Dicen que las chicas sueñan con el día de su boda desde muy jóvenes. Los chicos no suelen hacerlo. Pero puedo decir que, de adolescente, la idea de una boda específica cambió mi vida. En Pentecostés de 2022 se cumplirán 30 años desde que escuché un vívido sermón sobre la ceremonia matrimonial entre Cristo y la Iglesia.
Pentecostés es un día santo muy especial para los que formamos parte de la Iglesia de Dios porque celebra la razón por la que hemos sido llamados ahora como los “primeros frutos” en el plan de salvación de Dios. Aunque el término primeros frutos es especifico a la cosecha, este grupo de llamados ocupará el nivel de la Esposa en la Familia Dios: se casarán con Jesucristo. De hecho, esto es lo que representan todos los matrimonios humanos. Es más, la Biblia afirma claramente que Cristo tendrá una cena de bodas (Apocalipsis 19:9).
Sólo podemos especular sobre cuándo o dónde ocurrirá exactamente, pero el ministro que dio aquel sermón que escuché hace 30 años pensó que era pertinente hablar de la cena de bodas en Pentecostés. Era apropiado que consideráramos, no sólo nuestro llamado como la Esposa de Cristo, sino la ceremonia real que (después de nuestro cambio a seres espirituales) lo haría oficial.
El ministro sugirió que (basándose en Apocalipsis 19, donde se registra esta parte de la visión del apóstol Juan) la ceremonia podría efectuarse en la sala del trono de Dios Mismo. Después de todo, nuestro Esposo —el primero de los primeros frutos (1 Corintios 15:20)— fue “aceptado” ceremonialmente como tal en ese mismo lugar (vea Juan 20:17).
El sermón describió una imagen de lo que podría ser que cada miembro fuera anunciado por su nombre, que pasara al frente y fuera reconocido y aceptado por Dios el Padre, flotando por el mar de cristal a la vista de múltiples millones de ángeles que presenciaran el evento, para luego llegar ante el Padre (con Cristo a Su lado) para recibir nuestra corona y escuchar las palabras: “Bien hecho”.
Independientemente de que esa conjetura sea totalmente correcta, la forma en que encendió mi imaginación me impulsó a realizar algunos cambios reales a mis 16 años de vida.
A esa edad, me había acomodado peligrosamente a algunos pensamientos mundanos. Intelectualmente todavía sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal, pero las presiones del mundo que me rodeaba empezaban a ser una atracción peligrosa. Estaba caminando cada vez más cerca del borde de un acantilado. Pero en aquel Pentecostés de hace 30 años, todo lo que podía pensar era, Quiero estar allí. Tengo que estar allí. Haré lo que sea necesario para estar allí.
De repente, los cambios que necesitaba hacer se hicieron evidentes, y la fuerza para hacerlos surgió de forma igualmente repentina. Pasé a la acción, y fue justo la corrección de rumbo que necesitaba para ir por el camino correcto; el que lleva a la cena de bodas.
Varios años más tarde, algo que Gerald Flurry escribió en su folleto La última hora realmente resonó en mí. Citó 1 Juan 3:3, que dice: “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. El Sr. Flurry mostró cómo Dios pone énfasis en la visión primero, y luego en la ley: “La visión debe venir primero”.
Este principio se encuentra en toda la Biblia: hombres y mujeres sufrieron y soportaron mucho, e hicieron cambios radicales en sus vidas, a causa de su visión. Pedro soportó el martirio a causa de la majestuosidad que Cristo le ilustró en una profunda visión del Mundo de Mañana (ver 2 Pedro 1:14-16). Abraham nunca llegó a recibir algunas de las promesas de Dios en esta vida, pero la llegada de la ciudad santa fue suficiente para inspirarle a recorrer un país agreste (Hebreos 11:9-16). En Hebreos 11 se enumeran varios gigantes espirituales que soportaron mucho por “una mejor resurrección” (versículo 35).
Esto nos lleva al capítulo 12, que muestra cómo Jesús Mismo “soportó la cruz, despreciando el oprobio”. ¿Y por qué? El mismo versículo lo explica: “por el gozo puesto delante” (versículo 2). Otros versículos muestran que la motivación de Cristo estaba relacionada con el matrimonio del que hablamos (vea Efesios 5:25-27 y Hechos 20:28). ¡Eso le inspiró y le hizo seguir adelante!
Sin visión, dice Proverbios 29:18 (en el hebreo original), carecemos de autodominio: no mantenemos las cosas bajo control. Pero la visión nos mantiene anclados en la bendita ley de Dios. ¡Motiva la obediencia!
Todavía estoy profundamente agradecido por aquel sermón visionario que escuché hace 30 años. El ministro que lo dio era en realidad mi padre. Él conocía algunas de las cosas con las que yo estaba luchando, y estoy agradecido de que mi Padre celestial lo usara para poner una visión ante mi mente. Estoy seguro de que ese mensaje benefició a mucha más gente que sólo a mí ese día. Pero esa motivación para la cena del matrimonio era exactamente lo que necesitaba más que cualquier otra cosa.
¿Qué de tu indescriptible futuro despierta este tipo de visión? ¿El significado de Pentecostés? ¿La idea de la cena de bodas? ¿O algún otro aspecto de lo que Dios ha planeado para ti? Deja que Dios use eso para encender tu imaginación, ¡y eso te inspirará a rendirte a la transformación definitiva!