Piensa seriamente en algo por un momento. ¿Cuáles son tus principales prioridades en la vida? ¿Qué es lo más importante? En otras palabras, si tienes dos o tres o 15 cosas para hacer, ¿cuál es la primera prioridad? Cuando eso esté completo, ¿cuál es tu próxima prioridad? ¿Es tu trabajo? ¿Trabajos de la escuela? ¿Pasar tiempo con familiares o amigos?
Esto no es algo en lo que mucha gente piensa, especialmente los jóvenes. Pero quiero que pienses en esto.
Ahora, considera esto: Gerald Flurry, nuestro pastor general, ¡dice que la máxima prioridad en nuestras vidas debería ser la oración!
El Sr. Flurry escribió: “¡Nuestro enfoque principal en la vida debe ser cómo hablamos con Dios en oración! Esa es nuestra prioridad número uno. Así es como crecemos en la familia de realeza de Dios” (Royal Vision, mayo-junio de 1998).
Cuando leí eso, me golpeó duro. Tener una oración fuerte y constante siempre ha sido difícil. Cuando yo era adolescente, era terrible orando. No creo que orar sea realmente natural para la mayoría de las personas. Puede ser difícil convocar la fuerza de voluntad y la energía. Puede ser difícil saber por qué o, cómo orar en detalle. Puede ser difícil concentrarte y enfocar tu atención. Es fácil soñar despierto o incluso dormirte durante tus oraciones.
Pero las palabras del Sr. Flurry son un buen estímulo para asegurarnos de que la oración sea la número uno en nuestras vidas. Nada debe tomar el segundo lugar. Hacer de la oración nuestra principal prioridad significa empujar a través de las dificultades.
¡Si puedes hacer bien tus oraciones, te garantizo que nada te ayudará más en cada aspecto de tu vida!
Hablemos sinceramente sobre cómo superar las barreras más comunes para tener una buena vida de oración.
‘No tengo ganas’
El primer obstáculo que enfrentaremos es la pereza. No tengo ganas. No quiero. No lo necesito. ¿Con qué frecuencia estos pensamientos han sido una barrera en tu vida de oración? Todos podemos sentirnos de esta manera, especialmente si nunca hemos establecido el hábito de la oración.
Me acuerdo haber pensado algunas veces, Bueno, Dios ya lo sabe todo —¿por qué tendría que orar por todo eso? Incluso las Escrituras respaldan eso: “[Nuestro] Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:8).
Pero imagínate ser Dios. Nuestras oraciones son la única vez que excluimos todo lo demás y nos enfocamos en hablar con Él. Las oraciones diariasle muestran a Dios lo especial que es Él para nosotros.
La primera forma de sortear este obstáculo es darte cuenta de que a Dios le encanta escuchar tus oraciones.
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas todas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6 versión kj). Este versículo dice que hay que dar a conocer todas nuestras peticiones delante de Dios en oración. Dios no habría inspirado esas palabras si eso no fuera lo que Él quisiera de nosotros.
¿Cuál será el resultado de eso? “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (versículo 7). Hay una paz tremenda en tener tu vida de oración donde debería estar. Entre más le demos a conocer a Dios todo, más paz mental tendremos.
¿Alguna vez has estado involucrado en alguna actividad, sabiendo que aún no has terminado tus oraciones? Si has hecho de la oración un hábito, hacer eso no se siente bien. Tu mente no está en paz — y tienes una sensación persistente de inquietud.
Quizás nunca has sentido una gran necesidad de orarle a Dios. A menudo, no es hasta que enfrentamos dificultades reales en la vida que comenzamos a reconocer cuánto necesitamos llevar las cosas a Dios. Personalmente, entre más ocupada se vuelve mi vida, más me doy cuenta de lo insuficiente que estoy en el manejo de las cosas, y cuánto debo buscar a Dios. Mi esposa dice que realmente comenzó a sentir el deseo de orar siendo una adolescente, cuando experimentó algunas dificultades familiares; fui ahí cuando ella pudo ver que necesitaba volverse a su Padre perfecto y amoroso en el cielo.
Si te sientes abrumado, confundido, agotado, deprimido o sin herramientas para manejar los desafíos de la vida, fortalecer tus oraciones es la solución. “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración” (Santiago 5:13).
Dios es un Padre, listo para escuchar a sus hijos y ofrecer su ayuda. Mateo 7: 7-11 afirma ese hecho. Ese pasaje termina así: “… ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”
Puedes confiar en que Dios escuchará y te responderá —incluso si esa respuesta no siempre es lo que tú piensas que es mejor.
Dios nos dice claramente en Su Palabra que a Él le encanta escuchar las oraciones de Su pueblo. Proverbios 15:8 concluye: “la oración de los rectos es su deleite”. Él quiere que le hables todos los días.
‘Hice algo malo’
Observa: ese proverbio dice que Dios ama “la oración de los rectos”. Puede que algunas veces no tengas ganas de orar porque has hecho algo malo. Crees que Dios está enojado contigo y no escuchará tu oración.
¡Date cuenta que la única forma de salir de ese problema es acudir a Dios al respecto! Dadas las circunstancias, esa puede ser la cosa más difícil, pero hay que afrontar el problema y hacerlo.
El apóstol Juan aclara este punto: “Si confesamos nuestros pecados [a Dios], él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Si no estás seguro de qué es el pecado, la definición bíblica está en 1 Juan 3:4: “Es la transgresión de la ley”, es decir, la ley de Dios, definida en la Biblia en pasajes como Éxodo 20. Ten la seguridad de que, si en tu conciencia te sientes culpable, hay pecado involucrado, y eso debe ser llevado a Dios en oración.
¡La única forma de liberarte de la culpa es acudir a Dios al respecto! ¡Él es el único que puede perdonarte!
“El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13).
Si estás pensando o haciendo algo mal, es aconsejable que inmediatamente te aísles, vayas a tus rodillas, y le pidas ayuda a Dios para evitar la tentación, o pedir perdón, si ya has cometido el pecado. Si las circunstancias no lo permiten, ora en silencio en tu mente en ese momento; y luego, a la primera oportunidad que tengas, termina de orar. ¡No esperes! No lo dejes para la oración de la mañana siguiente. Romanos 12:12 dice que debemos ser “constantes [instantáneos] en la oración”. Entre más esperes, más difícil será.
La oración es el antídoto para la tentación. Jesucristo dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Él lo sabe, y ha pasado por tentación, y sabe cómo salir de ella sin sucumbir.
Establece el hábito
Existe otra solución al problema de no querer orar, y es la más importante de todas: hacer de la oración un hábito. Eso significa hacerlo sin importar cómo te “sientas”. De eso se trata tu prioridad número uno.
Cristo estableció el ejemplo de orar a primera hora de la mañana, antes de que cualquier otra cosa pudiera interrumpirlo (Marcos 1:35). El rey David hizo lo mismo (Salmo 5:3).
En ejemplos bíblicos, las personas oraban habitualmente tres veces al día. “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz” (Salmo 55:17; véase también Daniel 6:10). Este es un hábito excelente. Probablemente sea mejor decir tus oraciones principales en la mañana, restablecer el contacto con Dios al mediodía y luego, antes de acostarte, revisar tu día con Él.
Como dijimos antes, una vez que se establece el hábito, no orar simplemente no se sentirá bien.
Finalmente, date cuenta de que es un pecado no orar. El contacto con Dios es simplemente muy importante para descuidarlo. En Mateo 6:5, cuando Cristo enseñó a Sus discípulos a orar, Él dijo: “Y cuando ores”, no dijo —“si es que oras”. En Lucas 18:1, Él dio la parábola sobre “la necesidad de orar siempre, y no desmayar [desanimarse]”.
Durante su ministerio, Herbert W. Armstrong recomienda (y nuestro Pastor General ha apoyado esto en repetidas ocasiones) que, para únicamente sobrevivir espiritualmente, una persona debe pasar por lo menos una media hora al día en oración. ¡Esa es la voz de la experiencia práctica! Algo menor a eso, y te estás metiendo en problemas. Pero para que el verdadero crecimiento espiritual comience a tener lugar en tu vida, lo más probable es que necesites ir más allá de esa cantidad de tiempo.
Si eso te parece una terrible imposición a tu tiempo, piénsalo de nuevo. Pasa algún tiempo seriamente considerando todo lo que Dios te ha dado. A menudo pienso en cómo sería mi vida si Dios no me hubiera llamado a Su Iglesia. Él ha derramado bendiciones sobre mí —y también sobre ti, ya sea que te des cuenta o no. A medida que veas más y más problemas que enfrentan tus compañeros y otras personas en el mundo, utiliza eso como un motivador para realmente contar tus bendiciones.
Por todo lo que Dios nos ha dado, debemos estar dispuestos a demostrar a cambio ese espíritu de dar. Muéstrale a Dios lo especial que es Él para ti, y cuán agradecido estás hacia Él. Recuerda Filipenses 4:6, que dice que nuestras oraciones siempre deben hacerse “con acción de gracias”.
‘No sé sobre qué orar’
La idea de presentarte ante el Creador del universo puede ser algo sobrecogedor. Pero pensar en cosas qué decir durante 30 minutos —¡eso puede ser difícil de hacer incluso con alguien a quien tu puedes ver!
La primera forma de superar el no saber por qué orar, es organizar tus oraciones.
En nuestro Campamento Juvenil de Filadelfia en 1998, el pastor Stephen Flurry les dio a los adolescentes un bosquejo para la oración llamado Programa 30 y más. Más tarde escribió al respecto: “Esta no es una lista exhaustiva, o una que deba seguirse cada vez que oras. Pero se basa en el esquema de oración de Cristo en Mateo 6 y Lucas 11. A los jóvenes les da algo sencillo sobre lo cual construir —una base” (Philadelphia News, septiembre-octubre de 1998).
Aquí, en resumen, está el programa. 1) Pasa tres minutos santificando el nombre de Dios, alabándolo por toda Su grandeza, Su poder supremo y Su fuerza. Hazle saber que lo aprecias y lo amas. 2) Pasa cinco minutos confesando tus pecados y faltas —admitiendo ante Dios dónde has sido egoísta, yendo en contra de Su ley de amor. Pídele a Dios que purifique tus pensamientos y limpie tu corazón. 3) Pasa cinco minutos agradeciendo a Dios por tus muchas bendiciones. 4) Pasa diez minutos orando por la Obra de Dios; por nuestro pastor general; por cada departamento de la Obra; que Dios traiga más obreros. 5) Pasa cinco minutos orando por los hermanos —especialmente por aquellos que podrían estar luchando o que están enfermos. Ora por tu ministro, tu familia, tus amigos, tus enemigos. 6) Finalmente, pasa dos minutos nuevamente alabando a Dios y Su nombre; por Sus muchas bendiciones. Agradece a Dios por escuchar y por las respuestas que dará en Su propio tiempo —y a Su manera.
En total, son 30 minutos. Pero luego, el Sr. Flurry sugirió pasar ese tiempo extra del programa, orando sobre ti —tus esperanzas, sueños y deseos.
“A menudo”, escribió el Sr. Flurry, “no estructuramos nuestras oraciones lo suficiente porque pasamos la mayor parte de nuestro tiempo de oración en el más del programa y no en los 30 minutos. Dios quiere que seamos generosos como Él. Aprende esa lección en la oración. Aprende a orar por el ‘otro’ primero; por la Obra, luego por tu familia (espiritual y física), ¡y luego por ti! (Ibíd.) Esa es una sugerencia excelente para organizar tus oraciones, y darte mucho de qué hablar con Dios.
El segundo método para reforzar el contenido de tus oraciones es prestar atención a las cosas por las que se puede orar.
Cuando asistas a los servicios del Sábado, escucha los anuncios. A menudo contienen información sobre la Obra. Toma nota. Las cartas del Sr. Flurry a los colaboradores también son una buena fuente de información. Los miembros de la Iglesia pueden suscribirse para recibir las noticias de Filadelfia, una mina de oro de información sobre lo que está sucediendo en la Obra. Cuando escuches o leas sobre estas noticias, pregúntate: ¿Dónde podría intervenir Dios?
Lee Efesios 6:18-20 y Colosenses 4:2-4, donde Pablo solicita específicamente que los hermanos oren los unos por los otros y especialmente por él, para que Dios le abra puertas para predicar el evangelio con más valentía. En ese entonces, la Obra necesitaba las oraciones de los miembros, y así sigue siendo hoy.
“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica [peticiones de oración] en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos [pueblo de Dios]” (Efesios 6:18). Velando en ello
se traduce en la versión estándar revisada como “mantenerse alerta”; en otras palabras, ¡presta atención! Más allá de hacer esta lista de peticiones para oración durante los anuncios, presta atención durante tu tiempo de compañerismo en Sábado. Si alguien enfrenta dificultades, ¡toma nota! Escribe esas cosas. Luego, dales seguimiento. Cuando veas a la persona la próxima semana, pregúntale cómo van las cosas. Muestra tu preocupación. Esto puede ser una parte importante de tu compañerismo de Sábado, te da algo de qué hablar y te ayuda a no concentrarte en ti mismo.
Considera 1 Timoteo 2: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” (versículo 1). Esto va mucho más allá de sólo los hermanos de la Iglesia. Lee los siguientes versículos, estos enfatizan incluso orar por los líderes mundiales, para que tomen decisiones que nos ayuden a vivir en paz y libertad religiosa.
Ahora, ¿cómo recordarás todas estas cosas cuando llegue el momento de orar? Esto nos lleva a otra solución al problema de no saber por qué orar: mantén una lista de oración.
Puedes intentar mantener una libreta —quizás una libreta encuadernada con una página separada para cada categoría. Una carpeta de tres anillos te permitiría agregar o quitar elementos según sea necesario. Algunas personas prefieren las tarjetas de notas que pueden reorganizar fácilmente. Lo importante es que cuando surjan cosas por las cuales orar, escríbelas y cópialas más tarde en tu lista.
Esto es lo que The Good News escribe sobre este tema, en su edición de junio-julio de 1983: “No seas casual. Esto tomará un poco de reflexión. Tus oraciones son importantes para ti y para Dios, y merecen ser planificadas adecuadamente. Tú no irías ante un rey o gobernante, o incluso tu jefe, sin al menos alguna preparación mental sobre lo que vas a decir. Y no te pondrías delante de una audiencia para hablar durante una hora sin notas que te recordarían el propósito específico y los puntos que querías cubrir”.
Por supuesto, no sientas que sólo puedes orar por lo que está en tu lista. Eso es sólo una pauta. Si algo más surge en tu mente mientras estás orando, ora por eso.
Finalmente, para desarrollar realmente el contenido de tus oraciones, sé detallado. Dios no sólo quiere escuchar más profundidad en tus solicitudes, tú también te beneficias. Orar te da la oportunidad de pensar profundamente sobre un problema o situación; te ayuda a empatizar con aquel por quien estás orando y puedes darte cuenta de lo difícil que puede llegar a ser una prueba en particular. Incluso puedes pensar en una solución. Orar también puede empujarte a ver las cosas desde el punto de vista de Dios. Simplemente pasar rápidamente por una lista de oración como: “Bendice a papá, mamá, abuelo y tía Patty…”, no será la oración más efectiva. Cuando presentes tus oraciones ante Dios, sé detallado.
‘No puedo concentrarme’
Se requiere disciplina mental verdadera para enfocarnos en nuestras oraciones. Nuestras mentes pueden vagar por cualquier cantidad de cosas, y es posible que ni siquiera nos demos cuenta de que ya no estamos orando.
Una solución importante que debes considerar si fallas en esta área, es reducir el entretenimiento mundano.
El hecho es que, uno piensa en las cosas que llenan nuestra mente. Entre más esté llena de deportes, televisión, películas y videojuegos, más fácil será preocuparse por esas cosas cuando sea hora de concentrarse realmente en Dios. Por otro lado, si tu mente está llena de cosas de acuerdo a Dios y rectas, entonces mantener tus pensamientos centrados será mucho más fácil.
Este principio viene directamente de la Biblia. “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5). Debido a que es tan fácil pensar en cosas materiales, Dios nos da esta instrucción lógica: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”
(Colosenses 3:2).
Considera también lo que Dios dice que sucederá si lo buscamos con todo nuestrocorazón: “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:12-13). Hacer eso probablemente requerirá que evites ciertas actividades a las que quizás muchos de tus compañeros están dedicados de corazón.
Otro remedio muy práctico para evitar soñar despierto es apegarte a tu lista de oración. Si has creado una lista y la mantienes frente a ti mientras oras, será mucho más fácil mantenerse mentalmente encaminado. Si tu mente se distrae otra vez, atrápala y vuelve a tu lista. Puedes retomar rápidamente y seguir en donde quedaste en la lista.
‘Me quedo dormido’
Esto puede ser un problema serio. Considera la falta de respeto que mostramos a Dios cuando nos dormimos durante nuestras oraciones. Él se merece toda nuestra atención alerta.
La solución más obvia para la somnolencia es estar bien descansado. He descubierto que la calidad de mis oraciones diarias está directamente relacionada con lo bien que me apego a mi hora de dormir cada noche. Si me quedo despierto hasta tarde, casi puedo garantizar que tendré problemas a la mañana siguiente. Esto es realmente una cuestión de autodisciplina. Recuerda, el objetivo general es hacer de tus oraciones tu prioridad número uno. Si algo más interfiere, incluida una actividad nocturna que cansará tus oraciones a la mañana siguiente —pregúntate, ¿qué estoy poniendo primero antes que a Dios?
Veamos lo que Gerald Flurry dijo en Ezequiel: El profeta del tiempo final sobre este tema: “Dios quiere nuestro mejor sacrificio. Él no permitió que los israelitas trajeran sus animales viejos y enfermos para el sacrificio, más bien quería lo mejor que ellos tenían (…) Él quiere su mejor tiempo en oración, cuando esté más alerta y realmente puede comunicarse con Dios”.
No solo debes dormir lo suficiente como para decir oraciones decentes por la mañana, esto también es una ley fundamental de buena salud. Quebrantar esa ley te acarrea problemas espirituales y físicos.
Otra solución que debes probar, si nunca antes lo has hecho, es orar en voz alta. Cierra la puerta de tu habitación o armario de oración (siempre debemos orar en privado de todos modos —Mateo 6:6), y simplemente habla suavemente a Dios. Esto probablemente se sentirá incómodo si no estás acostumbrado y puede necesitar algo de práctica antes de que ya no seas tan consciente de tu propia voz y puedas concentrarte en Dios. Pero no te rindas. Orar en voz alta realmente puede mantenerte alerta y tus oraciones enfocadas.
Una última solución a los problemas para concentrarte o mantenerte despierto es ser exigente contigo mismo.
Creo que las Good News (las Buenas Noticias) de enero-febrero de 1972, explicaron muy bien este punto: “Aplica algunos de los principios de las siete leyes del éxito a tu vida de oración. Ten un objetivo definido en mente cuando comiences. Luego, cumple con tu oración y no te rindas hasta que sepas que realmente has orado a Dios —no sólo al techo, al piso o a ti mismo ¡y que tus oraciones han sido escuchadas! ¡Oblígate a ponerte de rodillas y mantenerte sobre ellas hasta que hayas logrado lo que te propusiste! …”.
“¡La Biblia nos muestra que el Reino de Dios será dado sólo a aquellos que son contundentes y que se impulsan a cumplir la voluntad de Dios! ¡Desertores sin resolución y los poco decididos no lo lograrán! ¡Dirige tu terquedad carnal natural en la dirección correcta y prevalece en la oración!”
Recuerdo el momento en que me sentí tan frustrado con mi falta de concentración que decidí romper el mal hábito de una vez por todas. Antes de arrodillarme para orar, me ocuparía de cualquier posible distracción. Luego ponía el cronómetro en mi reloj, me arrodillaba y me obligaba a no levantarme hasta que hubiera pasado una hora. Me puse duro conmigo mismo —pero no se necesitaron muchas de esas sesiones antes de notar una mejoría dramática en mi capacidad para concentrarme en mis oraciones.
Cristo estableció el ejemplo perfecto al respecto. Lee Mateo 26:36-44. Esta fue la noche antes de su crucifixión, cuando estaba bajo una enorme cantidad de presión mental. Él oró fervientemente durante una hora. Entonces, como si se diera cuenta que necesitaba más, lo hizo de nuevo. Esa misma noche, luego oró durante una tercera hora —a pesar de que el contenido de lo que dijo era el mismo.
¡Esa es persistencia de verdad! ¡Eso es abrirse paso hacia Dios, Él se aseguró de que Sus oraciones estaban teniendo el efecto apropiado! Qué ejemplo.
A medida que luchas por mejorar tus oraciones, enfrentarás problemas. Cristo es muy consciente de las dificultades. Esa última noche de Su vida humana, dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, perola carne es débil” (versículo 41). Pero determina, como lo hizo Él, encontrar una forma de sortear cualquier obstáculo que enfrentes. ¡No te rindas hasta que hayas colocado tu vida de oración en la cima de tus prioridades!
¡Las bendiciones que recibirás pagarán tus esfuerzos abundantemente!