¿Qué tan real es dios para ti?
La relación más importante que alguna vez tendrás

¿A cuántas personas conoces que nunca has visto? En mi trabajo, que consiste en contratar artistas para que actúen en el Armstrong Auditorium, hay muchos agentes con los que hablo por teléfono y a los que nunca conozco cara a cara. En algún momento, si finalmente nos conocemos en persona, no se parecen en nada a lo que yo había imaginado.

Incluso si se hubieran descrito a sí mismos de antemano, la imagen que creé en mi mente no habría sido una representación real de ellos. Aun si hubiera tenido su foto, estaría más cerca, pero en realidad no son ellos. Podemos hablar por video con la gente, pero si alguna vez has conocido a alguien en persona con quien sólo has tratado a través de una pantalla, incluso eso puede cambiar drásticamente tus percepciones anteriores.

Cuando se trata de cómo la mayoría ve a Dios, han oído hablar de Él, pero nunca lo han visto. Además de eso, todo el mundo está engañado (Apocalipsis 12:9). Pueden pensar que han
visto una imagen de Dios o de Jesucristo, pero definitivamente no es Él.

¿Y tú? ¿Qué tan real es Dios para ti? Es un reto forjar una relación con alguien que no puedes percibir con tus cinco sentidos físicos. Pero como hijos santificados que tienen acceso a Dios (1 Corintios 7:14), Dios quiere que lo conozcas de manera real.

El educador Herbert W. Armstrong trató este tema en su artículo “Why God Is Not Real to Most People” [Por qué Dios no es real para la mayoría de la gente], publicado en The Good News de enero de 1985. Explicó cómo nuestro conocimiento viene a través de los cinco sentidos, lo que significa que de todas las “dimensiones del conocimiento —el alrededor, el interior y lo de arriba— humanamente sólo podemos percibir el alrededor y el interior”. “Pero el conocimiento comprensible de Dios proviene de la tercera dimensión, la de arriba. Y lo de arriba es espiritual. Dios es un espíritu. Las cosas espirituales no se pueden ver, ni oír, ni sentir, ni saborear, ni oler”.

Dijo a sus lectores: “Y es natural que cualquier conocimiento sobre Dios que entre en su mente, a través del oído o del ojo, sea vago, brumoso, irreal. No podría ver a Dios. (…) No podría oír a Dios. (…) Probablemente se formó una imagen imaginaria en su mente de cómo suponía que debía ser Él, basándose en lo que le habían contado o en lo que había leído. Pero no lo vio ni lo oyó a Él, ¡sólo leyó u oyó algo sobre Él! Y la imagen era poco clara, nublada, desenfocada, etérea. ¿No es de extrañar que no pareciera real, que pareciera tan lejano?”.

Considera lo que dijo Job después de conocer realmente a Dios a través de una prueba abrumadora: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5).

Oír hablar de una persona no es conocerla realmente. Es más, cuando se trata de Dios, ¡lo que la mayoría de la gente oye está distorsionado y equivocado de todos modos!

En la última noche de Su vida física, Jesucristo (Dios en la carne) oró a Su Padre: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

Considera cinco formas de conocer a cualquier persona que harían más fuerte cualquier relación, y aplícalas a Dios.

Realidad 1: Debemos conocer los nombres de Dios.

En una relación física, saber el nombre de alguien no significa necesariamente saber mucho sobre esa persona, pero casi siempre es por donde se empieza.

Dios tiene muchos más nombres que los que se nos dan al nacer. Y en Su caso, todos Sus nombres describen quién y qué es.

Éxodo 34:5 dice “Y [el Eterno] descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de [el Eterno]”.

Los versículos 6-7 muestran lo que se proclamó: “¡[Eterno]! ¡[Eterno]! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”.

¡Son muchos nombres! Y estos son sólo algunos de ellos. Nuestro artículo “How to Praise God’s Name” [Cómo alabar el nombre de Dios; disponible en inglés] (pcg.church/articles/3098) da una lista más extensa y una descripción de cada uno de los nombres de Dios.

El Thayer’s Lexicon describe cómo, en la tradición hebrea de dar nombres, el nombre de uno podía implicar “su rango, autoridad, intereses, placeres, mandatos, excelencias, hechos, etcétera”. Dios es el iniciador de esta tradición, porque Su nombre “revela Su alto rango, autoridad, intereses, obras y, lo más importante, Su carácter justo. De hecho, la Biblia muestra que Dios tiene muchos nombres. ¿Por qué? Porque ningún nombre puede expresar adecuadamente la plenitud de Dios. Cada nombre tiene un significado importante. Debemos guardar gran honor y respeto por todos los nombres de Dios” (The Ten Commandments) [Los Diez Mandamientos].

Cristo nos amonestó: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9). Cada día, cuando oramos, debemos dar un gran valor a los nombres de Dios. No podemos simplemente pasar por alto esta sección y saltar a la parte a la que queremos llegar, o el Dios al que oramos no será real para nosotros.

Realidad 2: Debemos conocer las capacidades y logros de Dios.

Volvamos al ejemplo de Job: cuando llegó a un arrepentimiento tan profundo (Job 42:6), vio a Dios claramente en su mente. ¿Y qué hizo que Dios fuera real para Job? Lo encontramos en Job 38-41… escuchar, de parte de Dios, sobre la grandeza de Dios, que Job resume en un versículo: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti” (Job 42:2).

Esta realidad es tan básica, y sin embargo tan fácil de olvidar, porque tendemos a crear a Dios a semejanza humana.

Dios revela mucho sobre Sí Mismo en la Biblia. Además, las pruebas de los logros de Dios están a nuestro alrededor si nuestra mente está abierta a ellas.

De eso trata Romanos 1: “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó” (versículo 19). El versículo 20, en la traducción de Moffatt, dice: “Su naturaleza invisible, su poder eterno y su ser divino, han sido bastante perceptibles en lo que ha hecho”.

El Sr. Armstrong comentó al respecto: “Es decir, las cosas materiales que Él ha creado y hecho reflejan claramente la naturaleza, el poder y el ser divino del Hacedor invisible” (op. cit.).

Podemos conocer a Dios y aun así no glorificarlo por lo que es. Como muestran los versículos 21-23, esto puede llevarnos a disminuir la gloria de Dios. El resto del pasaje dice que los que siguen este camino terminan adorando lo creado en lugar de al Creador. Debemos ver siempre a Dios en Su creación.

Esta es en parte la razón por la que Dios nos da el día Sábado, un impulso semanal para meditar en la creación de Dios: “Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo [el Eterno] los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó” (Éxodo 31:17).

Una señal identifica algo. El pueblo de Dios es identificado por esta señal. Pero Dios también se identifica con el pueblo de Dios.

Versículo 13: “Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es una señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy [el Eterno] que os santifico”.

El Sábado nos ayuda a conocer a Dios. Debería hacerlo más real, en parte porque cada semana concentramos nuestra atención en Sus capacidades y logros. Los Sábados anuales también hacen esto, ponen nuestra mente en lo que Dios está haciendo, en términos de Su plan de salvación para la humanidad. Además, como Su presencia está en el Sábado, ¡nos visita!

Realidad 3: Debemos conocer la apariencia de Dios.

Para ayudar a ilustrar su punto acerca de por qué Dios no es real, el Sr. Armstrong utilizó un ejemplo de un administrador en el Ambassador College llamado Raymond McNair. “Usted puede haber leído uno o dos de sus artículos. (…) Pero supongamos que nunca ha visto su foto, nunca lo ha visto en persona, nunca ha hablado con él. Supongamos que alguien le ha contado algunas cosas sobre él, tergiversando los hechos y dándole información falsa. Puede que sepa algunas cosas sobre él,
y algunas de ellas distorsionadas, pero seguramente no podría decir que lo conoce. Si ni siquiera ha visto su foto, no sabe cómo es. (…) Pero si de repente tuviera que estar en su compañía casi constantemente, viéndole prácticamente todos los días, hablando con él, viéndole en su oficina y en su casa, ¡llegaría a conocerle! Yo lo conozco bien. Le conozco desde que llegó a la puerta de mi casa en Pasadena hace casi 37 años. Tres días después entró como estudiante al Ambassador College. En cuatro años se graduó. Continuó sus estudios, haciendo trabajos de posgrado, obteniendo su maestría. Le veo con bastante frecuencia. Paso mucho tiempo hablando con el Sr. McNair sobre los problemas del colegio, sobre los problemas de los estudiantes y del personal, sobre los intereses personales. ¡He llegado a conocerlo! Pero si usted ni siquiera ha visto su foto, ¡no lo conoce! Tampoco ha visto la imagen de Dios. Pero, en la Biblia, Él le da una cierta descripción de Su aspecto, mas no en cuanto a sus rasgos exactos” (ibíd.).

La descripción más detallada es la forma en que Juan registró su visión de Jesucristo glorificado: “… vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza” (Apocalipsis 1:13-16).

Algunos personajes bíblicos interactuaron con una manifestación física de Dios. Las Escrituras dicen que Enoc y Noé caminaron con Dios (Génesis 5:22, 24; 6:9). Abraham interactuó con Melquisedec (que se convirtió en Jesús) y fue un “amigo de Dios” (Santiago 2:23). Josué vio al Capitán de su ejército (Josué 5:13-15). Muchos en la Iglesia temprana, dice Juan, “palparon” a Jesucristo resucitado (1 Juan 1:1). De hecho, Cristo le dijo a Felipe que habían visto al Padre a través de Jesucristo (Juan 14:9).

Un ejemplo notable es la relación entre Dios y Moisés.

Éxodo 33:9 dice “… la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, y [el Eterno] hablaba con Moisés”. El versículo 10 dice: “Y viendo todo el pueblo la columna de nube que estaba a la puerta del tabernáculo…”. El versículo 11 comienza: “Y hablaba [el Eterno] a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero”.

En otro lugar, Dios explicó que no le habló a Moisés como a la mayoría de los profetas, es decir, en visiones o sueños. “Cara a cara hablaré con él… y verá la apariencia de [el Eterno]” (Números 12:8). En cambio, Israel sólo escuchó la voz de Dios, pero no vio ninguna “figura” (Deuteronomio 4:12).

En todos los casos en los que los siervos de Dios tuvieron alguna interacción con una “figura” de Dios, nunca Lo vieron con sus propios ojos en Su forma glorificada como describe Apocalipsis 1. Esto realmente creó un anhelo en Moisés. ¡Quería ver a su Amigo como realmente era!

Imagina que tuvieras un amigo así: llegaste a conocerlo muy bien, pero siempre estaba algo disfrazado. Anhelarías ver cómo es realmente.

“Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de [el Eterno] delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún [el Eterno]: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; más no se verá mi rostro” (Éxodo 33:18-23).

Dios accedió a mostrar una parte de Su espalda por un momento (el brillo completo de Dios habría matado a Moisés al instante). Dios entonces además proclamó Su nombre (lo que leemos en Éxodo 34).

Al igual que Moisés, ¡debemos hacer todo lo posible para que el Dios glorificado sea lo más real posible en nuestras mentes!

Nuestro folleto sobre los Diez Mandamientos [disponible en inglés] dice: “Si Dios nos parece irreal, ¡hay algo muy malo en nuestra religión!”.

Realidad 4: Debemos conocer la naturaleza paternal de Dios.

En Elmisterio de los siglos, el Sr. Armstrong escribió: “Muchos dicen: ‘Dios simplemente no me parece real’. Dios para ellos es un gran misterio. Sus propios padres humanos no son un misterio. Ellos parecen reales”.

La Biblia revela este aspecto de la naturaleza de Dios que debe ayudar a hacerlo real.

Dios puede hacer cualquier cosa y conoce todos nuestros pensamientos. Afortunadamente, ¡la Biblia revela que también es bondadoso!

Lo revela como un Padre. Sin embargo, muchos padres humanos son poco cariñosos. ¡Pero Dios el Padre no!

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Juan 3:1).

Dios es un Padre amoroso. Eso también significa que Él nos corrige (Hebreos 12:7).

¿Qué clase de Padre crees que es Dios? Si no tienes un buen padre, es más difícil responder a esa pregunta. Pero eso no es excusa para tener una mala relación con Dios, como atestiguan los ejemplos bíblicos.

En ¿Quién es ese profeta?, el Sr. Flurry habla de su propio padre al principio del Capítulo 2. El apóstol de Dios en este tiempo del fin no estaba condenado a una mala relación con Dios por eso. Encontró otras formas de ver a Dios como su Padre, sobre las que escribe.

“Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad” (Hebreos 12:9-10). Es de esperar que haya algunas diferencias entre un padre humano y Dios. Quizás este es un problema aún más común en nuestros días. En Malaquías 4:5-6 dice que un hombre de Dios, cerca del final de esta era, ¡tendría que volver los corazones de los padres hacia los hijos!

El Salmo 103 es útil para abordar este obstáculo. El versículo 13 dice: “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece [el Eterno] de los que le temen”. La palabra compadece significa amar, contemplar con el más tierno afecto o compasión. A menudo se traduce como “mostrar misericordia” o “tener compasión”. Dios hace eso con nosotros como lo hace un padre amoroso con sus hijos. El versículo 11 dice que la misericordia de Dios es tan alta como el cielo sobre la Tierra.

El versículo 10 dice: “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados”. Dios no nos castiga para “vengarse” de nosotros o para “desquitarse”. Él nos castiga para ayudar a resolver el problema porque nos ama.

“No acusará siempre, ni albergará su ira para siempre” (versículo 9; versión New International). Aunque Lo hagamos enojar, Dios no se aferra a ello. No nos fastidia ni nos “hace sentir culpables” para que actuemos. No nos manipula.

El versículo 12 dice que Él quita el pecado tan lejos como el oriente está del occidente. Eso no es sólo removerlo de Su mente, sino removerlo de nosotros. De nuevo, Él nos ayuda a vencer.

Es bueno reconocer lo que podría estar frenándonos. Podemos crear a Dios a nuestra propia imagen o a la imagen defectuosa de nuestro padre humano. Eso debería llevarnos a Dios y motivarnos a hacerlo real. Él nos ayudará a forjar una relación totalmente nueva.

Si tratas de convencer a Dios o intentas hacer tratos con Él (como si tuviéramos algo que Él quiere), o tratas de ganar Su favor con un comportamiento “bueno” o punitivo (como en la “penitencia”), estas son señales de que has hecho a Dios a tu propia imagen.

El Sr. Armstrong escribió esto sobre cómo llegó a conocer a Dios: “Su Espíritu abrió mi mente a la comprensión espiritual. Pude entender la Biblia, un poco a la vez, por supuesto. En ella, el Jesucristo vivo comenzó a hablarme. Empecé a hablar con Él, a menudo, diariamente, en cierto modo constantemente, en espíritu. Cuando estudiaba la Biblia, ¡era como escuchar al Amigo más maravilloso que jamás había conocido! ¡Era maravilloso! ¡Era interesante, inspirador y revelador! Así que estudiaba la Biblia a menudo de rodillas. Verá, mientras leía la Biblia, Dios me hablaba. Pero cuando oraba, ¡yo le hablaba a Él! Y al estudiar su Palabra de rodillas, podía mantener una conversación bidireccional con Él, mezclando la oración con escucharlo a Él a través de Sus palabras” (Las Buenas Noticias, op. cit.).

Él describe una conversación, que lleva a la última realidad de la relación.

Realidad 5: Debemos saber cómo comunicarnos con Dios.

El Sr. Armstrong continuó: “Mientras me hablaba de Él —mientras me hablaba, me instruía— y mientras yo hablaba con Él, ¡llegué a conocerlo! ¡Se hizo real! ¡Ya no estaba lejos! Estaba muy cerca, en espíritu, en la misma habitación. Nunca he visto a Dios o a Jesucristo físicamente, con mis ojos físicos, pero los veo a menudo, espiritualmente, en mi mente. No con rasgos precisos, por supuesto, pero veo en el ojo de mi mente los ojos que brillan como una llama de fuego; Su rostro que resplandece tan intensamente como el sol en toda su fuerza, Su cabeza y Su cabello blanco como la nieve más limpia y blanca. Y alrededor de donde está sentado hay un esplendor y un brillo hermosos, con relámpagos que destellan”.

Un relato famoso de una conversación real entre un hombre y Dios proviene del reinado del rey Ezequías de Judá. Cuando recibió cartas amenazantes del despiadado rey de Asiria, “… subió a la casa de [el Eterno], y las extendió delante de [el Eterno]” (Isaías 37:14). Puedes leer su oración en los siguientes seis versículos, donde le dice a Dios: “Inclina, oh [Eterno], tu oído, y oye; abre oh [Eterno], tus ojos, y mira; y oye todas las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente” (versículo 17). ¡Llevó el documento real a su “cuarto de oración” y se lo mostró a Dios! Dios era muy real para Ezequías en ese momento.

Por la misma época, Ezequías recibió la noticia de una enfermedad que pronto le quitaría la vida (Isaías 38:1). Observa su respuesta inmediata en el siguiente versículo: “Entonces volvió Ezequías su rostro a la pared, e hizo oración a [el Eterno]” (versículo 2). Se volvió hacia la pared, como si Dios estuviera allí mismo en la habitación con él. Al leer su oración, verás que ni siquiera pidió una vida más larga; simplemente clamó a Dios.

Formar tal relación con Dios es mucho más difícil cuando estamos demasiado cerca de lo físico. El Sr. Armstrong profundizó sobre esto en su artículo de 1985: “¿Por qué Dios es ‘tan lejano, tan irreal’? Es porque la gente está muy lejos de Él, ¡tan cerca de las cosas físicas y materiales y de los intereses de este mundo malvado! Porque sus mentes están en la búsqueda de lo físico todo el tiempo. ¡Porque no tienen tiempo para Dios! Se llega a conocer a aquellos con los que se está cerca, en un contacto constante, conversando”.

Y es un ciclo. Estar demasiado cerca de lo físico hace que Dios sea menos real. Y como Dios es menos real, nos importa más lo que piensa la gente en nuestras vidas que lo que piensa Dios.

Para que nuestra relación con Dios sea una relación real, ¡nuestras conversaciones deben ser conversaciones reales! Esto se aplica a nuestra oración formal y diaria, pero también a ser “constantes en la oración” (Romanos 12:12) y a orar “sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).

Eso hace que el concepto de caminar con Dios (como Enoc y Noé) sea más real. Él está ahí mismo, caminando contigo, así que puedes mencionarle cosas, tal como lo harías si tuvieras un amigo contigo a lo largo del día.

Ahora, la comunicación no sólo implica la oración. Como dijo el Sr. Armstrong, escuchamos a Dios cuando estudiamos Su Palabra. Esa es una de las mejores maneras de conocer a Dios.

En El misterio de los siglos, después de declarar su propósito para el Capítulo 1 (hacer a Dios más real), el Sr. Armstrong escribió: “Dios se revela a Sí mismo en la Biblia, mas tenemos que entenderla para que Él nos parezca real”.

Lo que alguien dice revela mucho sobre él o ella. Lo mismo ocurre con Dios. La Biblia no sólo es una recopilación de Sus palabras, sino que uno de los nombres de Cristo es el Verbo (Apocalipsis 19:13). El libro que llamamos la Santa Biblia es lo que Él es.

El artículo del Sr. Armstrong de enero de 1985 afirma: “Tal vez a algunos niños no se les habló en absoluto de Dios mientras crecían desde la infancia hasta la adolescencia y la edad adulta temprana. Pero lo más probable es que se les haya hablado más o menos de Dios antes de que leyeran algo sobre Él en la Biblia. También es muy probable que hayan leído lo que otros han escrito sobre Él antes de leer cualquier cosa en la Biblia por sí mismos. Entonces, ¿qué sabían? Sólo sabían lo que les habían dicho o comunicado personas en su entorno. Sólo sabían lo que habían recibido de otras personas que no conocían a Dios. Aquellos de los que aprendieron sólo sabían lo que ellos, a su vez, habían recogido de otras personas mal informadas y engañadas.
¡No de arriba, sino del entorno! No de Dios Mismo, sino del entorno. ¡Y la Biblia dice que las otras personas constituyen un mundo engañado! Y cuando tal persona, acercándose o llegando a la edad adulta, lee la Biblia, su concepto de Dios ha sido tan firmemente implantado en su mente por otras personas, que continúa imaginando a Dios de la misma manera”.

Tenemos que basar nuestra percepción de Dios en lo que Él dice, en Su Palabra. Esa Palabra es verdad (Juan 17:17). Así es como nos relacionamos e interactuamos con Dios.

Ser realista

Todo lo que acabamos de cubrir se puede resumir en cuatro pasos prácticos de acción que pueden fomentar una relación mejor, más fuerte y más real con Dios.

ACCIÓN 1: Poner a Dios primero.

Cuando se trata del tiempo que pasas con Dios, haz que sea tu máxima prioridad cada día. Si hicieras eso con otro ser humano, tendrías una relación inseparable. Demuéstrale a Dios que ninguna otra relación es tan importante como ésta.

ACCIÓN 2: Ten una impresión e imagen correcta de Dios en tu mente.

Ve realmente a Dios como la Biblia lo revela. No lo pongas en el molde de un humano imperfecto, como una pobre figura de autoridad.

ACCIÓN 3: Comprender, respetar y valorar el nombre de Dios.

Con eso te das cuenta de todos Sus logros, Su reputación y Su autoridad.

ACCIÓN 4: Usa el Sábado para conocerle mejor.

¡Él lo apartó para ese propósito! Piensa en Su creación. Piensa en Sus nombres. Dedica más tiempo a la conversación. Es un tiempo para perfeccionar esa relación.

¡Estos cuatro pasos de acción son básicamente una reformulación de los primeros cuatro de los Diez Mandamientos! Esos son los mandamientos que rigen nuestra relación con Dios. Obedécelos y tendrás una relación más fuerte con Dios. ¡Él se volverá más real!

¿Cuán real?

“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Juan 2:3).

No sólo lo conocerás, sino que sabrás que lo conoces. Esta relación y este Ser serán totalmente reales para ti.

Fíjate a dónde nos lleva lo que Juan comenta un poco más adelante en esta carta: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).

Moisés finalmente podrá ver a Dios en toda Su gloria. ¡Y nosotros también! En un sentido, nada reemplazará el verlo con nuestros propios ojos, pero en otro sentido, Él no será más “real” para nosotros en el futuro de lo que es hoy, porque Él ya es real para nosotros.

Haz que Dios sea real para ti ahora, y pronto lo “veremos tal como Él es”.