¿Creemos que Dios cumple todas Sus promesas, o pensamos que de vez en cuando se le escapa alguna? Eso suena como una pregunta tonta, pero en realidad, ¿realmente y completamente le creemos a Dios?
1 Corintios 10:13 promete: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”
Cuando analizamos este tema de manera racional, sin ninguna tentación al alcance, podemos aceptar eso. Pero en nuestra experiencia de vida, en medio de la batalla, puede ser un asunto diferente. A veces puede parecer que Dios ha fallado en cumplir esta promesa. Podemos vernos envueltos en tentaciones que conducen al pecado. La tentación llega, luchamos, oramos fervientemente; pero somos dominados por la tentación. Nos parece que no podemos encontrar esa vía de escape prometida. ¿Qué sucedió?
La vía de escape es una promesa de Dios. ¿Le creemos? ¿Qué tenemos que hacer para encontrar esa liberación prometida?
Cómo vencer
Veamos promesas adicionales que Dios nos da. En Hebreos 13:5, Él dice: “No te desampararé ni te dejaré”. En Mateo 28:20, Cristo prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Y en Romanos 6:14 leemos: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros”.
Si estas declaraciones son verdaderas, entonces ¿por qué a veces el pecado tiene dominio sobre nosotros? Tal vez hemos llegado tan lejos como para clamar a Dios con lágrimas corriendo por nuestro rostro; pero fallamos. ¿Ha quebrantado Dios esas promesas?
Herbert W. Armstrong abordó este asunto en un artículo de Good News [El Mundo de Mañana] de agosto de 1985 titulado “Cómo ser un vencedor”. Él explica por qué parece que no podemos resistir la tentación y encontrar esa vía de escape: “¿Por qué? ¿Qué está mal? ¡Simplemente no hemos sabido cómo recibir, aplicar y usar la fe que Dios promete dar!” Entonces el problema no es con Dios, ni con Sus promesas. El problema es nuestra aplicación de la fe que Dios nos promete.
Dios nos hace promesas, pero hay condiciones. Tenemos que hacer nuestra parte.
El Sr. Armstrong continuó: “Algunos van al extremo y tratan de hacerlo todo. Otros se inclinan hacia el extremo opuesto, le suplican a Dios, se esfuerzan poco y esperan que Él lo haga todo.” Entonces Él cita a Santiago 4:7: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. ¡Sométase, resista! Éstas son palabras activas, no pasivas y requieren esfuerzo de nuestra parte.
¿Cómo resistir? 1 Pedro 5:6-9 instruye: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe…”
Debemos hacer nuestra parte para resistir a Satanás, y debemos hacerlo con firmeza, en la fe. ¡No con nuestra propia fe, sino con la misma fe de Cristo viviendo en nuestras vidas!
Prácticamente hablando, ¿cómo podemos hacer esto? La respuesta está en el versículo 8.
Esté vigilante
“La clave de todo es ‘estar vigilante”, escribió el Sr. Armstrong. ¡Esté en guardia! ¡Esté siempre atento! ¡Esté preparado! ¡Ahí es donde caemos! Se necesita un esfuerzo constante, continuo y vigilante, ¡nunca descuidarnos!”
Estar alerta significa mantenerse despierto, estar vigilante. Cuando el Sr. Armstrong dice que estar alerta es “la clave de todo”, ¡vale la pena prestarle atención!
¿Ha conducido alguna vez su automóvil y se ha distraído hasta el punto de dejar que el automóvil “se conduzca solo”? Quizás estaba conduciendo y dormitando al mismo tiempo. ¿Qué puede suceder si al estar conduciendo, no está vigilante o despierto? Es posible que esté tan distraído que aborde la calle equivocada o gire por donde no es. Es posible que esté en el carril equivocado y se dé cuenta que es demasiado tarde para pasar al otro carril. Ahora debe continuar por la autopista hasta la próxima salida, donde puede dar la vuelta. O podría probar alguna maniobra de alta velocidad que los conductores de acrobacias hacen en las películas.
Usted reconocerá que ésta es una forma peligrosa de conducir. Sin embargo, a veces todavía conducimos por la ruta diaria sin estar tan vigilantes como deberíamos.
¿Y qué hay con nuestro viaje espiritual? ¿Estamos vigilantes? ¿O estamos un poco aturdidos espiritualmente, en piloto automático o en control de crucero, sin prestar atención realmente, y sólo siguiendo los movimientos de una vida cristiana?
Hay muchas partes móviles cuando estamos al volante de un automóvil. Esto puede ser un arma si se usa incorrectamente. ¿No es infinitamente más importante dirigir nuestras vidas? Un automóvil nos llevará del punto A al punto B, pero nuestro viaje espiritual nos transformará de un “terrón de tierra” en un Dios, ¡si es que somos vigilantes! ¡Debemos esforzarnos!
“¡No podríamos ser vencedores, a menos que nosotros mismos tuviéramos que esforzarnos!” Escribió el Sr. Armstrong. “Pero si tuviéramos el poder para hacerlo todo, ¡no necesitaríamos a Dios!”
“Por lo tanto, esto requiere nuestro esfuerzo, nuestro esfuerzo continuo, cuidadoso y siempre vigilante, ¡empoderado por el espíritu de Dios!”
Acérquese a Dios
Santiago 4:8 dice: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”.
Esto amplifica nuestro entendimiento de por qué no podemos encontrar la vía de escape que Dios nos ha prometido; y es porque no estamos suficientemente cerca de Dios.
“Cuando viene la tentación, estamos tan lejos de dios, y entonces, de repente, no podemos acercarnos lo suficiente a Él ¡para obtener la ayuda y la liberación que necesitamos!”. Explicó el Sr. Armstrong. “A veces se necesita tiempo para acercarse a Dios, hasta llegar a ese contacto íntimo con Él para poder acudir a Él ¡y obtener el poder que de repente necesitamos!”
“En otras palabras, cuando la tentación llega inesperadamente, estamos con la guardia baja, (faltos de oración), faltos de contacto con Dios y ¡sin entrenamiento espiritual!”
Es por eso que la Iglesia de Dios enseña que se necesitan 30 minutos de oración todos los días solo para sobrevivir espiritualmente, y 60 minutos diarios para prosperar. La misma fórmula se aplica a nuestro estudio bíblico.
Cuando somos tentados por Satanás y arrastrados por nuestras propias concupiscencias, y estamos perdiendo esas batallas, ¿en dónde está el problema? Si no podemos encontrar la vía de escape que Dios nos promete, ¿de quién es la culpa?
¿Estamos tan vigilantes espiritualmente como debiéramos? ¿Estamos espiritualmente despiertos y fervientes? ¿O estamos fuera de forma, o sea, espiritualmente flácidos?
Con Satanás y sus demonios confinados en la Tierra, no podemos considerar estas batallas diarias casualmente. ¡Es cuestión de vida o muerte eterna! No podemos entrar en batalla contra Satanás con nuestra propia fuerza; él es demasiado poderoso para nosotros. No podemos permitirnos el lujo de estar fuera de forma espiritual y ser laxos en el entrenamiento. ¡Estamos en una guerra y debemos marchar al mismo paso detrás del Capitán de nuestra salvación!
“Todo el poder y la fuerza espiritual tienen que venir de Dios”, escribió el Sr. Armstrong. “Podemos beber ese poder de Él, solo cuando estamos en contacto con Él, es decir, cerca de Él y ¡en comunión con Él!
“De lo contrario, cuando las tentaciones nos asaltan repentinamente, no importa cuánto nos esforcemos o clamemos a Dios pidiendo ayuda, ¡simplemente estamos muy lejos de Él para conseguir ayuda!”
“El entrenamiento espiritual requiere ¡ORACIÓN persistente, ferviente y continua! con el fin de obtener y mantener en constante condición de vigilancia para enfrentar al enemigo de la tentación y el pecado. ¡Es por eso que se nos ordena orar sin cesar! ¡para mantenernos en forma!”
Para encontrar esta vía de escape, como Dios promete en 1 Corintios 10:13, tenemos que acercarnos a Él. Cuando lo hagamos, tendremos la fe de Cristo viviendo en nosotros para resistir al diablo; y él tiene que huir. Cuando estamos cerca de Dios, Él está cerca de nosotros y seremos llenos de Su Espíritu, Su poder para vencer.
Para ganar esta guerra, una batalla a la vez, tenemos que estar siempre vigilantes, inspirándonos en la fe de Cristo que está viviendo en nosotros y usándola poderosamente. Entonces encontraremos esa vía de escape que Dios nos ha prometido.
¡Esté vigilante y encuentre esa vía de escape prometida! ¡vale la pena, por su vida eterna!