A la edad de 16 años, Herbert W. Armstrong comenzó un trabajo de verano como mesero en un hotel en una pequeña ciudad llamada Altoona, Iowa. Puso todo su corazón en esa oportunidad, y eso marcó la diferencia. Su jefe se dio cuenta de su ética de trabajo y le felicitó por ello. El Sr. Armstrong escribió: “Pronto comenzó a decirme que podía ver cualidades en mí que estaban destinadas a llevarme a un gran éxito en la vida. Él constantemente expresaba gran confianza en mí y lo que yo podría lograr si estaba dispuesto a esforzarme verdaderamente” (Autobiografía de Herbert W. Armstrong).
Antes de eso, el Sr. Armstrong se consideraba a sí mismo como alguien normal. Nunca se aplicó realmente en la escuela. No era un líder, simplemente se limitaba a seguir a los chicos mayores. Pero durante aquel trabajo de verano, el gerente del hotel había despertado en el Sr. Armstrong algo nuevo: ¡la ambición!
Y continuó: “Es imposible estimar la importancia de este despertar repentino de ambición, esta inyección de un deseo intenso por el éxito, esta chispa de energía decidida que se encendió para alcanzar logros meritorios. Este fue el punto de inflexión de mi vida. De repente, la vida se convirtió en un ‘juego de pelota’ completamente nuevo. Internamente había surgido una perspectiva del futuro totalmente nueva.
“Yo creo que éste es el ingrediente vital que ha faltado en la mayoría de las vidas humanas. La mayoría continúa viviendo como vivía yo antes de ese despertar de ambición. (…) La idea de querer alcanzar el éxito, o un logro de cualquier nota, nunca penetró en mi mente. Y probablemente tampoco lo hace en la mente promedio. Y fue como una intromisión, porque mi mente estaba constantemente ocupada sólo con los intereses, placeres y disfrutes del momento”.
El Sr. Armstrong dijo que éste no fue sólo el punto de inflexión de su juventud, o de su adolescencia antes de la conversión. ¡Fue el punto de inflexión de toda su vida!
Se había producido un cambio repentino y abrupto en su forma de pensar. ¡Una chispa de ambición se había encendido para hacer algo con su vida! A partir de ese momento, Herbert Armstrong nunca dejó de avanzar con diligencia y seriedad en su empeño por alcanzar el éxito.
¡Fue el comienzo de una ilustre carrera laboral que continuaría sin interrupción durante los siguientes 77 años! Ahora bien, por supuesto que antes de su conversión, gran parte de ese ambicioso deseo de trabajar duro para alcanzar el éxito y los logros estaba motivado por la vanidad.
Pero si la vanidad sirvió como principal motivación detrás de la ética de trabajo del Sr. Armstrong en sus inicios, fue el amor a Dios y la obediencia a Sus mandamientos lo que impulsó su carrera laboral después de la conversión.
Una de las razones por las que el Sr. Armstrong continuó trabajando duro durante toda su vida fue porque obedeció el mandato de Dios de trabajar.
Dios nos manda trabajar
El Cuarto Mandamiento dice: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Éxodo 20:8). Cumplimos este mandamiento descansando el séptimo día de la semana. Pero ¿de qué descansamos? Examinemos la otra parte de este mandamiento: “Seis días trabajarás, y harás toda tu obra” (versículo 9).
Cuanto más trabajes, más provecho le sacarás a tu Sábado. ¡Dios ordena que trabajemos y hagamos todo nuestro trabajo en seis días! Esto no es una sugerencia, es un mandamiento, y es tan importante como la otra mitad del mandamiento del Sábado.
En hebreo, “trabajarás” significa “trabajar… servir, hasta… esclavizar”, según la Concordancia de Strong. Si no hacemos esto, entonces estamos quebrantando el Cuarto Mandamiento con tanta seguridad como si fuéramos y empezáramos a trabajar en Sábado.
Dios dio este mandamiento para mantenernos en una relación correcta con nuestro Creador y para remontarnos a la creación (versículo 11). Dios es un Creador que trabaja, y Su propósito es reproducirse a través del hombre. Como hijos de Dios, debemos estar dispuestos a laborar y trabajar como lo hace el Padre.
“El espíritu o intención de esta ley muestra que normalmente se espera que un hombre se mantenga ocupado en un trabajo remunerado durante los primeros seis días de la semana. Dios produjo Su riqueza —Su creación— mediante el trabajo durante los primeros seis días de la semana. Nosotros debemos hacer lo mismo” (Lección 55, Ambassador College Bible Correspondence Course).
Cuando Adán fue creado, Dios lo colocó en el Jardín del Edén y le ordenó que “lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15). “Labrara” aquí también significa laborar, trabajar—trabajar duro.
Dios creó el entorno de Adán para que tuviera que trabajar para su sustento. Dios podría haber dispuesto alguna otra forma menos trabajosa de hacerlo: por ejemplo, que estuviéramos diseñados para vivir sólo del aire o comiendo de la tierra, como una lombriz. ¡Pero Él quería que trabajáramos por nuestra comida!
Debemos recordar siempre que la instrucción de Dios no tiene nada de negativo. Dios ordena a los hombres que trabajen y que trabajen duro, pero eso no es ningún tipo de castigo.
De hecho, someterse a este mandamiento es lo que nos hace verdaderamente felices y estar contentos. La razón es que nos mantiene en una relación correcta con Dios; nos mantiene activos y ocupados, trabajando y produciendo, ¡igual que Dios!
Incluso cuando Dios hizo llover maná del cielo directamente sobre el campamento de los israelitas, no era tan fácil como recoger pan del suelo y comérselo. La Biblia dice que venía en forma de pequeñas semillas, y tenían que salir a recogerlo todos los días, molerlo en molinos, batirlo para hacer una masa y hornearlo en cacerolas para hacer tortas (Éxodo 16).
A los israelitas no se les permitía almacenar grandes cantidades y hacer un montón de pan de una vez. Dios les ordenó específicamente que salieran y recogieran una cierta cantidad cada día; el viernes, Dios les permitía recoger lo suficiente para el día de reposo también (versículos 16-19). Si intentaban guardarlo durante la noche de cualquier otro día, el maná se echaría a perder.
Era un mandamiento de prueba, dijo Dios, y fíjate en qué parte de la prueba fallaron: “Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés” (Éxodo 16:20).
¡Querían hacer más para no tener que trabajar al día siguiente! ¡Fracasar la prueba implicaba su negativa a trabajar los otros seis días!
La ética laboral del cristiano
La Biblia contiene unas 900 referencias al empleo y a los hábitos de trabajo. La razón de ello es que está en la naturaleza de Dios trabajar diligentemente. Y Él quiere que seamos como Él. Dios es un Obrero que siempre está trabajando. Y así quiere que seamos, hombre o mujer, adulto o niño.
¿Sabías que pasarás un tercio o más de tu vida adulta trabajando? Si Dios nos creó específicamente para trabajar tanto, ¿por qué a tanta gente el trabajo le parece aburrido y difícil? Tenemos que comprender el principio espiritual que hay detrás.
El hombre fue creado con un propósito. Dios se está reproduciendo a Sí Mismo: Su carácter y naturaleza, Su empuje e ingenio y Su ética de trabajo diligente. La naturaleza humana quiere ser perezosa, pero un miembro de la Iglesia de Dios debe ser diligente y trabajador (1 Timoteo 5:8). De hecho, ¡el trabajo duro es una de las señales de un verdadero cristiano! En Juan 5:17, Cristo dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”.
En 2 Tesalonicenses 3:10 encontramos otro mandamiento: si alguno no quiere trabajar, tampoco debería comer. Bajo la inspiración de Dios, Pablo prohíbe a los cristianos ser perezosos (Romanos 12:11). Pablo también dijo que el trabajo duro es la única manera segura, de acuerdo a Dios, de evitar la pobreza (1 Tesalonicenses 4:11-12).
Debemos trabajar duro, como lo hace Dios. Colosenses 3:22 dice: “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios” (ve también Efesios 6:5-6).
“No sirviendo al ojo” significa que no podemos parecer ocupados cuando el jefe está cerca. ¿Qué haces cuando él no está?
Somos responsables ante Dios de trabajar duro, no sólo ante nuestro jefe físico. Un buen empleado siente constantemente la presión de Cristo (Colosenses 3:23). El versículo 24 indica que incluso el servicio que prestamos a nuestros jefes físicos debe considerarse como un servicio prestado a Dios.
Mateo 5:48 nos recuerda nuestro objetivo final en todo esto: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
¡Vamos a convertirnos en Dios! Los Dioses son productivos, tienen un gran impacto en lo que hacen. No podemos ser perezosos o descuidados en nuestro trabajo y esperar llegar a ser como Dios.
En un artículo personal de La Pura Verdad de abril de 1965, el Sr. Armstrong escribió: “Dios no se va a conformar con un poco de mano de obra barata, indiferente, desordenada e inferior. Él ordena que seamos ‘perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto’. Un obrero algo imprudente se quejó una vez de mí: ‘¡El problema con usted, Sr. Armstrong, es que es un perfeccionista!’. Supongo que tenía razón. Debería habérselo dicho a Dios, ‘El problema con usted, Dios, ¡es que es un Perfeccionista!’. Dios es un perfeccionista. Y yo también. ¿Y usted?”.
Como adultos, se esperará que trabajes para mantener a tu familia y sostener la Obra. Pero incluso si aún estás en la escuela y no tienes un trabajo, puedes aplicar esta lección de diligencia en todos los
aspectos de tu vida.
Eclesiastés 9:10 dice: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría”.
Fíjate que no dice “todo lo que se te dé bien” o “todo lo que te guste hacer, hazlo con todas tus fuerzas”. Dice “todo lo que te viniere a la mano para hacer…”.
‘Le halle haciendo así’
En Juan 9:4, Cristo dice: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. Sabemos que el tiempo es corto antes de que Cristo regrese. Pero en lugar de que eso sea un obstáculo para nuestro trabajo, ¡debería servir como un estímulo para trabajar más duro!
Algunas personas criticaron al Sr. Armstrong por seguir ampliando la Obra y construyendo nuevos edificios cuando pensaban que no quedaba mucho tiempo, pero él se comprometió a trabajar hasta el final.
En una carta a los colaboradores, el Sr. Armstrong describió su convicción de seguir trabajando siempre: “Si supiéramos que Cristo vendría mañana, y necesitáramos un nuevo edificio para Su Obra, y que hoy era el día para empezar a construirlo, ¡yo pondría la primera piedra y empezaría a construir ese nuevo edificio hoy mismo! Y estaría ocupado construyéndolo mañana, ¡ya que sería arrebatado para encontrarme con Él!” (28 de agosto de 1967).
En Mateo 24:46, Cristo dice que Sus siervos fieles serán los que se encuentren trabajando y edificando ¡hasta Su llegada! Dios no quiere que nos quedemos simplemente sentados esperando Su regreso. Quiere que sigamos trabajando y edificando, tanto física como espiritualmente.
Imaginemos a los albañiles en lo alto de sus escaleras, martillando, trabajando en un nuevo edificio y, de repente, Cristo regresa. Entonces todos dejan sus herramientas y se levantan para encontrarse con Cristo en el aire. Esa es la visión que describe Mateo, y esa es la visión que tenía el Sr. Armstrong. Él quería ser encontrado haciendo algo cuando Cristo regresara. Y lo mismo deberíamos hacer nosotros.