El general John Phishing es mejor conocido como el comandante de las fuerzas estadounidenses en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, antes de llegar a esa posición, estaba asignado a San Francisco con su familia de seis miembros. En 1914 fue trasladado a Fort Bliss, en Texas, debido a las hostilidades entre mexicanos y estadounidenses. Su familia estaba a punto de reunirse con él, pero durante los preparativos de la mudanza, recibió la noticia de que su casa en San Francisco se había incendiado y que su mujer y sus tres hijas (de tres, siete y ocho años de edad) habían muerto. Su hijo de cinco años fue el único que sobrevivió al infierno.
Fue una tragedia espantosa. Debido a sus obligaciones, el Gral. Pershing tuvo que criar a su hijo en el extranjero con la ayuda de su hermana. Pero la colección de cartas que este padre le escribió a su hijo mientras crecía contienen un mensaje distinto al que los padres de hoy en día darían. Algunas de las cartas son conmovedoras y reconfortantes, y otras son más correctivas.
Cuando su hijo, Warren, tenía 15 años, no estaba atendiendo sus estudios y se estaba juntando con las personas equivocadas. Pershing le escribió: “¿Qué esperas llegar a ser si, a tu edad, no te tomas en serio tu trabajo? Recuerda que estás creando una impresión, para bien o para mal, en todos los que te conocen, y la impresión hasta ahora es una que no es muy favorable. Como el niño, así también es el hombre. Si eres perezoso y no rindes cuentas en tus tareas escolares, serás perezoso y no rendirás cuentas cuando seas mayor”.
Es un sabio consejo de un padre a un adolescente: como el niño, así también es el hombre.
Los años cruciales
Estás creando una impresión, buena o mala, en todos los que llegan a conocerte. Ésa es la realidad. Tú puedes ignorarlo y pensar que a nadie le importa porque eres joven, y que estos son años para divertirse. Pero las personas sí se dan cuenta y les importa, ciertamente las personas en la Iglesia de Dios.
Pershing continuó: “Se trata de un asunto muy serio, aunque no pareces tomártelo así. Simplemente significa que no estarás preparado para afrontar los problemas de la vida, ya sea por el deseo de lograr algo o mediante la preparación en la escuela”. No estarás preparado para la vida si no te tomas en serio tus estudios y tu formación, si no aprendes a trabajar duro.
En La dimensión desconocida de la sexualidad, Herbert W. Armstrong desglosa el desarrollo juvenil en tres fases. La primera son los años formativos, desde el nacimiento hasta los seis años. Durante estos años, Dios pretende que estés con tus padres mucho más que con cualquier otra persona. Ellos establecen las bases de tu desarrollo y formación. Y la lección número uno que padres temerosos de Dios deben enseñarles a sus hijos es la obediencia incuestionable a la ley de Dios. Haz lo que se te dice que hagas cuando se te dice que lo hagas. Si aprendes esalección, tienes el fundamento entero de tu carrera académica y de tu educación, de tu preparación para la vida. Las estadísticas muestran que aproximadamente el 50% de la inteligencia de un niño, su capacidad para captar nuevos conceptos, se desarrolla a los cuatro o cinco años. Alguien que no esté dispuesto a escuchar instrucciones tendrá problemas de aprendizaje.
El Sr. Armstrong identificó la segunda fase como los años de desarrollo. De los seis a los 16 años, “irá adquiriendo todos los conocimientos elementales básicos poco a poco, durante los 10 años subsiguientes, y durante los dos últimos de esos diez tal vez añadirán algunos conocimientos que lo preparen para la enseñanza superior. Durante estos años, el individuo promedio ha aprendido rápidamente. Es mucho lo que debe aprender antes de alcanzar la madurez… ¡y aún está muy lejos de ser maduro!”. (La dimensión desconocida de la sexualidad). También hay una dramática transformación física durante este periodo de tiempo.
Después, el Sr. Armstrong identifica la etapa final: los “importantísimos años de preparación”. Escribió: “La etapa entre los 16 y los 25 años de edad es de importancia vital. Son los años cruciales de preparación para la vida laboral. Durante estos años la mente tiene la capacidad de aprender más rápidamente que en cualquier otra época aquellos conocimientos avanzados necesarios antes de iniciar la carrera adulta, trátese de negocios, carrera profesional, ocupación o matrimonio. Antes de los 16, la mente no ha absorbido los conocimientos básicos necesarios que sirven de fundamento para estudios más avanzados; el intelecto no ha desarrollado su capacidad de comprensión profunda tan necesaria para captar los conocimientos avanzados. Por otra parte, si el desarrollo de la mente se ha estancado durante todo este lapso entre los 16 y los 25 años, será más difícil comenzar estudios más maduros a esa edad”.
Eso es exactamente a lo que quería llegar el general Pershing: si dejas pasar estos años y no los tomas en serio, te afectará en los años venideros. “Como el niño, así es el hombre”. La mayoría de ustedes se encuentran en las primeras etapas de los tan importantes años de preparación: los “años cruciales”. Esto sienta las bases de todo lo que harás en la vida. Probablemente quieras tener éxito, un matrimonio feliz e hijos exitosos. Así que tú tienes que prepararte ahora para ese éxito.
Proverbios 24:27 dice: “Prepara tus labores fuera, y disponlas en tus campos, y después edificarás tu casa”. La preparación es la clave, ¡y estos son los años para hacerlo!
Un punto de inflexión
El Sr. Armstrong creció en la misma época que Warren Pershing. Era una época diferente: se apreciaba más lo académico y el trabajo. Cuando el Sr. Armstrong tenía 16 años, trabajaba en un hotel. Se veía a sí mismo como un joven corriente, pero quería trabajar duro en lo que hiciera. Su vida cambió cuando su empleador, de 45 años, le dijo que tenía potencial.
“El alababa mucho mi trabajo. Pronto comenzó a decirme que podía ver cualidades en mí que estaban destinadas a conducirme a gran éxito en la vida. Él constantemente expresaba gran confianza en mí, y lo que yo podría lograr si estaba dispuesto a esforzarme verdaderamente”.
“Es imposible estimar la importancia de este despertar repentino de ambición, esta inyección de un deseo intenso por el éxito, esta chispa de energía resuelta que se encendió para alcanzar logros meritorios”.
“Este fue el momento decisivo de mi vida” (Autobiography of Herbert W. Armstrong; énfasis añadido).
De todas las experiencias de su larga y agitada vida, el Sr. Armstrong recordaba esta interacción, cuando era adolescente, como el punto de inflexión que cambió su vida para mejor.
Y continuó: “Repentinamente la vida se volvió un ‘juego de pelota’ totalmente nuevo. Internamente había surgido una perspectiva del futuro totalmente nueva. Yo creo que éste es el ingrediente vital que ha faltado en la mayoría de las vidas humanas. La mayoría continúa viviendo como vivía yo antes de ese despertar de ambición”.
El Sr. Armstrong dijo más tarde que la mayoría de las personas son “víctimas de las circunstancias”. No eligen ni deciden ni hacen su propio camino; simplemente se dejan llevar por la corriente. Satanás quiere que los jóvenes desperdicien los importantísimos años de preparación, como sucedía con Warren Pershing. Todos necesitamos una carta como la del general Pershing de vez en cuando, incluso como adultos.
Haz de la ambición de Dios tu ambición
El Sr. Armstrong escribió: “La idea de querer alcanzar el éxito, o un logro de cualquier tipo, nunca entró por sí misma a mi mente. Y probablemente tampoco lo hace en la mente promedio. Y ésta fue como una intromisión, porque mi mente estaba constantemente ocupada sólo con los intereses, placeres y disfrutes del momento”. Al Sr. Armstrong no se le encendió esta chispa hasta los 16 años, ¡y mira lo que Dios hizo a través de él! Mira adónde lo llevó Dios, lo feliz y productiva que fue su vida, ¡lo sumiso que fue a la ley de Dios!
Probablemente hay muchos de ustedes leyendo esto cuyas mentes están preocupadas por placeres momentáneos. Pero deja que Dios y Su ambición se inmiscuyan en tu mente. ¡La creación de Dios no tiene fin! Puedes viajar miles de millones de años luz y no llegar al final de la propiedad inmobiliaria de Dios. Todo lo que Él quiere es que te entusiasmes tanto como Él por desarrollarla, que tengas ambición como la de Él.
El Sr. Armstrong escribió en un artículo: “Entonces, ¿a qué nos referimos con la Obra? ¿Cómo comenzó? ¿A quién utilizó Cristo, la Cabeza viviente de la Iglesia? ¿Cómo se construyó? ¿Qué es hoy, qué incluye? Todo comenzó cuando yo era un muchacho de sólo 16 años. Un empleador de vacaciones de verano despertó en mí la chispa de la ambición. O más bien, debería decir, Cristo hizo que lo hiciera. Esa ambición era más que una chispa. Era una llama candente. Quería tener éxito. Aún no sabía en qué campo o actividad” (Las Buenas Noticias, junio de 1980).
Dios le dirigió al campo correcto. Dios quiere darte los deseos de tu corazón (Salmo 37:4), pero también quiere que tus deseos estén alineados con los Suyos. Él quiere que estés entusiasmado por lo que Él está entusiasmado. El diablo, por otro lado, no quiere que pienses en ese futuro maravilloso. Él quiere que te consumas con los intereses y placeres del momento, con tener “diversión”. ¡Pero el modo de vida de Dios es diversión duradera!
Gobierna tu espíritu
El Gral. Pershing continuó: “Por favor, imagínate como tu propio jefe, como árbitro de tu propio destino, como responsable de tu propio éxito, y gobiérnate a ti mismo con mano de hierro. Sólo así llegarás a ser alguien”. ¡Es una admonición bíblica! Debes ser capaz de gobernar tu propio espíritu. De lo contrario, estarás indefenso ante los ataques del diablo (Proverbios 16:32; 25:28). El liderazgo empieza por gobernar bien tu propio espíritu.
El Sr. Armstrong escribió en Youth 84 [Juventud 84]: “He definido el carácter, es decir, el carácter verdadero, recto y santo, como 1) llegar al conocimiento de los valores verdaderos, en oposición a los falsos; lo correcto, en lugar de lo incorrecto; 2) hacer, por voluntad propia y libre albedrío, la elección de hacer lo correcto en lugar de lo incorrecto; 3) el ejercicio de la voluntad al hacer realmente lo correcto en lugar de lo incorrecto. El carácter, pues, una vez adquirido el verdadero conocimiento y tomada la decisión correcta, implica autodisciplina. La persona verdaderamente educada es una persona autodisciplinada”. Esto es lo que significa gobernar tu espíritu. Por eso es tan importante la obediencia incuestionable en esos años de formación.
Pershing escribió: “Sean cuales sean las resoluciones que tomes, debes cumplirlas y no dejarte llevar como un débil por cada viento que sople y cada muchacho inútil que quiera que descuides tu trabajo”. Rodéate de buenas influencias y ejemplos, de gente a la que admires y quieras seguir, gente que sepas que tiene éxito.
“Eres un hombre y debes adoptar una actitud de hombre en este asunto. Es el trabajo de tu vida el que estás haciendo ahora. (…) Adopta una postura entre los hombres de tu generación”. ¡Qué importante es eso hoy! “Si los hombres no valen la pena, la gente no los quiere. Si no tienes reputación de hacer las cosas honesta, fiel y laboriosamente, la gente no te quiere” (énfasis añadido). ¡No podrás hacer nada en la vida! La gente no te contratará.
Pershing continuó: “Lo que he dicho arriba, Warren, es enteramente por tu propio bien, tal como yo lo veo, desde el punto de vista de un padre que está interesado en el futuro de su hijo. No te rindas; no seas un fracasado”.
Pershing dio instrucciones a Warren al final de esta carta para que la leyera “varias veces y la guardara y volviera a leerla en intervalos frecuentes”.
El secreto del éxito
Este fue un momento decisivo para Warren Pershing, de 15 años. Fue a Yale y luego fundó una empresa de inversiones de gran éxito en Wall Street. ¡Le dio vuelta! Tenía esa chispa de ambición, y procedía en gran parte de un padre amoroso.
Si vas a ser un líder para Dios, necesitas esa chispa de ambición. Todos nuestros jóvenes necesitan más ambición de Dios. ¡Dios necesita líderes ambiciosos!
Mateo 20 registra esta interacción entre Jesús y las madres de dos de sus discípulos: “Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” (versículo 21). Esta petición estaba motivada por el egoísmo, ¡pero al menos había ambición! En su autobiografía, el Sr. Armstrong habla de que era engreído y arrogante, pero ambicioso… ¡Dios tenía con qué trabajar! Eso es mucho mejor que una persona apática y desganada que va a la deriva por la vida.
Si quieres reinar con Cristo, tienes que estar preparado, dispuesto y ser ambicioso para servir a la humanidad y poner tu corazón en la Obra de la Iglesia.
Cristo dio a estos discípulos una lección inestimable sobre liderazgo. Los versículos 25-27 dicen: “Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo”. Otras traducciones traducen la palabra “siervo” como esclavo. Dios dice: ¡Si quieres experimentar la grandeza, debes estar dispuesto a ser esclavo en tu obediencia!
Dios se está preparando para formar una familia enorme. Eso necesitará unos maestros eficaces que refuercen los principios de los años formativos y de desarrollo y les preparen para aprovechar al máximo esos años de preparación tan importantes.
Joel Hilliker escribió: “La ambición de Dios es ilimitada. Las oportunidades en la Familia de Dios no tienen fin. Cuanto más contribuya cada uno de nosotros, más fuerte y más grande podrá ser la Familia de Dios. Hay tantas necesidades en esta Familia como la fuerza que tenga para dar”. (Royal Vision, mayo de 2005).
Si tienes la fuerza, la disciplina y la determinación para prepararte, para dar, Dios lo utilizará. Sé ambicioso para Dios. Dios está en proceso de reproducirse. ¡Es una empresa ambiciosa! La creación espiritual hace que la creación física parezca un castillo de naipes. Sabes que Él puede ayudarte a desarrollar esa ambición conforme a Él. Hagas lo que hagas, si introduces en ello la ambición de Dios, ¡tendrá éxito!