no podrían haberse construido ni mantenido sin un firme apoyo ideológico, una compleja red de poderosas creencias, poderosamente sostenidas. Alfred North Whitehead definió una civilización en términos espirituales, y Christopher Dawson (…) dijo: ‘Detrás de toda gran civilización hay una visión’” (ibid).
En cualquier grado que eso fuera cierto de Gran Bretaña, ¡debe ser mil veces más cierto en el Imperio de la Familia Dios! Debemos tener creencias poderosas, poderosamente sostenidas. Debemos aferrarnos a esta majestuosa visión de imperio. Todo surge de esta pasión. Un corazón lleno de pasión por el Imperio de la Familia Dios es el corazón de un león –un corazón dispuesto a desafiar a los tiranos y a resistir ejércitos– dispuesto a ser incinerado, echado a los leones o aserrado por la mitad.
Una visión en la que usted puede creer
Lea la inspiradora profecía de Isaías 60, una visión de la Jerusalén milenaria, la sede del Imperio de la Familia Dios. Representa a las naciones gentiles exaltando a Dios y a Su Familia, agradecidas por Su gobierno. Estas personas serán nuestros hijos amados. Los amaremos y cuidaremos, los educaremos y los ayudaremos a crecer en piedad, responsabilidad y prosperidad.
Estos pueblos nos traerán honor, gloria e incluso riquezas (versículos 5, 11). Muchas profecías hablan de riquezas que fluyen hacia la sede imperial de Dios, ¡todos los pueblos contribuirán a la magnificencia de Jerusalén! Y no estarán resentidos por haber contribuido al Imperio de Dios, sino que se alegrarán, alabando a Dios por ello (versículo 6). Sólo devolverán a Dios la abundancia de prosperidad con la que Él les ha bendecido. Este Imperio realmente será una bendición para todas las naciones.
¡Cómo necesita este mundo el gobierno de Dios! La pasión por el trono es pasión por el gobierno de Cristo. Es celo para que Él corrija los errores y las injusticias de este mundo. ¡Es pasión para que Cristo extienda la salvación a todo el mundo y a toda persona que haya vivido! ¡Esta es una visión en la que usted puede creer!
Isaías 9:6-7 describe bellamente este Imperio. Es un Imperio familiar, con un Hijo que se casa y luego tiene hijos y se convierte en un Padre eterno. Se sentará en el trono de David y traerá un gobierno justo, paz, orden, juicio y justicia, ¡para siempre! El pasaje concluye: “¡El celo de [el Eterno] de los ejércitos hará esto!”. Dios tiene la voluntad, la convicción, la determinación y la confianza; tiene el celo, ¡la pasión para llevar a cabo esta magnífica visión!
Acérquese a Él diariamente y permita que Dios le llene de Su pasión. Dé todo lo que pueda para construir su fe, su convicción, su confianza, su pasión. ¡Y deje que eso le motive e inspire para ayudar a nuestro Padre y a nuestro Esposo a construir el Imperio de la Familia Dios!